La segmentación social
en las grandes ciudades convierte a muchas en espacios cada vez más
peligrosas para las mujeres.
Las ciudades de México,
Bogotá y San Salvador se han convertido en un espacio peligroso y
violento para las mujeres, llenándolas de miedo y cercenando sus derechos
ciudadanos, mientras que, en Santiago de Chile, ellas transitan un camino
que va de la violencia privada a la pública, y viceversa. Sólo en el Distrito
Federal, en México, una de las capitales más grandes del mundo, 20 por
ciento de las mujeres que salen a trabajar o a estudiar han recibido agresiones
que van del hostigamiento y el abuso, a la violación sexual en la calles o en el
trabajo, en el transporte o en la escuela. Se trata de más de un millón de
jóvenes y adultas que viven violencia de género, según la estadística oficial.
Y ello sin considerar que hasta 48 por ciento de ellas son
víctimas de violencia en sus respectivas casas.
Datos del
Instituto de las Mujeres del Distrito Federal confirman que esta ciudad ocupa el
primer lugar en lo que se denomina violencia comunitaria, o sea, la de espacios
públicos. Cifras similares se viven en Bogotá y empiezan a crecer en
Río de Janeiro y Brasil, según expertas. "La criminalidad no surge en
forma espontánea. Es el resultado de una sociedad desigual y exclusiva y de la
falta de control institucional y social", sostiene Liliana Rainero, de la
Red Mujer y Hábitat.
Explicó que hay ciudades totalmente segmentadas, con espacios grandes y
solitarios, donde ellas arriesgan todo.
"Las ciudades, su equipamiento urbano, la manera como se planeó el
transporte, no fueron pensadas para las mujeres", comentó.
Como afirmó a SEMlac
la peruana Diana Miloslavich Túpac, la creciente migración del campo a la
ciudad, la incorporación de ellas a la educación, al trabajo, a la vida
comunitaria, sorprendió al modo como se estructuraron las ciudades y estas
resultan hostiles a este sector de la población. Según la arquitecta Ana Falú,
presidenta del Fondo de Naciones Unidas para la Mujer (UNIFEM) en el Cono
Sur, este problema crece y se multiplica, por lo cual preocupa a gobiernos y
ciudadanas de América Latina.
Por su parte,
Giulia Tamayo, responsable de la Campaña sobre la Violencia contra las
Mujeres, de Amnistía Internacional en España, advirtió que, en los
espacios públicos no podrá pararse la violencia que afecta material y
simbólicamente a millones de mujeres, si no se conjugan medidas de seguridad con
la democracia y programas emergentes que enfrenten la desigualdad y la pobreza.
Rainero
explicó a SEMlac que
en 2030 se calcula que dos terceras partes de la humanidad vivirán en ciudades
en todo el mundo.
"Es una nueva era
urbana de riesgo y criminalidad que afecta diferenciadamente a hombres y mujeres",
advirtió.
Rosa Emilia Salamanca,
de la Corporación de Investigación y Acción social y Económica de Bogotá, afirmó
que si bien la criminalidad y el narcotráfico han convertido a las ciudades en
un peligro para todos, las mujeres -habitantes recientes del espacio público,
que consiguieron sus derechos al trabajo y a la escuela- no van a participar en
política, porque viven con miedo. En San Salvador, a juicio de la
ingeniera y concejala de San Salvador, Gema Chacón, las cifras de
violencia afectan a una de cada tres mujeres, por lo que las medidas
tradicionales de atención y procuración de justicia empiezan a ser
insuficientes.
Programa
El programa de ciudades
seguras para las mujeres nació por iniciativa de la Red Hábitat y desde hace
tres años se promueve entre gobiernos y organizaciones civiles por UNIFEM,
con fondos de la cooperación española. En él participan las ciudades de
Rosario (Argentina), Santiago de Chile, Bogotá
(Colombia) y, recientemente, ingresaron Ciudad de México y San
Salvador. "El proceso de globalización afecta y cambia la vida de las
grandes ciudades.
En ellas conviven
la diversidad, la inequidad, la segregación, la fragmentación social y el temor",
asegura Falú.
En las ciudades hay un
conjunto complejo de dimensiones que "nos confronta", resultan espacios cada día
más violentos y, si bien es un hecho que afecta a hombres y a mujeres, ellas
viven la urbanidad de manera diferente. La consejala comentó a SEMlac que
a la violencia tradicional de hurtos, robos, asaltos y violaciones sexuales, se
suman la percepción y el miedo, que en las mujeres significa dejar de participar
en política, en las acciones comunitarias e incluso, puede determinar el
abandono de la escuela.
En América Latina se
trata de una emergencia, dice Rainero, al indicar que 82 por ciento es
población urbana, que vive en ciudades marcadas por fuertes desigualdades entre
hombres y mujeres, limitadas estas últimas en sus derechos de ciudadanas. "Este
problema, ahora visible, no puede dejarse sólo en manos de medidas policiales o
aumento de penalidades; no puede dejarse en manos de los gobiernos; las mujeres
hoy tienen que actuar también en este campo", dijo Ximena Machicao, de
La Paz, Bolivia.
Ciudades seguras para las
mujeres
La apuesta por ciudades más
democráticas y de mejor convivencia lleva implícita, como condición sustancial,
la erradicación de la violencia de género así como el empoderamiento de ellas
para la promoción de su ciudadanía y el pleno ejercicio de sus derechos humanos,
afirmó Malú Micher, directora del Instituto de las Mujeres de la
Ciudad de México. Micher identificó que la violencia ya no solamente
es grave en los espacios privados, sino en los públicos, como la calle, los
lugares de trabajo, educativos, de recreación y de socialización en general.
No es exclusiva de un tipo de mujer, por su edad,
sus características físicas, su condición económica y cultural, por su identidad
social o preferencia sexual y tiene impacto en sus vidas, por sufrir un daño
físico, psicoemocional, patrimonial; que se da por el hecho de ser mujeres y que
puede llevar hasta la muerte. Explicó que por el Distrito Federal transitan cada
día más de 15,7 millones de personas que residen, trabajan y la visitan.
De estas, al
menos más de la mitad son usuarias de los servicios y equipamientos urbanos, por
lo que se instauró el Programa Viajemos Seguras, a fin de prevenir, atender y
sancionar la violencia sexual cometida contra las que viajan en transporte
público.
Para este proyecto
se ha tomado en cuenta que, según la Encuesta Nacional sobre la Dinámica en los
Hogares 2006, cerca de un millón de mujeres declaró haber sufrido uno o más
tipos de violencia comunitaria.
"Uno de los objetivos del
programa es, precisamente, reflexionar y convencer a los gobiernos de actuar con
una perspectiva diferente", dijo finalmente Falú.
Sara Lovera
SEMlac
26 de septiembre de 2008
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