"La ONU debe recuperar su misión, de
ser de nosotros y nosotras los pueblos"
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Introducción
Como ustedes ya saben, en la Cumbre del Milenio, el
procedimiento para finalizar y aprobar el Documento por
parte de la Asamblea General fue tremendamente irregular y
arbitrario. No solo por la forma apresurada y excluyente en
la que fue negociado y presentado el contenido (lo que
provocó la reacción de tres países: Venezuela, Cuba y
Bielorrusia) sino también por haber adelantado su aprobación
antes de la finalización de la Asamblea General. Es decir,
el Secretario General decidió iniciar el proceso de
aprobación del documento una vez que los gobiernos
terminaron sus discursos, postergando de esta forma las
presentaciones tanto de las agencias intergubernamentales
como de la sociedad civil al momento posterior a esta
aprobación.
Como era de esperarse, una vez aprobado el documento, todos
los presidentes y la mayoría de representantes de los países
abandonaron la Asamblea General, por lo que los discursos
que marcaban la posición de la sociedad civil fueron
presentados a una Asamblea General con menos de la mitad de
sus miembros. Ante esta situación, yo decidí comenzar mi
discurso con una clara protesta: “Antes de comenzar, quiero
expresar mi protesta por la forma en que esta Asamblea
General ha aprobado el documento, por la forma en que se ha
cambiado la secuencia de intervenciones en esta plenaria y
por la forma, tan antidemocrática, en que se ha dejado de
lado a la sociedad civil en este proceso de la Cumbre del
Milenio”. Luego procedí a leer mi discurso.
Es interesante notar que el Presidente de la Asamblea
general, una vez terminados los discursos de la sociedad
civil y antes de dar por finalizada la Asamblea General,
pidió públicas disculpas a la sociedad civil por esa
decisión de aprobar el documento antes de que terminara la
Asamblea General e instó a los países presentes que
difundieran las opiniones y criticas vertidas por los y la
vocera de la sociedad civil, comprometiéndose él también a
hacer lo propio con los Estados miembros de la Asamblea
General. Estas disculpas son bienvenidas, pero no son
suficientes. Se ha creado un precedente nefasto para
cualquier proceso de reforma de Naciones Unidas y ha
colocado una dinámica de arbitrariedad que es muy peligrosa.
Y creo que éste es un hecho grave frente al cual debemos
pronunciarnos. La Cumbre del Milenio no solo ha sido un
fracaso en cuanto a contenidos, mecanismos y recursos para
lograr la pretendida superación de la pobreza o la reforma
de Naciones Unidas. También ha significado un retroceso en
el espacio conquistado, en los últimos quince años, por las
sociedades civiles en sus diferentes niveles. Esta Cumbre,
además de la forma arbitraria de aprobar el documento, no
contó en ningún momento con la participación activa de la
sociedad civil -ni en procesos previos de consulta ni en la
Asamblea General ni en el mismo espacio físico de NN.UU.-
como en Conferencias y Cumbres anteriores.
En estas circunstancias, yo creo que hay dos estrategias
inmediatas a considerar. Una es explicitar nuestra protesta
por lo que consideramos una falta total de respeto a la
sociedad civil al cortar su derecho de hablar al interior de
la Asamblea General antes de la aprobación del documento,
tal cual había sido acordado y programado. Otra, de igual
urgencia, es comenzar a posicionar una discusión política
sobre las lecciones dejadas por esta Cumbre en lo que son
/han sido las relaciones entre las sociedades civiles en sus
diferentes expresiones con Naciones Unidas, y cuáles son las
estrategias futuras frente a una instancia que, a pesar de
lo declarado, sigue respondiendo solo a la lógica e
intereses de los gobiernos, especialmente los más poderosos.
La
siguiente es mi intervención ante la Asamblea General de la
ONU el pasado 16 de setiembre de 2005
"Por una naciones unidas de nosotras y nosotros
los pueblos"
Como activista de la sociedad civil global, me hago eco de
las voces -insistentes y desencantadas- de los
movimientos sociales globales, que les dicen a
los Jefes de Estado presentes en esta Asamblea
General que este mundo, tal como está, es
éticamente inaceptable, políticamente
devastador, económica y ambientalmente
insostenible. Que afirman -tal como señala el
Foro Social Mundial- que otros mundos son
posibles y que, para lograrlos, es urgente un
cambio radical, que coloque a mujeres y hombres
en el centro del desarrollo, de una nueva
democracia con justicia social, justicia de
género y en armonía con el planeta. Que le dicen
a esta Asamblea general que ustedes están
perdiendo una oportunidad histórica de asumir
sus obligaciones y cumplir con sus promesas de
lograr un mundo más justo. Que su falta de
compromiso con la misión de Naciones Unidas está
impidiendo que sea de nosotras y nosotros, los
pueblos. Y que los urgentes cambios que el mundo
requiere sólo serán posible desmantelando tres
fuerzas globales antidemocráticas, injustas y
sostenidas por países poderosos y sus aliados:
el neoliberalismo, el militarismo y los
fundamentalismos de diferente signo.
Una vida sin carencias sólo será posible si se confronta el
paradigma de desarrollo que da prioridad al
crecimiento económico sobre los derechos
humanos, si se recuperan los aportes de las
sociedades civiles y sus movimientos
emancipatorios a un nuevo paradigma global; si
se reconoce la contribución fundamental que
realizan las mujeres a la economía productiva y
reproductiva. En un mundo donde la producción de
riqueza es enorme y al mismo tiempo la pobreza y
exclusión son dramáticamente crecientes, el
problema central es la tremenda inequidad en la
distribución de la riqueza. Situación legitimada
por un orden internacional injusto que favorece
a los más poderosos. ¿Dónde están los nuevos
instrumentos de rendición de cuentas y de
impuestos globales a las corporaciones
multinacionales? ¿Dónde está la normatividad
internacional que controla la expropiación y
usufructo de las riquezas culturales y naturales
de los pueblos por los capitales globales?
¿Hasta cuándo la atención de epidemias mortales
como el SIDA seguirá supeditada a las ganancias
de las trasnacionales y el progreso científico
de la humanidad seguirá monopolizado por el
mercado? ¿Dónde están, finalmente, las
propuestas democráticas frente a una deuda
indecente e inmoral, pagada ya de muchas formas,
y cuya condonación se ha convertido en una
herramienta de control y aceptación de los
intereses hegemónicos? Esa deuda es éticamente
incobrable para la ciudadanía del mundo.
Una vida sin miedos no será posible mientras el poder
político esté en alianza con el poder económico
de las trasnacionales de armamentos. Esta
alianza no tiene legitimidad para definir cuándo
una situación es “amenaza inminente” o un
peligro “latente”. Ella misma es amenaza y
peligro, porque recurre a la mentira y al
unilateralismo arbitrario para imponer sus
afanes de guerra permanente. Exigimos no un
desarme progresivo ni selectivo, sino un desarme
general. Exigimos modificar la lógica de
resolución de conflictos, ampliando la mirada a
otras causas del temor. Una vida sin temores
para millones de mujeres también significa
sancionar la violencia –en lo doméstico, en lo
sexual, en los conflictos armados– como una
brutal violación de sus derechos humanos. Una
vida sin temores se construye confrontando el
racismo, reconociendo los derechos y la
autonomía de los pueblos indígenas.. Se
construye afirmando el derecho de movimientos
sociales, como el de las mujeres, a aportar a
una agenda de paz. Y se construye respetando los
acuerdos internacionales, que constituyen una
responsabilidad ética global. Gobiernos que se
resisten a firmar el Protocolo de Kyoto tienen
hoy responsabilidad en el desastre y sufrimiento
dejado por el huracán Katrina. Gobiernos que
pretenden la impunidad frente a sus crímenes de
guerra, resistiéndose a fortalecer la ley
internacional, tendrán que rendir cuentas a la
historia. La lucha contra el terrorismo no puede
hacerse al margen del sistema de derechos
humanos.
¿Cómo vivir en libertad en estas condiciones? ¿Qué libertad
estamos construyendo cuando sabemos que el
hambre esta quitando capacidades irrecuperables
a las nuevas generaciones? ¿Qué libertad puede
haber sin el reconocimiento de los derechos
sexuales y los derechos reproductivos de las
personas y el derecho a ejercer diferentes
formas de sexualidad y amor? Vivir en libertad
sólo será posible si los derechos humanos,
indivisibles, universales e interdependientes,
son colocados al centro de la estructura y las
dinámicas de los estados y de Naciones Unida,
recuperando en cualquier nueva estructura lo que
ha democratizado y ampliado su alcance. Si los
estados son seculares, gobernando para toda la
ciudadanía y garantizando la no influencia de
instituciones religiosas cuya presencia en
Naciones Unidas es arbitraria y un obstáculo
para el despliegue de los intereses
democráticos. Como lo son también los
desbalances de poder en el Consejo de Seguridad,
que no se resolverán sólo con más o menos
miembros, sino con la eliminación del derecho a
veto.
Naciones Unidas, para cumplir con su misión, debe estar a la
altura de los desafíos del nuevo milenio.
Naciones Unidas no puede seguir siendo sólo de
los gobiernos, como lo ha sido en esta Cumbre.
Su renovación democrática debe estar abierta a
los múltiples aportes de los movimientos
sociales y fuerzas democráticas para construir
un mundo diferente, sin pobreza ni exclusiones.
Naciones Unidas debe recuperar su misión, de ser
de nosotros y nosotras los pueblos. ¡O no será!
Presentación de
la Sociedad Civil Global a la Cumbre del Milenio
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Virginia Vargas*
5 de
octubre
de 2005
*Centro
de la Mujer Peruana Flora Tristán; Articulación Feminista
Marcosur; Comité Internacional del Foro Social Mundial;
Grupo de Trabajo Feminista del Llamado de Acción Global
contra la Pobreza. (GCAP).
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