Siempre he creído que si las fechas recordatorias sirven de algo es para que nos
inviten a pensar. Y es así que, en mi condición de mujer-madre-apicultora, este
8 de marzo me detengo a reflexionar.
Sin caer en feminismos ortodoxos, es gracioso descubrir que las abejas tengan
tantos aspectos similares con nuestra condición de género. No solamente son
laboriosas, disciplinadas y bellas. No solamente gustan de las flores más
sencillas y de los jugos más dulces. No solamente se comunican entre ellas todo
el tiempo y son muy sensibles.
También viven para su grupo de pertenencia (colmena-familia), lo defienden hasta
con su vida, y son capaces de adaptarse a cumplir los roles que sean necesarios
según los requerimientos y las circunstancias. Bien sabemos quienes trabajamos
con ellas que las obreras tienen tareas especiales según la etapa de la
vida en la que se encuentren y su organismo en función de ello; pero que si es
necesario ellas rápidamente asumen otros roles. ¿Cómo no sentirnos
identificadas?
Y sigo pensando y descubro que en esto tan versátil de asumir distintos roles,
muchas veces las mujeres encaramos actividades productivas como apoyo a la
familia. Algunas nos dedicamos a la apicultura con gran placer y esmero para
aumentar los ingresos económicos del hogar. Pero pareciera que como justamente
lo hacemos con placer y entusiasmo, se lo vivencia desde afuera no como un
trabajo sino como un hobby. Casi como las tareas domésticas y el ocuparnos del
cuidado de los hijos, que como lo hacemos con amor pareciera que no es un
trabajo. ¡Ni nosotras mismas sabemos cuántas mujeres tenemos colmenas! Queda
como tapado, pero genera riqueza real. Tal vez el placer puesto en una actividad
lo transforma en hobby, sobre todo si lo hace una mujer.
Y cerrando con un pensamiento casi holístico no puedo evitar asociar todo esto a
nuestra Gran Madre Naturaleza, esa “mujer” fuente de toda vida conocida por
nosotros, tan maltratada por el desatino de esta cultura hegemónica. Esta Madre
Tierra generosa está siendo, hace años ya, víctima casi silenciosa de los abusos
de nuestra cultura dominante. Y son nuestras abejas (entre otras) unas de las
primeras especies en denunciar esta destrucción; los apicultores del mundo
entero presenciamos atónitos la escandalosa mortandad de colmenas, sin razones
aparentes…
Si lográramos equilibrar mejor el costado femenino con el masculino en nuestra
cultura, si supiéramos demandar a nuestros gobernantes y empresarios un poco de
pensamiento y sensibilidad de mujer…!Qué buena forma sería de honrar la Vida!!
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