Argentina

Las mujeres perseverantes de La Puna

 

De la mano de Rosario Quispe, líder aborigen de las Warmi Sayajsunqo (en Colla, mujeres perseverantes), Abra Pampa, un pequeño pueblo de la puna jujeña, impulsa un modelo socioeconómico exitoso, arraigado en la cultura Colla, que ha logrado lo impensado: el retorno a las comunidades de los desplazados indígenas en las ciudades y la revalorización de su identidad. Esta mujer, casi desconocida en Argentina, fue nominada para el Premio Nobel y el modelo que creó es estudiado con interés en las principales universidades del mundo

 

“Vos tenés que saber, gringuito, que lo fácil ya está hecho. Que lo difícil, si ponés garra, lo vas a hacer. Y que lo imposible sólo vas a tardar un poco más en conseguirlo, pero lo vas a lograr", así se presenta Rosario Quispe. Sabe de lo que habla: Quispe y sus mujeres perseverantes supieron hacer de lo poco, de lo vacío y de lo pobre un buen punto de partida para alcanzar lo impensado.

 

Para encontrar a Rosario Quispe y sus mujeres perseverantes hay que llegar hasta San Salvador de Jujuy, viajar seis horas más rumbo al norte en un colectivo lechero, bajarse en el pequeño pueblito de Abra Pampa, de 15.000 habitantes, y caminar cinco kilómetros con el solazo de la Puna tatuado a fuego sobre la espina dorsal. Aunque todos en la zona, acostumbrados a las grandes distancias, les dirán que el lugar de la Quispe está "ahisito nomá".

 

En Abra Pampa lo primero que se ve es la tradicional bandera multicolor indígena y la Colla por todos lados;  la gente que viene y va, con la tradicional vestimenta colorida de esta comunidad. Rápidamente se nota que este no es un pueblo común del norte argentino, lo único que tiene en común con los demás es la ausencia del Estado. Hace doce años, junto a seis vecinas de su pueblo, Rosario fundó la Asociación Warmi Sayajsunqo (que en Colla significa “mujer perseverante") con el incierto objetivo de organizarse para salvar a Abra Pampa de la extinción. En ese momento el pueblo estaba azotado por la desocupación y, aún peor, la desolación de no ver la salida.

 

En 1997 ya eran más de 400, y tenían muy claro lo que querían: economía autogestionada, retorno a las raíces culturales y empresas sustentables para sacar a sus maridos del sopor de la desocupación que acarrea alcoholismo, derrotismo y fuga de los más jóvenes.

 

Quispe cobró notoriedad (en el extranjero) cuando ganó el premio de la Cumbre Mundial de Mujeres, con sede en Ginebra, Suiza. Allí, en el centro del mundo financiero, les pidió a los técnicos bancarios que la ayudaran con un proyecto largamente anhelado. Paradójicamente, los modernos economistas suizos debían cooperar para hacer posible el retorno al viejo sistema bancario Colla: crear un régimen de créditos basado, fundamentalmente, en la confianza. Finalmente lograron crear los famosos “banquitos puneños", como los llaman ellos.

 

En diez años de trabajo, la asociación que preside Rosario logró lo que ninguno había podido hacer en la Puna: revitalizó la producción de la tierra, fomentó la vuelta a los orígenes aborígenes y atrajo a su tierra a muchos de los abrapampeños que habían emigrado hacia Buenos Aires. Algunos hasta habían renegando de sus raíces Collas, de las que hoy se enorgullecen. Hoy por hoy, la Warmi de Quispe reúne a 79 fondos comunales que ya forman una especie de “ministerio de hacienda puneño". Allí, “cada uno de estos bancos se organizan con una líder mujer, un líder hombre y otros vecinos. Nosotros les entregamos la plata y ellos la devuelven. No hay un solo moroso en la Puna", cuenta la mujer que, además, está casada, tiene dos hijos y es amante de “sus llamitas".

 

Las Warmi, además, hacen periódicos encuentros con otras comunidades originarias argentinas, bolivianas y peruanas; separadas sólo por caprichos políticos, en las que se discute sobre geopolítica, economía sustentable, identidad, género, entre otros muchos tópicos que interesan a la comunidad y que le dan un fuerte sustento ideológico al progreso económico logrado.

 

Incubadora de empresas

"No sabíamos por qué nos moríamos"

 

 Mirta Andrada

 

La asociación no sólo se caracteriza por la magnitud que ha alcanzado su desarrollo crediticio. Bajo el ala de Rosario también nacieron las llamadas Empresas Aborígenes: una estación de servicio manejada íntegramente por mujeres, un restaurante, una productora salina, un ciber satelital, una empresa de artesanías, una barraca para acopio, una curtiembre y un enorme criadero de chinchillas, el más grande de toda la Puna. También crearon la Escuela de Empresarios que “otorga capacidades gerenciales sin perder la identidad Colla, es decir la solidaridad comunitaria".

 

El último emprendimiento es un Sistema de Incubación Participativo. “Allí vamos a tratar en forma eficaz y utilizando todos los medios, de promover una marca regional de toda la extensa Puna y la comercialización conjunta entre todos los pueblos originarios hacia el exterior”.

 

Las minas a cielo abierto y el cáncer, la próxima batalla

 

En Abra Pampa, la media de enfermedad por cáncer es cinco veces mayor a la de la Argentina. Según las mujeres de la región, la causa hay que buscarla en la contaminación que producen las minas a cielo abierto. Este mes, 40 jóvenes de la zona viajarán becados por el gobierno cubano a la isla, para estudiar medicina y atacar el flagelo. “Si pasara en Buenos Aires, el gobierno ya se hubiera ocupado. Pero lo vamos a hacer nosotros”, se quejó Rosario Quispe.

 

Por primera vez en nuestra extensa charla, esta mujer que forjó una verdadera república en su Puna natal, dejó de sonreír. “Todo es por culpa de los desechos de estas minas que quedaron a cielo abierto. Convivimos todos los días con ellas y con sus porquerías", dijo entre suspiros. Y siguió: “Mina Pirquita y El Aguilar, siguen contaminando. Y nosotros tomamos agua de los pozos, caminamos, comemos de los animales que pastan cerca de ahí. Después llegan los problemas". Se refiere a la cantidad de muertes que sufrió la Puna a raíz de cáncer de cuello de útero, una enfermedad que, anteriormente, consideraban un misterio y gracias a la Warmi, ya todos conocen.

"No hay nada imposible, sólo tardamos un poco más en conseguirlo"

 Rosario Quispe

 

“Empecé a estudiar qué era ese cáncer y apareció en mi vida el doctor Jorge Gronda, quien revisó a 150 mujeres y determinó que más de la mitad tenía lesiones cancerosas. Lo peor fue saber que estaban enfermas y no teníamos un centavo para ayudarlas", recordó. Hace menos de seis meses, la Warmi Sayajsunqo volvió a realizar una encuesta sobre 1.800 mujeres y el resultado de los estudios fue sorprendente: 520 tenían lesiones precancerosas; 480 tuvieron que ser sometidas a criocirugías y diez (entre 25 y 28 años) ya tenían desarrollada la enfermedad.

 

“Esto es terrible. Se siguen muriendo chicas y, por ejemplo en Abra Pampa, tenemos un montículo de plomo que está ahí sin que nadie se ocupe de ver cómo se lo puede sacar”, denuncia ahora enojada. En la Quebrada de Humahuaca, el cáncer de cuello de útero (enfermedad controlable y de posible detección precoz) se tornó un misterio asociado con la palabra muerte: “Los primeros doctores que llamamos ponían una lámina en el aparato reproductor femenino y nosotras mirábamos avergonzadas. Hoy, nosotras mismas somos las que estamos atentas y pedimos que nos hagan un Papanicolao", cuenta Rosario, y agrega: “En unos días, 40 Collas viajarán a Cuba para convertirse en nuestros futuros médicos. Sólo ellos, nuestros hermanos, van a preocuparse por nosotros. Si no, nos seguiremos muriendo como moscas".

En Buenos Aires, Javier Amorin

© Rel-UITA

24 de abril de 2007

 

 

 

 

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