La pobreza con rostro de niño

Vergüenza latinoamericana

Mientras Europa debate con crispación y melancolía su condición de "viejo continente" y surgen graves interrogantes sobre el bienestar futuro de sus jubilados, América Latina arrastra con vergüenza la terrible desgracia de sus millones de niños y adolescentes arrojados en el basural de la miseria y la extrema pobreza. Triste privilegio el de iniciar el siglo XXI con la fría constatación estadística de que más de la mitad de los niños y adolescentes de América Latina son pobres.

 

 Entre 1990 y 1999, el total de menores de 20 años que viven sumidos en la pobreza aumentó de 110 a 114 millones. Erróneas políticas macroeconómicas, sucesivas crisis económicas internacionales, trabas del norte a las exportaciones agrícolas, corrupción política generalizada y desastres naturales sumieron a nuestro continente en la peor crisis económica de su historia. La particular curva demográfica de nuestras poblaciones da como resultante una escalofriante ecuación: en nuestro continente "los pobres son niños y los niños son pobres".

Imágenes de esa niñez abandonada, postal ineludible de nuestras grandes capitales: nos perturban cuando estira su mano por una limosna, improvisa oficios diversos en la calle para sobrevivir a su desgracia, se droga y mutila en su desesperada búsqueda de un ilusorio placer humano, organiza su rabia contra la sociedad en bandas de pequeña delincuencia, rebusca basurales por un poco de comida, conoce desde pequeñín el rostro de la muerte, sabe que no sólo se puede morir de hambre sino que también los adultos organizan milicias para eliminarlos.

Éstas y muchas otras imágenes nos dicen más que las cifras estadísticas de la terrible desgracia de nuestra niñez. Si América Latina es la región más injusta del planeta, se debe a que posee la más injusta distribución del ingreso entre los diferentes continentes, pero por encima de todo, es la región más injusta del mundo por la intolerable situación de abandono y miseria en que mantiene a la mayoría de su infancia y juventud. Las políticas económicas que en la última década han agravado las desigualdades sociales han estado acompañadas de un abandono masivo del estado de su misión esencial de servicio público. Los repetidos recortes en los presupuestos de salud y educación han fragilizado a los sectores más débiles e indefensos de la población, los niños, creando el circulo vicioso de la pobreza.

¿Cómo puede América Latina encontrar el camino del desarrollo sin una inversión consecuente y significativa en el bienestar de su capital humano? ¿Cómo puede América Latina esperar un futuro diferente cuando con políticas económicas infanticidas está matando su propio porvenir? El Plan Hambre Cero del presidente "Lula" da Silva es una medida bienvenida en este panorama vergonzante, pero no es suficiente para quitarnos el sentimiento de dolor y amargura ante tanta muerte temprana de los niños de nuestra América.

 

José F. Cornejo

Convenio La Insignia - Rel-UITA

2 de abril de 2004

 

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