Una de cada cinco mujeres tiene
probabilidades de ser víctima de una violación o
un intento de violación a lo largo de su vida,
según de la Organización Mundial de la Salud
(OMS). En todo el mundo
existen entre 113 y 200 millones de mujeres
demográficamente desaparecidas.
The Economist califica como genocidio la
violencia que se ejerce contra las mujeres en
todo el mundo.
Hay países donde
tener un hijo varón se considera un regalo y
tener una niña una maldición. Se recurre al
aborto y el infanticidio selectivos para
eliminar a las niñas. Los alimentos y la
asistencia médica se destinan con preferencia a
los varones, con lo cual las niñas mueren por
abandono de una forma desproporcionada.
Cada año, entre 1,5 y 3 millones
de mujeres y niñas pierden la vida como
consecuencia de la violencia o el abandono por
razón de su sexo. La violencia
doméstica causa la muerte de un gran número de
mujeres así como el tráfico sexual internacional
de chicas jóvenes supone la muerte de un número
incalculable de mujeres.
En muchos lugares
se considera a las mujeres propiedad de los
hombres. Los padres, hermanos y maridos llegan a
asesinarlas por atreverse a escoger ellas mismas
sus propias parejas. Pueden incluso ser
asesinadas por falta de una dote suficiente.
Unas 600.000 mujeres mueren cada
año al dar a la luz por no disponer de una
atención adecuada,
y cada día, 6.000 niñas sufren la
mutilación genital, según datos
de Naciones Unidas. Esta trágica situación no
parece obedecer a un incremento de la violencia
en el mundo, pues el número de guerras ha
disminuido en un 40% en la última década.
Tampoco la pobreza puede ser la única clave,
pues en los países ricos también se vulneran los
derechos de las mujeres.
Hay cierto
relativismo cultural que defiende la idea de que
los derechos humanos son una invención
occidental. Muchos hombres que maltratan a las
mujeres hacen uso de ese tipo de argumentos al
reivindicar el derecho a regirse por un sistema
de valores distinto -"asiático", "africano" o
"islámico"- en relación con los derechos
humanos. Según ese punto de vista, cuando los
maridos, los padres y los hermanos pretenden que
las mujeres son posesiones suyas, estarían
expresando su cultura o su religión, y habría
que respetarles. “Tenemos que luchar para
cambiar esa mentalidad. Una cultura que corta
los genitales de las niñas, daña sus mentes y justifica
su opresión física no es equiparable a una
cultura que considera que las mujeres tienen los
mismos derechos que los hombres. Un día de la
mujer no es suficiente. Necesitaríamos todo un
siglo para luchar contra el generocidio”, afirma
Ayaan Hirsi Alí, diputada holandesa y autora del
libro Yo acuso.
Sería preciso, propone la diputada, que un
tribunal de justicia como el de La Haya buscase
a los casi 200 millones de mujeres y niñas
desaparecidas. Es urgente un serio esfuerzo
internacional para documentar con exactitud la
violencia contra las mujeres y las niñas, y
denunciar la realidad de tan intolerables
situaciones. “Mientras exista la guerra contra
las mujeres, la humanidad no tendrá nunca paz.
Si se nos niega la educación, transmitiremos
nuestra ignorancia a nuestros hijos. El abandono
de las mujeres perjudica a la sociedad entera”,
concluye Ayaan Irsi.
Las mujeres de los países ricos, que disfrutamos
de la igualdad bajo la ley, tenemos la
obligación de movilizarnos, con nuestra
indignación y nuestras presiones políticas para
promover el cambio. En los dos últimos siglos,
los occidentales hemos ido logrando cambios muy
importantes y positivos respecto a la mujer.
Tanto en el campo de los derechos como en el
educativo y laboral, que son esenciales para
recuperar la dignidad y el lugar que le
corresponde a la mujer. Como consecuencia,
disfrutamos de más paz y progreso, pues no en
vano se afirma que la mujer es la columna
vertebral de la sociedad. En su momento, pudimos
acabar con la esclavitud, consigamos ahora con
el esfuerzo de todos erradicar el generocidio.