¿Es segura la nanotecnología?

Varios informes recomiendan investigar más los efectos de las nanopartículas en la salud

 

La nanotecnología está llegando al mercado por diferentes frentes, desde pastas de dientes y cremas con filtro solar, hasta lavadoras, neveras, pinturas y limpiacristales. Es una irrupción largamente vaticinada y, por tanto, no debería causar sorpresa. Pero muchos se preguntan si no se debería, antes que nada, aclarar qué efectos tienen las nanoestructuras sobre la salud humana y el medio ambiente. Informes de las Naciones Unidas, de la Royal Society británica o de la UE coinciden con grupos ecologistas en admitir que el conocimiento sobre estos efectos es aún escaso. Además, planea el fantasma de la vieja polémica en torno a la biotecnología y los transgénicos. Nadie quiere tropezar con un rechazo del público a la nanociencia.

 

La nanotecnología es el control de la materia a escalas de entre 1 y 100 nanómetros -millonésimas de milímetro- e implica la fabricación de estructuras tan pequeñas como moléculas, invisibles al ojo humano. El interés de lo nano está sobre todo en que las propiedades de un material a esas escalas son muy distintas que a dimensiones macro, y el mercado ha empezado a aprovecharlo. Por ejemplo, las nanopartículas de dióxido de titanio bloquean la radiación ultravioleta pero son invisibles, lo que las hace idóneas para cremas solares. También hay nanocristales de hidroxiapatita, el componente principal de la dentina de los dientes, que ya se añaden a dentífricos -presumiblemente refuerzan la dentina-. Hay una lavadora que utiliza nanopartículas para esterilizar la ropa y una nevera en la que se combaten así las bacterias. Y hay nanotubos de carbono, irrompibles pero ligerísimos, para reforzar raquetas de tenis; y más dióxido de titanio para ventanas que se limpian solas...

 

La lista es larga, pero según las previsiones no es más que el tímido principio de la invasión de lo nano en el día a día. Se espera que las futuras aplicaciones multipliquen la eficiencia de las fuentes de energía renovable, impulsen la medicina regenerativa o aceleren el desarrollo de ordenadores más potentes. Un informe de octubre de 2006 del consorcio europeo Nanoforum señalaba: "El principal potencial [de la nanotecnología] provendrá de las fuertes inversiones en investigación en un tipo de nanociencia que aún no ha alcanzado al consumidor".

 

Sobre estas expectativas hay pocas dudas. La pregunta es otra: ¿se está investigando todo lo que se tendría que investigar en nanotecnología? El informe anual de las Naciones Unidas de 2006 sobre el medioambiente califica a la nanotecnología de "desafío emergente": "Tiene un enorme potencial para generar beneficios sociales, económicos y medioambientales (...) Sin embargo, su impacto ambiental es en gran medida desconocido (...) Hace falta una investigación más sistemática, y políticas (de control público) específicas para el sector". Estados Unidos y Europa dedican 7.700 millones de euros a investigar beneficios potenciales de la nanotecnología, pero sólo 30 millones de euros a evaluar sus riesgos.

La alarma del 'Magic Nano'

 

En mayo de 2006, un Eurobarómetro reveló que el 40% de los europeos cree que la nanotecnología mejorará su vida en los próximos 20 años; para el 13% no tendrá efectos; el 5% cree que empeorará las cosas; y el 42% no se define. "¿A qué grupo se unirán los que ahora no saben?", se preguntaba en un congreso sobre nanoseguridad en Helsinki el director general de Salud de la Comisión Europea. "Hay mucho en juego. Corremos el riesgo de que haya más peticiones de moratoria o incluso de que se repita lo ocurrido con los transgénicos". La asociación canadiense ETC ya ha pedido una moratoria para los productos nano. Greenpeace pide más estudios sobre los efectos de las nanopartículas. La alerta desatada hace un año en Alemania y Suiza con dos productos domésticos -Magic Nano y Finy- que usaban el término nano en su promoción reafirmó los temores de los ecologistas. Más de 100 usuarios de ambos productos, que se aplicaban como aerosol, se quejaron de náuseas, dolores de cabeza y en el pecho y problemas respiratorios. Los productos se retiraron del mercado pero no contenían ningún tipo de nanopartícula.

 

 

También la Real Sociedad y la Real Academia de Ingeniería británicas han declarado que es un motivo de "seria preocupación" la lentitud de su Gobierno a la hora de "reducir la incertidumbre en torno a los impactos ambientales y sobre la salud de los nanomateriales".

 

La UE hace autocrítica

 

Las conclusiones de un congreso sobre nanoseguridad organizado en Helsinki en octubre de 2006 por la Comisión decían: "Los nanomateriales son pequeños comparados con las barreras naturales del organismo a los objetos extraños. Además, pueden tener propiedades nuevas comparadas con las de la misma sustancia en su forma macro. Los científicos son aún incapaces de predecir estas nuevas propiedades. Debemos acelerar la caracterización [de los nanomateriales] y buscar diseños seguros para evitar que los riesgos desconocidos obstaculicen el desarrollo de las nanotecnologías".

 

Se sabe que las nanopartículas, una vez en el organismo -tras haber sido inhaladas, ingeridas, inyectadas o absorbidas por la piel- pueden atravesar la barrera hematoencefálica, que evita que sustancias potencialmente tóxicas en el torrente sanguíneo entren en el cerebro. Pero ¿hay realmente motivo de preocupación? ¿Se ha detectado ya algún tipo de efectos de la nanotecnología sobre la salud? La nanotoxicología y la nanoecotoxicología se ocupan de averiguarlo. Sin embargo, para Robert Madelin, director general de Salud y Protección al Consumidor de la Comisión Europa en Helsinki, son disciplinas aún en pañales.

 

Günter Oberdorster, de la Universidad de Rochester (EE UU) y ponente en el congreso de Helsinki, asegura que ya se han medido efectos de nanopartículas sobre la salud. Un ejemplo es su estudio, con ratas, sobre el efecto en el sistema nervioso central de nanopartículas de óxido de manganeso inhaladas. Hallaron que las nanopartículas viajaban rápidamente de la nariz a diversas regiones cerebrales.

 

Según este experto, la mayoría de las nanopartículas serán probablemente inocuas, pero hay que estudiar "caso por caso". No descarta "efectos agudos adversos y consecuencias a largo plazo", y subraya que el que un material sea seguro a dimensiones normales no implica que también lo sea su versión nano.

 

Otro estudio interpretable como advertencia, aunque tímida, es el realizado por expertos de la Agencia de Protección Medioambiental de EE UU con nanopartículas de óxido de titanio de los protectores solares. Los investigadores comprobaron que si añadían estas nanopartículas a células cerebrales de ratas en cultivo, éstas liberaban compuestos tóxicos a largo plazo. Pero nadie sabe aún si el efecto sería el mismo en animales vivos o si las nanopartículas de titanio en las cremas realmente pueden viajar hasta el cerebro.

 

En España, la Plataforma Española de Nanomedicina (Nanomed) ha creado un grupo de trabajo sobre toxicidad y regulación coordinado por Joan Albert Vericat. Pero se refiere sólo a nanomedicina. Es el ámbito, por ejemplo, de los publicitados nanorobots que patrullarían el torrente sanguíneo en busca de invasores o toxinas. "Estamos aún muy, muy lejos de eso", dice Vericat; en cambio sí se ha "discutido bastante" en Nanomed sobre las nuevas técnicas nano de administración de fármacos. Un ejemplo son los dispositivos que una vez en el cuerpo liberan la medicina poco a poco, de forma que ésta se queda más tiempo en el organismo. Para Vericat, evaluar los efectos de esta novedad exige más estudios clínicos.

Mónica G. Salomone

Tomado de www.elpaís.com

10 de abril de 2007

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