Perú
Miles de mujeres que trabajan
cultivando espárragos carecen de derechos laborales
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La
Asociación Aurora Vivar realiza un trabajo de investigación
sobre la situación laboral de las mujeres esparragueras en
diversos puntos del país. Laboran seis días a la semana. Los
jornales llegan a los 16 soles
(US$
5,3), mientras las trabajadoras esperan el chorreo económico
de la
bonanza esparraguera.
Un sol que deja sentir su omnipotente presencia se convierte
por una temporada en el acompañante de Tomasa, una modesta
mujer que trabaja en el campo por más de diez horas
cosechando espárragos. Ella es una de las más de cinco mil
mujeres que se dedican a esta actividad y que son las
verdaderas ruedas que movilizan la locomotora que logró
hacer de este producto la ‘estrella’ de la agroexportación
peruana. La habilidad de la mano de obra femenina ha jugado
un papel insospechado en la cosecha de esta hortaliza.
Arrancarla de la tierra requiere de un cuidado extremo, una
tarea que las mujeres desempeñan mejor que los hombres. Pero
ellas no disfrutan ni un ápice de los ingentes ingresos que
viene generando el boom exportador.
El esfuerzo cotidiano
Son las cuatro de la mañana. Para las esparragueras es hora
de ir a trabajar. Techi, seudónimo de una mujer de 19 años
que para preservar su estabilidad laboral mantiene su nombre
en reserva, cuenta que lleva cuatro años en el campo. Su
rostro luce quemado por el sol. Sus manos son ásperas y con
callos de tanto sujetar el cuchillo con el cual extrae el
espárrago. Como el trabajo es temporal, ella no conoce lo
que son vacaciones, gratificaciones, ni seguro médico. "Nos
hacen firmar un contrato por tres meses que luego se
renueva. Pero depende también de cómo está la campaña, a
veces sólo trabajamos dos meses y medio", comenta. Trabaja
seis días a la semana y su jornal es de S/. 16. No le pagan
por las horas extras que le exigen. Y cuando la campaña
baja, su jornal se reduce a S/. 14. Cuando termina el
período de cosecha de espárragos –son dos temporadas al año:
de marzo a junio y luego de agosto a noviembre o diciembre–
trabaja en cultivos de uva, alcachofa, tomates o lo que el
destino le depare.
A la espera de un aumento
Mabel –otro nombre ficticio– tiene mejor suerte. Desde hace
un mes labora dentro de la misma fábrica, en la selección y
envase de espárragos. A pesar de esta mejora sabe que el
trabajo no durará mucho y tendrá nuevamente que buscar un
nuevo oficio para mantener a sus tres hijos. Sus doce años
de experiencia en el campo sólo le han permitido gozar en
dos oportunidades de vacaciones por un período de quince
días. Trabaja 10 horas y su jornal es de S/. 18, pero cuando
la empresa tiene un pedido especial a veces se queda 12 ó 14
horas. Si el gobierno decide aumentar la Remuneración Mínima
Vital (RMV) –actualmente en S/. 465–, las industrias
esparragueras tendrían que aumentar la remuneración de sus
trabajadoras.
La inspección laboral no
llega
A pesar de las denuncias que presentan las mujeres
esparragueras nunca han sido visitadas por un inspector
laboral para conocer su real situación, afirma María Benito
Rojas, encargada del programa laboral de la Federación de
Mujeres de Ica. No hay voluntad del gobierno ni
responsabilidad social de las empresas para mejorar esta
situación. Benito advierte que hay lugares donde las mujeres
cargan hasta ocho kilos de espárragos sobre sus espaldas.
Sin embargo, admite que algunas empresas sí cumplen la
normativa laboral.
Precarias condiciones de
trabajo
Betsey Valdivia López, coordinadora del área de propuestas
sobre política laboral de la Asociación Aurora Vivar, afirma
que las mujeres esparragueras no tienen acceso a un seguro
debido a que se trata de un trabajo temporal.
Indica que hay casos en los cuales las empresas les
descuentan a las trabajadoras por este concepto, el mismo
que ‘se pierde’ al culminar su contrato de tres meses.
Dolencias
"La posibilidad de encontrar un trabajo permanente es casi
imposible. Esta situación no sólo ocurre con las
trabajadoras del campo, sino también se repite en las
plantas procesadoras donde se las contrata por temporada",
explica.
El estudio realizado con la Asociación Aurora Vivar por lo
pronto ha comprobado que algunos intentos de formar
sindicatos han terminado con el despido de las trabajadoras.
La
institución recomienda que para evitar las constantes
dolencias que aquejan a las trabajadoras estas requieren que
sus empleadores les proporcionen gorros, guantes y lentes
debido a su exposición a los vientos cargados de arena.
Rossana
Manrique
Diario La
República de Lima
22 de
noviembre de 2004
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