Viraje en la política agrícola alemana

Apuesta todo a la

producción ecológica

 


Los primeros casos detectados en Alemania de la enfermedad de la vaca loca, precipitó la sustitución del ministro de Agricultura. Lo suplantó una representante del Partido Verde, aliado de los socialdemócratas en el actual gobierno. El resultado, por ahora, es un rediseño de la política agropecuaria que enfatiza en la calidad y en el respeto del consumidor y el ambiente. Tal vez un presagio de cambios que se podrían producir a nivel europeo.


Cuando la ecologista Renate Künast, del Partido Verde, asumió en Alemania el Ministerio de Agricultura y Ganadería, rebautizado como Ministerio de la Protección de los Consumidores, la Alimentación y la Agricultura, en enero de este año, ya estaba declarada en ese país la crisis de la vaca loca. Los consumidores alemanes, como la mayor parte de los europeos, ya no se detenían ante las áreas de los supermercados dedicadas a la venta de carne vacuna, pero cuando llegaban a la de las aves recordaban los pollos belgas a la dioxina, y seguían hasta la de carne porcina, pero una vez allí, y cuando ya estiraban la mano para arrebatar unas costillitas de cerdo envasadas al vacío, les asaltaba la duda de si aquella enfermedad que trasmite el cerdo se llamaba leptospirosis, o algo muy parecido.

Künast llegó a su cargo, hay que reconocerlo, para sentarse sobre un polvorín, y es seguro que ningún político alemán le envidia el puesto. Pero eso no impidió que, apenas nombrada, la novel ministra dejara bien claras sus principales líneas de trabajo. “Estamos ante una montaña de basura”, dijo, por ejemplo, refiriéndose a los alimentos industriales. “Debemos devolverle el apetito a los alemanes”, declaró poco después, dibujando con un plumazo la intensidad de la desconfianza de los consumidores ante los alimentos cada día más industrializados, desnaturalizados de su función esencial que es la nutrición para la salud humana.

¡Achiquen los químicos!

Con sus declaraciones bastante contradictorias con el que venía siendo el discurso oficial desde hacía décadas, Künast fue preparando el terreno para los anuncios que hizo luego, en febrero, ante el Parlamento alemán (Bundestag). El canciller Gerhard Schröder le había dado un gran espaldarazo al anunciar poco antes que “La política agrícola será en adelante analizada desde el punto de vista del consumidor, y no del productor”.

Animada por esta clara toma de posición del gobierno, Künast anunció ante el Bundestag que su objetivo será abandonar la política agrícola tradicional que priorizaba la producción de excedentes: “Calidad antes que cantidad”, sentenció, y agregó que “El escándalo de la vaca loca ha marcado el fin de la antigua política agrícola”. Como para que nadie alentara dudas al respecto, la ministra detalló algunas de las principales medidas con las que piensa volver de cabeza la producción de alimentos agropecuarios en Alemania. Anunció, por ejemplo, que trabajará para que en diez años la agricultura orgánica pase del actual 2,5% al 20% de la producción total. Anunció que se implantará una certificación oficial para los productos “biológicos” u orgánicos, y que los convencionales deberán respetar normas estrictas relativas a los máximos de productos químicos que se podrán utilizar; la crianza intensiva de ganado tendrá una limitación de un máximo de dos bovinos por hectárea; estará prohibido introducir antibióticos en la alimentación corriente de los animales que, a su vez, estará exclusivamente integrada por elementos que aparecerán en una lista oficial de alimentos autorizados para el ganado nacional; se dejará de privilegiar el cultivo de maíz para ensilado y se alentará la producción de vegetales forrajeros; y en el aspecto de las subvenciones más fuertes, anunció que se pasará progresivamente de las actuales primas al tamaño del rebaño y a la cantidad de reses industrializadas a un nuevo sistema de primas por cantidad de hierba disponible para cada animal, con el fin de reducir los rebaños y privilegiar la cría extensiva antes que la intensiva.

La ministra Künast no ahorró ningún elemento de pedagogía para intentar que su mensaje fuese plenamente captado por la población, y llegó a afirmar que, en adelante, la receta de la alimentación de las vacas alemanas deberá ser tan respetada como la que el pueblo teutón guarda celosamente desde hace siglos y considera “sagrada”, que es la de la fabricación de la cerveza. “Nuestras vacas –dijo- no deberán recibir más que agua, hierba y cereales”.

 Europa mira de reojo

Renate Künast anunció que, de todas formas, esas mismas modificaciones de la política agrícola son las que planteará como posición oficial alemana ante el Consejo Agrícola europeo, que se reúne en estos días en Bruselas. “Allí se jugará lo ensencial –dijo Helmut Born, secretario general de la Federación de Campesinos de Alemania (Bauernverband)-. No tendría sentido infligirles medidas tan estrictas a los paisanos alemanes sin generalizarlas a nivel europeo”.

Varios analistas europeos coincidieron en prever intensos enfrentamientos en el escenario de la Unión, y algunos hasta comenzaron a advertir acerca de posibles alianzas para “desmantelar la agricultura productivista”, que tan bien le sienta a las agroindustrias y a los productores más grandes. También es previsible, agregaron, que países tradicionalmente dedicados a la crianza intensiva de ganado como Holanda, Bélgica o Dinamarca, harán frente común para defender su estatus.[1]

Pero Künast también recibió algunas críticas desde su propio campo. Ecologistas franceses, por ejemplo, lamentaron “ciertos silencios de la ministra alemana relativos a dos posibilidades concretas de alentar una agricultura más respetuosa con el ambiente, posibilidades incluso ya abiertas por las últimas reformas de la política europea. La primera es la ‘condicionalidad ecológica’, que permite vincular la ayudas directas (subvenciones) a la aplicación de criterios de producción respetuosos del ambiente, y la segunda es la adopción de un fondo de reserva obtenido por quitas a las ayudas a los grandes propietarios, con el fin de financiar el desarrollo rural sustentable”.[2] Las mismas fuentes estimaron que el camino adoptado por la ministra alemana incluirá larguísimas negociaciones en el escenario europeo antes de poder ser generalizadas.

Al mismo tiempo, en Alemania se prevén duras oposiciones internas provenientes de los sectores acomodados a la actual situación y que, justamente, son los que se benefician del grueso de los 10 mil millones de dólares que Alemania dedica anualmente para subvencionar su producción agropecuaria. Hasta ahora, Künast ha dicho que las ayudas serán distribuidas con nuevos criterios, pero aún no se sabe a quién exactamente les serán reducidas. Cuando eso se sepa, seguramente se producirán intensas batallas sociales, pues los sectores hoy privilegiados defenderán sus prerrogativas.

Eramos pocos...

Cuando terminaba febrero, otro pájaro de mal agüero vino a reforzar imprevistamente las opciones adelantadas por Renate Künast: la fiebre aftosa. Una vez conocidos los primeros focos en Inglaterra, cualquiera podía comprender que el desastre sería imparable en un mercado tan fluido y permeable en el que las mercancías circulan con total libertad como lo es el de la Unión Europea. A ello se agrega la pérdida de tonicidad de los mecanismos de control y de reacción, algo oxidados después de 22 años de ausencia de aftosa en Europa. Al escribir esta información, fin de marzo, en Inglaterra ya se habían detectado cerca de 500 focos de la fiebre, mientras que en Francia, Holanda, Alemania ya se habían detectado focos o comenzaban a registrarse los primeros casos sospechosos. Las dificultades para controlar la extensión de la infección son atribuidas principalmente a las condiciones de “hacinamiento” en el que son criados los animales de granja y el ganado en Inglaterra, donde se aplica un modelo productivista radical. No en vano fue donde también surgieron los primeros casos de vaca loca.

A pesar de que algunas versiones periodísticas anunciaron que el origen del virus era el Cono Sur, más concretamente Argentina, Uruguay y el sur de Brasil, los análisis de las cepas del virus permitieron establecer que su origen es asiático y no americano.

   

Autor: Carlos Amorin

© Rel-UITA

 


[1] Para tener una idea de la intensividad de esa crianza: una certificadora holandesa de carne ecológica, exige que para recibir ese label las vacas deben “gozar de 30 horas semanales de aire libre”, y que en esas horas “deben disponer de por lo menos 30 metros cuadrados de suelo con hierba”. En el Cono Sur, los animales viven al aire libre y cada uno ocupa un promedio de una hectárea (10 mil metros cuadrados).

 

[2] Diario Libération, Francia, 09/02/01.

 

 

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