Marcelina Bautista es la secretaria general de la Confederación
Latinoamericana y del Caribe de Trabajadoras del Hogar (CONLACTRAHO),
que fue creada durante el
Primer Encuentro Latinoamericano y del Caribe de Trabajadoras
del Hogar celebrado en Bogotá, Colombia, en 1988. Desde muy pequeña
Marcelina conoce muy bien las vicisitudes del trabajo en el hogar en
México, y ahora al frente de la Confederación, sabe también que esa
realidad no es muy diferente a la de otros países en la región.
La entrevista estaba marcada a las 9 de la mañana en el
Centro de Capacitación y Apoyo para la
Trabajadora del Hogar
en México, DF. Hasta allí llegamos con Héctor
Martínez Mora, de la Agrupación
Sindical Única de Trabajadores y Empleados de la Industria
Gastronómica y Hotelera, afiliada a la UITA.
Marcelina nos recibió gustosa, y fue
respondiendo las preguntas mientras atendía el teléfono, asesoraba y
repetía una y otra vez: “No
estás sola; aquí te podemos ayudar”.
-Quien llamó seguro es una trabajadora despedida…
-Sí, de esas llamadas tenemos varias al día. Trabajadoras que
se encuentran en la calle luego de años de servicio y no tienen
adónde ir…
-¿Ustedes tienen registro de cuántas trabajadoras del hogar hay en
México?
-De acuerdo con la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo
2008, hay 1,8 millones mujeres que se desempeñan como trabajadoras
del hogar.
-¿Hay hombres?
-Sí, son aproximadamente un 3 por ciento.
-¿Qué labor desarrollan desde este ámbito?
-Como acaban de escuchar, damos asistencia, asesoramos y
capacitamos para que las trabajadoras del hogar conozcan sus
derechos. La mayor dificultad que tenemos es que nuestro trabajo no
es reconocido por los empleadores, el Estado, ni la sociedad misma.
-En
el empleador está la idea de que no se contrata un servicio, sino
que se le está haciendo un favor a una persona que necesita
trabajar…
-Esa idea está instalada en la sociedad, es cierto. Y desde
esa consideración la trabajadora no recibe reconocimiento y su labor
no admite derechos. A lo anterior hay que agregar la falta de
legislación en muchos de nuestros países.
Para reivindicar nuestros derechos sabemos que la herramienta
es la lucha colectiva, la organización, el sindicato.
-La
falta de visibilidad y reconocimiento sobre el trabajo del hogar,
¿favorece el desarrollo de toda clase de abusos?
-Debemos partir del problema de que las trabajadoras del
hogar comenzamos a realizar estas labores desde muy pequeñas…
-¿Fue tu caso?
-Sí, yo comencé a trabajar con 14 años, luego de terminar la
escuela primaria. Entonces, como te decía, nosotras empezamos siendo
niñas, en muchos casos dejamos de estudiar, dejamos la familia y nos
alejamos de nuestra cultura para incorporarnos a un mundo nuevo, con
otros valores.
Si se quiere, desde ahí comienza un proceso de sometimiento,
porque tenemos que adaptarnos a la dinámica y la cultura de la
familia para la cual trabajamos.
Como necesitamos del trabajo -y en muchos casos, nuestras
familias también necesitan de esos ingresos-, uno tiende a soportar
muchos abusos. Como tú lo señalaste, no se establece una relación
laboral cuando la perspectiva desde la empleadora es: “Soy
buena por darte trabajo, entonces me tienes que agradecer y
responder siempre”.
-Y
ese mensaje se asimila, se introyecta en la trabajadora…
-Sí, sucede con frecuencia. Muchas trabajadoras llegan aquí y
antes de plantear su problema comienzan diciendo: “La señora era muy buena, me ayudó mucho…”.
En esa relación no es fácil reclamar derechos. Por ejemplo: muchas
de nosotras vivimos y comemos en la casa, y eso no se percibe como
una prestación. Cuando reclamamos, lo que generalmente alega la
empleadora es: “¡Así
me lo pagas! ¡Esta casa ha sido como tuya y eres parte de esta
familia!”
-Y
si te organizas sindicalmente pasas a ser una traidora…
-Sí, y además, si uno habla de un contrato de trabajo,
siempre lo toman como sinónimo de denuncia y no necesariamente es
así. Un contrato nos permite establecer esa relación laboral con
derechos y obligaciones, donde también nosotras, por ejemplo,
acumulamos antigüedad.
Sin embargo, no sabes cuántas mujeres después de trabajar
toda una vida, no se pueden jubilar porque nunca se realizaron los
aportes sociales.
-Te
doy un trabajo, pero no reclames derechos…
-Lo que en otros ámbitos de labor es algo común, en el hogar
reivindicar un derecho es una provocación, es ingratitud y
desconsideración hacia la empleadora. Todo ello facilita la
explotación, la marginación y los abusos. Por ejemplo: cualquier
trabajadora labora entre 14 y 16 horas por día aquí en
México.
Una sabe cuándo comienza la jornada, pero nunca cuándo
termina.
-¿Qué otros problemas enfrentan las trabajadoras?
-Una de las problemáticas más comunes es el despido
injustificado. Son despedidas a la hora que sea, a la edad que sea,
sin una razón aparente y sin una liquidación.
Otra situación: el embarazo. Aquí por regla general se
manejan así: “Usted
se va a su casa y cuando esté bien vuelve a trabajar”. Es por ello que muchísimas trabajadoras no avisan que
están embarazadas o lo hacen cuando están de seis o siete meses, por
miedo a ser despedidas.
-¿Cuál es el asesoramiento que ustedes brindan a una mujer que busca
trabajo?
-Las trabajadoras llenan una solicitud diciendo qué salario
quieren ganar, qué actividad desarrollan mejor, cómo es el trabajo
que buscan, porque ahora se da mucho que quieran emplearse por día,
porque se dan cuenta que trabajar dentro de la casa significa muchas
horas de labor y mucha explotación. Pero el trabajar por día es muy
problemático también, porque las señoras no pagan el jornal que la
trabajadora quiere, y muchas contratan por un solo día y quieren que
en ese lapso se haga la limpieza de toda la semana.
-¿Cómo viabilizan esa labor?
-Nosotras tenemos nuestras redes. Por ejemplo, las patronas
se enteran por los medios o por otras patronas sobre la existencia
de las redes de las trabajadoras del hogar, y ellas también van
haciendo sus redes de comunicación. Entonces a las que se acercan
aquí tratamos de colocarlas en mejores condiciones y, por ejemplo,
hablamos con la patrona, preguntamos cómo maneja el día festivo, la
alimentación, el horario, y le decimos cuánto cuesta toda la
actividad que ella pretende que se haga.
-¿Esto no ahuyenta a la patrona?
-Sí, muchas veces nos dicen: “Déjame consultarlo con mi
marido, que el salario es mucho”, y si no les gustó ya no nos llaman
de nuevo.
-Pero también debe haber mucha gente que quiere hacer las cosas
bien...
-Sí, también, es cierto. Nosotras tenemos un mecanismo para
darles tranquilidad a las patronas, pero exigimos lo mismo para las
trabajadoras.
-De
cierta forma, el Estado es cómplice de toda esta situación de
explotación…
-El Estado sabe que es un sector importante, porque no
estamos hablando de mil trabajadores del hogar sino de casi 2
millones.
Entonces creo que sí, también desde ese ámbito se nos
ningunea.
Hemos encontrado instancias como la Comisión de Derechos
Humanos del D.F. que han impulsado la campaña de derechos para
las trabajadoras del hogar, y eso nos ha permitido fortalecer la
organización como tal. Pero exigimos que los responsables de la toma
de decisiones se hagan cargo de velar por los derechos del
trabajador y la trabajadora del hogar.
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