El Lago Cocibolca o Nicaragua es como un
pequeño mar que se extiende desde la
ciudad colonial de Granada hasta la
profundidad del Sur nicaragüense,
casi en la frontera con Costa Rica. Su
principal afluente es el Río San Juan,
que desemboca en el Océano Atlántico y
que fue la primera opción estadounidense
para la construcción de un canal
interoceánico. La alta conflictividad en
la Nicaragua de inicio del siglo
XX, hizo que al final escogieran a
Panamá, pero ese proyecto iba a tener
una gran influencia por más de un siglo
sobre la independencia y soberanía de
los nicaragüenses.
Antes de la conquista, las aguas del
Cocibolca atrajeron a las poblaciones
indígenas que se desplazaron de Sur a
Norte en búsqueda de nuevas tierras
donde establecerse. Aproximadamente a 40
kilómetros de Granada surge la Isla
Zapatera, incontaminada reserva natural
y en otros tiempos, rica en restos
arqueológicos que fueron saqueados
gracias al desinterés de las
instituciones nacionales. Hoy la isla
está poblada por decenas de familias que
huyeron del Norte de Nicaragua. Al
finalizar la guerra de los años 80, se
acentuaron los choques entre ex Contras
y miembros de las cooperativas de
producción que surgieron con el gobierno
sandinista. Nació de esa manera la
comunidad de Sonzapote, con sus raíces
atadas al sueño revolucionario y una
cotidianidad repleta de grandes
dificultades, pero también de esperanza
y resistencia.
La huida
Para llegar a Sonzapote hay que abordar
una de las pocas lanchas de la
comunidad. Dos horas bajo un sol
inclemente, sacudido por las olas que a
veces parecen ser las de un mar en
tempestad. Este viaje debió de parecer
una verdadera tortura para las personas
que en 1994 tomaron la decisión de
abandonar sus casas y tierras para
buscar una nueva oportunidad en este
rincón olvidado del país.
Llegado a la isla, una empinada
escalinata construida con enormes
piedras sacadas de las laderas del cerro
que domina la isla, me conduce al
caserío. Champas edificadas con madera y
plástico negro se entreven entre la
espesa vegetación. Decenas de niños me
observan con ojos que resaltan en sus
caritas curtidas por el sol.
Marcia Ortega,
una de las mujeres más activas de la
isla, está esperando en la cocina
comunitaria, atareada en preparar el
almuerzo.
"La mayoría de la gente que hoy vive en
la isla es originaria de la zona de
Waslala en el Norte de Nicaragua.
Durante los años de la dictadura
somozista padecimos la violencia de la
Guardia Nacional y tuvimos que
movernos frecuentemente por miedo a la
represión. Muchos de nosotros nos
integramos a la guerrilla para
combatir aquella dictadura sangrienta
que duró más de cuarenta años y
continuamos hasta el triunfo de la
Revolución Sandinista.
Teníamos muchas ilusiones y ganas de
construir algo nuevo, algo que fuera
nuestro. Por primera vez miles de
familias campesinas tuvieron la
oportunidad de poseer su propia tierra,
dejando de trabajar para un patrón
terrateniente que los explotaba y los
dejaba morirse de hambre. La revolución
nos dio todo esto."
Pero la esperanza de una paz duradera
terminó muy pronto. Después de un año de
la liberación, comenzaron los ataques de
la Contra financiada por el recién
electo gobierno de
Ronald
Reagan y la gente tuvo
que integrarse a los Batallones de
Reserva y a las Cooperativas de
Autodefensa para proteger las tierras
donadas por la revolución. Los ataques
se intensificaron y el norte de
Nicaragua se transformó en zona de
guerra. Las cooperativas fueron el
blanco privilegiado de la Contra para
impedir el desarrollo del proyecto
sandinista.
En 1990 el Frente Sandinista fue
derrotado en las elecciones, y el nuevo
gobierno implementó un Plan de Desarme
y los miembros de las cooperativas
tuvieron que entregar las armas para
respaldar a los Acuerdos de Paz.
"En todo el Norte de Nicaragua –
continúa Marcia – se comenzó a vivir una
situación muy difícil, con el
surgimiento de grupos paramilitares
afínes a la ex Contra que desataron una
fuerte represalia hacia quienes
estuvieron promoviendo la experiencia de
las cooperativas. Muchos de nuestros
líderes y familiares fueron asesinados.
Nuestro deseo era que parara la
violencia y la represión y sobre todo,
que nuestros hijos no siguieran
criándose en este clima de terror.
Nosotros mismos, para
defendernos, respondimos a los ataques y
así empezó una espiral de violencia. La
única alternativa que nos quedó fue
emigrar."
Fueron miles las personas que
abandonaron sus casas, sus tierras y
emigraron hacia el Sur del país. Muchas
de ellas fueron a buscar un lugar en las
ciudades, otras se tomaron tierras en
las laderas del Volcán Mombacho. Un
grupo de familias alcanzó la Isla
Zapatera un 31 de diciembre de 1994, se
tomaron unas tierras y saludaron el
nuevo año fundando la Comunidad de
Sonzapote.
En aquel entonces fue fundamental el
apoyo solidario del COSAL, un grupo
independentista de Galicia que los
acompañaron en esta nueva etapa de sus
vidas y que sufrieron en carne propia la
represión, hasta terminar en algún caso
en la carcel por haber participado en la
toma de tierras.
Un nuevo proyecto
"Una semana después – sigue contando
Marcia – la Policía y el Ejército nos
desalojaron violentemente, obligándonos
a abandonar la isla y deportándonos otra
vez hacia el Norte. No nos habíamos
percatado que estábamos tocando los
intereses de grupos pudientes que habían
puesto sus ojos en la tierra de la Isla
Zapatera, de personas que se dicen
sandinistas, pero que nada tienen que
ver con el espíritu revolucionario, que
dijeron ser propietarios de estas
tierras y que contaban con el apoyo de
políticos locales.
A consecuencia del brutal desalojo, seis
mujeres abortaron y ocho compañeros
fueron asesinados. Viendo la situación,
decidimos volver a la isla y comenzamos
otro viaje. La represión continuó por
mucho tiempo, pero no lograron
desalojarnos otra vez. Fuimos
boicoteados, prohibiéndole a la gente
que se había radicado en tierra firme y
que se había organizado en cooperativas,
nos hiciera llegar los alimentos para
sobrevivir. Así, los compañeros tuvieron
que hacerlo aventurándose en la noche
por el lago y pasamos mucho tiempo medio
comiendo.
Una represión dura, que siguió por
varios años, pero no nos desanimó y
seguimos luchando para poder soñar con
un futuro mejor. Después de tantos
esfuerzos y a pesar de habernos acusado
de estar implementando el despale en una
Reserva Natural, parece que ahora
nuestra presencia haya sido aceptada,
aunque no nos sentiremos seguros
hasta no regularizar el la propiedad."
La gente de Sonzapote comenzó así un
nuevo proyecto, enfrentándose a
terratenientes sin escrúpulos que gozan
de apoyos políticos y que consideran la
Isla Zapatera una importante inversión
con fines turísticos. A esta situación
se suman las dificultades logísticas y
un entorno natural difícil para quienes
llegan de las montañas. Campesinos
acostumbrados a orientarse con los
fenómenos atmosféricos del Norte,
tuvieron que transformarse enseguida en
pescadores, hombres y mujeres de agua,
en un lugar aislado y sin condiciones.
La organización
Después de estos primeros momentos de
gran dificultad, la comunidad de
Sonzapote comenzó su difícil camino
hacia el futuro. Actualmente hay 21
familias, que hacen un total de 120
personas.
René Castillo,
también originario de Waslala, es uno de
los directivos de la comunidad. Habla
pausado, en voz baja y cuenta como se
están organizando para transformar esta
experiencia todavía fragmentaria en algo
sólido, que le permita a la gente
alcanzar un nivel de vida y de
desarrollo dignos.
"Al comienzo, la lucha en defensa de la
tierra fue continúa y por lo tanto
decidimos organizarnos en la
cooperativa ΄Alfonso Nuñez΄
y unirnos a otras cooperativas de
desplazados que se formaron en la zona
de Granada y Nandaime. Formamos por lo
tanto la Unión de Cooperativas
Agropecuarias (UCA) "Tierra y Agua". Son
nueve cooperativas con el objetivo de
garantizar la autosuficiencia y la
soberanía alimentaria para las familias
campesinas. La perspectiva es asegurar
la alimentación para el autoconsumo y
crear excedentes para los mercados de
Nandaime y Granada.
Gracias también al apoyo de la
Asociación La Ceiba de Salerno (Italia)
y del COSAL de Galicia (España), estamos
promoviendo la diversificación de las
actividades productivas. Además de la
pesca, comenzamos pequeños proyectos de
cría de pollos y de cabras, el cultivo
de hortalizas y un proyecto de Turismo
Rural que manejamos en colaboración con
la UCA Tierra y Agua.
La comunidad eligió a su Junta Directiva
y en conjunto estamos decidiendo y
estructurando los proyectos, entre los
cuales asume gran importancia la
organización de Colectivos de Trabajo
Comunitario. También iniciamos programas
para detener la deforestación y
proyectos de reforestación acordados con
las instituciones gubernamentales que
atienden la defensa del medio ambiente”.
Pero las actividades no terminan aquí.
Se conformó un Colectivo de Mujeres que
forma parte de la Asociación "Iris
Bado”, en nombre a una comandante
guerrillera que las acompañó en todo el
proceso de huida hacia la Isla Zapatera.
Actualmente están tratando de organizar
una pequeña farmacia comunitaria, un
proyecto de apicultura, la producción de
artesanía local y están participando de
un curso de medicina natural para poder
sembrar las plantas e hierbas con que
producir las medicinas más urgentes y de
primer auxilio. Además fueron las
mujeres las que mas empujaron la
experiencia del Turismo Rural, frente al
escepticismo de los hombres quienes más
bien se burlaban y no le miraban futuro
a esa “locura”. Ahora los hombres hablan
del Turismo Rural como algo muy
importante para el desarrollo de la
comunidad.
Las condiciones quedan en todo caso
difíciles. No existe una atención médica
constante y por los casos más graves aún
resulta necesario trasladarse en lancha
hasta Granada. Sólo desde hace pocos
meses se ha iniciado un proyecto para la
construcción o reestructuración de casas
para las familias de la isla. Existe una
pequeña escuela multigrado con un
maestro, a quien las familias
garantizan, turnándose, alojamiento y
comida. No existe agua potable y la
gente todavía tiene que tomar el agua
del lago. No hay energía eléctrica y
sólo algunos paneles solares garantizan
la luz en la escuelita y en la zona
reservada al Proyecto Turístico.
La falta de una regularización de las
tierras mantiene a la población en una
situación de precariedad y temor.
Entre todas estas dificultades, en la
gente de Sonzapote y sobre todo en las
mujeres, verdadero motor de la
comunidad, sobrevive el espíritu para
proyectarse hacia un futuro compartido y
participado, en que el sueño pueda
transformarse en realidad.
En
Managua, Giorgio Trucchi
© Rel-Uita
9 de
junio
de
2006 |
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