La
trasnacional granera de origen holandés Nidera –empresa
insignia de la promoción transgénica– está siendo
investigada en Argentina por mantener en condiciones de
hiperexplotación a cientos de trabajadores en la provincia
argentina de Buenos Aires, la mayoría de ellos provenientes
del norte pobre del país.
Los casos
detectados y comprobados por inspectores ministeriales
rondan los 150, pero la justicia piensa que habría al menos
mil personas laborando en las mismas condiciones, no pocas
de ellas menores de edad, en la más rica de las provincias
argentinas.
En los
establecimientos a los que llegaron a fines del año pasado
los inspectores de los ministerios de Trabajo federal y de
la provincia se
constató que los operarios, dedicados a la desfloración del
maíz, vivían hacinados en trailers de chapa, de a 18 por
trailer, sin la más mínima higiene, con escasa o nula
seguridad, privados de agua potable y luz eléctrica y
recibiendo una paga al negro de la que se les descontaba las
provisiones que la propia empresa les vendía a precios
siderales.
La jornada
laboral de estos trabajadores semiesclavos (algunos de ellos
analfabetos, la mayoría indígenas), que ignoraban por
completo dónde estaban y a los que se les prohibía abandonar
los límites de los establecimientos rurales, superaba las
diez horas diarias, casi siempre al rayo del sol.
Fue la primera
empresa que obtuvo en Argentina el permiso para
comercializar soja transgénica resistente al
glifosato. |
Buena parte
de ellos provenían de la provincia de Santiago del Estero, y
habían emigrado hacia el sur con la promesa de una vida
digna que les habían formulado reclutadores que operan para
compañías del agronegocio. Se les decía que serían
contratados legalmente por “la mejor empresa”, recibirían
una buena paga y gozarían de buenas condiciones de trabajo.
Luego eran
transportados en ómnibus hacia un destino desconocido por
ellos, y al llegar a los establecimientos –casi todos de los
investigados actualmente propiedad de la transnacional
Nidera- se les privaba de documentos y se los amenazaba
con que si alguno osaba irse todos los demás integrantes de
su cuadrilla de trabajo (una cuadrilla está compuesta por 16
operarios) serían despedidos sin pago alguno y devueltos
“allí de donde habían venido”.
El director
de Bromatología de San Pedro, una localidad de la provincia
de Buenos Aires en la que están ubicados varios de los
predios allanados, sostuvo que éstos se parecían a campos de
concentración. “Más
no podían explotar a esta mano de obra barata”,
dijo. Él mismo vio cómo un adolescente que trabajaba en la
cosecha del maíz se bañaba con agua que había estado
depositada en un tanque para productos agrotóxicos y otro
funcionario constató que el personal no disponía de baños
(dos agujeros en el piso oficiaban de retretes). Comprobó
también el hacinamiento de los operarios, la mugre que
rodeaba los barracones en que vivían y la presencia en las
cercanías de ratas, alimañas y serpientes.
A su vez,
la empresa tercerizada por Nidera para suministrar
alimentos a los trabajadores se los vendía a éstos a precios
muy por encima del mercado (más del doble). En algunos casos
se trataba de productos de comercialización prohibida
entregados gratuitamente por el gobierno de la provincia de
Buenos Aires a comedores populares.
El fiscal
que constató in situ las condiciones en que los empresarios
mantenían a sus trabajadores ya inició contra ellos y contra
personal subalterno de los establecimientos una causa por
reducción a servidumbre y malversación de caudales públicos,
y no se descarta que también haya encausados por trata de
personas. Por ahora hay cuatro detenidos, dos capataces y
dos ingenieros de Nidera.
Zaida
Gatti,
directora de la Oficina de Rescate y Acompañamiento a
Personas Damnificadas por el Delito de Trata del Ministerio
de Justicia, concluyó, tras entrevistar a varios de los
trabajadores y reconstruir el modus operandi de los
empresarios, que “están reunidos todos los elementos que
tipifican una organización criminal: la captación en la
provincia de origen por parte de cabecillas que tratan de
ganar la confianza de familias que viven en una situación de
extrema vulnerabilidad, el engaño (porque el consentimiento
dado por los trabajadores fue para condiciones que no se
conocían), y el traslado al lugar de explotación posterior,
aun con el asentimiento de las personas víctimas de la
trata”, según resumió el diario Página 12.
La
situación de indefensión de estas personas, señala el diario
citando a la psicóloga, se agrava porque se trata de gente
analfabeta o con muy escaso nivel educativo, fácilmente
sometible y en situación de extrema dependencia económica.
“Aunque tenían conciencia del abuso y expresaron su
insatisfacción todos dijeron que no podían retornar a sus
hogares sin el dinero prometido”, subraya el cotidiano.
Parte de
los trabajadores reducidos a servidumbre en las fincas de la
provincia de Buenos Aires pertenecen a comunidades indígenas
de Santiago del Estero, y se han visto obligados a buscar
trabajo en otras zonas del país porque carecen del mismo en
sus propias tierras, en parte porque han sido “robados” por
las grandes transnacionales, según dicen.
“Si
tuviéramos agua para trabajar las tierras no iríamos a
trabajar a otras provincias. Pero no tenemos agua para
regar, ni siquiera suficiente para tomar”, dijo a Página 12
Oscar Zurita, representante del pueblo diaguita
cacano de Santiago del Estero.
Reinaldo
Ledesma,
un sociólogo que investiga para la OIT las
migraciones de trabajadores rurales de esa provincia, señaló
que el agua empezó a escasear en el lugar desde que se
construyó un dique sobre el río Hondo, en 1950, y sobre todo
a partir de la instalación de un sistema de canales internos
que sirven esencialmente a los predios de los terratenientes
locales.
Por otro
lado, las tierras habitadas por las comunidades autóctonas
que pueblan Santiago del Estero son cada vez más preciadas
por los grandes empresarios ganaderos de la provincia de
Córdoba reconvertidos a la soja, que necesitan de tierras
para trasladar sus vacas “corridas” por la expansión de la
oleaginosa.
Ambos
factores, la escasez de agua y la presión sobre sus tierras,
han sido decisivos para su masiva migración hacia otras
provincias.
Muchos de los
santiaguinos que terminaron trabajando para Nidera antes lo
hicieron para Monsanto u otras grandes firmas agrícolas
nacionales o extranjeras, como Pioneer o Donmario.
A todo
esto, Nidera niega. Sus representantes dicen que las
autoridades provinciales y estatales carecen de pruebas
fehacientes de lo que afirman. Lo mismo sostiene la
directiva de la Sociedad Rural Argentina, que calificó el
lunes 10 de “temerario” al ministro de Trabajo Carlos
Tomada, que había denunciado la situación.
Nidera, la firma
fundada en Holanda hace unos 90 años y cuya
sigla proviene de los países que dominaban en la
época el mercado cerealero -la propia Holanda (Netherlands);
India; Alemania (Deutschland); Inglaterra (England);
Rusia y Argentina, ya estaba siendo indagada
desde hace varios meses por el Estado argentino. |
Lo
descubierto en los campos arrendados por Nidera, dijo
Tomada, demuestra que “en la actividad agropecuaria
hay una explotación infrahumana en algunos casos”. También
alertó sobre los niveles de informalidad en el agro, que
según organismos estatales como el Instituto de Estadísticas
llegan al 70 por ciento.
Nidera,
la firma fundada en Holanda hace unos 90 años y cuya
sigla proviene de los países que dominaban en la época el
mercado cerealero -la propia Holanda (Netherlands);
India; Alemania (Deutschland); Inglaterra (England); Rusia y
Argentina, ya estaba siendo indagada desde hace varios meses
por el Estado argentino.
Junto a
otras tres grandes exportadoras de granos (Bunge,
Cargill y Molinos Río de la Plata) se la
investiga por evasión fiscal. Entre 2005 y 2009 habría
omitido pagar al Estado argentino unos 260 millones de pesos
locales (cerca de 65 millones de dólares).
Nidera
es líder en el mercado argentino de semillas, figura entre
las seis mayores exportadoras de granos que operan en el
país y entre las siete exportadoras de aceites. Posee
terminales portuarias propias y también vende insumos
agrícolas y produce diversos agrotóxicos (fertilizantes,
herbicidas, fungicidas).
Fue la primera empresa que
obtuvo en Argentina el permiso para comercializar soja
transgénica resistente al glifosato.
La
autorización le fue expedida en 1996, cuando el país era
gobernado por Carlos Menem y el ministro de
Agricultura era Felipe Carlos Solá, que casualmente
figura como socio de otra empresa propietaria de un
establecimiento en el que esta semana quedó al descubierto
un sistema de superexplotación de mano de obra similar al de
Nidera.
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