La
Cámara Laboral porteña decidió condenar por mobbing a
Editorial Perfil SA, en una demanda iniciada por la
periodista Mónica Veira en el año 2004. El fallo conocido a
principios de este año es único en su tipo, al penar a dos
editores como responsables directos del acoso psicológico y
a una empresa periodística. Si bien la sentencia sienta
jurisprudencia, el personal jerárquico fue mantenido en sus
puestos por la empresa. Un caso que revela la urgencia de
legislar en la materia.
El
mobbing,
acoso psicológico o acoso moral en el trabajo, es la
situación en la que una persona o grupo de personas ejercen
un maltrato moral o verbal, alterno o continuado, recurrente
y sostenido en el tiempo (de forma sistemática), en el
ámbito laboral sobre un trabajador o trabajadora, buscando
con ello desestabilizarlo, aislarlo, destruir su reputación,
deteriorar su autoestima, disminuir su capacidad laboral, y
así poder degradarlo y eliminarlo progresivamente del lugar
que ocupa, aún al precio de su salud psíquica o física y de
la vida misma.
Así es
la definición de la Oficina de Asesoramiento sobre Violencia
Laboral de la Comisión Tripartita de Igualdad de Trato y
Oportunidades entre Varones y Mujeres en el Mundo Laboral (CTIO),
y así fue la realidad que le tocó vivir a Mónica Veira,
periodista gráfica con más de 10 años de profesión, en
Editorial Perfil SA.
-¿Cuándo comienza el maltrato?
-Esta
violencia “sin marcas” se ejerció desde marzo de 2003,
cuando cubría una suplencia en la Revista Semanario. Se me
informa a través de un mail que, junto a un cierto número de
compañeros, se me quitan todas las funciones que venía
realizando y se me envía al 7º piso de la Editorial durante
un período de tres a cuatro meses a un lugar llamado “Fondo
Editorial”. Tuve que cambiar mis horarios de trabajo y no me
dejaban realizar ninguna función. Hay razones suficientes
para pensar que la medida obedeció a una especie de “sanción
encubierta” por el paro que el personal había sostenido
tiempo antes. Luego me pasaron a un sector de la empresa
llamado “One Shot”, donde como única redactora me encargué
de realizar revistas especiales, Mia extra Chocolate, Luna
Especial Jardinería y Especiales de Claro.
Lo cierto es que la violencia
laboral existe como problema, ya
tiene nuevas formas, y la justicia
ha abierto sus ojos. |
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En
septiembre de 2003 Carlos Piro y Marcela Tarrio
(editores a cargo de la Revista Semanario y condenados por
esta causa), me avisan que ellos pidieron mi pase a su
redacción. Era ya de público conocimiento el maltrato y el
mal clima que se vivía allí, pero con el fin de conservar mi
fuente de empleo, entendí que no tenía otra alternativa.
Finalmente quedé efectiva en Semanario en octubre de 2003.
Desde
entonces, hasta los últimos días de trabajo en la empresa,
los feriados nacionales siempre los trabajé, además
diariamente excedíamos el horario de trabajo en no menos de
una hora. De más está decir que jamás se me abonó franco
compensatorio ni horas extras, como lo prevé la normativa
del caso, y que cada vez que tenía que tomarme vacaciones,
era un problema pedirlas, porque no me las daban o me las
postergaban, aduciendo que los otros redactores eran unos
inútiles y por eso se me cargaba de trabajo.
Continuamente en la redacción se escuchaban comentarios
sobre mi trabajo y mis capacidades en forma despectiva,
diciendo que lo que había hecho o redactado era un desastre,
que no servía para nada y comienzan, tanto Marcela Tarrio
como Carlos Piro, a comunicarse con la redacción sólo
a través de los mails, los cuales ocasionaban en más de una
oportunidad instrucciones contradictorias.
Todo
empezó a empeorar y en los meses de abril y mayo de 2004
comenzaron las reuniones con el gerente de personal para
negociar un retiro voluntario. Pero, por orden de la
empresa, no llegamos a un arreglo y me dijeron que “Fontevecchia
apoyaba a mis superiores y que había decidido no darme el
retiro voluntario ni el pase a otra revista”. Ahí exploté.
Lo que
relata Veira
no es otra cosa que la
violencia hecha carne en las estructuras de la empresa. Lo
sostenido en el tiempo, le generó a la periodista un cuadro
agudo de depresión por lo que permaneció, hasta que se
desvinculó de la empresa en agosto de 2004, con licencia
psicológica y psiquiátrica.
-Si bien
siempre tuve el apoyo de mi marido, y podemos sostenernos,
yo siento que esto me cagó la vida. El acoso no termina
cuando te desvinculás, te trae consecuencias graves: te
desvalorizás, después de lo que te pasa no volvés a ser la
misma. Yo empecé a dudar de todo, hoy por hoy dejé de mirar
los diarios o la televisión, dudo de todo el periodismo, de
su ética, de los medios. Y hoy no puedo volver a trabajar,
tengo miedo de sufrir lo mismo, de pasar por lo mismo.
-¿Sentiste la solidaridad de tus compañeros y compañeras?
-Sí,
todo el tiempo, incluso en el juicio mis testigos fueron los
otros redactores. Hubo mucha gente que me llamó y me decía
“seguí adelante, vos podés, yo no pude”. Sintieron que si yo
seguía con el juicio, los estaba representando. Y el fallo
fue vivido y compartido con ellos como si se les hubiera
dado también a ellos.
-¿Cómo reaccionaron los otros medios con tu caso?
-Salió
publicado en España y en Colombia, pero aquí
no. Los diarios se cubren entre ellos.
-A
pesar del fallo, los editores siguen trabajando…
-Si, la
empresa los bancó... y los seguirá bancando. Si bien el
fallo es un precedente para otros casos de acoso moral,
porque sé que salieron dos fallos que se basaron en el mío,
pero de cierta manera, sentís que la condena no les llegó a
ellos.
En la
sentencia, la Justicia entendió procedente la reparación por
daño moral, ya que “se configuró una situación ilícita por
parte de empleados superiores de la empresa que afectó la
dignidad de la trabajadora y que le causó un perjuicio moral
que debería ser resarcido aún en ausencia de relación de
trabajo”.
Para
Marcelo Iglesias, delegado de la Comisión Interna de
Perfil SA, la sentencia logró que las cosas se
tranquilicen en las redacciones de las publicaciones que
tiene la editorial. “Esto no fue un caso aislado, era
política clara de la empresa la violencia sistemática hacia
un grupo importante de trabajadores para que se vayan.
Cuando no se podía despedir a nadie, se presionaba en todas
las revistas”, dice el referente gremial y agrega “esto fue
un punto de inflexión, es una victoria legal pero la
compañera está fuera de Perfil”.
Artemisa Noticias
logró comunicarse con el editor Carlos Piro, quien
manifestó que “no diría ni media palabra sin la presencia
del abogado de la editorial”. Al cierre de esta nota, la
búsqueda del representante legal fue infructuosa.
El
camino hacia la reparación
Actualmente son muchos
los países que carecen de una legislación específica sobre
mobbing. Ante la ausencia existe la urgencia de establecer
un marco jurídico que contemple el fenómeno en el cual
insertarlo, hasta que se produzca el dictado de una norma
específica.
-De
poder lograrse tener una ley de mobbing en la Argentina
¿cómo debería ser?
-Mi
fallo además de sentar precedente por ser la primera vez que
se extiende una condena a personal “jerárquico” de una
empresa, fijó una suma como pago por daño moral que no
existía hasta el momento y ésta fue la de calcular un sueldo
por año trabajado (se utilizó el mismo cálculo que se
realiza por despido en casos de matrimonio o embarazo).
La ley debería
fijar una cifra por daño moral distinta a la que se fijó, ya
que el despido por matrimonio o embarazo, aunque resulta ser
un daño, no es comparable con el daño que se padece
sistemáticamente y durante un tiempo prolongado como se
describe en el mobbing.
La ley
debería contemplar el daño psicológico que la persona sufre
o sufrió al momento del hecho y sobre todo si esto fue
manifestado y comprobado por médicos especializados. En mi
caso la justicia lo desestimó por considerar que dos años
después yo me encontraba bien, una incongruencia más de la
justicia.
Lo
cierto es que la violencia laboral existe como problema, ya
tiene nuevas formas, y la justicia ha abierto sus ojos.
Marcela
Espíndola
Tomado de
www.artemisanoticias.com.ar
NdE: destacados nos pertenecen
29 de febrero de 2008
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