Ante la escasez de agua, comida y
abrigo, para soportar las noches frías
algunos damnificados desesperados y
hambrientos asaltaron camiones y
saquearon comercios para alimentar a sus
familias. La carretera que une a la
capital de la República con el sur
afectada por el sismo, la noche del
viernes quedo habilitada y la
solidaridad internacional y nacional
continúa llegando a la zona devastada.
Hasta las primeras horas del sábado, de
acuerdo al balance del Instituto
Nacional de Defensa Civil (INDECI)
habría 510 fallecidos, 16.669 viviendas
destruidas, 1.500 heridos y unos 80.000
damnificados, sin embargo, funcionarios
advirtieron que las cifras pueden
aumentar debido a que perdieron
contacto con sus enviados a pueblos
alejados de Ica por problemas de
comunicación telefónica.
Las imágenes que muestran la televisión
y los diarios son desoladoras, el
hermoso puerto de Pisco en donde
desembarcó José de San Martín
para iniciar su gesta liberadora, está
completamente destruido. A cada paso hay
viviendas arrasadas y cadáveres que
aparecen entre los escombros. Al no
contar con una morgue, los cadáveres,
muchos mutilados, son apilados en la
Plaza de Armas, en los centros de salud,
en bancas de los parques a la espera de
la llegada de una fiscal que decrete el
levantamiento de los cuerpos y puedan
ser sepultados.
Juan Mendoza,
alcalde de Pisco, reveló que el 70 por
ciento de las edificaciones de esa
ciudad quedaron destruidas, el 20 por
ciento está inhabitable y sólo el 10 por
ciento se mantiene en pie.
En las ciudades de Cañete, Chincha,
Pisco e Ica -que resultaron las más
afectadas por el terremoto- hay filas
interminables de pobladores en busca de
comida y agua. La poca agua que pueden
conseguir los bomberos y los camiones
del municipio apenas alcanza para
quienes viven en el casco urbano y no
llega a los pueblos jóvenes ni a los
poblados rurales en donde los baldes
secos y ollas vacías evidencian el
abandono.
La pobreza afecta al 50 por ciento de
la población de Ica. Mujeres y hombres
no tienen acceso pleno a sus derechos
básicos, reciben míseros sueldos por
trabajos en los que no se les reconoce
sus derechos laborales, sus viviendas
precarias, la mayoría construidas con
paja y adobe (bloques de arcilla)
sucumbieron ante el movimiento telúrico
del miércoles último.
Desde el amanecer, decenas de personas
se volcaron a las calles para pedir
agua. Hasta ayer solo se entregaba
botellas de agua mineral a los
afortunados que alcanzaban ingresar a
los registros del INDECI. De
abrigo y comida todavía no había
señales, aunque sí muchas promesas. No
hay agua desde la tarde del terremoto
porque los tanques y pozos que la
almacenan no funcionan: los generadores
eléctricos están apagados ya que el
terremoto también destruyó el tendido
eléctrico en la ciudad.
En ese panorama desolador se lleva
adelante la acción organizada de los
grupos de mujeres de la Federación de
Mujeres de Ica, que sobreponiéndose al
impacto de lo vivido, aunaron esfuerzos
con la Comisión de Derechos Humanos de
la región, con la Casa de Salud y con la
Mesa de Concertación de Lucha Contra la
Pobreza, a fin de canalizar la ayuda de
diferentes sectores y entregarla en
forma equitativa y evitar malos usos y
tráficos.
María Teresa Saravia de la Federación de Mujeres de Ica, informó que en los distritos iqueños
de Molinos, Aquijes, Pueblo Nuevo y
Santiago, la destrucción es total, el
100 por ciento de las casas de adobe
están derruidas.
La situación en Chincha -otra provincia
afectada- es también muy difícil.
Rocío Muñoz de la organización
LUNDU, indicó que el 70 por ciento
de las viviendas está inhabitable lo que
ha llevado a la gente a dormir a la
intemperie. Dijo que las necesidades
prioritarias son agua, abrigo, alimentos
para paliar estos momentos, porque se
requiere mucho más para que se concrete
la reconstrucción de los pueblos
afectados.
Las réplicas continúan, suman más de
380, y aumentan el temor y la sensación
de vulnerabilidad. Mujeres y hombres
sufren a la vez por el dolor de la
pérdida de sus seres queridos y por la
dificultad para conseguir un poco de
agua, algo de comida y una frazada.
Muchos de ellos sólo cuentan con lo que
tienen puesto, pues el terremoto los
dejó en la calle y hasta el momento no
recibieron ayuda por la incapacidad de
las organizaciones del Estado para
organizar el apoyo.
En los distritos de Lima: Barranco,
Rímac, Pueblo Libre y la provincia
Constitucional del Callao, donde parte
de sus inmuebles pasan de los 50 años,
la situación es de preocupación por el
deterioro que presentaban. En otros
distritos se dictaron ordenanzas para
evaluar colegios y edificios.
Sin embargo, la tragedia parece ser
mayor, conforme se desbloquean las
comunicaciones, informaciones
provenientes del departamento de
Huancavelica dan cuenta que más del 50
por ciento
de viviendas, escuelas y centros de
salud de las provincias de San Juan de Castrovirreyna y Huaytará han sido
destruidas como consecuencia del
terremoto. La situación es dramática, la
carretera quedó interrumpida por las
piedras caídas durante los derrumbes
generados por el sismo, no tienen agua
ni luz y aún se desconoce el número de
damnificados.
El presidente peruano Alan García
advirtió que no se permitirá la
delincuencia ni acciones “buitrescas”
ante los hechos de saqueo y robo de los
cuales son víctimas algunos comercios y
camiones que transportan ayuda
humanitaria a la zona devastada.
Insistió en la necesidad de que se dejen
a un lado las reacciones desesperadas y
aseguró que nadie morirá de hambre o de
sed, “pero deben acudir a los centros de
distribución, a nadie se le llevara la
ayuda a su casa”, dijo.
El presidente en declaraciones
anteriores dio la impresión de que es él
quien canaliza la ayuda, pero hasta el
momento no se ha dado a conocer cual es
el plan que ha diseñado el gobierno para
enfrentar la emergencia y posterior
reconstrucción. Tampoco se sabe cuando
se restablecerán los servicios de agua,
luz, desagüe y teléfono, qué acciones
sanitarias realizarán para evitar una
epidemia, cuando se iniciará la
recuperación de clases y que pasará en
los colegios que tienen aulas destruidas
o inhabitables.
Julia Vicuña Yacarine
© Rel-UITA
20 de agosto de 2007