Entrevistas con

Pedro "Beto" Viera

Este trabajo contiene dos entrevistas a un mismo personaje. Ambas fueron realizadas en las afueras de Bella Unión, una ciudad ubicada en el extremo norte del Uruguay, pero la primera fue en setiembre de 2000, y la segunda en abril de 2001. Beto Viera “redescubrió” su cultura de agricultor “orgánico” sin darse cuenta, obligado por las circunstancias. Siete meses después hace un balance de su año productivo, reafirma una opción que ahora es voluntaria y trata de explicársela a sus pares.

   

 

-Setiembre de 2000-

Ahora mis hijos comen la fruta que produzco

Tiene 49 años, casado y con cuatro hijos. Viera nació en Bella Unión, más aún, “nací debajo de ese árbol”, dice señalando uno a 30 metros de donde tuvimos esta charla. Este año Viera está cosechando tomates y morrones como en sus mejores épocas, pero se está ahorrando la totalidad del costo de los químicos. ¿Ecologista, Viera? Nada de eso: no tenía dinero para comprarlos.

Con el aire de quien recibió un milagro y no quiere contarlo por miedo a que lo tomen por loco o por embustero, el “Beto” Viera, junto a su casa y a la sombra de un árbol centenario, conversó mientras picaba su naco, alisaba su chala y fumaba despacio. De los trece hermanos, sólo él y otro quedaron compartiendo la chacra. Los dos trabajan juntos desde siempre, pero para el año que viene Beto está pensando en tener sus propios invernáculos, porque su hermano quiere seguir usando químicos.

- ¿Cuál era la situación cuando empezó con este sistema y por qué lo hizo?

- La situación era que estaba prácticamente sin crédito, tenía todo pronto, pero veía que no iba a poder llegar a la fruta, a cosechar, porque entre que ponemos el plantín y la cosecha hay que invertir mucho dinero para que la planta agarre fuerza.

- ¿Con qué le daba esa fuerza?

- Con los fertilizantes, remedios, varios remedios porque se precisan para que crezca la planta y para matar los insectos, las pestes que vienen. Y este año no tenía dinero para nada de eso. Ahí fue que el amigo Viana me sugirió empezar con esto hasta que hubiese plata de nuevo o surja alguna solución. Decidimos no ponerle nada mientras la planta aguantara, y si era necesario, poner lo que se pudiera, o sea lo mínimo. Pero hasta ahora me vengo arreglando con lo que tengo acá, no más. Hay 3.200 metros entre tomate y morrón.

- Así que usted no usa nada químico.

- Nada, ahora nada.

- O sea que sus costos disminuyeron.

- Prácticamente todos, porque el vendedor de químicos no me vendió más nada (dice riéndose con picardía). No le compré más. Le pagué las cuentitas atrasadas que tenía y ya quedó esperando a que cuando se necesite lo atropelle de vuelta.

- ¿Es la primera vez que cultiva sin químicos?

- Sí. Bueno, cuando trabajaba con mi padre, que era en quincho, tampoco poníamos nada, pero era otra variedad de plantas, se sacaban las semillas de la propia chacra, se plantaba en mayo y a mano. Para regar era todo a balde. Lo único que hacíamos era la preparación del suelo y poníamos el abono arriba.

- ¿Y por qué se abandonó esa técnica?

- Lo que pasó fue que con la llegada de la caña y de los herbicidas fumigados en avioneta, los cultivos se estropeaban porque el producto químico llegaba a todos lados, y venía esa época y las plantas nuestras estaban toditas arrugadas. Se fue abandonando porque no daba, porque llegaba setiembre y ya no se podía cosechar más. Era bravísimo. El olor no más de aquellos productos ya las mataba. Entonces aparecieron los invernáculos, para proteger las plantas de lo químicos de la caña, y con eso vino la nueva semilla, variedades nuevas, había que producir más, había más gastos y tenía que echarles buenos fertilizantes, porque son buenos, a las plantas les sirven, pero son demasiado caros. Ahí fue que cambió todo, con el invernadero. Antes se cambiaba todos los años de tierra. Se rotaba. Ahora no, se planta siempre debajo del invernadero y se echa fertilizante.

- ¿Este año preparó la tierra?

- Le pusimos abono orgánico, cáscara de arroz y otros. Gracias a Dios la fruta está aguantando, porque lo más importante es que la fruta esté sana.

- ¿A qué se debe que sin químicos los insectos no maten las plantas?

- ¡Paahhhh! ¡No sé! No sé si con los insecticidas se matan los contrarios de ellos o los fertilizantes dejan muy fina la hoja. Pa’mí que es algo así. Puede ser que los mismos venenos maten algún contrario de los que nos hacen daño. Y lo de la hoja es así, porque viene muy tiernita y agarra un sol y se ablanda todita, mientras que ahora es más gruesa, más encartonada y no se marchita por falta de agua. Eso es lo que yo noto.

- ¿Está conforme con la cantidad que está produciendo?

- Por ahora estoy conforme porque tengo las plantas sanas. Hay algún bicho en la vuelta pero la planta está soportando y está saliendo buena fruta. Me parece que va bien. Con el morrón cambió todo, porque antes no podía controlar las manchas, poníamos veneno para matar los bichos y poníamos demasiado y las manchas no se iban. Ahora ese problema se acabó. Le echo más o le echo menos y no hay problema.

- ¿Qué le está echando?

- Millo de vaca. La junto, la dejo dos o tres días afuera, en un tarro, y después la embotello. Empezamos con 200 gramos cada 20 litros, pero he probado de poner hasta un litro por 20 litros y la planta ni se mosqueó. Ni quemado ni nada. Y también abono verde, que lo hago con pasto verde, bosta, agua, leche y lleva otro ingrediente más que no conseguimos. Le eché dos litros por 20 litros. Anduvo bien, la planta tiene buena hoja, buen tallo, y la fruta salió buena, pareja.

- Así que la motivación principal para cambiar de sistema fue la falta de dinero.

- Eso, y que los remedios ya me daban vuelta la cabeza. No se podía seguir, los gurises ni podían entrar a los invernáculos y si me querían ayudar tenía que correrlos porque eran bravísimos los olores. Además, yo que daba los remedios, en las noches me iba a bañar, cerraba los ojos y me mareaba. Después de echar un insecticida bravo de esos, por un día o dos no se podía entrar. El año pasado anduve envenenado. Tiraba remedio en un galpón y tenía que venir por un vaso de leche porque el estómago me quedaba mal. Y eso que usaba protección para la cara, las vistas, los brazos, las manos, todo. Y así mismo era bravo. Ahora cargo la mochila y tiro así no más, sin nada. Eso para mí es muy importante, porque usted lo está viendo, vivimos a 25 metros de los invernáculos. Ahora los gurises entran y comen la fruta, le dan una lavada y la comen. Antes no los dejaba ni entrar.

- Si usted consigue enderezar la situación económica, ¿volverá a usar el sistema de antes con remedios químicos?

- Ah, no creo. No sé si será este año, porque no todos los años son iguales. Pero si este sistema anda bien lo voy a seguir, mejorando todo lo que pueda, la hoja, la tierra. Para qué lo voy a cambiar, si a mí manera me da ganancia. A otro no sé, pero a mí me sirve más trabajar así.

 

-Abril de 2001-

El mayor logro es poder seguir trabajando

- ¿Cuál es su balance del año pasado?

- El año pasado fue bueno. Creo que más no se podía pedir. El tomate vino bien, pero después me fracasaron el melón y el maíz. El morrón, que creo que se pudo cuidar mejor porque me equivoqué en un par de cosas, dio igual una buena cosecha. Pienso que podía haber dado un poco más.  

- Pero esas cosechas buenas, ¿le generaron recursos suficientes para seguir trabajando sin problemas?

- Ahh, sí... Lo que digo es que se pudo sacar más. Este invernáculo que planté ahora con morrón, por ejemplo, pienso que viene mejor que el del año pasado, que fue plantado directo en la tierra y como hubo mucho calor me fallaron muchas plantas. Pero el de ahora viene mucho mejor. Lo que espero es que aguante mientras crece.

- ¿Aumentó la superficie plantada con respecto al año pasado?

- No, estamos en lo mismo. Una parte la cuida mi hermano y lo demás lo cuido yo.

- ¿Su hermano está poniendo químicos?

- No, por ahora no puso nada y no creo que vaya a poner.

- Pero el año pasado su hermano era reacio a lo que usted estaba haciendo.

- Sí, más o menos. No sé si él quería más producción o si se asustó lo que vio que yo no ponía nada. Creo que él estaba muy apurado; quería apurar con agua con abono, con lo que fuera con tal de sacar antes la fruta. Pero eso no funciona, la planta tiene su tiempo y no sirve apurarla. Con mirarla no más uno se da cuenta: si está levantada y fuerte es que está bien de agua, y si está bien verde es que tiene suficiente abono. Pero como era siempre yo el que corría con los gastos de productos, cuando tuvo que sacar él de su bolsillo, ahí se dio cuenta de que cualquier cosa sale un lote de pesos.

Vinieron varios muchachos a visitar el trabajo, y varios de ellos me decían que en sus galpones no podían con tal enfermedad o con tal otra, que ponían cuanta cosa hay y nada. Yo les decía que estoy poniendo millo de vaca, no más. Algunos se reían. No sé si después alguno de ellos probó a echarle. A mí me anduvo bien, y sigue bien por ahora. Fíjese que para plantar como lo hice ahora, yo antes les empezaba a echar remedios desde los plantines, después seguía echándoles cuando los plantaba, en las hojas, para las raíces... Este año puse abono apenas oreado, traje un poco de cáscara de arroz con bosta de gallina, la entreveré bien y así como estaba la puse, y ahí le planté la muda. No tuve ni un solo peso de gasto, ni un solo remedio, nada de nada. Este invernadero de este año por ahora el único gasto que lleva es el de la semilla.

- ¿No usó ningún producto químico?

- No, ninguno. El otro día, allá en las reuniones que tenemos ahora entre productores unos muchachos me decían que tenía que echarle para las raíces, para los tallos, para las hojas, y yo les dije que no le echaba nada. No puede ser, decían ellos, si lo primero que te mandan echar es para curar la tierra. Pero yo no uso nada. Había lagarta y bichos, pero no sé por qué no vienen tanto a la planta. Cortan un poco, pero nada más.

- El año pasado usted era el único en esta zona que dejó de usar productos químicos...

- Y... capaz que sí...

- Pero he visto que las cosas han cambiado un poco. Ya hay otros productores que se animan.

- Sí, las cosas cambian. Si cambiarán que el vendedor de productos ya ni me ve la cara, por ahí hasta no quiere venderme semillas si no le compro los productos. Pero mire, una vez vino un ingeniero por aquí, y yo le pregunté cuánto podía llevar de gasto en los tres galpones, y él no supo calcular. Le dije que no había usado nada de remedio y el hombre quedó tan desconfiado que no vino más.

A la gente le interesa este cambio, pero no es fácil de agarrar viaje.

- ¿Por qué?

- Me parece que la gente que trabaja con las plantas no puede creer que va a sacar cosecha sin remedio, que la fruta va a crecer. Con toda la tecnología que hay, con todos los remedios que hay para tantas enfermedades y para la tierra, usted le dice que arregla todo con bosta y con millo de vaca y, no se crea, no es fácil de creer. Fíjese que si usted hace años que usa todos los remedios, que los compra antes de plantar, es difícil que alguien le diga que antes de plantar lo único que tiene que conseguir es millo de vaca.

- ¿Vienen a ver lo que usted está haciendo?

- Vienen unos cuantos. Algunos no preguntan mucho, sólo vienen y miran. Ya saben que no pongo remedio y que salió fruta buena, no fruta fulera. Entonces vienen a ver.

- ¿Las cosechas del año pasado las vendió como fruta común o como fruta orgánica?

- Como fruta común, no más. Salió toda así.

- ¿Piensa que otros productores van a empezar a trabajar como usted?

- Obligadamente me parece que van a tener que cambiar, porque cada vez más no da la plata para poner remedios, así que no tienen otra. Yo usé remedio durante años, y si uno no pone atención parece que se gasta poco en curar, porque es poner una vez por semana. Pero a los meses uno ve que no es poco, y que si se deja de poner una o dos semanas ya empiezan las complicaciones y tiene que poner más que antes.

- Me han dicho que ahora en el pueblo a usted se lo escucha más que antes.

- Ahh..., no sé. Yo en las reuniones hablo poco. Lo que más hago es escuchar la desesperación que tienen los agricultores.

- Y para usted, para su familia, ¿qué cambio concreto produjo en su vida haber cultivado sin remedios?

- El beneficio más grande fue poder seguir trabajando... poder seguir trabajando –pudo apenas repetir Beto, con la voz quebrada por la emoción–.

 

Autor: Carlos Amorin

© Rel-UITA

 

 

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