Uruguay
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Con José María García
Un cura con la mirada
y los pies en la tierra
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En la
Parroquia de Bella Unión, pequeña ciudad ubicada al norte del
país, en la triple frontera con Argentina y Brasil, el cura José
María García se juega por los más débiles, por la agricultura
orgánica, por el desarrollo local y las generaciones futuras. |
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- ¿Cómo surgió tu vocación?
- Cuando uno es niño siempre sueña, y sueña desde el marco de lo
que ve en su casa, en su familia, en la sociedad en la que vive.
Cuando niño soñé tres cosas que me marcaron, una era ser bancario,
en esa época los bancarios ganaban mucha plata y trabajaban poco.
Otro sueño fue ser cura, como manera de brindarme y darme a la
gente. Yo andaba con mi padre arriba de un camión cargando arena y
pedregullo, y siempre pasábamos por un barrio muy pobre de la
ciudad de Salto, el barrio Caballero, y me decía: "Ojalá tuviera
dinero para ayudar a esas familias". Y tuve otro sueño, que creo
fue el primero, que era ser ingeniero agrónomo porque la tierra me
apasiona. Tanto es así que de niño tenía una pequeña huerta en la
casa de una abuela donde plantaba, tenía animalitos, y dedicaba
buena parte de mi tiempo a disfrutar de eso; y en las vacaciones
me iba a la chacra de mi abuela paterna donde hacían horticultura.
Mi padre insistía en que la tierra no servía.
"Nosotros nos fundimos
trabajando la tierra", decía siempre, y me desencantó
de ser agrónomo aunque no apagó mi sensibilidad con respecto a los
temas de la tierra. Soñé con ser bancario, fui bancario, trabajé 5
años en la sucursal de Salto de la Caja Obrera, y un día, para
sorpresa de todos, me fui al seminario para estudiar y ser cura.
- ¿Cuáles han sido tus actividades relacionadas con la fe?
- A los 23 años ingresé al seminario, para formarme en el
sacerdocio y me ordené en 1987. Posteriormente estuve 8 años
trabajando en la Parroquia de San José Obrero, en Paysandú, donde
compartí tareas con los sindicatos y gremios de ese departamento,
dándole a la fe una dimensión social fuerte, como creemos que debe
tenerla. En 1995 viajé a Madrid con una beca para estudiar en la
Universidad de Salamanca, en el Instituto Superior de Pastoral,
haciendo una licenciatura en Teología Pastoral. Allí estuve hasta
octubre de 1997. De paso por Madrid trabajé en una parroquia del
barrio La Elipa, para poder insertarme desde el trabajo en una
sociedad y en una realidad diferentes. También tomé contacto con
otras realidades: estuve 12 días en Ortas, un pueblito de
Palestina, cerca de Belén, tratando de conocer la tierra de Jesús,
y de entender algo del conflicto árabe-judío. Después, en agosto
de ese año, con un grupo de españoles estuve 20 días en Bosnia,
Sarajevo, y otras ciudades reconstruyendo casas destruidas por la
guerra. También fui al sur de Alemania, tomando contacto con los
inmigrantes y con grupos juveniles alemanes; y en marzo de 1997,
en Estocolmo, trabajé durante 15 días con los exiliados
latinoamericanos.
En España pude acceder a las doctrinas y experiencias de distintas
iglesias. Fue muy interesante lo que vi en las comunidades
populares del sur, que es más pobre que el resto del país, con
creyentes que se reúnen en sus casas, que se solidarizan, que en
muchos casos son campesinos.
En octubre de 1997 regresé a Uruguay, a la ciudad de Fray Bentos,
hasta diciembre de 1998. Desde el primero de febrero de 1999 estoy
radicado en Bella Unión.
- ¿Cómo fue el encuentro con Bella Unión?
- Llegué un día de mucha tormenta, de mucho viento y se volaron
varios techos, casas, invernáculos y galpones. La comunidad me
esperaba, la gente andaba con velas, porque se había ido la luz y
había mucha, mucha lluvia. ¿Por qué comento esto? Porque tal vez
fue un poco el presagio de lo que se venía en Bella Unión, un
tiempo de mucha oscuridad. Brasil acababa de devaluar su moneda, y
eso generó una crisis muy grande en todas las industrias de la
zona, que estaban sostenidas por las exportaciones principalmente
a ese país: vinos a través de la empresa Calvinor; los congelados
hortícolas de Green Frozen, conocida popularmente como Calagua.
Esa situación también impactó en la industria azucarera, que es la
principal fuente de trabajo de la zona. A partir de ese momento
comenzó a cambiar totalmente la realidad de la zona. Por eso digo
que esa oscuridad que nos recibió era el presagio de lo que iba a
venir en adelante.
- ¿Cuál es hoy la situación social y económica en Bella Unión?
- A pesar de la oscuridad que estamos viviendo hay pequeñas luces
de quienes de una manera o de otra buscan también encontrar una
respuesta a la crisis que padecemos. Desde hace tres años que
estoy aquí buscando fundamentalmente acompañar a la comunidad, con
una preocupación muy grande acerca de cómo se han ido perdiendo
los valores en la familia, esos valores que nos hacen personas. A
ello hay que sumarle el empobrecimiento de la gente, porque se han
perdido muchas fuentes de trabajo, y se siguen perdiendo a pesar
de la lucha.
Otro elemento importante es el grave empobrecimiento que está
sufriendo la tierra en virtud del uso permanente de insecticidas y
pesticidas, que además está generando problemas ecológicos en la
zona y en la salud de los trabajadores. Sabemos que hay algunas
denuncias, y también de la enorme cantidad de niños con problemas
respiratorios que atiende nuestro hospital. No hay estudios serios
sobre el tema, por lo menos no los conozco, pero es una
preocupación que está mucho en la gente.
Desde el momento en que llegué se me invitó a formar parte de lo
que se llama la Intersectorial, que es una organización que nuclea
a partidos políticos, organizaciones sociales y gremiales y que
tiene como preocupación principal crear oportunidades o
gestionarlas para la zona. Esta intersectorial ha hecho una famosa
marcha del 19 de agosto del año 2000, reclamándole al gobierno la
permanencia de la industria azucarera, no sólo el procesamiento
sino también la producción de caña, que es el sector que mantiene
fundamentalmente la mano de obra entre nosotros.
Recordamos que en la zona lo que en un momento fueron proyectos de
diversificación productiva como, por ejemplo, Calvinor (vino), y
posteriormente el congelado en Green Frozen, han fracasado. De
casi 10.000 hectáreas de caña plantadas, quedan apenas 3.000. De
ahí entonces que la situación de la zona esté muy afectada, en lo
económico, en lo moral, en lo ecológico, pero van surgiendo
iniciativas que apuntan a lograr pequeñas respuestas.
- ¿Cómo ves las perspectivas que presenta la agricultura orgánica
para la zona?
- Creo que es una alternativa sumamente viable por dos razones:
una porque los costos de esa forma de producción son mucho menores
que los de la convencional. En segundo lugar, la gente está
endeudada, no puede ir a los bancos, por lo tanto me decía don
Antonio Soria, un experimentado e influyente productor de la zona,
que es la única manera que tenemos de sobrevivir, porque como no
podemos sacar créditos, ésta es una alternativa que nos permite
empezar a trabajar y a producir. Además es una producción sana.
Poco a poco la gente se va sensibilizando frente a ella, lo prueba
que la gente conversa, y ya hablan del tomate larga vida, dicen
que no tiene gusto. Nosotros hemos tenido la posibilidad de hacer
agricultura orgánica, tenemos una experiencia en una capilla que
queda a 70 km de aquí, en Paso Farías, rumbo a Artigas. Ahí
tenemos un agricultor que tiene un invernáculo y produce en forma
orgánica, tiene flores para el control de determinados tipos de
"bichos". Hace sus abonos, y evidentemente la calidad y el sabor
de sus productos son otra cosa. Por lo tanto creo que para los
pequeños productores de Bella Unión y para las necesidades que
tienen, este tipo de producción es una salida viable. El otro tema
es el cambio de mentalidad, el cuidado de la tierra, el valor
ecológico que ello tiene, que no es nada despreciable y que se
debe cuidar. La gente se va interesando en el tema, no tengo
estadísticas, pero sí la convicción de que cuando la gente
pregunta es un síntoma de que se quiere mirar mas allá de lo
convencional.
- En primavera comenzará una experiencia de caña de azúcar
orgánica promovida por la UITA y otras organizaciones locales, con
el objetivo de interponer la calidad a la cantidad de azúcar que
llega del Brasil. ¿Cómo ves esa iniciativa?
- Recuerdo que cuando el MERCOSUR era aún algo en el horizonte
lejano, un economista dijo que
"El Uruguay no va poder
participar en el MERCOSUR por la cantidad que produzca, pero sí
vamos a competir en la medida que ofrezcamos calidad".
Pensando en el contexto de la zona, de los ingenios azucareros de
Argentina y mucho más de Brasil, con lo enorme que son, solo un
productor planta todo lo que nosotros tenemos aquí. Si nosotros
brindamos una producción de azúcar de caña cualitativamente
diferente, vamos a poder entrar al mercado con un precio que no
necesariamente va a ser el más caro, pero que va a requerir un
cambio de mentalidad, y me da la impresión, incluso, que hasta más
trabajo. Empleados del ingenio CALNU, plantearon la posibilidad de
armar un pequeño ingenio azucarero con un trapiche, una pequeña
caldera y alguna cosa más y ya podemos producir azúcar ecológica u
orgánica. La gente del sindicato de los cañeros, UTAA, también
está pensando en la misma línea.
Esto apunta a dos cosas fundamentales: la posibilidad de ser
viables, que es lo que nuestra gente está buscando, poder comer,
pagar la luz y el agua; no hablemos ya de la salud que es un tema
sumamente grave. Se habla de 300 cortes del suministro de luz al
mes, lo cual ya no se sostiene, y no es que la gente no quiera
pagar, sino que no tienen forma de hacerlo.
- ¿Por qué entonces no desarrollar un movimiento para promover la
agricultura familiar, ya que casi toda la gente de la zona tiene
su chacra, o un pedazo de tierra?
- Yo lo veo muy bien, al punto que en la Mesa de Uruguay Rural
donde participamos, se nos ha planteado trabajar en esa línea para
desarrollar un proyecto de subsistencia familiar: leche, pollos,
verduras y al mismo tiempo comercializar o trocar el excedente.
- Ya que mencionas el trueque, ¿qué pensas de las experiencias que
se están desarrollando en Argentina y Uruguay?
- Acá en Bella Unión hay un pequeño club de trueque que está
funcionando desde hace un año, incluso hay gente de la comunidad
participando en eso. Creo que es muy importante, ya que intenta
quitarnos la mentalidad capitalista de que sólo con el dinero
resolvemos los problemas, además contribuye a valorar lo que el
otro hace, a entender el intercambio no como comercialización,
sino como el compartir, que es totalmente diferente y para eso se
necesita todo un cambio de mentalidad. Apuesto por todas esas
cosas alternativas, porque son fundamentales para alcanzar la
sociedad nueva que queremos. Economía de comunión le llaman
algunos, economía solidaria, le llaman otros; pero creo que todo
apunta a que la gente pueda poner sus capacidades, sus
conocimientos, sus pocos bienes al servicio de los demás y saber
recoger del otro, lo que el otro es capaz de dar.
- ¿Cómo ves la posibilidad de generar un desarrollo regional en
esta zona de triple fronteras?
- Puede ser una cosa muy importante pensando en que aparentemente
el MERCOSUR tiene escasas posibilidades de sobrevivir. El MERCOSUR
se ha gestado sobre claves capitalistas que no van a permitir que
los más necesitados puedan cambiar su situación. Creo que la
experiencia de una integración zonal de tres fronteras puede
contribuir para el fermento de un MERCOSUR diferente. Tenemos la
facilidad de las distancias, tal vez la comunicación con Monte
Caseros (Argentina) no es tan fluida porque el río (Uruguay) es un
obstáculo físico, pero tampoco es algo que impida la comunicación.
Además, hay relaciones humanas e institucionales que están ya muy
marcadas y que han avanzado en realizar cosas en común.
- ¿Estos planteos se contraponen con los lineamientos del ALCA?
- Evidentemente que sí. Desde esos espacios nunca vamos a
encontrar respuesta a las necesidades de la gente. Lo que se
pretende son respuestas estructurales a otros intereses, los
cuales van afectar directamente a los más débiles. El ALCA no va a
tener como prioridad mantener las fuentes de trabajo de nuestra
gente sencilla. Nuestras pequeñas iniciativas locales apuntan a
ese lado más débil. Ahora bien, la pregunta es: ¿hasta dónde esos
grandes tratados van a bloquear las posibilidades de crecimiento
de esas pequeñas experiencias? Mientras tanto, en Argentina,
Brasil y Uruguay, esas iniciativas van creciendo.
Me parece que a pesar de tanta oscuridad, de tanta queja, de
tantos problemas, es hora de activar nuestra creatividad, de
recuperar nuestros valores para no sentirnos vencidos, y si nos
unimos podemos hallar esas pequeñas luces que nos irán permitiendo
vivir hoy y hacer pequeñas proyecciones para mañana. Sobre todo
pensando en las generaciones que vienen. Hoy los adultos le
estamos diciendo a las futuras generaciones que no tienen lugar.
Pero, bueno, aquí estamos, tratando de poner el corazón en lo que
hacemos, en esta vida de cura que hoy llevamos buscando también
que la vida del cura no sea como en otros tiempos se entendía,
dentro de la sacristía, sino
sabiendo que nuestro hacer
y decir tienen una dimensión social y política muy fuerte, y que
nuestro no hacer y no decir, también tienen una dimensión social y
política muy fuerte.
Autor:
Leonardo de León
©
Rel-UITA
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8
de octubre de 2002
UITA
- Secretaría Regional Latinoamericana - Montevideo - Uruguay
Wilson
Ferreira Aldunate 1229 / 201 - Tel. (598 2) 900 7473 - 902 1048 -
Fax 903 0905
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