Acoso
sexual en Polonia
PepsiCo aún no se ha hecho cargo
de
su responsabilidad
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Una tras otra
las compañeras de trabajo eran llamadas al despacho del
supervisor. Las otras mujeres tienen sus dudas. Cuando una
semana antes de Navidad reciben sin aviso previo la
notificación de despido comienzan a hablar de aquello que ha
estado sucediendo durante tanto tiempo, pero de lo que nadie
se anima a hablar – el acoso sexual.
Es difícil hablar sobre el acoso sexual. Pero ahora, cuando
lo hacen por primera vez en un grupo un poco más grande,
resulta claro que todas tienen alguna experiencia, ya sea
que ellas mismas hayan sido víctimas o que fueran testigos
de cómo otras debían sufrirlo.
Es un momento incómodo, doloroso. Pero es también increíble
poder compartir aquello por lo que todas han pasado y debido
soportar. Ya no estar solas provoca un sentimiento de
liberación.
Muchas recuerdan a la compañera que quedó embarazada y fue
luego despedidas. Pasó hace tres años. De aquella vez cuando
uno de los supervisores fue señalado como padre de un recién
nacido y la historia se difundió, el marido se quitó la
vida, colgándose. Al capataz se le instó a renunciar, sin
sufrir otra consecuencia. Nadie puede decir con certeza si
la historia es cierta, porque nadie nunca se preocupó por
investigarla.
Las mujeres trabajan en la fábrica de papas chips Frito-Lay,
situada en las afueras de Varsovia y que pertenece a PepsiCo,
ellas discuten todos estos asuntos durante una pausa de
descanso. Lo que no saben es que alguien las está escuchando
y más tarde contará a los directivos la conversación. Quizá
es alguien que ve una posibilidad de fortalecer su propia
posición. Quizá es alguien que tiene alguna cuenta pendiente
con ellas.
El día que nunca olvidarán
Se acerca Navidad. Hay mucho trajín previo a las fiestas,
preparar comida, adornar el árbol adornar, comprar
regalos... Después de los festejos de Navidad están de
regreso en su tarea de empaque en la fábrica. Se esfuerzan
como siempre. El 29 de diciembre de 2004 es un día que nunca
olvidarán.
Elzbieta está en su momento de descanso. Acaba de encender
un cigarrillo cuando su supervisor se le acerca y le dice
que apague el cigarrillo y lo acompañe. La gravedad del tono
de voz la asusta. Hace lo que él le ordena y lo sigue en
silencio. Él la conduce hasta la oficina de personal. Allí
espera el jefe de personal, quien le dice que no quieren que
siga trabajando en la fábrica. El motivo es poco claro.
Ella no entiende nada, está en estado de shock. Frente a
ella en la mesa han colocado dos papeles para que decida
cuál firmar. Si elige el primero, significará que ha
renunciado y lo hace a cambio de una cierta suma de dinero,
por el contrario el otro dice que la empresa la ha despedido
por incumplimiento de sus obligaciones laborales.
Todo parece oscurecerse frente a sus ojos. ¿Qué es lo que
dicen? ¿Despedida? ¿Por qué? No puede pensar claramente. Su
marido está desempleado. Tiene cuatro hijos que mantener.
¿Cómo va a sobrevivir? Firma el papel que significa que le
darán una compensación, unos tres meses de sueldo. Siente
que no tiene otra alternativa.
Luego de Elzbieta, las otras mujeres que estuvieron hablando
de acoso sexual son llamadas una tras otra. El rumor ya ha
corrido. Ahora ellas saben lo que les espera.
Grazyna es la tercera mujer a la que su superior indica que
lo acompañe. Es extremadamente incómodo porque fue
precisamente él quien anteriormente estuvo acosándola
sexualmente.
Reconocimiento por buen trabajo
La última mujer a la que llaman a la oficina de personal es
Alexandra. Sus compañeros no pueden creer lo que ven. Acaban
justamente de consolarla y decirle que no debe tener temor
alguno. Si tan sólo un par de semanas antes la han
felicitado por lo bien que realiza su trabajo.
Alexandra elige renunciar, y lo mismo hacen seis de las ocho
mujeres. No tienen posibilidades de rechazar la compensación
económica. Una tras otra sale de la oficina de personal.
Cada una de ellas recibe su bolsa negra de plástico en la
que juntarán sus pertenencias. Luego se las conmina a que de
inmediato dejen la fábrica.
Nunca antes en la historia de la fábrica ha sucedido que se
despida a tantas personas en el mismo día. Y seguramente no
es ninguna casualidad que esto suceda el mismo día en que su
representante sindical pidió licencia y no hay nadie a quien
recurrir por ayuda.
Las mujeres despedidas esperan unas por otras fuera de la
fábrica. Están convencidas de que son sus comentarios sobre
los episodios de acoso sexual que ocasionaron que hayan
perdido su trabajo. Al día siguiente se encuentran con el
representante de su sindicato en las oficinas locales del
Sindicato Solidaridad. Entonces se las anima a que dejen su
testimonio documentado por escrito. Sin documentación por
escrito no pueden impulsar el tema más adelante.
El 3 de enero entregan al Tribunal Laboral una denuncia
sobre los casos de acoso sexual. Pocos días más tarde se
celebra una reunión entre representantes de Solidaridad y
los antiguos empleadores de las mujeres. La expectativa es
que, por medio de la vía de negociación se consiga que la
empresa asuma su responsabilidad, investigue las acusaciones
y vuelva a emplear a las mujeres. Los directivos de la
empresa se niegan a hacerlo.
Batalla en los medios
Las mujeres entonces se mantienen firmes en sus denuncias.
Tres de ellas informan que han sido objeto de acoso sexual.
Cinco confirman y apoyan las afirmaciones de las primeras.
Ahora tanto la prensa como la TV polaca están en
conocimiento del caso y todo el asunto toma gran
trascendencia.
Se inician dos procesos judiciales, un tribunal juzgará el
asunto dentro del marco de la justicia laboral y el otro
dentro de los tribunales de justicia penal. La consecuencia
de esto es que el supervisor es arrestado pero continúa
percibiendo su sueldo de la empresa, que además contrata
abogados de elevados honorarios para que se ocupen de su
defensa. Las mujeres no sólo no recuperan su trabajo sino
que no se les compensa por los salarios perdidos.
A fines de enero, la UITA, Unión Internacional de
Trabajadores de la Alimentación convocó a sus sindicatos
afiliados a protestar contra lo sucedido y exigir que cada
trabajadora despedida u obligada a renunciar por sus
intentos de oponerse al acoso sexual sea reincorporada de
inmediato a su trabajo.
La UITA sostiene que PepsiCo, al no tomar las medidas
necesarias para proteger a sus empleados del acoso sexual no
sólo infringe la ley europea sino también la polaca y además
contraviene los derechos humanos de sus empleados y
empleadas.
Rompen su propio código
La UITA también destaca que PepsiCo en su propio código
global de conducta, vigente para todo el mundo, se
compromete a ”proporcionar un medio ambiente laboral que
esté libre de todo tipo de discriminación, incluido el acoso
sexual y toda otra forma de acoso.”
La revista Mål & Medel publica un artículo sobre el caso
PepsiCo en su número de marzo, véase Nr 3 - 2005. Las
presiones desde afuera no ayudan. La empresa, en lugar de
investigar las denuncias alega que las mujeres con su
denuncia lo que persiguen es obtener dinero de la compañía.
El sindicato Solidaridad sospecha que se han empleado
detectives para que obtengan información sobre las mujeres y
su comportamiento.
Solidaridad pone en marcha una recolección de firmas en
apoyo a las mujeres, que hasta el momento ha sido suscripta
por 180 000 polacos. A mediados de mayo se realiza una
manifestación en Varsovia. Pero la empresa no se deja
conmover. El tiempo pasa y la situación de las mujeres se
vuelve más y más difícil. Comienza a cundir el rumor de que,
como consecuencia de la acción emprendida por las mujeres,
la producción puede llegar a trasladarse al exterior, a
Ucrania. La tasa de desempleo donde viven es muy alta, por
encima del 20 por ciento. Tienen dificultades para conseguir
otro empleo, excepto trabajos temporarios muy ocasionales.
Comienza la campaña en los países nórdicos
A comienzos de junio, la Unión Nórdica de la industria de la
alimentación y golosinas, decide dar a conocer por todos los
medios a su disposición la desidia total por parte de
PepsiCo para proteger los derechos humanos de sus empleados
y empleadas. La Unión decide asimismo enviar a Polonia una
delegación de representantes sindicales y de periodistas
sindicales.
Quienes participamos de esta delegación nos encontramos el
22 de junio con siete de las mujeres en el los locales del
sindicato Solidaridad en Varsovia. Presentes en el encuentro
están los representantes sindicales locales, regionales y
centrales. Los relatos que escuchamos son conmovedores. La
forma de actuar de la empresa se ve tan cruel una vez que se
ha conocido a estas mujeres en su sociedad. ¿Como puede la
empresa afirmar que ellas pudieron hacer esto para obtener
beneficios propios? Parece muy poco probable que lo que
ellas cuentan no sea cierto. El asunto se resolverá en los
tribunales y entonces lo podremos ver en su realidad, en
negro sobre blanco.
Se encuentra en el lugar el representante jurídico de las
mujeres, de la ”Helsinki foundation for human rights” .
Expresa su preocupación por el proceso jurídico en caso de
que aquí describamos el tipo de acoso sexual a que han
estado sometidas. Es por ello que no incluimos aquí esa
información.
Las mujeres despedidas viven una vida retirada. No hay
muchos que conozcan qué es lo que ellas están afrontando.
Nos enteramos de ello cuando al día siguiente visitamos a
tres de las mujeres en sus hogares, en la pequeña ciudad de
Zerardów, aproximadamente a unos quince kilómetros de la
fábrica.
Todos saben todo de todos
Hablar de acoso sexual es una vergüenza, especialmente en
una pequeña comunidad en las que todos saben todo de todos.
En la fábrica la mayoría de los antiguos compañeros de
trabajo han tomado posición en contra de las mujeres.
Además, la esposa del supervisor arrestado ha comenzado una
propia campaña para lavarle la imagen. Ha tenido mucha
repercusión en los medios de la prensa amarilla.
Una pequeña escalera lleva al departamento de Elzbietas en
un edificio modesto.
Elzbietas es madre de cuatro hijos. Tanto ella como su
esposo están desempleados. Nos apretujamos en la pequeña
sala de la familia y la escuchamos. Tiene un aspecto
marcadamente consumido y sufrido. Está pasando por un
período duro.
"Apenas si tenemos dinero para la comida diaria. No hemos
podido pagar el alquiler en varios meses, nos cuenta".
El miércoles 29 de diciembre cuando fue obligada a renunciar
hacía siete años que trabajaba en la fábrica. Nos cuenta
nuevamente cómo se desarrollaron los acontecimientos.
"Todo pasó tan rápido. Lo único en lo que alcancé a pensar
fue en los niños y en como íbamos a poder ahora conseguir
dinero para salir adelante".
Todo era irreal, nos dice. Fue recién después que tuvo
tiempo para pensar y que pudo relacionar todo con la
conversación que habían tenido sobre los acosos sexuales.
Alexandra vive en un pequeño departamento en un segundo piso
de otro edificio de apartamentos comunal. Es una madre sola,
con un hijo de doce años. Nos cuenta orgullosamente que en
los nueve años que trabajó en la fábrica sólo faltó once
días, y sólo en ocasiones en que estuvo enfermo su hijo,
nunca por ella. Alexandra intentó hacer frente a los
directivos cuando la llamaron a la oficina de personal.
"Unas pocas semanas antes me habían felicitado por lo bien
que desempeñaba mi trabajo". ¡Qué enseguida me despidieran
por mi baja productividad sonaba totalmente imposible!, nos
cuenta Alejandra, y continúa:
"Intenté discutir con el supervisor y con el jefe de
personal. No hicieron otra cosa que reírse cuando les
pregunté si me hacían esto porque yo sabía demasiado sobre
lo que pasaba en la fábrica".
La última mujer a quien visitamos es Grazyna. Vive en el
campo con su marido y dos hijos en una pequeña casa que ha
heredado. Comparado con las viviendas de las otras mujeres
esto parece desde afuera un pequeño idilio. También su
situación económica es un poco mejor. Psíquicamente sin
embargo es mucho más difícil para ella. Mientras que las
otras mujeres a quienes entrevistamos han sido testigos de
acoso sexual, en su caso ella misma lo ha sufrido en carne
propia. No es en absoluto fácil hablar de ello, pero lo
intenta para que podamos entender mejor.
Está totalmente convencida que las otras fueron despedidas
porque comenzaron a hablar de lo que pasaba en la fábrica y
ella porque había rechazado a su supervisor cuando éste le
solicitó favores sexuales.
No conoce el código de conducta
No tiene conocimiento de un código de conducta de la
empresa. Nunca ha oído hablar de él durante sus nueve años
en la fábrica. Tampoco las otras mujeres lo conocen. Si bien
la empresa alega que todos sus empleados están informados
del código de conducta, este evidentemente no es el caso
"¿Con qué sueñas ahora?"
"Conseguir un trabajo".
Sin embargo ella sabe que no será muy posible que vuelva a
la fábrica aún si ganaran el juicio contra la empresa. No va
a ser fácil trabajar junto a quienes estuvieron contra ella.
También su posición es bastante poco optimista cuando habla
del proceso judicial que puede llegar a durar varios años.
"Tal como yo lo veo la empresa está llevando a cabo una
guerra de nervios, y es difícil poder mantenerse en calma
cuando no se tiene trabajo ni dinero".
Malin Klingzell-Brulin *
18 de agosto de 2005
Protestemos
contra el tratamiento dado por PepsiCo
a las
víctimas de acoso sexual en Polonia
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* Editora del diario Mel & Medel del sindicato sueco de
trabajadores y trabajadoras de la alimentación (Livs). Este
informe de su visita a Polonia, organizada por la UITA y
Solidarnosc, fue publicado en el número 7-8 (julio-agosto
2005) del Mel & Medel.
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