"Comunicado Nº 1: Se comunica a la
población que, a partir de la fecha, el país se encuentra
bajo el control operacional de la junta de Comandantes
Generales de las FF.AA. Se recomienda a todos los
habitantes el estricto acatamiento a las disposiciones y
directivas que emanen de autoridad militar, de seguridad o
policial, así como extremar el cuidado en evitar acciones
y actitudes individuales o de grupo que puedan exigir la
intervención drástica del personal en operaciones."
Con estas palabras
despertamos una madrugada de 28 años atrás. El golpe
militar, del cual tanto se venía hablando desde hacia meses
empezaba a marcar su hora cero. Nadie imaginaba, en ese
entonces, lo que serían las siguientes horas, días, meses y
años. Muchos conciudadanos se habrán sentido aliviados,
finalmente llegaba un poco de orden para acomodar el caos.
Con botas o zapatos lustrados, con uniforme o corbata, los
militares y muchos civiles consustanciados con ese ideario,
nos sacaban nuevamente del atolladero. Bienvenidos sean,
susurraba entre bambalinas parte de la sociedad.
Y vino el orden,
vino el control, la obediencia, la impunidad, la
omnipotencia y la tragedia. Hoy, 28 años después, se cumple
un nuevo aniversario para recordar el espanto. La
diferencia, con respecto a años anteriores frente a la misma
fecha, es que esta vez se entrará a las catacumbas del
horror y se las transformará en un Museo para la Memoria. La
ESMA - Escuela de Mecánica de la Armada - centro emblemático
de la represión, quedará en la historia y para las
generaciones futuras como testimonio de la brutalidad, pero
también como testimonio de lo que supimos construir.
No nos
equivoquemos, abrir esas puertas y recuperar esos muros con
su historia de sangre sigue siendo un acto de
reconocimiento, no de justicia; de homenaje a los miles de
hombres y mujeres que fueron allí masacrados, no de
justicia. Parte de la verdad saldrá a la luz desde esos
rincones oscuros y todavía manchados de rojo carmesí, pero
para la justicia todavía falta.
Sin embargo,
tampoco la verdad y la justicia se reducen sólo a ese
siniestro edificio. Hay que animarse a seguir escarbando y
rescatando de los escombros hasta lo que nos duele y no
lleva uniforme. Es decir nuestra propia conducta como
sociedad que reiteradas veces se escudó tras los militares
por no saber resolver sus conflictos internos. También eso
es memoria.
Durante su
secuestro en la ESMA Ana María Ponce, cariñosamente Loli,
escribía, clandestinamente, sus sueños y desvelos en poemas
antes que la hicieran desaparecer. Ojalá podamos ofrecerle
un mundo mejor para ver, allí donde se encuentre.
"Quiero saber cómo
se ve el mundo/ me olvidé de su forma/ de su insaciable
boca/ de sus destructoras manos/ me olvidé de la noche y el
día/ me olvidé de las calles recorridas" (...) "y estoy, a
pesar de todo esto/ a pesar de no creerlo/ estoy juntando
unas palabras/ unas infieles palabras/ que me dejen
recordar/ cómo podría verse el mundo."
Virginia
Giussani
Convenio La Insignia - Rel-UITA