Mujer y
violencia doméstica
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Más de 60 millones de mujeres y
niñas mueren al año a manos de sus maltratadores, según
Unicef. La violencia doméstica produce al año más casos de
invalidez que la malaria, los accidentes de tráfico o las
guerras. Son cifras que deberían hacernos reaccionar, sin
embargo la violencia contra la mujer no disminuye y se da
tanto en los países ricos del Norte como en los empobrecidos
del Sur y en todas las clases sociales.
En Estados
Unidos, por ejemplo cada nueve segundos una mujer es
maltratada por su pareja y, en España, ya son cerca de 60
mujeres las que han muerto por esta causa.
La violencia
doméstica es una de las fórmulas más crueles ya que el autor
del maltrato es una persona de la propia familia. Este tipo
de violencia acaba con la autoestima de las mujeres o los
menores que la sufren. Es, emocionalmente, un trauma que
anula la personalidad y la capacidad de reacción de las
víctimas.
Una
de cada tres mujeres es víctima de malos
tratos en cualquier parte del mundo.
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Las Administraciones y la
Justicia buscan soluciones con leyes más rigurosas, órdenes
de alejamiento, divorcios express o juicios rápidos.
Sin embargo, las mujeres siguen sufriendo la violencia de
sus compañeros sentimentales bien sea física o psicológica.
Una de cada
tres es víctima de malos tratos en cualquier parte del mundo,
según los últimos informes de organizaciones
internacionales. Habría que dar especial atención a las
mujeres discapacitadas.
Un estudio
realizado en España revela que tres de cada diez mujeres
discapacitadas son o han sido víctimas de malos tratos.
Es difícil
llegar a comprender por qué una mujer que es maltratada por
su pareja permanece a su lado. En muchos casos, se
defienden, sus familias dependen económicamente del
maltratador. Las medidas para la lucha contra la violencia
doméstica, por tanto, deberían ir encaminadas a la
independencia y seguridad económica de las víctimas y sus
familias. Leyes, seguridad e independencia económica no
supondrán una verdadera solución si no van acompañadas de
una educación en valores de respeto y de igualdad entre
sexos.
Lograr el
acceso a la escuela de las niñas será otra vía para acabar
con la violencia de género. Una niña que tiene posibilidad
de estudiar tiene más oportunidades para conseguir un puesto
de trabajo y la independencia económica. Además, conocerá
mejor sus derechos y será la dueña de su cuerpo.
La violencia doméstica se apoya
en una malentendida memoria histórica, donde las mujeres
eran seres débiles que debían obedecer al hombre. Ya en la
época de las cavernas, como relata El clan del oso
cavernario de Jean M. Auel, las mujeres podían ser
castigadas por los hombres si estas los miraban a la cara o
hablaban sin su permiso. La historia de la mujer es la
historia de la sumisión y la exclusión de la vida pública.
Hubo que esperar al siglo XX para que la mujer aparezca como
ciudadana de pleno derecho. Hoy, todavía las mujeres, ya
incorporadas al mundo laboral, siguen siendo discriminadas.
Y nacer
mujer significa tener más probabilidad de vivir en la
pobreza y ser marginada.
Las mujeres
son, en muchos casos, las que perpetúan la situación de
desigualdad e, incluso, consideran que la violencia es una
prueba de amor. Pero nada más lejos de la realidad. Los
celos y los maltratos son patologías y no pueden ser
aceptadas socialmente. Hasta ahora, la violencia doméstica,
era un tema tabú. Los medios de comunicación no recogían las
muertes de miles de mujeres a manos de sus maridos y tampoco
la sociedad hablaba de ello. Eran cosas entre parejas y, a
veces, el maltratador era considerado “todo un macho”. La
violencia de género pone en evidencia la debilidad del
agresor y la sociedad no puede convertirse en su cómplice.
Si la humanidad ha acabado con situaciones injustas por
cuestiones de raza o de sexualidad y ha superado las ideas
en las que se apoyaba la esclavitud, tenemos que
convencernos de acabar con la lacra de la violencia de
género.
Ana Muñoz
Centro de Colaboraciones
Solidarias
8 de diciembre de 2005
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