La mitad de la
población mundial es mujer, sin embargo, según denuncia
Naciones Unidas a través de sus informes, “ninguna sociedad
trata a sus mujeres tan bien como a sus hombres”. Las
mujeres aportan dos terceras partes de las horas de trabajo,
aunque reciben un tercio de los ingresos y tan sólo poseen
el 10% de los recursos mundiales. Dos tercios de los
analfabetos del planeta son mujeres y dos tercios de los
menores no escolarizados. Además, más de 500.000 mujeres
mueren cada año durante el embarazo y el parto, según Unicef.
Estas cifras hablan de que la pobreza es femenina. Nacer
siendo mujer lleva consigo una probabilidad mayor de sufrir
los efectos de la pobreza más rigurosa.
La desigualdad entre los sexos es un viejo problema. Al
establecerse que el trabajo más importante de la mujer es la
reproducción, ésta deja de tener acceso a una serie de
recursos a los que sólo se puede acceder a través del
mercado y, por lo general, no es la mujer quien aporta esos
ingresos.
Estudios realizados por la ONU han puesto de manifiesto que
si a las mujeres se les ofrece el mismo apoyo que a los
hombres, éstas incrementan el rendimiento de los cultivos en
un 20% o que si en Latinoamérica se eliminasen las
desigualdades de sexo en el mercado laboral, el producto
nacional aumentaría en un 5%. Queda, por tanto, demostrado
el alto precio que cuesta la desigualdad.
Otro ejemplo importante sobre el importante papel de la
mujer como motor del desarrollo de comunidades de países
empobrecidos del sur es el auge de los microcréditos
concedidos a mujeres. Una iniciativa que Solidarios ha
apoyado y con la que sigue trabajando en proyectos en
Ecuador junto a la Fundación Desarrollo Integral para el
Futuro (FUDEN).
El 79% de los microcréditos concedidos por organizaciones e
instituciones han tenido como beneficiarias a mujeres que
vivían por debajo del umbral de la pobreza. Gracias a estas
ayudas económicas, 42 millones de familias han mejorado su
situación, según las conclusiones a las que se llegó en la
Cumbre del Microcrédito del pasado mes de noviembre.
Los programas de microcréditos, además, de aumentar el nivel
económico y proporcionar acceso a los recursos contribuyen a
que la mujer consiga tener control sobre sus opciones en la
vida. Aumenta su autoestima y se potencia el papel de la
mujer en su familia y en su comunidad. “Antes del proyecto
yo me ocupaba de las tareas del hogar. Mi esposo solía
tratarme como si yo fuera un mueble. Después ingresé en el
programa de capacitación y ahora mi esposo me respeta”,
explica una de las mujeres que participa en uno de los
proyectos del FNUAP en Filipinas.
La formación y la independencia económica de la mujer
permiten la entrada en un “círculo virtuoso” con mejoras
para la salud familiar, la educación de los hijos y el
control de la natalidad. Todos ellos, graves problemas en
los países empobrecidos.
La mejora de las capacidades de la mujer, el aumento de la
igualdad entre los sexos, el refuerzo de su poder de
iniciativa y el que su voz se oiga más fuerte deben ser
compromisos de los gobiernos mundiales para mejorar el nivel
de desarrollo.
La educación es un elemento básico para el desarrollo de las
sociedades. La vida de una niña con educación es muy
diferente. Una niña escolarizada se casará más tarde, tendrá
menos hijos, solicitará atención médica para sus hijos y
para ella, proporcionará mejor atención y alimentación a su
familia. Esto llevará a una mejora en la comunidad ya que
habrá menos mortalidad infantil, mayor control demográfico,
mejoras en la nutrición y la salud y un aumento en el
crecimiento económico.
La igualdad entre sexos debe ser un punto prioritario en la
cooperación al desarrollo para lograr la eficacia y la
eficiencia de esa ayuda. Itziar Hernández, del Instituto
Hegoa, expone que la lucha por la igualdad entre hombres y
mujeres es una cuestión de justicia social. Para ello,
defiende, que esa igualdad no se logrará tan sólo con
declaraciones políticas, acuerdos y compromisos
internacionales, sino que es necesario cambiar hábitos y
actitudes en nuestro entorno, generar una conciencia
política que implique cambios en el modo de ver la realidad,
pero sobre todo hay que escuchar y tener en cuenta las
opiniones de las propias mujeres.
Ana Muñoz
CCS - España
Convenio La Insignia - Rel-UITA
20 de enero de 2004
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