El 14 de enero asumió
el nuevo gobierno encabezado por el presidente Álvaro Colom, con una
presencia muy reducida de mujeres. La baja presencia femenina es un
hecho en todo
el sistema político y partidario del país.
Según informa el Servicio de Noticias de la Mujer de Latinoamérica y
Caribe (SEMlac) las aproximadamente seis millones y medio de
guatemaltecas (sobre un total de 12,7 millones de habitantes;
estimaciones para 2007) contarán con una represen-tación política muy
reducida: 19 diputadas ingresaron al Congreso que cuenta con un
total de 158 integrantes; equivalente a 12 por ciento, seis cargos
como alcaldesas de uno de los 332 municipios del país, es decir 1,8
por ciento; y una mujer en el gabinete ministerial:
Ana Ordóñez de
Molina
en el cargo de Ministra de Educación.
La
ausencia de mujeres en cargos públicos revela una práctica común en
todos los partidos políticos. Según Nineth Montenegro, una
activista en derechos humanos y diputada por dos legislaturas, son
“organizaciones machistas. En esta nación, resultan marcados los
contrastes de la política en el tema de género y colocan a la mujer
al final de sus listas para llenar un requisito exigido por grupos
femeninos, pero sin posibilidad de ganar”. Efectivamente, la
cantidad de diputadas nacionales aumentó en solamente dos en las
últimas elecciones, mientras el número de edilas se redujo en dos.
Voto femenino para mujeres capaces de leer y escribir:
1945
Voto universal: 1965
Primera ministra designada en 1983
Los cargos de Presidente y Vicepresidente no han sido
ocupados por mujeres |
La
investigación “Participación
Política de las Mujeres en el Ámbito Local en América Latina”,
realizada por Alejandra Massolo para UN-INSTRAW-AECI
en 2006, indica que Guatemala no es un caso excepcional, ya
que en 16 países latinoamericanos sólo 842 de los 15.828 gobiernos
municipales fueron dirigidos por mujeres. Según el estudio, habría
varios factores que conspiran contra la participación política
femenina, como por ejemplo, exigencias de rendimiento muy superiores
a los de un hombre en los mismos cargos, y la percepción que el
ejercicio de la política no es un derecho, sino un favor que se le
concede a la mujer.
En el caso
guatemalteco, con una población indígena de 44 por ciento, las
mujeres indígenas deben vencer una triple discriminación (sexual,
étnica y de clase), para poder hacerse oír en la vida pública. Pero
hay otro obstáculo fundamental: la participación en el sistema
educativo. De 10 alumnos que asisten a la escuela primaria en el
área maya del país, solamente dos son mujeres. Y ellas abandonan la
educación primaria, antes de completar el tercer año, debido a que
deben trabajar en la casa.
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