Un juguete, un esclavo

A principios de diciembre, en un polígono próximo a la ciudad de Madrid la policía se incautó de varios cientos de miles de juguetes falsos que imitaban a las grandes marcas del mercado.

 

Estilizadas muñecas Barbie o elásticos Spiderman para llenar más de diez camiones. Las autoridades y los medios de comunicación alertaban al unísono del peligro moral de comprar estos juguetes: no sólo se trataba de falsificaciones sino que, además, estaban fabricados en China, en factorías donde trabajan menores y donde, a diario, se violan los más elementales derechos de los trabajadores. Lástima que se les olvidase un pequeño detalle: todos los grandes de la industria juguetera y sus distribuidores, todas ellas legales y prestigiosas multinacionales, llevan a cabo las mismas prácticas.

 

Factorías y cárceles

 

Al igual que ha ocurrido con otras actividades, China ha ido copando el mercado de los juguetes hasta hacerse con más del 90 por ciento de la producción mundial. Durante años, hasta la región sureña de Guangdong han llegado millones de chinos guiados por la esperanza de subirse al tren del desarrollo. Originarios de las zonas rurales del país, pronto se ven presas de un sistema esclavista que les condena a la miseria y les niega la oportunidad que buscaban.

 

Las ciudades de Shantou y Dongguan se han convertido en el eje central de esta gran industria. Cientos de miles de metros cuadrados inundados de talleres de ensamblaje de juguetes.

 

Según denuncia el National Labour Committee, (NLC, organización estadounidense que lucha por los derechos de los trabajadores en todo el mundo), en estas factorías se trabaja a destajo para cumplir con los encargos navideños. Es la temporada alta y los horarios se extienden desde las 8 de la mañana hasta altas horas de la noche. Quince horas de trabajo diario, siete días a la semana. O lo que es lo mismo: más de 100 horas a la semana a 12 céntimos de euro la hora. La posibilidad de ir al baño se limita a una vez cada siete horas. Si el trabajador sobrepasa el límite es multado. Si permanece más de cinco minutos fuera de su lugar de trabajo, también. Los míseros sueldos se reciben con varios meses de retraso y está prohibida cualquier forma de organización. Al fondo de los inmensos polígonos industriales se sitúan, medio escondidas, ciertas factorías-cárceles. Según describe el periodista español David Jiménez en su reportaje "Explotados por los reyes magos", estas empresas, que tienen registrados los edificios como naves industriales vacías, han instalado verjas en las ventanas y puertas blindadas y han rodeado el edificio de guardias más atentos de vigilar a los empleados que de proteger la mercancía.

 

Después de una interminable jornada de trabajo todos los empleados duermen en la misma fábrica, en cuartos de veinte metros cuadrados compartidos por más de veinte trabajadores. Es en estas granjas de esclavos, en estos lugares ajenos a la civilización y los derechos humanos donde las grandes multinacionales fabrican, directamente o por concesión, los juguetes de los niños occidentales.

 

Lucrativo negocio

 

Ya en 2002, el NLC acusaba a Mattel, Wal-Mart, Toys R Us, Disney y Hasbro de servirse de sus factorías en el gigante asiático para reducir drásticamente los gastos de producción, a pesar de las continuas vejaciones a las que eran sometidos los trabajadores. Poco después, el diario The Washington Post, poco sospechoso de veleidades izquierdistas, ratificó el horror con la publicación de un extenso reportaje.

 

Las empresas lo niegan todo y se escudan en sus códigos de conducta que, como no podía ser de otra manera, prohíben tajantemente este tipo de actividades. Pero la realidad es tozuda. Las multinacionales no pueden negar que fabrican sus juguetes en China y, como ha quedado comprobado, conocen y pasan por alto lo que ocurre en sus factorías

 

Quizás el paradigma de este sistema de explotación sea Wal-Mart. El gigante estadounidense bien podría cambiar su lema "Precios siempre bajos, siempre" por el de "Precios siempre bajos, cueste lo que cueste". Y es que la mayor distribuidora del mundo no descarta ninguna medida a la hora de cumplir con su famoso lema. Según denuncia el NLC en su informe "Toys Of Misery" (febrero de 2004), Wal-Mart trabaja con más de 4.000 factorías en China. En concreto tiene contratada la fabricación de cuatro millones de peluches en los próximos dos años en una factoría de Mou Yip, donde miles de trabajadores llevan desde marzo completando jornadas de 15 horas para cumplir con el encargo.

  

Pero Wal-Mart está lejos de ser el único culpable. Mattel, por ejemplo, tiene 8.000 empleados en sus fábricas del sur de China. Allí se elabora el nuevo accesorio de Barbie: un ordenador portátil de plástico que alcanzará en el mercado un precio de 50 euros, equivalente a más de 400 horas de trabajo en la factoría Mattel.

 

Las empresas lo niegan todo y se escudan en sus códigos de conducta que, como no podía ser de otra manera, prohíben tajantemente este tipo de actividades. Pero la realidad es tozuda. Estas multinacionales no pueden negar que fabrican sus juguetes en China y, como ha quedado comprobado, conocen y pasan por alto lo que ocurre en sus factorías. De hecho, el informe "Toys Of Misery" recoge abundante documentación al respecto (como varios cuestionarios que obligan a aprender a los trabajadores chinos con las respuestas a las preguntas que pueden hacerles los inspectores) y acusa a las multinacionales de organizar auténticas farsas a modo de investigación.

 

Es cierto que en muchas ocasiones no actúan directamente sino a través de intermediarios de Hong Kong que les permiten lavarse las manos. Es el caso de Foreway Industrial China, donde se trabajan 18 horas al día por 10 céntimos la hora. Allí se fabrican los muñecos oficiales de la NFL, la NBA, así como coches teledirigidos y otros juguetes para Wal-Mart, Disney y Hasbro.

 

El grado de explotación ha llegado a tal punto que la industria teme una crisis futura. En efecto, a pesar de contar con más de 750 millones de pobres, la industria china del juguete empieza a tener dificultades para encontrar trabajadores. Quizás se vean obligados a subir los salarios con el consiguiente aumento de los costes de producción. Si lo hacen, hay quienes han amenazado con trasladar esa industria que niegan tener a otro país del Tercer Mundo. Para evitarlo, China ha empezado a emplear de manera significativa a niños en la fabricación de juguetes. Son especialmente buenos porque sus pequeñas manos les permiten operar con más facilidad. Además no se quejan y su capacidad de organizarse es nula. Probablemente, ni siquiera sepan la felicidad que esos juguetes van a originar en millones de niños occidentales. Pues eso, Feliz Navidad.

 

Juan Carlos Galindo

Agencia de Información Solidaria

17 de diciembre de 2004

 

 

   UITA - Secretaría Regional Latinoamericana - Montevideo - Uruguay

Wilson Ferreira Aldunate 1229 / 201 - Tel. (598 2) 900 7473 -  902 1048 -  Fax 903 0905