Con ocasión de celebrarse en Panamá la 37ª
Asamblea General de la Organización de Estados
Americanos (OEA), UNI Américas
-representación continental del sindicato global
Union Network International (UNI)- con
presencia en más de 150 países y una membresía de 15
millones de trabajadores(as) agrupados en cerca de
900 organizaciones, estima oportuno y
pertinente compartir con los distinguidos
participantes en tan importante cita, y el pueblo
panameño en su conjunto, algunas consideraciones
inherentes al movimiento sindical de la región, a la
luz de los cambios políticos más recientes que han
ocurrido en un buen número de países de las Américas,
que señalan el comienzo de una nueva etapa en esta
parte del mundo.
En efecto, se observan nuevas tendencias políticas
en América. En los últimos años, se han
elegido más de una docena de gobiernos y todos ellos
desean dejar atrás la década perdida de los años
noventa. Existen nuevas expectativas de cambio
social. Sin embargo, el escenario para la mayoría de
los países de América y el Caribe
continúa caracterizado por un conjunto de
situaciones profundamente negativas. Todos los
indicadores sociolaborales muestran un constante
deterioro en América Latina. Al mismo
tiempo, se observa un creciente descontento en la
clase trabajadora con respecto al rumbo económico;
los trabajadores/as tienen una visión pesimista de
las perspectivas económicas de su país y las
propias.
Esa nueva realidad antes apuntada debería servir
para que se corrijan errores y horrores evidentes
provocados por la aplicación de políticas
neoliberales y la excesiva protección que se ha dado
a las grandes empresas multinacionales y nacionales,
en detrimento de la sociedad, sus organizaciones y
los sindicatos. UNI Américas estima que los
trabajadores organizados deberán ocupar un espacio
visible para un cambio verdadero en el modelo
económico, político y social de la región, puesto
que en las Américas, la mayoría de las
empresas - nacionales y multinacionales -
insatisfechas aún con las ventajas económicas que
les otorga la flexibilidad laboral y
subcontratación, mantienen una inaceptable política
antisindical. Esto se ha traducido en una situación
inadmisible: Han aumentado los abusos, la
inseguridad, la inestabilidad y precariedad de los
puestos de trabajo. El paradigma de esta triste
realidad es el emporio Wal-Mart. Sus
políticas y estilos han contaminado negativamente la
atmósfera laboral.
Agravando lo anterior, las Instituciones Financieras
Internacionales (IFIs) continúan insistiendo
en la necesidad de disminuir el gasto público, lo
que muchos gobiernos realizan de una manera
irracional, a costa de reducir la inversión interna
y los gastos sociales destinados a disminuir
situaciones dramáticas para los sectores con menores
ingresos. Por otro lado, aunque en algunos países
existen avances en el restablecimiento de la
confianza en la administración de la justicia, los
derechos humanos se siguen violando en nombre de la
seguridad. Las políticas establecidas por algunos
gobiernos, además de la polarización política, la
impunidad y la corrupción no hacen más que aumentar
la ya grave crisis de respeto a los derechos
humanos.
El movimiento sindical en América ha luchado
por cambiar este escenario. Ha luchado, en
particular, contra el fundamentalismo del libre
mercado y la violación sistemática de las leyes que
garantizan la libertad sindical y la negociación
colectiva, pagando en muchos casos un alto costo en
vidas humanas. Ha luchado contra una feroz campaña
de algunos medios de comunicación, de las empresas y
partidos políticos, que buscan reducir su papel e
importancia como actor social. La sociedad en
general y los políticos en particular tienen una
deuda moral con los trabajadores y sus
organizaciones, quienes desde el inicio alertaron y
denunciaron que las políticas neoliberales no
contribuirían al desarrollo de los países y que
producirían graves distorsiones sociales y
económicas. La incuestionable evidencia de estas
distorsiones reafirma la legitimidad de la acción
del movimiento sindical. Los graves problemas
sociales no resueltos por los gobiernos se han
convertido en la principal causa de descontento con
el sistema y esto explica, por una parte, el
creciente abstencionismo en los procesos
democráticos. Sin embargo, en medio de un panorama
sombrío, donde la democracia parece perder
vitalidad, una sucesión de resultados electorales,
como señaláramos antes, permiten suponer el inicio
de una nueva etapa en la región. Se observa la
intención de corregir errores y de adoptar una mejor
responsabilidad social. Un nuevo mapa político se ha
configurado y probablemente esta situación genere
una nueva dimensión en las relaciones Norte-Sur,
entre otros cambios.
Es así que hemos observado que diversos líderes de
los sectores progresistas de la política
latinoamericana, han impulsado la idea de un
"Consenso Latino", cuyo énfasis está en el
desarrollo social, como alternativa al "Consenso de
Washington". Creemos que si esta propuesta logra un
mayor apoyo, los sindicatos podrían entrar a una
nueva etapa para organizar y desarrollar una mejor
fuerza sindical, siempre y cuando estos mantengan
vigilantes a la evolución de esta situación y actúen
en consecuencia.
Al imaginar una nueva América resulta
ineludible valorar el dialogo social como un
mecanismo para concertar los necesarios
entendimientos entre los actores de la producción,
con la presencia del Estado, en pos de un desarrollo
sustentable en el cual se dé una adecuada
distribución de la riqueza. Hoy día habría que
reconocer que el Diálogo Social ha sido una de las
grandes carencias del hemisferio. Ante ese hecho
incuestionable, UNI Américas exige a la
OEA la creación de un Diálogo Social permanente
y efectivo que fortalezca la defensa de la
democracia participativa y que garantice la
representación de todos los estamentos de la
sociedad, en especial los sindicatos. Para este
objetivo UNI Américas propone al Secretario
General de la OEA la creación de un Grupo de
Trabajo sobre este tema. Ciertamente que una mejor
gobernabilidad y papel del Estado son partes
sustantivas en el Dialogo Social que propugnamos.
Somos categóricos en nuestra exigencia de mejores
condiciones de vida para los trabajadores, entre
ellas, el acceso y cobertura en servicios básicos
tales como correos, energía a precios accesibles,
banca de desarrollo y programas de salud a los
ciudadanos más pobres, así como la revisión de los
privatizados sistemas de pensiones que no podrán
cumplir con las expectativas creadas. La lucha por
el Trabajo Decente en el hemisferio es otra
permanente prioridad. La promoción de programas de
empleo con mayor valor agregado y el otorgamiento de
facilidades de crédito para el desarrollo de las
Pequeñas y Medianas Empresas (PYMES), que son
las que otorgan más del 80% de los empleos en
América Latina, constituyen urgencias
inaplazables, al igual que la atención a las
migraciones y las remesas de dinero que esta ha
creado. Son todos, temas que deben ser abordados de
manera clara y eficaz. El mismo tratamiento debe
merecer la brecha digital que afecta a numerosos
países de la región, siendo otra razón suficiente
para demandar a los gobiernos y empresas un acceso
igualitario a la tecnología para todos los segmentos
de la sociedad.
Los temas y las reflexiones aquí compartidos no
deben ser ajenos a las deliberaciones del más amplio
Foro de la Región. En ese sentido UNI Américas
exhorta a los Estados miembros de la OEA, a
través de sus respectivos gobiernos, a establecer
canales de comunicación efectivos y eficientes con
la sociedad civil organizada en cada uno de los
países, de manera particular con el movimiento
sindical, a fin de que podamos construir esa nueva
América que millones de hombres y mujeres nos
hemos atrevido a imaginar.
Rodolfo Benítez
Secretario Regional - UNI Americas
15
de junio de 2007