Eusebia:
“Toda una vida he estado sin
papeles”
Encontramos a Eusebia Colca cuando llegaba de su comunidad,
Asociación de Licenciados, y caminaba
apuradita hacia la plaza central de
Paruro. Ella es de las mujeres que hace
sólo unos años salió de las sombras de
la indocumentación en el Perú.
Eusebia se dirigía a la feria dominical
donde las mujeres de las comunidades
altas bajan cada semana a vender sus
quesillos blancos, cebollas con cola,
papas diversas, coles, ollucos, arvejas,
habas, zanahorias, calabazas, duraznos,
limas, membrillos, higos y otros
productos de sus chacras.
Se detuvo amablemente a responder
nuestras preguntas y lo hizo en quechua
y castellano. Está casada, es madre de
cinco hijos varones que tienen entre 12
años y ocho meses, los mayores van todos
al colegio, pero ella no puede apoyarlos
en las tareas porque no sabe leer y
escribir. Lo hace su esposo.
Eusebia y sus seis hermanas nunca
pisaron el colegio. Su papá no las
matriculó porque desde niñas estuvieron
involucradas en las tareas domésticas y
productivas. Ayudaban a preparar el
fiambre para la chacra durante las
madrugadas, lavaban ropa y alimentaban a
los animales.
Su panorama actual, a los 28 años, no es
muy diferente, aunque para ella eso no
es trabajo. Cuando se le pregunta a qué
se dedica, dice que “a la casa, no más”.
Pero sus jornadas son largas y
extenuantes. Se levanta a las cinco de
la mañana, arregla su cama, limpia la
casa y prepara el desayuno consistente
en una infusión caliente y pan tostado.
“No nos alcanza para más”, explica.
Su esposo se va a la chacra y sus hijos
al colegio mientras ella se queda
lavando ropa y preparando la comida para
los animales, para sus gallinas, cerdos,
cabras y cuyes. Inmediatamente después
cocina el almuerzo, espera a sus niños
para atenderlos y, con el más pequeño
envuelto en la espalda, parte a la
chacra para llevar el fiambre a su
esposo. Allí ayuda con la lampa y
regresan juntos al finalizar la tarde.
En medio de su día a día lleno de
obligaciones, Eusebia solía pensar en
sacar su Documento Nacional de Identidad
(DNI), pero las trabas eran muchas.
“Había que viajar hasta Cusco dos veces,
allí cuánto pasaje se gasta. Hacer los
trámites y cada papel que piden cuesta”.
Pero además ella no tenía su Libreta
Militar, la que se obtiene antes de
cumplir los 18 años, y que constituía un
requisito indispensable para acceder al
DNI.
En agosto de 2004 se promulgó la ley aprobada por el Congreso
a iniciativa del Centro Flora Tristán y
de otras instituciones, por la cual con
la presentación de la partida de
nacimiento podía obtenerse el DNI sin
que fuese requisito indispensable la
Libreta Militar.
“Yo quería sacar mi DNI y cuando escuché en la radio que
venia la campaña me alegré mucho”, dice
Eusebia. Su derecho a la identidad se
concretó en 2004, cuando tuvo por
primera vez en sus manos el documento
que acredita su existencia legal.
Pese a que la campaña impulsada por el Centro Flora Tristán
garantizó la gratuidad de los trámites y
la presensación únicamente de la partida
de nacimiento para obtener el DNI, las
mujeres debieron agenciarse los cinco
soles (dólar y medio aproximadamente)
para el pago de la fotografía. “Mi
esposo me apoyó y con la venta de 2
arrobas de papa (24 kilos) juntamos el
dinero”, recuerda Eusebia.
Ahora, dos años después, con la sonrisa extendida en su
rostro infantil, repasa sus emociones.
“Me siento tranquila, feliz, viajé al
Cusco sin problemas porque me pidieron y
presenté mi DNI, y cuando voy a la posta
llevo mi documento y ya no el de mi
esposo”.
Ella siente que algo ha cambiado. “Toda una vida he estado
sin papeles y eso trae problemas, no se
pueden hacer muchas cosas. Mi amiga
Fortunata quería que fuese testigo en su
matrimonio, y cuando fuimos al Municipio
me pidieron el DNI y yo no tenia. Me
quedé triste y ella tuvo que buscar a
otra persona. Cuando se tiene el
documento es distinto”.
“Ahora me siento más segura para atender a mis hijos
–prosigue Eusebia-, no tengo miedo de
que cuando vaya a alguna oficina me
rechacen por no tener DNI. Algunas
mujeres dicen que para qué sirve ese
documento, que nosotras no lo
necesitamos, pero yo conocí en la
campaña a una viejita de 71 años que
estaba contenta porque cuando le tocara
morir pondrían en los papeles su nombre
legal, el de su DNI que recién había
sacado”.
La ruta de la documentación está llena de obstáculos para las
mujeres rurales. No se trata sólo de los
costos económicos o la ausencia de
documentos previos, sino también de la
discriminación y malos tratos que les ha
tocado vivir en las oficinas públicas, y
de la idea aún predominante que
privilegia la ciudadanía de los varones.
Se estima que la mitad del millón y medio de personas
indocumentadas en el Perú son mujeres;
ellas no existen legalmente para el
Estado y muchas dejarán,
lamentablemente, esa herencia a sus
hijos. Pero otras como Eusebia han roto
esa cadena. “Mis hijos van a tener todos
sus documentos y van a progresar en la
vida, eso les digo siempre”, afirma,
proyectando sus sueños de realización en
ellos.
Mariela Jara
Convenio Flora Tristán /
Rel-UITA
20 de abril de 2006