Trabajos forzados sin condena
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Más de doce millones de
personas son víctimas de trabajos forzados, según el Informe
de la Oficina Internacional del Trabajo (OIT). Las ganancias
generadas por esta explotación ascienden a 32.000 millones
de dólares, un promedio de 13.000 dólares por cada persona
traficada y forzada a trabajar.
Más de doce millones de personas son víctimas de trabajos
forzados, según el Informe de la Oficina Internacional del
Trabajo (OIT).
El nuevo informe titulado Una alianza global contra el
trabajo forzoso precisa que cerca de 10 millones de estas
personas son explotadas en la economía privada y no
directamente por los Estados. Mientras que alrededor de 2,4
millones también son víctimas del tráfico de seres humanos
para ejercer la prostitución, trabajos serviles o
degradantes. Muchas de estas personas son mujeres y niños
menores de doce años.
No podemos olvidar que, también según la OIT y UNICEF, más
de 300 millones de niños menores de doce años trabajan casi
14 horas al día por un cuenco de arroz. En el Sudeste
asiático, a muchas madres no las aceptan para trabajar en
los telares sino llevan dos o tres hijos pequeños para
aprovecharse de sus dedos pequeños y ágiles. Muchos de ellos
terminan consumidos por el hambre y la tuberculosis.
En este informe de la OIT se entrega por primera vez un
cálculo mundial de las ganancias generadas por la
explotación de mujeres, hombres y niños objeto del tráfico,
que ascienden a 32.000 millones de dólares, lo que equivale
a un promedio de 13.000 dólares por cada persona traficada y
forzada a trabajar.
El trabajo forzoso representa otra cara de la globalización,
una que le niega a las personas sus derechos fundamentales y
su dignidad. Para cambiar la gestión de la globalización es
esencial erradicar el trabajo forzoso. Por eso, no pocos
excluidos del llamado Tercer Mundo piden “ser globalizados”,
pero de verdad, con todas sus consecuencias y derechos.
Cuando se conocieron las subvenciones concedidas por los
Estados a las vacas en la UE y en Japón, algún delegado en
la OIT exclamó “¡queremos que nos traten al menos como a las
vacas!”
El número más alto de trabajadores forzosos se registra en
Asia, con 9,5 millones. Además hay 1,3 millones en América
Latina y el Caribe; 660.000 en África Subsahariana y 260.000
en Medio Oriente y África del Norte. Pero también existen
unos 360.000 en los países industrializados, y 210.000 en
los países en transición.
La explotación económica forzosa de personas (en sectores
como agricultura, construcción, fabricación de ladrillos y
talleres manufactureros informales) afecta en proporción más
o menos similar a mujeres y hombres. Sin embargo la
explotación forzosa sexual con propósitos comerciales tiene
como víctimas principales a mujeres y niñas. Los niños
menores de 18 años representan entre 40 y 50 por ciento de
todas las víctimas de trabajo forzoso.
En Asia, América Latina y África al Sur del Sahara la
proporción de trabajadores forzosos que además han sido
traficados es de menos de 20 por ciento, mientras que en los
países industrializados y en transición, así como en Medio
Oriente y África del Norte, más de 75 por ciento del total
son también víctimas de tráfico.
El Informe denuncia nuevas formas de trabajo forzoso que
afectan a los trabajadores migrantes, en particular a los
que carecen de documentos y son considerados ilegales. ¡Cómo
si un ser humano pudiera ser ilegal! También examina las
condiciones bajo las cuales suele presentarse el trabajo
forzoso, como aquellas que se producen cuando hay controles
poco efectivos sobre las agencias de reclutamiento o los
sistemas de subcontratación, o cuando las inspecciones
laborales son débiles. El informe analiza las fuertes
presiones para la desregularización de los mercados
laborales, como un modo de reducir los costos laborales y de
incrementar la competitividad, provocando otra fuente de
trabajos forzados encubiertos.
Para acabar con esa lacra de la humanidad será necesario que
los gobiernos y las instituciones de los países cuenten con
las políticas adecuadas, apliquen la ley con vigor y
muestren un sólido compromiso con la erradicación de esta
forma de tratar a los seres humanos. También es importante
la experiencia positiva alcanzada en algunos países donde,
con respaldo de la OIT, se está abordando el problema del
trabajo forzoso mediante la adopción de legislación más
estricta y de mecanismos para su aplicación, poniendo en
práctica programas y políticas para atacar sus causas, y
ayudando a las víctimas a reconstruir sus vidas.
“La OIT plantea la necesidad de una alianza mundial contra
el trabajo forzoso que involucre a gobiernos, organizaciones
de empleadores y trabajadores, agencias para el desarrollo e
instituciones financieras internacionales comprometidas con
la reducción de la pobreza, y a la sociedad civil,
incluyendo instituciones académicas y de investigación. La
voluntad política y el compromiso global nos permitirían
alcanzar durante la próxima década la meta de relegar el
trabajo forzoso a la historia", declaró el Director General
de la OIT, Juan Somavia.
Desaparecidas las condenas a trabajos forzados de gran parte
de las legislaciones del mundo anidan y hasta prosperan
estas lacras cuya única causa es la explotación y el
desprecio de unos seres por otros.
José Carlos García Fajardo*
CCS - España
* Profesor de
Pensamiento Político y Social (UCM), Director del CCS
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