En
su último informe, “Recursos Mundiales
2000. La jaqueada red de la vida” elaborado conjuntamente por las Naciones
Unidas, el Instituto Mundial de Recursos y el Banco Mundial, se nos informa que
a nivel planetario desde 1980 la economía
creció 300% y la población creció un 30%, pero que el 20% más rico de esta
población consume el 86% del PBI mundial, mientras el 20% más pobre se
distribuye el 1% del PBI mundial. A su vez refiriéndose a la agricultura
mundial nos dice:
Que
los agroecosistemas ocupan más de 1/4 de la superficie terrestre total.
Que
la agricultura, la forestación y la pesca generan el 50% de los empleos a
nivel mundial.
Que
desde 1970 la producción agrícola se duplicó y la ganadera se triplicó.
Que el 65% de las tierras agrícolas están degradadas.
A
su vez el informe sobre desarrollo humano del PNUD (1999) plantea que:
“60
países se han estado empobreciendo constantemente desde 1980” y “que en la
última década se han concentrado el ingreso, los recursos y la riqueza entre
gente, empresas y países” y
señala asimismo, que una característica destacada en América Latina es la
agudización de estos contrastes.
El
Informe de Desarrollo humano para Uruguay (PNUD, 1999) resaltaba:
“El
tema del territorio y del espacio ha estado ausente por mucho tiempo de las políticas
sociales. Para combatir la marginalidad, la pobreza, la potencial fractura de
los sectores medios y el autoexilio de las clases altas, debemos pensar en forma
urgente en políticas de ordenamiento territorial....”.
Sin embargo este informe se refiere únicamente al Uruguay urbano, lo rural
sigue siendo considerado la marginalidad de lo urbano. En Uruguay la población
rural representa el 9% y concentra
población envejecida y pauperizada. Las necesidades básicas insatisfechas
(al menos una) para nuestro país son del 38%, si nos referimos a población
urbana bajan al 36% y si nos referimos a población rural trepan al 56% (elaborado a partir de Calvo, 2000).
La
coyuntura del agro en nuestro país es muy grave debida al impacto de anomalías
climáticas, a sacudones de la economía mundial y regional que se suman a las
carencias de las políticas nacionales y sectoriales.
Concluir
que el actual modelo de desarrollo es insustentable ecológica, social y económicamente
a todas las escalas parece evidente.
Con
esta composición de lugar concurrí al "X Congreso Mundial de Sociología Rural y al XXXVIII Congreso
Brasileño de Economía y Sociología Rural", que se desarrollaron
conjuntamente entre el 30/7 y el 5/8 en Rio de Janeiro, organizados por
IRSA-SOBER (1). Allí el diagnóstico unánime, fue que el modelo de desarrollo predominante,
está irremediablemente agotado y con él las relaciones entre los hombres y de
los hombres con la naturaleza que entraña. Ante “la
gravedad y pluralidad de los problemas sociales, económicos, ecológicos”
que sufrimos “no alcanzan soluciones
meramente técnicas” se requiere “un
análisis lúcido de la situación que supere la alienación de acciones
socialmente inculcadas e inconcientemente asumidas” (Borges
C, Universidad Federal Rural de Rio de Janeiro). Pastrana S. (México), describió
a la Modernidad como un “proyecto civilizatorio peculiar regido por el antropocentrismo, el
desarrollismo, el urbanicismo, el individualismo y el economicismo”, y
afirmó además, que en este proyecto el hombre pierde historia, pierde cultura,
es un individuo que se congrega y genera multitudes.
Los
mecanismos de superar esta alienación vienen siendo cultivados desde siempre
por hombres y mujeres comprometidos en la búsqueda de construir una sociedad
mejor, cada quien desde su lugar, sumando, albañileando. Lo bueno es constatar
que, a pesar de todos los pesares, esos múltiples esfuerzos se están
imbricando en una amplia red multicolor que se cuela dentro de las
organizaciones e instituciones y las subvierte en el mejor sentido de la
palabra, tendiendo puentes entre gentes diversas y alimentando de pluralidad y
participación los ámbitos académicos. La extensión y la investigación están
reformulándose desde estos nuevos significados, se escuchan planteos de “abandonar
la investigación temática, reestructurar las ciencias agrarias de América
Latina más allá del desarrollismo, la modernización y la exclusión...,
quebrar la vieja cultura institucional que históricamente ha ignorado a los más
amplios sectores rurales” (Rarera
C., PESAGRO, Brasil).
En
el congreso hubo mucha gente,
antropólogos, geógrafos, sociólogos, economistas y agrónomos, trabajando
fuerte y en equipo y en alternativas a esta postmodernidad concentradora,
excluyente y destructiva. Aplicando enfoques sistémicos, practicando la
transdisciplinariedad y las visiones integradoras, superando reduccionismos
varios y apostando a construir desde las sinergias y la complementariedad;
sumando aportes de las distintas disciplinas, integrando a los actores sociales,
trabajadores, campesinos, trabajadores sin tierra, mujeres, para construir un
camino nuevo con ellos.
Allí
se presentaron iniciativas de trabajos integradores, cultores de las sinergias y
las complementariedades, desde Brasil a Nueva Zelanda, pasando por México,
Ecuador y el resto de América Latina sin esquivar a los EE.UU. Sumando dentro
del medio académico, abriendo brechas en los límites de las “chacritas” temáticas del conocimiento, derribando muros e
integrando a la comunidad.
En
este congreso mundial de académicos, investigadores, docentes y extensionistas,
los sin tierra, los campesinos de América Latina y los trabajadores de Brasil
fueron convocados, y hablaron con voces claras y firmes, desde una praxis
nutrida de sabiduría popular pero también de lo mejor de la producción
intelectual citando a Darcy Ribeiro, Floristán Fernández, Caio Prado Jr. y
muchos otros, demostrando lo poderosa que puede
resultar una adecuada mezcla de teoría y práctica. Plantearon su visión y
propuestas con convicción y confianza en el futuro:
Organizar
y sumar esfuerzos, creatividad y propuestas de los diferentes actores
sociales, creando espacios interculturales que den cabida a las diversas
etnias, a las propuestas de género, a los intereses de las distintas
generaciones, a lo urbano y lo rural.
Conocer
nuestra realidad actual y el proceso histórico en que está inserta, para
cambiarla a favor de los más que tienen menos.
Construir
una nueva teoría a través de la investigación y una nueva práctica que
se potencien.
Usar
el territorio de forma multifuncional, especialmente del espacio Rural.
Apostar
a la solidaridad continental para enfrentar la exclusión y la globalización.
Tal
vez el mejor resumen del significado de esta reunión multifacética dónde la
diversidad, la esperanza y la lucha por transformar la realidad en otra, más
propia, más justa, más incluyente, más feliz, fueron una constante, sea la
frase de Abelar Piseta contestando a quienes proclaman el fin de la historia:
“Debajo de las
cenizas hay brasas que al retirarlas arderán”.
Creo
que lo mejor de este congreso, aún más que la enorme oportunidad de aprender,
en sentido holístico, es que genera optimismo, desmenuza lo mejor de cada uno
para construir nuestra historia.
Autora:
Patricia Acosta
Ingeniera Agrónoma (Uruguay)
© Rel-UITA
(1) IRSA: International Rural sociology Asociation
SOBER: Sociedade Brasileira de Economia e Sociologia Rural
UITA - Secretaría Regional Latinoamericana - Montevideo - Uruguay
Wilson Ferreira Aldunate 1229 / 201 - Tel. (598 2) 900 7473 - 902 1048 - Fax 903 0905