25
de noviembre
Día Internacional
contra la Violencia hacia las Mujeres
La violencia más global
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La
violencia doméstica, el acoso en el trabajo, la mutilación
genital, la violación y la tortura sexual, la
instrumentalización de la mujer como trofeo de guerra... las
formas de violencia contra la mujer son innumerables y cada
una de ellas se presenta de múltiples maneras y en distintos
grados de intensidad. El 25 de noviembre se celebra el Día
Internacional contra la Violencia hacia las Mujeres,
celebrado desde 1981 y reconocido por la Asamblea General de
Naciones Unidas en 1999. Un día para la concienciación de la
sociedad y los gobiernos, un día para la reflexión y el
trabajo en pos del fin de la injusticia “de género”, un día,
en definitiva, para recordar a todas las mujeres del mundo
que no han de ser las víctimas de nadie.
Se llamaban Minerva, Patria y María Teresa
Mirabal y fueron asesinadas el 25 de noviembre de 1960 por
militares del régimen de Trujillo, en la República
Dominicana. Tenían un amplio historial de lucha social y se
dirigían a la cárcel a visitar a sus familiares, encerrados
por estar involucrados en la misma lucha. Sus muertes se
convirtieron en símbolo en 1981, cuando las asistentes al
Primer Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe,
celebrado en Colombia, decidieron convertir esa fecha en el
Día Internacional contra la Violencia hacia las Mujeres.
Pasarían aún 18 años antes de que la Asamblea General de la
ONU aceptara incluir la fecha en su calendario ante la
petición de los representantes de República Dominicana y le
diese a este día la dimensión mundial que merece.
Son tres nombres que representan el sufrimiento y
victimización de millones de mujeres. Podemos recurrir a
estadísticas, datos no faltan: 130 millones de niñas y
adolescentes en todo el mundo han sido objeto de mutilación
genital; una de cada cinco mujeres es víctima de violación o
de intento de violación una vez en su vida; entre el 25 y el
75% de las mujeres –dependiendo del país– sufren agresiones
físicas o psicológicas en el entorno familiar... y así
podemos seguir, poniéndole números y quitándole humanidad a
uno de los problemas globales más ignorados por las
sociedades del mundo actual.
La cara más conocida del problema, y quizá más
combatida, es la violencia familiar; lo cual es bastante
lógico si tenemos en cuenta que la violencia en el hogar es
la principal causa de las lesiones que sufren las mujeres
entre 15 y 44 años de edad en el mundo, según un estudio
realizado por Naciones Unidas. Concienciados del problema a
fuerza de las presiones de los grupos feministas y las
cifras anuales de muertes femeninas a manos de sus parejas,
los gobiernos de todo el mundo han empezado a potenciar
distintas políticas para hacer frente al problema. Es un
paso... pero sólo eso, un paso.
Las raíces del problema de la violencia contra
las mujeres están tan hundidas en la historia que se
confunden a menudo con tradiciones y culturas. Desde que los
estudios feministas empezaron a intentar sacar a la luz los
orígenes de la discriminación y la subestimación que subyace
a toda forma de violencia, los estudios sociológicos han ido
haciéndose eco de sus resultados y se han alcanzado
conclusiones espeluznantes. Una de las más impactantes es
que todas las mujeres, tanto las que han sufrido agresiones
como las que no, viven bajo la presión de esta amenaza,
presión que influye en la mayoría de sus conductas en la
vida cotidiana. Así, la violencia, o la amenaza de la misma,
entendida como sistema de control de la estructura
patriarcal del mundo parece ser una realidad mucho más
demostrable de lo que gustaría reconocer a hombres y
mujeres.
En contra de la lucha contra las ideas machistas
del patriarcado, la idea despectiva que se tiene del
feminismo. Los tópicos falsos como que ya existe una
igualdad entre hombres y mujeres en los países occidentales
impiden un avance real en este campo. Acaso no sufren
maltrato doméstico más mujeres en Finlandia que en Colombia
o en Nicaragua (un 40% de las finlandesas frente al 20% de
las colombianas y el 32% de las nicaragüenses). Ante estas
realidades, existe la costumbre de negar la dimensión social
del problema culpando del maltrato a la inestabilidad
psicológica del agresor, pero está más que demostrado que el
95% de los agresores no sufre ningún trastorno psicológico
que “justifique” su comportamiento criminal.
La excusa del “desequilibrio” del agresor, a la
que se recurre asiduamente, se desmorona del todo al
examinar otras formas de agresión al sexo femenino
trágicamente tradicionales, como la violencia contra la
mujer en los conflictos bélicos. Cada guerra de la historia
viene acompañada de abusos brutales de mujeres durante y
después del conflicto. La realidad sobrepasa cualquier
clasificación por nacionalidades o momentos históricos. El
hombre del bando ganador ha violado sistemáticamente a la
mujer del bando vencido como “recompensa” a su lucha, como
“trofeo” de la misma, humillándolas y arrebatándolas su
dignidad con el uso de la fuerza. Ni las terribles
experiencias que conlleva vivir una guerra, ni el entorno
violento al que se han acostumbrado los soldados pueden
justificar las brutalidades que se han cometido en este
contexto.
Los ejemplos y formas de abuso y agresión son,
como decíamos al principio, innumerables. De ahí la
importancia de este día internacional. De ahí la necesidad
de que no se quede en un par de actos minoritarios. Los
gobiernos tienen la obligación de elaborar planes integrales
contra la violencia hacia la mujer y estos deben pasar,
obligatoriamente, por una educación en la igualdad. Con esto
no nos referimos a incluir una asignatura sobre la igualdad
de sexos, sino a un plan educativo completo que revise desde
la forma de enseñar historia del mundo hasta los
comportamientos del profesorado ante este tema.
Un día para la mujer, en definitiva, pero también
para el hombre. Unos y otros somos sujetos y objetos de una
sociedad que pide cambios a gritos. Es necesario un cambio
en la actitud de muchos hombres, pero también en la
percepción que la mujer tiene de sí misma, de sus
capacidades y, ante todo, de sus derechos.
Paola Álvarez
Agencia de Información Solidaria
25 de noviembre de 2004
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