Uruguay
Los espejitos del desarrollo
bajo la mirada de un trabajador |
Desde hace un tiempo nos vienen saturando con información,
estadísticas, cifras y análisis de la situación que está
ocurriendo en nuestro país. Nadie mejor que nosotros, las
personas que trabajamos y que, para peor, vivimos al norte
del Río Negro, para conocer de cerca las contradicciones y
falsedades de estas informaciones.
La indiscriminada adquisición de tierras por parte de
grupos o personas extranjeras para plantaciones masivas y
extensivas de eucaliptus y pinos, y ahora con la vedette del
momento, la soja, ha sido y sigue siendo, si no el
principal, uno de los principales motivos de la expulsión de
chacareros, pequeños productores, trabajadores y familiares
de éstos que se están afincando en los cinturones de las
ciudades, aumentando los cantegriles y asentamientos
irregulares con el consabido perjuicio para las comunidades
y los municipios.
Nadie mejor que el trabajador del campo para conocer,
por vivirla, esta realidad, lo que estas empresas hacen y
deshacen con los que trabajan: salarios de hambre,
condiciones inhumanas de trabajo, uso indiscriminado de
agrotóxicos, varios de ellos prohibidos a nivel mundial,
apoyados por tercerizaciones que en su mayoría no aportan a
los organismos de previsión social y pagan –cuando pagan–
salarios de miseria.
También en la zona litoral abundan los naranjales que
no tienen nada que envidiarle a las plantaciones forestales
en cuanto a salarios, condiciones ambientales de trabajo y
persecución sindical, funcionando desde hace tiempo listas
negras de las cuales, a pesar de las denuncias,
movilizaciones y conflictos, ningún ministro de Trabajo se
ha dado por enterado.
Nuestra preocupación es qué va a pasar con el campo en
nuestro país, cuando vemos día a día la depredación de los
montes naturales, el monocultivo de la soja –para peor
transgénica– sin hacer rotación ni diversificación, lo que a
la larga agotará los suelos tan ricos en nuestro país y en
la zona.
Nuestros gobiernos y ministros se han preocupado más
por publicitar el crecimiento económico del país, cosa que
la mayoría de los pobladores no apreciamos ni notamos en
nuestros flacos bolsillos, mientras han logrado socializar
el déficit fiscal, los malos negocios y robos de bancos como
el Comercial, de Crédito y Montevideo.
Recién en el pasado mes de setiembre nuestro
Parlamento se acordó de ratificar el Convenio 184 y la
Recomendación 192 de la OIT aprobados en la Conferencia del
año 2001. Este convenio se aprobó con 402 votos a favor, 2
en contra y 41 abstenciones. La delegación uruguaya,
integrada por el Ministro de Trabajo, el delegado
empresarial y el representante de los trabajadores, también
lo votó. El Convenio 184 autoriza las inspecciones en los
lugares de trabajo en el área rural, autoriza a los
trabajadores a abandonar las tareas que se consideren
peligrosas o con riesgos para la salud.
No debemos olvidar todos los trabajadores que mueren
por accidentes de trabajo, muchas veces sin seguros ni
posibilidad de asistencia, como viene sucediendo con
trabajadores con patologías graves por contacto de los
agrotóxicos que se usan a diario sin protección ni
información. Queda pendiente la pregunta de por qué el
consenso logrado en Ginebra a la hora de votar el Convenio
ha demorado tanto en ratificarse en el país, un Convenio que
da a trabajadores y trabajadoras las garantías a las que
tienen derecho. Para que estos derechos se hagan efectivos
falta, aún, que el Poder Ejecutivo implemente lo que allí se
establece.
Como decíamos, lamentablemente se ha realizado muy
poco en ayuda de estos trabajadores. No se ha trabajado en
su formación, no se les brinda información y asesoramiento.
Las inspecciones de trabajo que funcionan en cada ciudad,
como representantes del MTSS, no cuentan con los elementos
ni los funcionarios que se necesitarían para un normal
desempeño de la tarea. Las debilidades presupuestales del
Ministerio quedan a la vista si consideramos que, en algunos
lugares, hasta ha sido desalojado de los locales que
alquilaba.
Con este panorama para los trabajadores rurales es
cada vez más difícil trabajar porque lo que se les ofrece
es, prácticamente, volver a la esclavitud. Aún hoy, muchos
de estos establecimientos tienen su cantina con precios
astronómicos, en ella se les cobra a los trabajadores la
comida, pero también se les cobra el transporte si viven en
la ciudad. Al finalizar la jornada, trabajadores y
trabajadoras casi nunca tienen nada para cobrar por su
trabajo.
Cómo es posible que hombres y mujeres que salen de
madrugada de su casa, como los vemos a menudo con el mate,
regresan de noche para ganar 60 o 70 pesos uruguayos; en el
caso de las compañeras muchas veces con un avanzado estado
de embarazo lidiando con bolsas de naranjas de muchos quilos
de peso, subiendo escaleras, arriesgándose a mordeduras de
víboras o picaduras de otros animales.
Por eso y por mucho más los habitantes de las ciudades
al momento de degustar todos estos productos que provienen
del medio rural deberíamos, por lo menos, recordar a estos
sacrificados trabajadores siempre, no como ahora cuando
algunos candidatos políticos los visitan, les hacen
promesas, los palmean, los abrazan y besuquean a diestra y
siniestra.
Después de muchos años de esfuerzo, la unidad de las
organizaciones de asalariados rurales se está concretando.
Esto permitirá unificar las luchas y reclamar los derechos
que les corresponden y lograr una vida digna.
Manuel
Jorge Silva
© Rel-UITA
5 de
octubre de 2004
* Manuel Jorge Silva, ex
dirigente del Sindicato de Obreros y Empleados de Norteña –SOEN–,
de la Federación de Obreros de la Bebida –FOEB– y del PIT-CNT.
Actualmente, asesor de UITA.
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