En todo el
mundo los problemas de desempleo y el trabajo no productivo
con escasa recompensa, o subempleo, van en aumento. Las
cifras de la OIT sobre la fuerza de trabajo cubren sólo el
64 por ciento de la población del Sur.
En el Norte, el desempleo creció un 10 por ciento hace ya
dos décadas. Las tendencias económicas y el cambio
tecnológico han desplazado a muchos trabajadores calificados
y dejan sin empleo a los no especializados, en especial
gente joven, inmersos en un círculo vicioso de inexperiencia
y rechazo. (El sentimiento de frustración e incapacidad
pueden marcar la vida de una persona).
En Estados Unidos las mujeres y los negros sufren
una doble desventaja. Tienen dificultades para encontrar
trabajo y son restringidos los puestos a los que pueden
acceder. En las profesiones, pocas mujeres alcanzan los
puestos más altos, salvo en áreas como la abogacía y la
medicina.
En ese
país, alrededor del 64 por ciento de 1,5 millones de
desocupados son mujeres.
Y saben por experiencia que no hay vacantes en los empleos a
los que podrían acceder.
Muchas de ellas ni siquiera se registran como desocupadas.
Alrededor del 30 por ciento de los identificados son
afrodescendientes. La mayoría de los que encuentran un lugar
se ve condenada a trabajos no especializados y mal
remunerados. Las minorías étnicas sufren, en general, una
discriminación similar.
Las
perspectivas
son sombrías
En el Norte, el aumento del desempleo es, en gran medida,
estructural, mientras crece el sector servicios.
Ciudades y regiones enteras se vienen abajo debido a su alto
índice de desocupados. Los textiles, los astilleros, y las
acerías se encuentran entre las industrias que se han visto
gravemente afectadas por los bajos salarios y por la mayor
producción del Sur.
En esas zonas la crisis más acuciante se debe al gigantesco
subempleo. Sin los beneficios a los desempleados y sin la
seguridad social, los pobres tienen dificultades para
sobrevivir.
Pero a menudo la supervivencia depende de un trabajo con
poca relevancia; aparte de un salario bajo y un horario muy
extenso, desprotegido de todo tipo de legislación laboral.
Alrededor
del 60 por ciento de los trabajadores del Sur son autónomos.
La intervención gubernamental y la ayuda exterior se centran
a menudo en una alta tecnología inapropiada.
Se concentran también en incentivar la producción de
cultivos y productos para la exportación, en lugar de
suministrar el trabajo que necesitan los pobres para comprar
alimentos y bienes.
Muchos responden desplazándose a las ciudades.
El empleo en el Sur se ve afectado tanto por la acumulación
de riqueza por parte de unos pocos, como por el
proteccionismo del Norte.
La estrategia agropecuaria de la Unión Europea, por
ejemplo, está minando la industria azucarera y el sector
lechero del Caribe y Centroamérica. Además, ha
habido grandes inversiones del Norte en tecnologías
destructoras de los puestos de trabajo, situación que en los
últimos años no ha variado.
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