El
pasado 7 de octubre de 2009, organizaciones sindicales de
todo el mundo se sumaron a la Jornada Mundial por el Trabajo
Decente. Esta jornada tiene una importancia extraordinaria
toda vez que se celebra en medio de la mayor crisis
económica de la que el mundo ha sido testigo en más de medio
siglo.
Millones de personas están perdiendo sus empleos, provocando
efectos sin precedentes en el mercado de trabajo y sobre el
crecimiento económico. Los salarios se encuentran sometidos
a presiones y, a pesar de las advertencias del sindicalismo
internacional, la pobreza y las desigualdades aumentan.
La crisis financiera y económica amenaza a los empleos, los hogares
y al futuro de miles de millones de seres humanos. De
aquellos que nunca se aprovecharon de los años de excesos,
cuyo trabajo ha sido mal pagado, se ha visto degradado y que
no tienen ninguna responsabilidad de lo que está sucediendo
en la actualidad.
Después de asomarse al abismo que han contribuido a crear, los
decisores políticos están despertando ante la necesidad de
regular la economía mundial. Los gobiernos comienzan a
asumir las responsabilidades de las que durante mucho tiempo
han abdicado, como el establecimiento de normas para regular
los mercados financieros, proteger y asegurar el bienestar a
sus ciudadanos o intervenir para asegurar ingresos
sostenibles y socialmente equitativos.
El meollo de la cuestión se encuentra en que el modelo de
globalización imperante durante más de dos décadas está
desacreditado. Pero en su declive está la semilla de la
oportunidad de acometer cambios fundamentales, siempre que
se actúe con inteligencia.
Este año, la Jornada Mundial por el Trabajo Decente se centró en
sacar al mundo de la recesión y en cimentar una nueva
economía global en la que las personas sean la prioridad.
Las organizaciones sindicales de todo el mundo presentarán
propuestas de acción, emplazarán a los gobiernos a no
repetir viejos errores y demostrarán que hay alternativas al
sistema polarizado y dirigido por el mercado que ha
provocado la crisis.
Con el fin de asegurar un mundo más sostenible, las organizaciones
sindicales necesitan ser fuertes, francas y actores visibles
en el proceso de salida de la crisis. Pero antes de comenzar
a poner a trabajar la economía, es necesario situar el
trabajo decente en este contexto. ¿Qué quieren decir los
sindicatos cuando aluden al trabajo decente? ¿El concepto de
trabajo decente puede variar según el lugar del mundo donde
se viva?
El presente artículo pretende explicar porqué la acción sindical
vinculada al trabajo decente es esencial y porqué todos
nosotros nos presentemos el 7 de octubre con un mensaje de
solidaridad, unidad y exigencia de reformas. El mundo tiene
que cambiar, tiene que favorecer a la economía real y a las
personas, y todos podemos colaborar para que esto ocurra.
¿Qué es el
trabajo decente?
La respuesta más corta afirma que es un trabajo que permite a una
persona vivir bien. Pero también hay una respuesta más
larga: el trabajo decente es un concepto y un programa,
inicialmente presentado y promovido por la Organización
Internacional del Trabajo (OIT) en 1999. Engloba
cuatro componentes: empleo, derechos, protección y diálogo.
El Trabajo Decente se sustenta sobre la convicción de que
los cuatro componentes se necesitan para crear las mejores
perspectivas para el progreso social y el desarrollo de los
seres humanos.
Toda persona sobre la Tierra debería tener la posibilidad de
tener un empleo que le permita vivir una buena vida con las
necesidades básicas cubiertas. El empleo es un factor
fundamental para conseguirlo. Sin empleo, salir por sí mismo
de la pobreza resulta imposible. Los millones de mujeres,
hombres, jóvenes, inmigrantes que trabajan o buscan un
trabajo necesitan que los gobiernos adopten medidas
apropiadas para:
-
Asegurar que la protección social y los derechos de los
trabajadores son plenamente respetados tanto mediante
leyes laborales como en la práctica.
-
Promover la creación de consensos y la participación
democrática de los principales actores del mundo laboral,
reconociendo que la existencia de estructuras adecuadas
de diálogo social tienen el potencial de resolver retos
económicos y sociales relevantes.
-
Crear millones de empleosprovechosos para mujeres y
hombres. Empleos que sólo contribuirán a la mejora si
están vinculados a normas y derechos. La protección
social proporciona a los trabajadores la seguridad
necesaria para afrontar el futuro con confianza.
Por todo ello los gobiernos deberían ponerse urgentemente a
trabajar para la creación de empleos. Y no cualquier tipo de
empleos, sino empleos decentes para todos. A menudo se
argumenta que los países no pueden permitirse pagar salarios
justos y tener mejores condiciones de trabajo, sin embargo,
los costes a corto plazo son rápidamente compensados por los
beneficios a largo plazo. Por lo tanto el Trabajo Decente es
la mejor vía para luchar contra la pobreza global y para
construir un mundo socialmente más justo.
Necesitamos creer que son posibles transformaciones
profundas en beneficio de los trabajadores incluso en tiempo
de crisis- Todavía las repercusiones humanas de la recesión
no han sido debidamente afrontadas por los líderes mundiales.
Acertadamente se ha centrado la atención en la necesidad
acuciante de acometer reformas financieras y contraponer un
nuevo modelo económicamente eficiente de crecimiento y
recuperación.
Pero no debemos olvidar el factor humano y que la situación
de los mercados de trabajo está vinculada a las estrategias
de reactivación de la economía. Las organizaciones
sindicales deben unirse en torno a la promoción del trabajo
decente y la creación de empleo como elementos fundamentales
para salir de la crisis económica. Pero, en primer lugar, es
necesario desmitificar algunas de las percepciones erróneas
que la gente tiene sobre el empleo decente. Mostrar porqué
el concepto tiene valor y sentido hoy.
Mito nº 1:
Cualquier empleo es mejor que no tener empleo
De hecho, la meta no es la mera creación de empleos sino la
creación de empleos de calidad aceptable. Para los
trabajadores, la calidad del empleo tiene diferentes
significados. Puede estar vinculada a los salarios, a
derechos, a diferentes formas o condiciones de trabajo, así
como al sentimiento de ser valorado o a la satisfacción
experimentada. Resulta esencial desarrollar políticas que
puedan crear empleos donde los derechos de los trabajadores
se respeten y donde se puedan conseguir los salarios, las
condiciones, la protección social y la satisfacción que se
desean.
En la actualidad, lo que necesita el mundo del trabajo es crear
sistemas sociales y económicos que garanticen niveles
básicos de seguridad, remuneraciones y empleo apropiados al
tiempo de ser capaces de adaptarse a las circunstancias
rápidamente cambiantes del mercado de trabajo. Un trabajo
que amenaza tu salud o que no te permite sostener a tu
familia no es un empleo decente.
Mito n º2 :
Las normas y principios fundamentales y derechos en el
trabajo son gravosos
¡No es verdad! Vivimos en un mercado mundial altamente competitivo
donde los obreros afrontan continuas presiones para
encontrar mercados, plazos y cuotas. La globalización, junto
con sus ventajas, también ha incrementado la inseguridad, la
incertidumbre, la deslocalización de empleos y las
dificultades para los trabajadores transfronterizos que
soportan diferentes marcos legales en cada ámbito.
Para asegurar que los trabajos están protegidos y justamente
tratados, necesitamos el reconocimiento y la efectiva
implementación de las normas internacionales de trabajo
sobre libertad de asociación, igualdad y sobre trabajo
forzoso e infantil. Existen compromisos compartidos que
pueden combatir las incertidumbres, prevenir el dumping
social como instrumento de competencia así como asegurar la
igualdad de trato, la responsabilidad y el respeto al tiempo
que proporcionan un punto de referencia para las leyes
laborales. Los derechos de los trabajadores han de ser una
directriz para la industria mundial y para la buena
gobernanza.
Mito nº 3:
el Trabajo Decente ya existe en todos los países
industrializados
En absoluto, en muchos países industrializados la promoción del
trabajo decente se considera obsoleta. Todavía existen
grandes brechas sociales en el interior de los países,
todavía hay retos que vencer en lo que respecta a la
discriminación de las mujeres y los trabajadores
inmigrantes, todavía se producen violaciones de los derechos
sindicales en numerosos países y todavía permanecen sectores
y países donde el diálogo social entre trabajadores y
empresarios no existe.
Se necesitan más y mejores empleos en los países industrializados y
también forma parte del trabajo decente asegurar la
formación, el incremento de capacidades, el progreso social,
niveles básicos de seguridad y derechos para todos los
trabajadores como parte de la dimensión social de la
globalización.
Mito nº 4:
Las políticas de promoción del Trabajo Decente no son
importantes en los países en desarrollo debido a la
extendida economía informal
¡Falso! La mitad de la población africana vive en la extrema
pobreza con apenas 1 dólar diario y los mercados de trabajo
africanos se caracterizan por los acuerdos informales en el
amplio sector urbano así como una masiva fuerza de trabajo
de base rural. La mayor parte de esos 300 millones de
personas no son capaces de mantenerse por sí mismos ni a sus
familias, incluso teniendo un empleo.
El reto de crear medios de ganarse una vida decente es
quizás incluso mayor en los países en desarrollo. Algunas
barreras que lo dificultan proceden de las relaciones
internacionales y otras de problemas internos de los países.
La promoción del trabajo decente para todos en los países en
desarrollo creará nuevas oportunidades sostenibles para que
mujeres y hombres trabajen productivamente, reciban ingresos
regulares, con derechos protegidos y que contribuyan a
vencer a la pobreza. El trabajo decente en todas sus formas
puede contribuir a implementar modelos de desarrollo más
inclusivos socialmente y económicamente dinámicos.
Mito nº 5:
El mercado de trabajo en nuestra economía globalizada es
incompatible con el Trabajo Decente
Necesitamos dar un rostro humano a la economía globalizada.
La creciente competencia, los acelerados cambios económicos
y sociales así como la mejora de la productividad en una
economía basada en el mercado, no llevan automáticamente a
la inclusión social o a un ambiente sostenible.
Las consecuencias sociales de la globalización pueden ser
adversas si los trabajadores no luchan para conseguir y
promover la igualdad de oportunidades para las mujeres en el
marco de la agenda de Trabajo Decente de la OIT, como por
ejemplo la promoción de los derechos en el trabajo, del
empleo, de la protección social y del diálogo social. El
desarrollo sostenible y el trabajo decente para todos tienen
que ser una parte integrante de la globalización con el fin
de crear unas normas de juego comunes en el ámbito del
empleo, la equidad y la dignidad humana.
El déficit del trabajo decente
Hablar del déficit de trabajo decente en gran parte del mundo tiene
mayor vigencia en la actualidad que hace doce meses debido
al incremento global del desempleo, al descenso del gasto en
servicios públicos, al continuo debilitamiento de la
protección social, a la ralentización de la economía y al
crecimiento de la informalidad. Si, como muchos economistas
afirman, hay signos de que la economía mundial está saliendo
de la recesión, ¿por qué entonces el colapso del empleo
continúa extendiéndose por nuestro planeta?
Sabemos ya que el año 2009 tendrá los peores indicadores mundiales
de creación de empleo jamás registrados y que si la
profundización de la crisis global del empleo no se aborda
como la principal prioridad, nuestra sociedad en su conjunto
tendrá que pagar una factura más costosa que el salvamento
de los bancos de Wall Street: la factura del desempleo de
larga duración. Podría llegar a ser más cara que el impacto
inicial de la crisis financiera porque determinados
trabajadores necesitarán recualifcarse para reintegrarse en
el mercado de trabajo, otros puede que nunca vuelvan a causa
de la desesperación o por la imposibilidad de encontrar un
empleo e, incluso aquellos que inicialmente fueron
receptores de prestaciones por desempleo, a menudo salen del
sistema de protección social tras un cierto tiempo
desempleados.
Mientras la recuperación económica camina a buen paso, tenemos que
prepararnos para afrontar un periodo de entre 3 y 5 años
antes de que el mercado de trabajo recupere los niveles
previos a la crisis.
El déficit en trabajo decente se ha incrementado durante los
pasados 25 años en la mayor parte de las economías. En
nuestro mundo globalizado, la competencia por inversiones y
beneficios se ha incrementado tremendamente, muy a menudo
basada en bajos costes comparativos de mano de obra a
expensas de las normas fundamentales de trabajo. Esta
estrategia no ha dejado de erosionar los derechos de los
trabajadores y la competitividad. En el momento actual, el
movimiento sindical teme que la crisis económica mundial
debilite la legislación laboral, la libertad de asociación,
el derecho al diálogo social y a la negociación colectiva,
lo que puede significar un importante retroceso en la lucha
por el trabajo decente para todos y en la eliminación de la
pobreza. Mientras, los empresarios utilizan la deflación
como pretexto para incrementar la precariedad del empleo.
Otra preocupación reside en los trabajadores temporales,
eventuales o subcontratados, muchos de ellos inmigrantes,
que se encuentran entre los más expuestos a perder sus
empleos, careciendo de derecho a indemnizaciones por despido
o prestaciones por desempleo.
Las crisis anteriores nos han dado importantes lecciones, mostrando
que los recortes en gasto social pueden tener efectos a
largo plazo sobre las familias de rentas medias y bajas,
trabajadores, enfermos y personas mayores. Los sindicatos
temen, acertadamente, que muchos gobiernos contemplen la
disminución del gasto social debido al bajo crecimiento del
PIB que experimentan sus países, cuando no un decrecimiento.
Así ocurrió durante la recesión de los 90 en Argentina
y México. El recorte de los servicios públicos o del
gasto social tendrá un grave impacto sobre las capas más
vulnerables de la población, en su mayor parte mujeres y
niños, que afectará a las redes sociales de seguridad, a los
subsidios o a la educación y formación de los niños. Es
decir se verán afectadas las medidas que amortiguan el
impacto y el sufrimiento producido por la pérdida de
ingresos.
La crisis mundial actual es probable que asole en el mundo rural,
entre los más vulnerables y a los trabajadores informales,
toda vez que la pérdida de empleos en la economía formal
repercutirá en el deterioro de las condiciones de trabajo y
en la disminución de los salarios de los más pobres. Esta es
la preocupación particular de las personas de las economías
emergentes y en desarrollo, donde millones de trabajadores
verán coartada toda esperanza de acceder al sector formal.
Por el contrario, se incrementará el porcentaje de
trabajadores con empleos precarios y peligrosos.
Una generación perdida
Además, hay un riesgo real de que la actual crisis pueda tener
consecuencias catastróficas para los trabajadores jóvenes de
nuestra generación. En comparación con los adultos, los
jóvenes tienen tres veces más posibilidades de estar
desempleados: a pesar de integrar aproximadamente el 25 por
ciento de la población en edad de trabajar superan el 40 por
ciento de los parados mundiales.
La ausencia de empleo decente en edades tempranas a menudo
compromete las perspectivas de futuras de empleo para los
jóvenes y, aún más todavía, la desventaja relativa de los
trabajadores jóvenes es todavía mayor en los países en
desarrollo. Incluso durante el periodo previo de crecimiento
económico, gran parte de los países fracasaron en la
tentativa de crear suficientes empleos decentes y
productivos para los jóvenes. No se les puede acusar de la
quiebra del sistema financiero pero se les pide que trabajen
menos, que recorten sus salarios o que acepten el
empeoramiento de sus condiciones de trabajo? si es que
pueden encontrarlo.
Hoy en día está claro que los efectos negativos de la crisis serán
duraderos y muchos los retos que deberán afrontar los
jóvenes: abandono escolar, deterioro de la calidad de vida
debido a las restricciones financieras, condiciones de
trabajo inseguras con bajos salarios, desigualdades
crecientes y disminución de la participación de los
trabajadores. La necesidad de poner a los jóvenes en primer
lugar nunca ha sido tan crucial. Tenemos una oportunidad sin
precedentes para empezar a construir una nueva
globalización, justa, progresista con empleos decentes y
sostenibles, y con un sistema financiero al servicio de la
economía real y de las preocupaciones y necesidades de los
jóvenes.
¿El Trabajo Decente como solución a la
crisis?
El trabajo decente es una parte esencial de la solución a la crisis
mundial. Esto significa asegurar la creación de empleo y la
protección de los derechos de los trabajadores,
especialmente el derecho a organizarse en sindicatos y a la
negociación colectiva. También acabar con el trabajo
infantil y el trabajo forzoso así como proporcionar redes
sociales de seguridad para aquellos que se encuentran en
paro. Asimismo consiste en el diálogo social entre
gobiernos, empresarios y sindicatos, discutiendo y aportando
soluciones válidas para todos, basadas en el reconocimiento
del importante y legítimo papel de los sindicatos en el
trabajo y en la sociedad.
El empleo decente significa terminar con las enormes desigualdades
entre ricos y pobres que han contribuido a causar la crisis
y asegurar que los trabajadores tienen buenos ingresos, que
les permiten mantener una vida decente para sus familias y
que estimulan el crecimiento económico.
El trabajo decente es un elemento central para acabar con la crisis
global y mediante la reforma y la regulación del sistema
financiero, podemos ponerlo al servicio de la economía real.
Se ha perdido toda la fe en los mercados, en los gobiernos,
en el sector bancario e inversor, y nosotros, los
sindicatos, tenemos que abogar porque no vuelvan a hacerse
las cosas como si no hubiera ocurrido nada?. Queremos
reequilibrar la economía y las instituciones financieras.
Tenemos que afrontar la construcción de un nuevo modelo de
desarrollo económico que de prioridad a la creación de
oportunidades para las personas y el medio ambiente. El
trabajo decente es la piedra angular que necesitamos para,
entre todos, hacer de nuestro mundo globalizado un escenario
más coherente.
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