Una ventaja comparativa que nadie mira Las técnicas ancestrales de cultivo son un yacimiento de saber tecnológico Entrevista con Luis Gomero |
Es coordinador de Desarrollo Institucional de la Red de Acción en Alternativas al uso de Agroquímicos (RAAA) del Perú, y coordinador regional de la Red de Acción en Plaguicidas y sus Alternativas para América Latina (RAP-AL). Sencillo, austero, trabajador incansable, Gomero es un dínamo permanente en el ámbito de las ONG, y también productor rural. |
- ¿Qué es RAP-AL?
- Es una red que agrupa a ONG, grupos de trabajadores agrícolas, organizaciones de base, dependiendo de cada país. Trabajamos para cumplir esencialmente dos objetivos: luchar contra el uso indiscriminado de los agroquímicos, a lo que ahora se ha sumado el trabajo contra los transgénicos, sobre todo en los aspectos vinculados a la sanidad vegetal, porque no queremos involucrarnos en un tema que es muy vasto y complejo y sobre el cual ya están trabajando otras organizaciones con mayor detalle. El otro objetivo es la promoción de la agricultura sostenible, siguiendo los principios de la agroecología. En torno a estos objetivos hemos desarrollado acciones a nivel de cada uno de los países que integran la red. Hay algunos donde el trabajo ha sido muy intenso, con mucha incidencia en el ámbito político, con buenas articulaciones con los grupos de base. Después de cuatro años de existencia podemos decir que RAP-AL es una organización bastante fuerte, reconocida dentro del tema de los agroquímicos así como en lo que se refiere a las propuestas alternativas.
Esto nos ha permitido fortalecer nuestra presencia en el Pesticide Action Network (PAN) que es la organización sombrilla a nivel internacional. El PAN está formado por las organizaciones regionales, que son las de Africa, Asia, América Latina, Europa y Norteamérica. No tiene sede ni ubicación física, que son las propias regionales. En ese marco trabajamos en las grandes orientaciones globales para poder enfrentar, por ejemplo, todos los problemas con las transnacionales y promover los mercados alternativos con los productos orgánicos. Entre las principales campañas que hemos realizado se encuentra una contra los plaguicidas extremadamente tóxicos a la que hemos llamado “la docena sucia”. Esta fue una campaña lanzada por el PAN y con bastante éxito porque ya están prohibidos en la mayor parte del mundo. Dentro de esa estrategia ahora se está trabajando en campañas para aprovechar las convenciones internacionales para exigir prohibiciones o restricciones de otros productos, como los clasificados en las categorías más tóxicas llamadas IA y IB según la Organización Mundial de la Salud (OMS). En otras palabras, se trata de sustancias muy extremadamente tóxicas y extremadamente tóxicas. Muchos plaguicidas de uso común pertenecen a estos dos grupos. Por ejemplo aquí, en Perú, circulan 25 ingredientes activos distintos que están en esas categorías, que es más o menos lo mismo que sucede en otros países de la región.
- ¿Alguno se produce en Perú?
- No, son todos importados. En la zona los países que están formulando, esto es, importan el ingrediente activo y lo reenvasan o lo dosifican de acuerdo a las formulaciones que desean vender en el mercado, son Colombia, Chile y Brasil, tal vez también Argentina. En las categorías mencionadas está la mayor parte de los organofosforados. Se ha calculado que estos pesticidas son responsables del 80% de las intoxicaciones que se producen a nivel mundial por este tipo de causas. De ahí que se pida con insistencia su prohibición. Una intoxicación masiva de 24 niños en Perú fue un caso extremo. Los niños bebieron leche contaminada con Parathión etílico. Esos 24 niños murieron y otros muchos sufrieron graves intoxicaciones. Esta tragedia abrió en Perú una puerta para discutir los químicos de estas dos categorías. A nivel del PAN estamos analizando que estos dramas suelen pasar desapercibidos, no se reclaman indemnizaciones, pero ahora se están planteando esas iniciativas. Para el caso de Perú estamos analizando presentar una demanda contra el fabricante del producto -que sería la Bayer- por cuestiones éticas, para que las empresas internacionales reconozcan ese hecho y por lo menos tengan un gesto de buena voluntad e indemnicen a las familias afectadas. La idea es que esto mismo se empiece a hacer en el resto de los países. Muchas veces hemos permitido que el problema de las intoxicaciones y hasta la muerte de personas pasen desapercibidas, la opinión pública ha quedado en silencio o a lo sumo se ha comentado que fue un lamentable suceso, un accidente del que nadie es responsable. Pero esto debe cambiar.
- ¿Qué otras líneas de trabajo desarrollan?
- La participación ciudadana, que implica un proceso de conscientización y fiscalización de las normas. En todos los países de América Latina existen leyes de protección, de prohibición y de restricción de cantidad de cosas, pero no se cumplen, porque el único encargado de que esas leyes se respeten son los gobiernos, mientras que la ciudadanía permanece al margen. Por eso estamos trabajando mucho en los mecanismos de participación ciudadana. Aquí monitoreamos que las leyes que se aprueban se cumplan en todos los departamentos del país, y si alguien está violando la norma, compramos el producto prohibido y aportamos las pruebas al Ministerio de Agricultura, que es quien tiene la responsabilidad de actuar.
También trabajamos a nivel de lobby, o de incidencia política como nosotros le llamamos. Creo que cuando se logran insertar algunas propuestas en las políticas de los aparatos gubernamentales, se puede acelerar los cambios tecnológicos en los sistemas de producción.
- ¿Puedes mencionar alguna reciente?
- Logramos que se aprobara en el Parlamento la Ley de manejo integrado de plagas, que determina que se deban priorizar todas las técnicas de manejo ecológico de las plagas, lo que implica un esfuerzo grande en capacitación a los productores en este tipo de técnicas, y sobre todo en esa ley se establece que para que nuevos productos químicos reciban autorización de comercialización tienen que aprobar una evaluación de impacto ambiental. Eso les causó muchas molestias a las empresas de agroquímicos, porque antes simplemente llenaban un formulario y nada más. Ahí nos enfrentamos al problema de que no teníamos una metodología para hacer esa evaluación, vacío que recién ahora se está colmando. La implementación real de esa ley ha tomado cuatro años, pero fue necesaria la tragedia de la matanza de niños para que se le prestara atención a esa ley.
Quiere decir que el trabajo de lobby es importante, aunque es difícil. Ahora estamos trabajando para que se apruebe una ley para fomentar la agricultura sostenible, porque eso permitiría canalizar recursos, dar facilidades tributarias, incidir en los centros de investigación y en las universidades para que empiecen a desarrollar tecnologías. Sin eso no salimos de las expresiones de buena voluntad pero sin ningún resultado concreto. Esa es una tarea que se debe desarrollar en todos los países. En algunos se está trabajando con esa estrategia y están obteniendo resultados, pero otros todavía no llegan a ese nivel sino que se mantienen en el intercambio de información.
Los medios de comunicación nos han apoyado bastante y eso ha permitido que la gente común, que no tiene ni idea de lo que es un plaguicida, ahora esté enterada por los escándalos y casos tremendos que hemos padecido.
- ¿Qué cantidad de agrotóxicos se importa?
- Estamos en unas cinco mil toneladas anuales y frenados en esa cantidad, sobre todo por la recesión, pero también porque los productores empiezan a tomar conciencia de por lo menos no aumentar las dosis indiscriminadamente. Y eso a pesar de que durante el gobierno de Fujimori se aprobó una ley de subsidio a los agroquímicos.
- ¿Hay cifras sobre intoxicación laboral con estos químicos en Perú?
- La tasa de intoxicación laboral, trabajadores y productores, es anualmente de entre 60 y 80 cada 10 mil habitantes. Esa variación depende de la intensividad del trabajo agrícola.
- ¿Cuál es el porcentaje de participación de niños y mujeres en labores agrícolas de riesgo?
- Nosotros tenemos hecha una investigación en 25 regiones del país al respecto, y encontramos que en las tareas de fumigación participa toda la familia, y cuando es el hombre el que aplica el químico, inmediatamente detrás entran la mujer y los niños para realizar tareas complementarias y se contaminan como el hombre. Eso es común. Otro problema es que las intoxicaciones ocurren más entre los pequeños productores porque no tienen apoyo técnico, información o recursos para protegerse. Los venenos forman parte de la cultura productiva del campesino. Pueden ser muy pobres, pero ellos tienen una lógica: “Si no aplico no cosecho”. Entonces aplican y aplican. Cambiar eso es una tarea muy estructural.
- ¿Cuál es la posición de los gremios campesinos en este tema?
- La CNA es una organización que cuenta con un sector de dirigentes que entiende lo que significa la agricultura alternativa, la agricultura campesina o natural. Pero siempre me sorprende que cuando difunden sus pronunciamientos políticos, sus reclamos, sus demandas, aparece la petición de que se reduzcan los precios de los insumos agrícolas, piden créditos para comprar la urea, los abonos químicos, pero ¿por qué no aparece una exigencia de estímulos para producir ecológicamente? Creo que el problema es que en las plataformas de lucha todavía no están claramente insertadas propuestas de agricultura que rescaten los conocimientos que ellos mismos tienen, y sus potencialidades. El eje central de todas las demandas son subsidios, créditos, acceso a los químicos. Hemos tenido infinidad de contactos, de charlas de intercambios, pero los acuerdos no llegan a concretarse.
- ¿Por qué?
- Creo que sus reclamos se vinculan a beneficios directos e inmediatos, mientras que las ventajas de una agricultura ecológica, natural, es más difícil de visualizar. Hace falta trabajo político interno. Es un problema de todos los gremios campesinos en Perú, que se focalizan en las cosas aparentemente macro, pero no toman en cuenta que pueden ser la salida a sus problemas productivos, quizás sea en esas alternativas donde encontrarán la rentabilidad.
- Pero hace 50 años no había insumos químicos y sí una cultura de producción ancestral que se ha olvidado. ¿Cómo pudo producirse un cambio tan radical, profundo y veloz que en la actualidad, siquiera imaginar una producción como antes resulta imposible?
- Habría dos formas de responder: en los últimos 40 años hubo una presión de asistencia técnica orientada a difundir la actual propuesta técnica como la garantía de la productividad y el desarrollo, sobre todo desde el sistema educativo, desde la universidad, los institutos tecnológicos, las escuelas agrarias y por medio de la asistencia técnica directa a los productores. Estamos hablando ya de dos generaciones. Los productores que conducen actualmente las explotaciones han nacido en este modelo que integraron artificialmente por usar un término contrapuesto a lo que habría sido una trasmisión natural de conocimientos. En segundo lugar está la presión del mercado que viene acompañada por una propuesta técnica de producción. Hay áreas del Perú donde la dependencia de los agroquímicos es gravitante, como en la costa, los valles interandinos, y un poquito en el trópico, sobre todo ahí el asunto son los herbicidas. La costa es la que recibe la mayor presión del mercado que exige una alta tecnificación de acuerdo al modelo hegemónico, y el mismo agricultor ya no toma decisiones dentro de su finca porque mandan los intermediarios que piden tal o cual producto con ciertas características estéticas, de tamaño y apariencia. Esa presión ha creado la figura de “los facilitadores”, que son los mayoristas que “facilitan” los insumos por adelantado y cobran contra la cosecha. También influyen las políticas crediticias gubernamentales, que habitualmente condicionan los créditos a la utilización del paquete tecnológico químico. En esos casos el agricultor ni siquiera ve el dinero, sino que recibe letras con las que retira insumos, letras que las empresas le cobran a los bancos.
Pero hay rincones donde la revolución verde no ha logrado penetrar, existen bolsones de resistencia a la tecnología de la globalización: son los campesinos de los Andes, los pequeños productores de la sierra que aparentemente son de autoabastecimiento. Ellos practican una lógica que no es la del mercado, sino la de la seguridad alimentaria. Y esa lógica tiene una racionalidad, y es la conciencia de que echar veneno en sus campos es complicar las cosas. Los serranos dicen que los de la costa son suelos drogadictos, y ellos saben que los agricultores de la costa no usan venenos en los cultivos que son para la familia. Son enclaves que permanecen ligados a los conocimientos ancestrales y que parcialmente han resuelto su seguridad alimentaria. Hay allí latente un enorme yacimiento de saber tecnológico que podría servir para potenciar el sistema agrícola peruano. A esa ventaja comparativa nadie la ve, nadie la mira, nadie le da importancia, sobre todo los políticos, que miran a la agricultura costera. Las autoridades de este nuevo gobierno ya están diciendo que la estrategia para superar los problemas es la diversificación productiva, el nuevo paradigma. Se habla de tal o cual producto novedoso para el agro peruano, pero no se dice que hay que ir a sistemas integrados de producción. Volvemos a escuchar los mismos planteos que en la década del 60 cuando ya sabemos que ese modelo ha fracasado. ¿Alguien puede imaginar que los peruanos compitamos en maíz amarillo con los productores estadounidenses? ¿Para qué querríamos eso? Trabajemos con productos de valor agregado, como los maíces nativos, el maíz morado que es típico nuestro. Con eso podemos competir.
Entonces, tenemos el escenario de la agricultura de exportación, el escenario de los medianos productores y el de los pequeños. Cada uno tiene su lógica productiva. En mi opinión, el modelo de producción empresarial está siendo más abierto a modos de trabajo más limpios, no tanto porque sean conscientes de que eso es mejor, sino porque están cambiando las exigencias del mercado global. Hablamos de los exportadores que producen espárragos, endibias, frutas etc. Por ejemplo, ellos son los mayores compradores de humus de lombriz. Los medianos productores son quienes más se resisten a los cambios. Son dependientes del uso de químicos, deciden ellos mismos qué tecnología van a usar en su finca y ahí eligen lo que siempre han hecho. Los pequeños tienen una producción de supervivencia, tienen una capacidad muy limitada para comprar insumos, y ellos también se resisten al cambio. Pero no son competitivos, y eso provoca que no acceden al mercado y terminan muy debilitados, empobrecidos. Allí el problema tal vez no sea incrementar su productividad, sino que lo más importante es el aspecto organizativo, porque sus instituciones son muy débiles, no tienen poder de negociación y así no avanzan.
- ¿Cuánta tierra tienen un grande, un mediano y un chico?
- Un productor grande es por encima de 50 hectáreas, uno mediano tiene entre 10 y 50 hectáreas, mientras que los pequeños podemos mencionar un promedio de 5 hectáreas, pero el 70% de los productores tiene un promedio de una hectárea.
- ¿Cuál es la proporción en las cifras totales de propiedad de la tierra para cada sector?
- No tengo esa información aquí, pero en el Perú hubo una reforma agraria muy democratizadora, y una buena parte de la tierra está en manos de los pequeños y medianos productores.
- ¿Cuál es el grado de desarrollo de la agricultura orgánica?
- Está bastante bien. Hay varios grupos que han trabajado muy fuerte en este tema. Hay experiencias técnicamente exitosas, y hasta muy exitosas. El debe es que no se ha logrado crear un despegue comercial. Recién en los últimos años se pudo estabilizar un pequeñísimo mercado local de productos orgánicos por medio de las ferias ecológicas, sobre todo en Lima. En condiciones recesivas es casi imposible que la gente pague un precio adicional por una lechuga o un tomate orgánico, pero ahora se está tratando de encarar los aspectos de marketing. Sin embargo, desde el punto de vista tecnológico Perú está en la vanguardia porque se produce ecológicamente hortalizas, algodón, café. Hay tecnología, pero se venden sin distinción de los demás productos. Se exporta café a Estados Unidos y Europa y también algunas plantas medicinales. Ahora hay una asociación de productores ecológicos. Falta que la situación económica del país mejore un poco.
- ¿Por qué los precios de los productos ecológicos deben ser más altos?
- Bueno, yo no comparto esa idea. Creo que el derecho al consumo de un alimento sano lo tienen todos, no sólo quienes pueden gastar un peso más en sus hortalizas. Pero ahora estamos usando ese estímulo del mercado internacional que ofrece entre un 10 y un 20% más por los productos ecológicos, pero que seguramente a medida que estos cultivos se generalicen esa diferencia se va a terminar, lo que ya está sucediendo con el café. Lo importante es cómo se hace sustentable un modelo, cómo se logra que los campesinos adopten esta tecnología y la mantengan, la implementen y la mejoren. Sería necesario lanzar un proceso educativo tan intenso como el de la revolución verde, y eso no lo pueden hacer las ONG. Es necesario que el aparato gubernamental se haga cargo de eso. De todas formas, se ha avanzado bastante, ya hay mucha información circulando en todos los niveles. Hay que presionar para que haya decisión política. De ahí la importancia de que las ONG se articulen con las organizaciones de base como los sindicatos.
A principios de los 90 se nos catalogaba como organizaciones políticas, después, con el tiempo, nosotros hemos priorizado el trabajo técnico, entonces nos llamaron de tecnócratas. ¿Quién sabe? Tal vez hubiese algo de verdad en todo eso. En la actualidad intentamos combinar las dos tareas, la tecnología con la política, nos preocupamos de que nuestras propuestas sean viables, que no tengan debilidades. Ese es el desafío que estamos teniendo como organización e implica un gran esfuerzo de coordinación.
Autor:
Carlos Amorín
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