“Levain des Masses”,
Levadura de Masas, es una organización de mujeres de la zona
rural de Inkisi-Kisantu en la República Democrática de
Congo. Nació en 1999 por iniciativa de Marie Josée Mandiangu
y un grupo de doce compañeras para reflexionar sobre la
situación de la mujer e intentar mejorarla.
En la actualidad “Levain des Masses” agrupa a 14
asociaciones y extiende su actividad a medio millar de
mujeres jóvenes y adultas, muchas de las cuales jamás han
acudido a la escuela. Las tareas más significativas de la
organización son un programa de alfabetización de mujeres
adultas, un proyecto de actividades generadoras de ingresos
(cultivo de campos comunitarios, transformación de maíz,
elaboración de zumos de fruta, conservación de hortalizas) y
pequeñas representaciones teatrales que abordan temas como
el género, las enfermedades de transmisión sexual, la salud
reproductiva o los derechos de la mujer.
“Levain des Masses” financia su estructura y actividad
con su esfuerzo y recursos propios y recibe ayudas externas
puntuales para disponer de semillas, material didáctico y
formación.
En la entrevista que ofrecemos, realizada en grupo, se
reúnen informaciones y opiniones de siete mujeres asociadas:
Landu Angel, Philippine Malueki, Marie Josée Mandiangu,
Brigitte Ndundu, Hortense Nsosa, Lula Solange, y Tenda Tedar.
-¿Cuál es la posición social de la mujer en la región de
Bajo Congo?
-El Bajo Congo tiene un régimen de matriarcado. Pero
resulta curioso constatar que esta forma cultural, lejos de
promover, rebaja la posición de la mujer. Las costumbres
tradicionales están arraigadas. Cuando un hombre se casa,
dice: “yo ya he pagado mi factura”.
-¿Qué trabajo hace la mujer? ¿Comparte con el hombre el
patrimonio y los bienes de producción?
-La mujer trabaja mucho, está sobrecargada. Además de
sus ocupaciones de esposa y madre, se encarga del cultivo
agrícola, de los animales domésticos, de transportar agua,
de pequeñas compras y ventas, de tareas artesanales, pero no
puede disponer del capital que produce. Soporta una gran
carga: ella es la responsable de la escolarización, la
salud, la alimentación y de la supervivencia de la familia.
Hay una desigual división del trabajo agrícola, por cada 100
mujeres cultivadoras hay sólo 5 hombres que laborean la
tierra. El cultivo de hortalizas, que se hace con riegos y
es el más rentable en términos económicos, es privativo del
hombre; la mujer se ocupa de los productos destinados al
consumo doméstico. Pero el propietario de la tierra siempre
es el hombre. La mujer no tiene apenas acceso a otros
empleos remunerados. Existen maestras de enseñanza primaria,
pero casi ninguna mujer es profesora de secundaria.
-¿Han cambiado algo el comportamiento y las actitudes de los
hombres?
-Sí. Hay algunos que comparten con sus mujeres
diferentes trabajos. Pero, a veces, lo hacen a escondidas
para evitar que otros hombres se rían de ellos. Un hombre
que transporta agua o lleva a su hijo a la espalda varios
kilómetros, al acercarse al pueblo, vuelve a dejar toda la
carga a su mujer.
La
jornada de una mujer en Kisantu
5 a 6 h:
Despertarse. Ir por agua a la fuente.
6 a 7 h:
Preparar el té. Limpiar las inmediaciones de la
casa. Ocuparse del bebé y de los niños que van a la
escuela.
8 a 9 h:
Preparar la comida de mediodía para el padre y
los niños.
9 a 11h:
Caminar, dos horas, hasta la parcela de cultivo.
11 a 14h:
Trabajo agrícola.
14 a 18h:
Regreso al pueblo, pasando por el río para recoger la
mandioca puesta a remojar, recolectar leña.
18 a 20h:
Preparar la cena. Cuidados a los niños. Traer agua de
la fuente. Moler la mandioca.
20 a 20:30h:
Cena.
22 h:
Acostarse.
|
-¿Gozan las mujeres de buena salud?
-La mujer ha venido al mundo para sufrir. La esperanza
de vida de la mujer es reducida. Los trabajos agrícolas la
debilitan, pues hace su tarea con técnicas rudimentarias y
las zonas de cultivo suelen estar alejadas. A menudo ir a su
parcela le lleva dos horas de camino, y otro tanto regresar.
Constatamos el aumento de enfermedades entre nuestras
compañeras: gastritis, hemorroides, sida y enfermedades de
transmisión sexual. El acceso a los servicios de salud es
difícil y costoso, y las madres ponen por delante de su
propio bienestar la crianza y escolarización de sus hijos.
Hay mujeres embarazadas que no van a las consultas
prenatales porque no tienen un par de zapatos, hay madres
que dudan a la hora de acudir a la consulta preescolar
porque no tienen un vestido con el que aparecer
presentables. La mortalidad infantil y materna ha aumentado,
por falta de recursos sanitarios. Ha crecido el número de
partos múltiples y de embarazos precoces o no deseados que
pueden llevar a abortar en pésimas condiciones.
-Se dice que la maternidad supone prestigio social.
-Sí. Toda mujer que se precie debe tener al menos
siete hijos, y se piensa que si alcanza los ocho o nueve “ha
trabajado bien”. Una mujer que no tiene hijos no disfruta de
consideración social. Se valora mucho la maternidad. Hasta
el punto que, desde la época del presidente Mobutu, a
quienes tienen hijos e hijas se les llama con la palabra
“mamá” antepuesta al apellido de su esposo, y no “señora”
tal o cual.
-¿A qué edad se forman las parejas?
-El matrimonio se va haciendo raro, porque la dote
supone un freno. Los jóvenes proceden por un camino
abreviado: dejar embarazada a una chica. Hay chicas que
están ya encinta a los 13 años. Es muy raro ver chicas que a
sus 20 años esperen todavía al matrimonio. Abundan los
embarazos precoces y muchas chicas jovencísimas quedan
abandonadas a su suerte.
-¿Existe violencia contra la mujer?
-Hay que decir que las violaciones o el incesto son
cosa rara en tiempo normal, aunque abundan en épocas y zonas
de guerra. Pero sí existen violaciones bajo el techo
conyugal, por imposición de algunos hombres por más que sus
mujeres se sientan fatigadas o no lo deseen, y así se
convierten en un objeto de placer para el varón. También
existe violencia de mujeres contra mujeres: cuando muere el
marido, su viuda puede ser maltratada por las otras mujeres
o por la familia del difunto que puede despojar de todos sus
bienes la casa donde convivieron. Nosotras conocemos casos
de viudas a las que les han dicho: “Tú no tienes nada que
decir, porque nosotros te compramos”, o “Yo estoy en casa de
mi hijo y puedo hacer en ella lo que se me antoje”.
-¿Las mujeres están bien alimentadas?
-El peso de las costumbres impide un régimen rico y
equilibrado. Existen tabúes alimentarios que pesan sobre la
mujer en general o durante la gestación. Una mujer
embarazada no puede comer huevos, porque se cree que su bebé
podría nacer sin cabello; tampoco puede tomar frutas maduras
porque la criatura podría presentar abscesos generalizados
en su cuerpo. Estas interdicciones juegan a favor de los
varones que siempre se alimentan mejor.
-¿Se presentan oportunidades de educación?
-El porcentaje de mujeres analfabetas es elevado; para
el conjunto del país representa un 32 por ciento frente al
13 por ciento entre varones. Existe un programa de Levain
des Masses llamado “El Despertar de la Alfabetización”: Por
el peso de la costumbre muchos hombres se niegan a acudir a
las mismas aulas mezclados con las mujeres; las cosas han
empezado a cambiar, pero algunos comienzan a reclamar
programas de alfabetización exclusivos para ellos. El hombre
no se da cuenta de que si la mujer pudiera estudiar tanto
como él resultaría provechosa para el hogar.
-¿Las mujeres están bien informadas de lo que sucede?
-Poco o muy poco. En nuestro propio grupo hemos
comprobado que la mitad de nuestras compañeras desconocía en
qué consiste el “Diálogo Intercongoleño” para la paz y
reconciliación. En determinadas familias el teléfono móvil y
los aparatos de TV y radio están al cuidado del padre o de
los hijos varones, sólo ellos pueden encenderlos.
-¿Participan en la toma de decisiones?
-A una reunión del barrio celebrada hace pocos días
acudieron 30 hombres y nada más que 6 mujeres; sin embargo,
en esa reunión se tomaron decisiones sobre trabajos
comunitarios que iban a ser ejecutados por las mujeres
solas. Cuando hay algún fallecimiento en la familia y es
preciso decidir algo o disponer de los bienes familiares,
las mujeres acuden como espectadoras mudas o a lo más
responden a preguntas, si es que se les hace alguna. Pero
las mujeres más jóvenes son conscientes de que estas
situaciones deben cambiar y que ellas tienen que estar
presentes allá donde se toman las decisiones.
-¿Cuáles son vuestras aspiraciones y deseos?
-Ser mujeres de hoy y disponer de medios para ello.
Llegar a ser líderes y asociar a cada vez más mujeres para
aumentar nuestras capacidades. Reforzar las actividades
generadoras de recursos, avanzar en formación, mejorar la
calidad y las condiciones de nuestro trabajo con
herramientas y financiación adecuadas, aumentar la
superficie de cultivo, lograr que los hombres reconozcan
nuestra competencia y habilidades, y tomar decisiones en
todo aquello que nos concierne. No estamos pensando en
llegar al Parlamento, hay mucho trabajo que realizar en la
base. Estamos convencidas de que, si un buen número de
mujeres se reúne, todo nuestro medio se agitará.
-¿Hay algo que deseéis comunicar a mujeres de otros países?
-El enfoque de género que damos a nuestro trabajo nos
lleva por un camino acertado a mejorar la condición y la
situación de la mujer. Ese es nuestro deseo más profundo.
Ofrecemos nuestra experiencia y nos gustaría conocer otras
semejantes.
Martine Castaing y François Zioko
Colaboradores de la revista "El Sur" de la ONG Medicus Mundi
Agencia de Información Solidaria
27 de mayo de 2004