Es
el principal animador del Movimiento de Justicia y
Derechos Humanos de Porto Alegre. Centenares de
uruguayos y uruguayas recibieron su ayuda personal
cuando huían de la dictadura, hace más de 20 años.
Desde entonces, Jair es un hermano de muchos, un
compatriota en el país de los derechos humanos y la
justicia social.
-¿Cómo viviste las elecciones en Uruguay?
-Vi por CNN el 31 a la noche a Tabaré haciendo su
breve discurso de la victoria. Palabras muy equilibradas y
hablando a un pueblo politizado, que entiende lo que dice, y
que no aceptará que él haga cosas que son contrarias a las
motivaciones que despertó en la gente para que lo vote.
Entonces, no sólo me alegro por la victoria sino que tengo
la certeza de que la voluntad de Tabaré estará acompañada
por un Parlamento plural que no permitirá un desvío de
magnitud en aspectos centrales de la propuesta de la
izquierda. También tengo confianza en el pueblo uruguayo en
ese sentido. Creo que en estas elecciones, además de que
ganó la izquierda con una mayoría notable, tanto que hizo
innecesaria una segunda vuelta, el Partido Nacional tuvo una
votación buena, pero con un discurso muy similar al del
Frente Amplio. Para cualquiera es obvio que quien modificó
su discurso fue el PN. A su vez, el Partido Colorado, que
hizo uso de su discurso paleolítico, desapareció.
Es a partir de este análisis que creo que será
difícil torcer la voluntad popular. Desgraciadamente el
Frente Amplio toma un país en profunda crisis, con enormes
dificultades, pero que tendrá un gobierno serio. Creo que
Uruguay tiene una tradición política muy superior a la
brasileña. Hay un nivel de politización mucho más extendido
e ideológicamente los uruguayos están más ubicados en el qué
hacer político.
-¿En qué se fundamenta esa diferencia?
-Nos falta más cultura política, más
politización. Cuando elegimos a alguien que nos pareció
adecuado y esta persona comete errores, la tendencia aquí es
a disculpar todo, a justificar todo, en vez de promover una
discusión madura y tomar un nuevo rumbo. Se dice que Rio
Grande do Sul es el estado más politizado de Brasil, pero yo
tengo dudas. Cuando Olivio Dutra, del Partido dos
Trabalhadores (PT), salió elegido gobernador fue una
verdadera fiesta popular, pero rápidamente la gente empezó a
desilusionarse.
-¿Por qué?
-Esencialmente por su incompetencia
administrativa, y en segundo lugar por la aparición de un
autoritarismo asustador.
-¿El autoritarismo de la incompetencia?
-No lo había pensado así pero parece muy
razonable. Los periodistas pagaron precios muy altos. Puedo
asegurar que en la historia de la República, desde mediados
del siglo XIX, ningún gobernador brasileño inició tantos
juicios contra periodistas como Olivio Dutra en apenas
cuatro años. También hubo algunos episodios de corrupción,
casos graves. Después elegimos a Lula que fue una esperanza
inmensa. Un hombre con una trayectoria de lucha
impresionante, un obrero, que tenía un discurso con
profundas connotaciones sociales y que durante la campaña
electoral hizo muy fuertes y justas críticas al
neoliberalismo del gobierno de Fernando Henrique. Pero al
llegar a la Presidencia adoptó la misma política económica
del gobierno anterior, la misma que criticó. Y hasta fue más
allá en sus compromisos con el Fondo Monetario
Internacional, llevó adelante una reforma jubilatoria de los
trabajadores estatales y ahora empieza una reforma de las
leyes laborales. Todo esto siguiendo la receta del FMI. Pero
la baja politización de la gente lleva a que no se pueda
establecer una discusión correcta. Quien critica se
transforma automáticamente en enemigo, en alguien de
derecha. Puedo decirlo con soltura porque fui votante de
ambos, de Olivio y de Lula. Hay una senadora y tres
diputados que salieron del PT porque sus posiciones críticas
les valieron una tremenda persecución interna. Yo atribuyo
todo esto a una escasa politización.
-Vos que viste pasar por tu ciudad y por
tu propia casa a tantos uruguayos perseguidos por la
dictadura, a quienes ayudaste y protegiste, ¿qué reflexión
podrías hacer pensando en aquel tiempo tan duro?
-El 31, cuando miraba en la televisión a Tabaré,
que prestó un justo homenaje al general Líber Seregni
–inclusive me pareció distinguir a su señora, Lilí, en el
balcón–, en ese momento recordé a toda esa gente que pasó
por acá buscando salvar sus vidas. Seregni simboliza a todos
ellos, algunos de los cuales dieron la vida, otros
entregaron los mejores años de su juventud a esta causa. Es
importante que todos sepamos que hay muchos méritos, no sólo
de quienes aparecen en público hoy. Están los invisibles,
alguna gente muy simple, otros dirigentes sindicales y
políticos. Este enorme y sostenido esfuerzo durante más de
30 años, todo eso fue lo que llevó a esta conquista. Una
victoria pacífica, tranquila, electoral. No olvido que los
méritos de esta victoria deben compartirse con todas estas
personas que han sido los constructores de esta historia.
Debo confesar que cuando Tabaré mencionó a Seregni se me
cayó una lágrima pensando en toda esa gente.
-Debo decírtelo porque es lo que sentimos
muchos: vos estás incluido en la esperanza y la alegría
actuales, como lo has estado en los momentos más duros y
arriesgados. ¡Cuántos uruguayos te consideran un
compatriota, más allá de las fronteras abstractas, un
hermano de trayectoria y de lucha!
-Siempre fue un gran honor compartir sus luchas
con los uruguayos. Además aprendí mucho de política con
ustedes, soy un alumno, y esforzado, para tomar esa cultura
política que ustedes tienen. A veces dudo si no soy más
uruguayo que brasilero, porque no puedo olvidar que cuando
nosotros los brasileños necesitamos un refugio para mantener
la vida al primer país que fuimos fue a Uruguay, que nos
recibió con los brazos abiertos. Fuimos tratados de una
manera inolvidable. Por eso siempre digo que los brasileños
tenemos una deuda muy grande con Uruguay. En mi caso
personal además, por lo que aprendí con todos los que
pasaron por mi casa. Yo veía que ellos no tenían más nada en
la vida, habían pasado por torturas, por lo peor, y aún así
mantenían un caudal de solidaridad tan fuerte hacia los
demás. Esa fue una pedagogía inolvidable para mí. En este
momento de fiesta me acordé de ellos.
-En la victoria debe haber un momento de
recogimiento, para no perder la memoria.
-Y para no olvidar los compromisos. Tenemos la
obligación de no abandonarlos, de ser transparentes, de
decirle la verdad a la gente, no ilusionarla ni mentirle,
porque el pueblo comprende, siempre comprende.
Carlos Amorín
© Rel-UITA
11 de noviembre de 2004