Desde el corazón del Valle Central de
California hasta Tijuana (México), el
camino es largo pero variado. La aridez
y planicie del valle, donde el sol
descarga sus rayos sin misericordia,
muestra el verdor de las cosechas que
pronto exigirán miles de manos. Y los
surcos que ahora se ven vacíos, se
poblarán de rostros bronceados y
sudorosos, cuerpos que hablan español,
como antes hablaban chino y tagalo.
Después vienen las montañas, también
áridas, con sus corredores de vientos y
el zig zag del camino que con los años
parece aceptar, resignado, la lenta pero
persistente invasión del cemento. Esta
invasión aumenta su presencia a medida
que se desciende, prólogo de una ciudad
que parece infinita y que irónicamente
lleva el nombre de Los Ángeles, infierno
del viajero con prisas.
Según la hora del día y la proximidad
geográfica a determinados centros de
importancia, el tráfico parece
convertirse en líneas únicas y
ondulantes, sin distinción los entre
vehículos que por momentos circulan a
vuelta de rueda, o se detienen por
completo durante interminables minutos.
Y puentes y conexiones que derraman más
y más líneas de vehículos, que se
atascan, desaparecen y reaparecen. Es
una ameba vehicular que se mueve
torpemente y que sólo ofrece algún
respiro de camino a San Diego. Luego, la
frontera. Y Tijuana, caótica y ruidosa,
con su mar de gente poblando calles y
mercados. Más de ocho horas al volante
para votar. Lo que hicieron miles de
mexicanos residentes en Estados Unidos.
"Decidí venir a votar por dos razones
-dice Myrna Martínez Nateras, originaria
de Michoacán y residente en Fresno desde
hace 20 años-. Primero, porque era la
primera vez que los mexicanos del
exterior podíamos votar y yo participé
de este movimiento. Segundo, porque
existe la posibilidad de que un partido
diferente pueda gobernar."
Por una de las muchas excusas de la
burocracia mexicana, su inscripción para
votar por correo quedó anulada. Martínez
narra las experiencias de numerosas
personas a quienes también se les negó,
por motivos más o menos similares, ese
derecho. Y afirma que resulta desolador
que a pesar de la larga lucha por el
derecho al voto desde el exterior, el
sistema mexicano se las haya ingeniado
para limitarlo a unos pocos miles.
Esta situación parece haber convencido a
Martínez de la necesidad de un cambio en
México. "Creo que la ciudadanía mexicana
ha cambiado. Por ejemplo, en los 80
había apatía electoral, algo similar a
lo que ocurre actualmente en Estados
Unidos. Entonces, la gente asumía que el
Partido de la Revolución Institucional
(PRI) ganaría cada elección, como
ocurría desde 1929." En opinión de
Martínez, hizo falta mucho tiempo para
que la gente recuperara la confianza. El
surgimiento de la candidatura de
Cuauhtemoc Cárdenas, en 1988, fue
crucial para ese despertar. Y después,
cuando en el 2000 la ciudadanía decidió
desplazar al PRI, por fin, del poder.
El domingo 2 de julio parece haberle
dado la razón. Desde temprano la gente
llegaba a sus casillas electorales. "Me
molestó comprobar la poca seriedad de
los responsables de la casilla pues no
estaban preparados. Había gente grande,
personas con niños, y muchos viajeros."
La votación empezó con una hora de
atraso, entre quejas de la gente y mal
humor generalizado.
Gente de clase media, familias enteras,
jubilados, monjas, campesinos y de todas
las edades. Cientos. La línea avanza
lentamente. Poco a poco la situación
mejora y la votación toma ritmo. El
calor aumenta. Alguien intenta colarse
para votar más rápido, pero lo sacan.
Buen día para vendedores ambulantes de
helados y dulces.
"Cuando llegó mi turno estaba
emocionada, pero también me sentí
extraña de estar en Tijuana, votando",
afirma Martínez.
El regreso no es solamente desandar el
camino. El cruce fronterizo a Estados
Unidos es lento, y el domingo por la
tarde, peor. El run-run de los motores,
el humo de los escapes que aumentan la
temperatura y dificultan la visibilidad.
Decenas de vendedores ambulantes ofrecen
de todo. Se mueven con increíble
agilidad entre los carros y hasta
disponen de pequeños y portátiles
puestos. Helados, muñecos, dulces,
periódicos y revistas, mantas, adornos
para la casa, platos de fruta. ¿Quiénes
son? ¿Vinieron a Tijuana para intentar
cruzar a Estados Unidos, o decidieron
quedarse?
Todavía en México, Martínez llamó por
teléfono a un familiar para conocer sus
impresiones. "Me comentó que estaban
sorprendidos por el apoyo de los medios
al PAN, además de crear miedo en la
población ante la posibilidad de que
triunfara el candidato considerado de
izquierda, López Obrador". Decepción.
¿Todo igual que antes?
El viaje a Fresno, a pesar del
cansancio, es algo más rápido debido a
la hora. Por la noche, el tráfico
automotor-como el calor- es menos
intenso.
El domingo por la noche, las autoridades
electorales mexicanas dicen que por el
sistema de conteo rápido ha ganado
Calderón. Luego, debido a una serie de
errores, postergan el recuento hasta el
jueves. Entonces, como cabía esperar, se
confirma esa tendencia. "Los mexicanos
lograron una madurez social que ha
superado a los partidos políticos y al
poder -comenta Martínez, reflexionando
sobre el proceso electoral aún sin
definición-. Parece que buscan destruir
esa madurez y esa paciencia. No me
gustaría que la gente vuelva a la apatía
social y electoral anterior". El
problema es que eso es lo que buscan
algunos.
En
Fresno, Eduardo Stanley
C onvenio
La Insignia /
Rel-UITA
20 de julio de
2006 |
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Fotografías: Myrna
Martínez