24.10.01  

La pobreza

 es rural

 

El injusto reparto de la tierra es una de las principales causas de la pobreza en la que viven más de 1.000 millones de campesinos de nuestro mundo.

Las implicaciones de la actual distribución de la tierra van más allá de lo económico: creciente emigración de las grandes urbes en los países pobres; marginación, e incluso eliminación física de las minorías étnicas y un deterioro ambiental enorme motivado por la tala de los árboles para extender las grandes propiedades utilizadas para pasto del ganado que produce la carne que consumen los países industrializados.

 

 

A pesar del progresivo -y agresivo- proceso de urbanización registrado en las últimas décadas, la pobreza sigue siendo mayoritariamente rural. Casi el 80% de las personas pobres viven en el campo, lejos de las grandes ciudades. Son pobres invisibles cuya miseria resulta menos “espectacular”, desde el punto de vista mediático, que la pobreza que se da en las zonas urbano marginales.

 

En América Latina los pobres urbanos representan el 33% de la población de las ciudades, porcentaje que se multiplica por dos en el campo. En Africa Subsahariana el 60% de la población rural vive en la pobreza, un porcentaje similar al de América Latina y el Caribe donde, según la ONU, los pobres representan el 61% de la población rural.

 

En las zonas rurales el acceso a la educación, la sanidad, viviendas dignas, agua potable y los recursos sociales elementales resulta imposible para la población pobre. Las inversiones sociales en las zonas rurales resultan más caras y menos rentables políticamente para los gobiernos. Por ejemplo, en Argentina el acceso a la salud es del 80% en las ciudades pero sólo del 21% en las zonas rurales.

 

Sin educación adecuada, con baja atención sanitaria y en un entorno poco salubre, las posibilidades de salir de la pobreza aparecen muy disminuidas. Es lo que sucede con el acceso a la educación: en los países pobres el porcentaje de hombres analfabetos en las zonas rurales es el 48%, más del doble que el las zonas urbanas; en las mujeres las cifras son aún más altas: 63% en el campo frente al 38% en las ciudades. Con estos indicadores las perspectivas de las generaciones futuras para salir de la pobreza no pueden considerarse esperanzadoras.

 

Por otra parte, los ingresos económicos de los pequeños campesinos son precarios e inestables, pues fluctúan en función de las cosechas, el clima, la evolución de los mercados internacionales... Además, no poseen ninguna seguridad sobre sus ingresos futuros, sometidos a demasiados factores que no pueden controlar. Con muy poca tierra, de baja calidad, sin tecnología adecuada, la mayoría sobrevive gracias a una economía de subsistencia en la que los escasos ingresos por la venta de la cosecha de maíz, café o cacao se usa para devolver los créditos pedidos a los intermediarios.

 

La pobreza implica también una falta de acceso a los recursos culturales que todos necesitamos en nuestra vida. Las comunidades rurales están alejadas de los centros de poder, y no sólo físicamente: son los últimos lugares adonde llega el conocimiento, la información y la tecnología. Los campesinos pobres quedan excluidos de los avances tecnológicos, del progreso científico, del acceso a la información y a la comunicación. Además muchos campesinos pobres pertenecen a grupos étnicos minoritarios o marginados socialmente. La pobreza rural en este caso es además exclusión por razones étnicas.

 

La escasez de tierras es uno de los problemas principales de los pueblos indígenas. Estas poblaciones se ven con frecuencia expulsadas de unas tierras de las que han formado parte durante generaciones, pero de las que no tiene papeles, títulos de propiedad, concepto que les es ajeno: la tierra no es para estos pueblos un bien material que puede ser adquirido, sino el entorno vital del que se forma parte y con el que se vive en interrelación. La extensión de la frontera agrícola capitalista, les empuja cada vez a terrenos más adentrados en la selva o a las tierras de menor calidad y productividad o, incluso, provoca la eliminación del grupo étnico en su totalidad.

 

En las zonas rurales la participación democrática en la vida pública y política suele ser muy reducida. Al tratarse de poblaciones dispersas y aisladas, la organización social no siempre existe y cuando lo hace no es habitual que sea significativa. El clientelismo, la manipulación e incluso la compra de votos y la presión para apoyar a determinados partidos es una práctica aún muy extendida en las zonas rurales del mundo pobre.

 

La pobreza rural conformada por este conjunto de carencias que se retroalimentan mutuamente, exige estrategias más complejas y continuas que el simple reparto de recursos económicos.

 

Autores:

Luis Arancibia e

Ignacio Cantarel

ONG Manos Unidas

 21 de julio de 2001

 

 

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