Calama, en
el extremo norte de Chile, Región de Antofagasta, concentra la mayor
cantidad de denuncias de maltrato y violencia intrafamiliar en el
país. Al vergonzoso récord se agrega que no hay adecuada
fiscalización o seguimiento de las denuncias.
La violencia en los hogares se ha transformado en un círculo
vicioso que se traspasa de generación en generación. Las casas de
acogida o instancias de rehabilitación son insuficientes.
Según estadísticas del Servicio Nacional de la Mujer (Sernam),
en Calama los agresores de mujeres son mayoritariamente las parejas,
y no las ex parejas como sucede en otras zonas del país. La
dependencia económica y sicológica, el miedo y los prejuicios siguen
siendo obstáculo para que muchas denuncien.
En Calama, el primer semestre de 2009, hubo 1.125 denuncias
de este tipo recibidas por Carabineros. En el Ministerio Público de
Antofagasta se acumulan 403 causas por violencia intrafamiliar, 100
más que a igual fecha de 2008.
La
omnipresente ideología patriarcal
“Una mujer agredida tarda siete años en denunciar que vive
violencia. Si aumentan las denuncias es que las mujeres agredidas se
están atreviendo. La violencia contra la mujer no puede examinarse
como un hecho aislado de carácter privado. Es un grave problema
social, reconocido como uno de los núcleos duros que impide a la
mujer el ejercicio y goce de sus derechos.
El
tipo de capacitación que se les imparte a las mujeres es
sólo una continuación del rol que desempeñan en el
hogar: aseo en baños, sirviendo comida, cocinando y
atendiendo público |
Subyacen creencias que están en la base de la ideología
patriarcal, que se expresa en la subordinación de la mujer al
dominio y control masculino. Muchas mujeres están influenciadas por
estas creencias que sostienen prácticas abusivas. Se encuentran
impedidas de tomar conciencia sobre su realidad”, dice Johana
Torres, directora regional del Sernam.
En 2006 ingresaron al Juzgado de la Familia de Calama 634
casos de violencia. En 2007 aumentaron a 653, y en 2008 bajaron
levemente a 643. En lo que va de 2009 se registraron 370 casos.
También ingresan causas a la Fiscalía Regional: en 2005 se
presentaron 123 casos; en 2006, fueron 686. En 2007, disminuyeron a
435, y en 2008 se elevaron a 500. En toda la región sólo hay tres
Centros de la Mujer: en las comunas de Antofagasta, Calama y
Tocopilla.
A fines del pasado abril, tras una fiesta familiar, Telsa
Figueroa, de 44 años, fue decapitada por su esposo, un
trabajador contratista, en la población René Schneider. La víctima
fue asesinada por su marido, que le cercenó el cuello con un
cuchillo. Se convirtió en otra de las mujeres mártires de Calama,
reavivando el repudio contra el femicidio y la violencia sexista.
Según el Sernam, en la Región de Antofagasta se efectuaron
1.887 denuncias en 2005, mientras en 2008 éstas aumentaron a 3.671
casos. Un incremento de 95 por ciento.
Sacudir las conciencias
Para la Red de Mujeres El Loa -compuesta en su mayoría por
mujeres de origen aymara, quechua y lickan antay (*)- la situación
es gravísima, pues “sólo el 35 por ciento de las denuncias
presentadas en Tribunales y Policías se investigan o se hace un
seguimiento. En la Provincia de Tocopilla apenas se investiga un 5
por ciento. Se implementan políticas estatales que han resultado en
muchos casos, pero en otros son insuficientes. Queremos sacudir las
conciencias y terminar con los femicidios y maltratos. Tras cada
caso hay un grupo familiar. No podemos desentendernos y decir que es
algo privado. La violencia dejó de ser un tema entre cuatro paredes,
afecta a la sociedad”, dice María Robles, presidenta de la
Red de Mujeres El Loa.
Según la última Encuesta Nacional de Victimización por
Violencia Intrafamiliar y Delitos Sexuales, el 72,3 por ciento de
los niños, el 35,7 por ciento de las mujeres y el 19,8 por ciento de
los adultos mayores, ha sufrido violencia. En Calama las cifras son
peores.
En esta ciudad, las fuentes laborales para la mujer son
escasas. “Se dice que por ser una región minera es difícil encontrar
trabajo -agrega Robles-, pero es sólo machismo. En Calama hay
aún mucha discriminación”. Señala que el tipo de capacitación que se
les imparte es sólo una continuación del rol que desempeñan en el
hogar. “Aseo en baños, sirviendo comida, cocinando y atendiendo
público. Eso no va acorde al mercado laboral que hay en la región.
Inclusive las mujeres que optan por carreras profesionales se ven
obligadas a prolongar su rol doméstico”, agrega. Hay empresas que no
contratan mujeres, sobre todo en edad reproductiva. “Es una sociedad
hipócrita que por un lado estimula la maternidad y por otro la
castiga”, señala Robles.
Sólo
el 35 por ciento de las denuncias presentadas en
Tribunales y Policías se investigan o se hace un
seguimiento |
“A las mujeres de la Red nos preocupa la salud, la prevención
del VIH, la lucha contra la violencia intrafamiliar, la
inserción laboral de la mujer, etc. Recolectamos firmas -40 mil-
para presionar a las autoridades para que el nuevo hospital tuviera
una UCI, y logramos modificar la maqueta. Eso definitivamente
nos posicionó en el espacio local. Hoy trabajamos en la inserción
laboral femenina que en Calama es la más baja del país. Por
prejuicios históricos y culturales, la mujer no accede a trabajos en
faenas mineras. Las autoridades no se han hecho cargo. Nos reunimos
con ejecutivos de las mineras Gaby, El Tesoro, Esperanza. Se
comprometieron a contratar mujeres. Pero aún no sucede”, dice.
“También en Calama están los más altos índices de mujeres
portadoras de VIH-Sida. Por lo general, las mujeres son
contagiadas por su esposo o conviviente, que tiene varias parejas
heterosexuales u homosexuales. La ‘dueña de casa’ infectada por su
esposo es el indicador más claro de una actitud machista y
autoritaria. También son preocupantes los indicadores de otras
enfermedades de transmisión sexual. En los casos de violencia, en
Calama primero se habló de la ‘falta de valentía’ de las mujeres
para denunciar, después de ‘arrepentimiento’ por no querer ver
desintegrado el hogar. Pero cuando las víctimas se atreven, los
Tribunales y las leyes no las protegen y quedan expuestas y hasta en
riesgo de muerte”, agrega Eloisa Galleguillos.