A quien corresponda
Jean Charles Menezes murió hacia las diez de la mañana del
viernes 22 de julio. Hoy es diez de agosto. En el tiempo
transcurrido se ha sucedido toda una catarata de
declaraciones políticas y periodísticas, por no mencionar
distintas medidas anunciadas por el gobierno de Anthony
Blair. Alguien debería explicar, entonces, cómo es posible
que Amnistía Internacional se haya limitado a emitir un
solitario y tardío
comunicado sin más
fondo que la petición de una investigación «exhaustiva».
No descubro nada al afirmar que la labor de AI es
imprescindible. En un mundo de charlatanes, algunos, siempre
pocos, rompen la norma y actúan. Pero nadie está por encima
de la crítica; bien al contrario, cuanto mayor es el respeto
conseguido por una causa, mayor es su responsabilidad. Y el
comportamiento de Amnistía Internacional en lo relativo a la
muerte de Menezes es, hasta el momento, ejemplar por
negativo: su sección central parece haber decidido que el
caso no merece ninguno de los graves y justos calificativos
que le habría dedicado de producirse lejos de su británica
sede. Qué otra cosa se puede pensar tras un silencio de
quince días. Qué otra cosa, sobre todo, cuando se lee con
atención el comunicado que mencionaba y se descubre que en
la fecha de emisión ya había respuesta para casi todas las
preguntas de AI.
Alguien pregunta lo que ya sabe: ¿Incompetencia? Es posible,
cosas de agosto. Pero también es posible (cosas de la
política) que lo haga para no tener que valorar lo que ya
sabe.
Bienvenida, Rosa
La semana pasada, el
Partido del Socialismo
Democrático (PDS) y los
sindicalistas y disidentes
del SPD liderados por Oskar Lafontaine alcanzaron un acuerdo
para formar una nueva organización política a la izquierda
de la socialdemocracia tradicional. Nada que no se haya
intentado, realizado y estropeado mucho antes en España,
Italia y un par de países más donde el marxismo se salvó de
criollos ultranacionalistas y funcionarios de partido (nada,
por cierto, que no se deba reintentar y conseguir). Pero
hablamos de Alemania.
De puertas adentro, el acuerdo supone el entierro de los
restos de la guerra fría. La existencia del PDS, heredero
del gobernante Partido Socialista Unificado (SED) de la
antigua RDA, no implicaba una normalización política
completa: su presencia social, muy fuerte en el este,
descendía a la marginalidad en el oeste. Ahora, Alemania
vuelve a la izquierda que Hitler primero, y la ocupación
militar después, borraron del mapa. La izquierda que se
intentó recuperar con la creación del Partido Verde, bien
distinto al actual. Una izquierda en cuyo hilo, hoy
reencontrado, se cierran las manos de Karl Liebknecht, Clara
Zetkin y Rosa Luxemburgo.
De puertas afuera, resulta tentador apelar al viejo barbudo
para recordar que el socialismo sólo puede surgir de
circunstancias sociales y económicas suficientemente
evolucionadas.
Dice Lafontaine que dice
Cervantes, comentaba el autor de este artículo,
hace exactamente un año. Lo importante, sin embargo, es que
en el corazón del capital, pero también en el corazón de
derechos sociales y políticos apenas soñados en la inmensa
mayoría de los países del planeta, se ha alzado una voz. Y
se parece, bastante, a la voz necesaria.
El cumpleaños de Sirel
«Con la gente», lema de Sirel,
boletín de la Regional Latinoamericana de UITA, es el más
apropiado y merecido que he visto en años. Podría decirlo de
otras formas, pero elijo una en clave personal porque
sintetiza lo que pienso: pocas cosas tienen más sentido que
el honor de trabajar con quien trabaja día a día por los
derechos laborales y un sindicalismo libre, independiente y
de clase, que se ha convertido en referencia obligada para
toda América Latina y ejemplo de lo que se puede y debe
hacer desde la información.
Por sorprendente que parezca, muchos lectores e incluso
algún colaborador de La Insignia se dirigen a
nosotros para preguntar por qué damos tanta importancia a
las cuestiones sindicales. Es una pregunta muy inteligente,
equivalente a preguntar para qué sirve la literatura. Pero
si se despoja de ironía el comentario, aparece el horizonte:
un largo camino de vuelta al movimiento obrero, a la
palabra, a la democracia, al compromiso, sin los que toda
izquierda -y en esto coinciden las distintas familias- no es
más que palabrería sumada a demagogia sumada a publicidad,
es decir, una derecha pintarrajeada de rojo.
Jesús Gómez
Gutiérrez
Convenio La Insignia
/ Rel-UITA
10 de agosto de 2005
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