El agua es uno de los recursos más preciados del planeta, es
una necesidad y un derecho humano primordial. Sin embargo,
casi una sexta parte de la población mundial no tienen
acceso a ella. En ésta crisis, las más afectadas son las
mujeres ya que, en muchas sociedades, juegan un papel
central en la obtención, manejo y distribución de este
líquido vital.
En Tanzania, Febronia, una mujer de 35 años de edad, ha dado
a luz a siete hijos, pero por la falta de condiciones
sanitarias e higiénicas sólo lograron sobrevivir cuatro.
Ella y su familia viven en una choza de madera, barro y
lata. Febronia dedica una hora cada día a recoger agua de un
arroyo que dista a unos 3 kilómetros de su casa.
La historia de Febronia, se repite en muchos rincones del
planeta. En la mayoría de los países en desarrollo, las
mujeres son las responsables de la gestión del agua a escala
doméstica y comunitaria. Además, se estima que las mujeres y
las niñas de muchos de estos países emplean más de 8 horas
diarias recorriendo de 10 a 15 kilómetros para trasladar
entre 20 y 15 litros de agua por viaje, lo que puede tener
un impacto negativo sobre su salud física y mental.
Como usuarias las mujeres pobres son las que se enfrentan
día a día a la carencia y los obstáculos para acceder al
agua potable. Además, son ellas quienes resuelven esta
necesidad familiar, porque el agua que está estrechamente
vinculada con el trabajo cotidiano que se les asigna en el
interior de los hogares. El agua es vital para preparar
alimentos, lavar la ropa, asear la vivienda, la higiene
familiar y la producción de alimentos.
Los obstáculos para acceder al agua potable para personas
más pobres pueden deberse a diferentes razones, como que la
fuente quede muy alejada de la vivienda, o que el terreno de
acceso sea muy accidentado (cuestas pronunciadas, terrenos
pedregosos o arenosos) y al suministro insuficiente para la
cantidad de personas que habitan la vivienda.
Por otra parte, la discriminación de género y su relación
con el agua también afecta a millones de niñas, sobre todo
cuando su papel se reduce a quedarse en casa para limpiar,
preparar la comida, cuidar de los hermanos más pequeños,
además de tener que ir todos los días a recolectar agua.
El agua potable y un saneamiento adecuado son tan
importantes para la enseñanza como lo pueden ser los
lápices, los libros y los maestros. Estos servicios, que en
los países desarrollados parecen tan normales, tienen una
vital importancia para que las niñas de los países en
desarrollo vayan a la escuela. En muchos países hay escuelas
que no tienen condiciones higiénicas adecuadas, con un
suministro de agua inseguro y unas instalaciones averiadas,
sucias, con lavabos y letrinas que no son adecuados para los
niños, en particular para las niñas.
Si bien esta situación afecta a los niños de todas las
edades, un saneamiento inadecuado perjudica especialmente a
las niñas, a muchas de las cuales empuja a abandonar la
escuela por falta de privacidad y de respeto a su dignidad.
Por otra parte, la dura tarea de ir a buscar agua a pozos
distantes para uso familiar a menudo recae en las niñas, por
razones de discriminación y de los papeles asignados en
razón del género. Esto trae como consecuencia que en lugar
de asistir a la escuela, las niñas pasen horas dedicadas a
esa tarea de conseguir agua, y cuando tienen la buena suerte
de poder asistir a la escuela están a menudo demasiado
cansadas para realizar cualquier tipo de aprendizaje.
La falta de educación de las niñas conlleva la marginación
aún mayor de las mujeres: las incapacita para poder mejorar
su situación y para tomar decisiones importantes sobre su
vida, pero sobre todo, les niega un derecho fundamental para
todo ser humano: el derecho a la educación.
Adriana Apud
Direccción de Comunicación de
UNICEF (España)
30 de agosto de 2004
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