En Argentina, en el año 2010, fueron asesinadas 260
mujeres. Hubo once incineradas. Los esposos, parejas o “ex” fueron los homicidas
de 167 de ellas. El aumento de muertes por género fue de un 12,5 por ciento en
relación al año 2009.
Más de 4.500.000 mujeres en ese país son víctimas de
violencia sexista en algunas de sus manifestaciones, todos datos extraídos del
informe del observatorio de medios de la ONG “La casa del encuentro”.
En enero de 2010,
375 personas presentaron denuncias a la oficina de violencia doméstica de la
Corte Suprema de Justicia de la Nación, según datos oficiales de la misma. Un
año después fueron 675; el 78 por ciento de las denuncias provenían de mujeres.
Desde la década
del 70 comenzó a usarse en Inglaterra el término femicidio para designar
el asesinato misógino de mujeres cometido por hombres. Pretende destacar que no
se trata de un homicidio cualquiera sino de uno signado por la inequidad de
género.
La Corte
Interamericana de Derechos Humanos define el femicidio como “el homicidio de una
mujer en razón de su género”.
Durante el año
pasado se instaló una nueva modalidad de femicidio: la incineración. Ada Rico,
presidenta de la ONG citada afirma que este modo de matar conviene a los
victimarios porque el fuego arrasa con las pruebas y la mujer antes de morir
tiene pocas posibilidades de denuncia porque se encuentra en coma inducido para
evitarle dolor.
Entre febrero de
2010 y febrero de 2011 se agudizaron (o se hicieron más visibles) los femicidios
por incineración alcanzando a 14 mujeres. En el año 2009 se habían contabilizado
6.
Durante todo el
2010, fueron incineradas 20 mujeres, la mitad murieron y la mayor parte de las
supervivientes están internadas.
Según la
coordinadora Fabiana Túñez de “La casa del encuentro” todo comienza con
la violencia de género. El hombre asume un poder absoluto de dominio y control
sobre una mujer que considera suya; se siente habilitado a ejercer violencia
sobre ella, sobre todo a “castigarla” cuando él lo cree necesario. Esta clase de
violencia con raíces culturales y sociales profundas, retrotrae a la época en
que las mujeres no tenían derecho alguno. Desterrar esta violencia contra la
mujer en razón de su género forma parte de la lucha por los derechos humanos más
elementales.
Parlamentarios y
especialistas coinciden en que los agresores tienen un problema de
“naturalización de la violencia”. Hay quienes se acostumbraron a ver “natural”
la subordinación de género y el estereotipo de la mujer objeto sexual. De allí a
los asesinatos y a la trata de mujeres hay sólo un paso.
En el Congreso los diversos proyectos de leyes presentados
para detener esta clase de violencia comenzaron a provocar polémica.
La diputada Cecilia Merchán presentó, este año, un
proyecto de ley para la incorporación del delito de femicidio al Código Penal,
aunque no lo nombre como tal. Este proyecto impone como pena máxima la reclusión
perpetua para los femicidas; crea como nuevo agravante del homicidio que el
asesino sea cónyuge, pareja o ex; impide al Juez la aplicación de atenuantes
como la “emoción violenta” si hubo violencia de género; establece la aplicación
de la pena máxima en el delito de lesiones si fue consecuencia de esta
violencia.
Sin embargo, otra corriente de opinión entiende innecesaria
la creación de este delito porque la conducta estaría incluida dentro del
homicidio agravado y el aumento de las penas no lo ven efectivo.
Por su parte, el
diputado Gustavo Ferrari presentó su proyecto de reforma integral
sobre la violencia de género. De esta iniciativa se destaca la creación de un
subsidio estatal para las víctimas que les permita cortar el círculo de
dependencia con el victimario; la elaboración de un registro de hombres
violentos para uso de los jueces; la penalización de la violencia psicológica;
la modificación de normas procesales para evitar la revictimización durante el
juicio.
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