República Dominicana

Con María de Jesús Severino

Ahora más que nunca:

 ¡Reforma agraria!

 

María de Jesús es secretaria de Educación de la Confederación Campesina Dominicana (CCD) y dialogó con Sirel acerca de la situación de la mujer rural en su país, así como de las inminentes consecuencias de la firma del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos

 

 

-¿Desde cuándo integras la CCD?

-Desde 1995, cuando comenzó, y desde entonces he venido apoyando el trabajo de género y de educación en nuestra organización.

 

-¿Cuál es la principal preocupación para ustedes en este momento?

-Es el problema de la tenencia de la tierra, la necesidad de una reforma agraria y el papel de la mujer rural en ese proceso. Muchas veces las mujeres quedamos fuera del análisis y de la elaboración de propuestas para el agro, a pesar de que miles de nosotras dependemos de nuestro trabajo en el campo para sobrevivir, para sacar adelante a nuestras familias. Por otra parte, a la falta de servicios básicos como caminería, agua, electricidad y telefonía, en muchas regiones rurales de nuestro país se agrega la ausencia de servicios educativos y sanitarios. Hay comunidades que están demasiado aisladas, y tenemos compañeras que aún hoy terminan dando a luz sus hijos en los caminos porque no llegan a los centros de salud, que están demasiado distantes.

 

-¿Cuál es el porcentaje de mujeres jefas de hogar en el medio rural?

-No tengo ahora la cifra exacta, pero es muy alto y, sobre todo, en crecimiento. Como en las separaciones normalmente somos las mujeres las que nos quedamos con los hijos, la situación económica y social de esos hogares es mucho más frágil. Yo misma soy jefa de hogar y conozco bien el caso. Hay que tener en cuenta, además, que en República Dominicana, por lo menos en el campo, es totalmente habitual que las mujeres tengan cinco o seis hijos, y hay muchas que tienen más. Nuestra cultura dice que “Los hijos son la riqueza del pobre”.

 

-¿Qué incidencia tiene el embarazo adolescente?

-Es cada vez más frecuente, de forma que ya no es raro encontrar mujeres de poco más de 20 años con cuatro o cinco hijos, muchas veces de padres diferentes y a menudo ausentes.

 

-¿Cómo les afecta la emigración rural?

-Es muy fuerte, y eso también determina la desestructuración familiar, ya que es común que el hombre emigre solo hacia la ciudad. A medida que pasa el tiempo y persisten los problemas y las privaciones que se sufren en las comunidades, muchas familias deciden emigrar hacia lo que llamamos los “cordones de miseria” de las ciudades. Se valora erróneamente que en la ciudad los hijos tendrán más posibilidades de educación, que habrá más trabajo y más ingreso. Es con estos sueños que mucha gente prefiere integrarse a las periferias urbanas antes que permanecer en el campo.

 

-¿Cuánta gente vive aún en el campo?

-Somos 8 millones de habitantes, de los cuales un tercio aún vivimos en el campo.

 

-¿Cuál es la situación de la mujer rural en las organizaciones?

-Creo que en los últimos años esto ha ido mejorando un poco, aunque todavía falta mucho para llegar a lo aceptable. Cuando la mujer y el hombre conviven en las mismas organizaciones sociales, ambos van aprendiendo a desechar el machismo. En las comunidades, cuando es la pareja la que participa en la vida asociativa, el machismo se atenúa porque ya se dialoga sobre otra base, se llega a acuerdos, aunque a la hora de decidir, todavía en muchos casos la mujer espera, permite que el hombre tenga la última palabra. Otro hecho que ha venido cambiando las cosas en este aspecto es que la mujer se ha ido integrando al trabajo asalariado, y no pocas se desempeñan como domésticas en los pueblos y localidades cercanas, otras son vendedoras ambulantes por cuenta propia, y a menudo venden lo que ellas mismas fabrican de forma artesanal o casera. Están todo el día fuera de sus casas y aportan un ingreso que resulta esencial para la supervivencia familiar. Cuando el hombre ve que el aporte de la mujer soluciona problemas concretos, entonces comienza a abandonar las concepciones machistas clásicas de nuestra sociedad.

 

-¿La producción del campo no cubre las necesidades de la familia?

-Cada día menos, y con esto del TLC es probable que las cosas empeoren, porque se les da todas las facilidades a las agroindustrias, pero los pequeños y medianos campesinos no tenemos ninguna posibilidad de competir con ellas. Estamos en una trampa, porque si plantamos poco nos falta dinero para comprar lo que no podemos producir, y si plantamos mucho no podemos consumir todo lo que producimos, y tampoco lo podemos vender o hacer llegar al mercado. Lo que funciona ahora es sólo lo macro. En promedio, un campesino tiene cinco o seis hectáreas, y con eso no logra sobrevivir.

 

-¿Cuál es el objetivo principal que se están planteando?

-Nuestra preocupación mayor es el régimen de tenencia de la tierra, por lo que seguimos luchando por la reforma agraria. Hay mucha gente viviendo en predios sin legalizar, y por eso también reclamamos la titulación para los campesinos asentados. Pero la documentación que está ofreciendo el gobierno es parcial, y lo que ocurre es que cada gobierno nuevo invalida lo que hizo el anterior, y así estamos siempre empezando de cero. También estamos haciendo un esfuerzo en capacitación, para poder enfrentar todo esto que se viene con los acuerdos comerciales y podamos participar y hacer oír nuestra voz en las negociaciones. Pretendemos que las comunidades más alejadas puedan tener escuelas y acceso a la salud para los pobladores, y que la mujer sea apoyada en su tarea de producción y sostén de la familia rural.

 

-¿Cómo te sientes al ser designada para participar junto a la CONTAG de la Marcha das Margaridas en Brasilia?

-Estoy muy entusiasmada por esta posibilidad. Poder conocer de cerca a la mayor organización campesina del mundo como lo es la CONTAG y estar en contacto con miles de compañeras,  será una experiencia muy rica para nuestro colectivo y nuestra lucha.

Carlos Amorín

© Rel-UITA

6 de agosto de 2007

 

 

 

 

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