El Día
Internacional de la Mujer tiene sus raíces en la lucha de la mujer por
participar en la sociedad en pie de igualdad con el hombre, la lucha por la
igualdad de condiciones frente al trabajo, el derecho al voto y a ocupar cargos
públicos, el derecho a la formación profesional, a la no discriminación laboral
y a muchos otros derechos por los que se continúa luchando hasta el presente.
En la antigua Grecia, en
una comedia anti-bélica escrita por Aristófanes en 411 A.C. (Lisístrata),
las mujeres llevan a cabo una huelga sexual contra los hombres para poner fin a
la guerra; en la Revolución Francesa, las parisinas que pedían "libertad,
igualdad y fraternidad" marcharon hacia Versalles para exigir el sufragio
femenino.
Sin embargo, la fecha ahora
establecida para la conmemoración de este día data de principios del siglo
veinte, cuando el 25 de marzo de 1911, en uno de los hechos más trágicos
acaecidos en la historia laboral de la mujer, más de 140 jóvenes trabajadoras,
la mayoría inmigrantes italianas y judías, murieron encerradas en el trágico
incendio de la fábrica Triangle en la ciudad de Nueva York.
El Día Internacional de la
Mujer es cada vez más una ocasión para reflexionar sobre los avances
conseguidos, exigir cambios y celebrar los actos de valor y decisión de mujeres
comunes que han desempeñado una función extraordinaria en la historia de los
derechos de la mujer.
Una de las tantas mujeres a
recordar en este día es Rachel Carson, bióloga norteamericana,
(1907-1964), que luchó por los derechos de todos los seres humanos a un medio
ambiente sano. En 1962 publica el libro “Primavera Silenciosa”, donde alerta
sobre los peligros y los devastadores efectos de los agrotóxicos –en particular
del DDT- sobre el ambiente en el que vivimos.
La publicación de ''Primavera
silenciosa'', contribuyó a la puesta en marcha de una conciencia ambiental. Su
obra ayudó a comprender que la naturaleza es un todo complejo, y que las
consecuencias de cualquier acción humana pueden afectar tanto la salud de las
personas como la del medio ambiente.
Sin embargo no fue fácil para
Carson publicar su libro, ya que la industria química estadounidense
intentó detener la publicación del libro presionando a la editorial. Una de las
críticas que recibió el libro fue: “Silencio, señora Carson”.
No lograron silenciarla, pero
es importante resaltar ese intento de imposición del “silencio” y verlo hoy en
el marco de nuestro propio país.
Durante los meses de marzo a
junio del 2007, RAPAL Uruguay llevó a cabo una investigación sobre “Condiciones
laborales y uso de agrotóxicos en viveros de EUFORES (Ence) y
FOSA (Botnia)” y en este trabajo se señalan unos cuantos “derechos
silenciados” de las mujeres que trabajan en estos viveros.
Silencio,
en relación a la generación de empleos femeninos, sobre el que tanto insisten
las empresas forestales. Se pudo constatar que si bien es cierto que ambos
viveros ocupan un porcentaje importante de mujeres, casi todas ya realizaban
tareas asalariadas fuera del hogar y que en los viveros la mayoría solo puede
desempeñarse como “peones comunes” (con bajos salarios en base a dicha
categorización), pese a realizar tareas especializadas tales como la clonación
de eucaliptos.
Silencio,
en relación a lo salarial, ya que si bien la remuneración que perciben es algo
superior a la de otros empleos disponibles a nivel local, ello no significa que
los salarios sean buenos sino que, según las trabajadoras, apenas dan “para
sobrevivir” y deben estar largas horas fuera del hogar. En el caso de la mujer,
esta situación implica jornadas de trabajo sumamente largas, ya que en general
es ella la que además de estar muchas horas fuera del hogar (entre 10 y 12
horas) llega a casa a cuidar los hijos y a ocuparse de las tareas hogareñas.
Silencio,
en relación a condiciones de trabajo. En ambos viveros las trabajadoras
embarazadas se ven forzadas a salir de licencia pre-natal entre los 4 y 6 meses
de embarazo, ya que ninguna ha podido seguir trabajando hasta los 7 meses y
medio de embarazo, que es el plazo considerado normal. Al ser consultadas del
porqué de esa decisión, todas respondieron que era “por razones de salud” y por
trabajar en condiciones poco aptas: temperaturas que pueden llegar arriba de 40
grados y/o estar sentadas o paradas durante largas horas. Tales condiciones les
imposibilitan seguir trabajando hasta los 7 meses y medio de embarazo, tal como
lo hace la gran mayoría de las mujeres.
Silencio,
en relación a la salud. Las mismas afecciones se repiten en ambos viveros:
alergias en la piel, ojos e hipertensión. En uno de los viveros las trabajadoras
comentan que arriba del 90% de los niños nacidos con madres trabajando en el
vivero sufren de alergias, espasmos y tienen problemas de asmas.
Silencio,
en relación a la aplicación de agrotóxicos (en particular de funguicidas), que
en ambos viveros se realiza en forma casi permanente. La vida media de estas
sustancias varía enormemente, pudiendo permanecer en el ambiente por un corto
tiempo o alcanzar una persistencia de meses. Esto significa que los trabajadores
están permanentemente expuestos a los efectos asociados a la toxicidad de los
productos aplicados, y que los efectos residuales de los mismos se van
acumulando.
La situación de estas mujeres,
documentada en esta investigación, no es por supuesto única, pero sirve para
ilustrar que la Primavera Silenciosa denunciada por Rachel Carson avanza
a grandes pasos en nuestro país, donde día a día aumenta el uso de agrotóxicos
que, se llamen como se llamen, son venenos.
En el Día Internacional de las
Mujer hacemos un llamado a las autoridades para que los derechos de las mujeres
no sean silenciados sino respetados y que el derecho de la sociedad en su
conjunto a vivir en un ambiente natural no se convierta en una consigna para
atraer turistas sino en una realidad.
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