Uruguay | INGRESOS

 

Iluminando

la desigualdad de género

 

 

En Uruguay, la inequidad entre hombres y mujeres se hace evidente en distintas áreas: la autonomía económica, las oportunidades de empleo, la distribución de los ingresos personales, laborales y de la previsión social.

 

Sirel dialogó con Magdalena Furtado, responsable del área de género del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) y Lucía Scuro, coordinadora del Sistema de Información de Género del Instituto Nacional de las Mujeres (INMUJERES), del Ministerio de Desarrollo Social (MIDES), para conocer el alcance de una reciente investigación que devela cifras abrumadoras, de desigualdad de género en el país.

 

INMUJERES y UNFPA presentaron, como segundo “Cuaderno del SIG”, el informe “Desigualdades en los ingresos: ¿qué es de la autonomía económica de las mujeres?”. A partir de una Encuesta de Hogares del Instituto Nacional de Estadísticas, se analiza la distribución de los ingresos personales, laborales y los del sistema de previsión social (como pensiones y jubilaciones) destacándose las diferencias de los ingresos personales en los hogares más pobres.

 

Se trató de averiguar cómo repercuten los ingresos en la autonomía económica de las mujeres de distintos sectores sociales.

 

Además de los obstáculos generales, al sexo femenino se les suman más dificultades para acceder al mercado laboral, injusticias salariales luego de superado el ingreso al empleo y reproducción de las desigualdades en el sistema de previsión social.

 

Una de cada cinco mujeres no tiene ingresos propios. En los hogares humildes se agrava, pasando a ser una de cada cuatro la que no cuenta con ingresos. Aun tomándose en cuenta solo a las mujeres de más de 14 años, no a las jóvenes estudiantes.

 

En todo el país, la media de los ingresos de las mujeres es más baja que la de los hombres, entre un 40 y un 61 por ciento menos según la región de que se trate. En zonas rurales y poblaciones más pequeñas, con menos de 5.000 habitantes, aumenta la diferencia, alcanzando el ingreso medio masculino a ser 2,5 veces mayor al de las mujeres.

 

Con igual nivel de educación las mujeres ganan un 26 por ciento menos que los hombres. Realizando la misma tarea que ellos, aunque su formación sea igual, o aún mayor, perciben en su salario un promedio del 69 por ciento de los ingresos masculinos, solo por motivo de su sexo. A más edad de la mujer, aumenta la diferencia. La distancia es mayor en el sector privado que en el público.

 

Por ingresos de la previsión social, las mujeres reciben el 79 por ciento de lo que reciben los hombres. La mayoría de ellas perciben pensiones que son inferiores a las jubilaciones, éstas en su gran mayoría la reciben los varones. Son más los jubilados que las jubiladas y más las pensionistas que los pensionistas.

 

Magdalena Furtado, y Lucía Scuro señalron a Sirel el círculo sin salida en que se encuentran las mujeres pobres. “Los hogares más pobres están compuestos por un mayor número de niños/as, lo cual genera una sobrecarga de trabajo doméstico y de cuidados para las mujeres más pobres, lo que a su vez repercute en una menor participación de esas mujeres en el mercado de trabajo, dificultando la salida de la situación de pobreza”.

 

Aunque las mujeres pobres son las más perjudicadas, todas las mujeres que se ocupan del cuidado de la niñez y las personas de la tercera edad, así como de las tareas del hogar -sin percibir por ello remuneración alguna- se encuentran con enormes dificultades para el desempeño de actividades remuneradas. La primera dificultad pasa por la cantidad de tiempo que deben destinar a esas actividades, sin contrapartida económica ni prestigio social, que les impide emplearlo para obtener ingresos.

 

Agregan que “el porcentaje de mujeres sin ingresos es del 18 por ciento contra el 6 por ciento para los hombres. Si se excluyen las transferencias sociales, el porcentaje para los varones continúa igual mientras que el 23 por ciento de las mujeres pasan a considerarse “sin ingresos propios”. Y esta cifra se agrava para las mujeres que pertenecen al primer quintil de ingresos, alcanzando al 42 por ciento”.

 

Creen que las razones para que el ingreso por hora de la ocupación principal de la mujer sea el 86,9 por ciento de los ingresos de los hombres, pasan por la discriminación existente en el mercado laboral, por la segregación ocupacional –concentración de mujeres en ciertas tareas- y por el “techo de cristal” que impide que la mujer pueda alcanzar ciertos puestos de decisión que suelen ser los mejor remunerados.

 

Sobre la previsión social señalan que la intermitencia e informalidad del trabajo de las mujeres es una de las causas que provoca la desigualdad para ingresar al sistema. A su vez, quien tuvo menos salario tendrá menos jubilación. Por lo cual, “la jubilación media de las mujeres es el 68 por ciento de la jubilación media de los hombres”.

 

Las representantes de INMUJERES y UNFPA mencionaron que “la generación de información es útil para la elaboración de las políticas públicas”. Agregaron que en los últimos años “el gobierno junto al apoyo de Naciones Unidas se esfuerza por sistematizar y generar información confiable y rigurosa que sirva de insumo para esas políticas”.

 

Esperan que este informe “contribuya al diseño de las políticas públicas en término de desigualdades de los ingresos entre hombres y mujeres, así como a sensibilizar a los tomadores de decisiones y a la comunidad en general”.

 

 

En Montevideo, Silvia Alvariza

Rel-UITA

                8 de agosto de 2011

 

 

 

 

 

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