Fernando Eguren es director del Centro Peruano de Estudios Sociales (CEPES), una antigua ONG que cuenta con una treintena de colaboradores. De respetada y conocida trayectoria, su acción se desarrolla en diversos ámbitos, todos vinculados a la actividad agraria. Afable, meticuloso, observador y dueño de una sólida formación, Eguren analizó en esta conversación algunos de aspectos esenciales de la situación agraria del Perú. |
- ¿Cómo surgió la institución?
- Fundamos el CEPES cinco personas en 1976, aunque realmente empezó a funcionar con continuidad en 1979. Lo creamos porque aunque todos militábamos en la misma organización política de izquierda, trabajábamos en instituciones diferentes vinculadas a organizaciones campesinas, y los cinco pensábamos que la tarea debía efectuarse de manera distinta a como la enfocaban esas instituciones. Así que creamos la nuestra. Desde su origen el CEPES está orientado hacia el sector rural desde distintas perspectivas. Algunas de las líneas iniciales siguen vigentes. Por ejemplo, desde 1980 tenemos un programa radial, “Tierra fecunda”, que tiene alcance nacional, es informativo y de opinión. También desde esos años empezamos a editar publicaciones dirigidas a la población rural, hasta que en 1986 estabilizamos una publicación mensual que actualmente se llama “La revista agraria” y tiene una difusión muy grande porque se distribuye gratuitamente con el diario La República.
- ¿Qué otras líneas de trabajo desarrollan?
- Hay otras más recientes, como por ejemplo la investigación sobre problemas de financiación rural, particularmente enfocada hacia la pequeña agricultura y el mediano campesino que ya lleva cinco años. También tuvimos un programa muy interesante de intermediación financiera hacia pequeños agricultores. En 1992 fue liquidada la Banca de Fomento Agraria, del Estado, y se creó un gran vacío que perdura aún hoy. En esa coyuntura decidimos explorar qué posibilidades había para que el CEPES intermediara entre la banca comercial y la pequeña agricultura que en aquel entonces no era considerada sujeto de crédito. Nuestro papel consistía en preparar los expedientes y presentarlos al banco que prestaba directamente a los agricultores. Este sistema funcionó bastante bien, hasta que en 1997-1998 se produjo el fenómeno de El Niño y los agricultores perdieron todo, no pudieron pagar. Al año siguiente, los bancos ya no quisieron prestar y liquidamos todas las oficinas de ese proyecto. El pago de esas deudas acumuladas por los agricultores en los años posteriores al El Niño, sigue siendo un tema de mayor importancia para las organizaciones de agricultores.
Recientemente iniciamos una interesante investigación sobre la rentabilidad de la agricultura en la zona de la costa en base a una tipología de establecimientos agropecuarios, cuyo propósito es indagar con fundamento científico en las verdaderas causas de la crisis del agro, que es por todos reconocida, pero prácticamente por nadie estudiada.
Tenemos también otra línea de trabajo que se escapa del área rural, y es la de hacer un análisis de las orientaciones y el papel que juega la cooperación internacional en el Perú. Al estar vinculados a la Asociación Latinoamericana de Organizaciones de Promoción (alop) hemos extendido esta actividad al ámbito latinoamericano, con muy buena fortuna, porque el responsable de esta área ha sido nombrado asesor del ministro de Relaciones Exteriores, precisamente para revisar toda la política de cooperación y definir, como nunca se ha hecho, los términos en los cuales debe canalizarse la cooperación externa.
Por otra parte, desarrollamos una actividad de vigilancia sobre los riegos que están sufriendo las comunidades campesinas con respecto a la tenencia de sus tierras. Debido a una ofensiva desatada desde hace cinco o seis años por empresas mineras que pretenden explotar áreas que en muchos casos pertenecen a las comunidades campesinas. Los yacimientos más importantes están el Los Andes, que es donde viven esas comunidades. Hay una inmensa desproporción en la capacidad de negociación ante el Estado entre unos y otros, por lo que las comunidades terminan siendo perjudicadas porque cuando reciben algún pago a cambio del derecho de explotación, casi siempre es una cantidad ínfima de dinero, pero sobre todo porque la actividad minera tiene una serie de consecuencias desfavorables para el ambiente y la salud de las personas sin crear mucho empleo. Siendo una de las principales actividades industriales del país, la minería representa apenas menos del 1% del empleo nacional. Desde hace dos años las comunidades campesinas se han organizado en una entidad que se llama Coordinadora de Comunidades Afectadas por la Minería que ha logrado adquirir peso político. Este y otros temas están presentes en una suerte de mesa que agrupa a muchas organizaciones campesinas y nosotros apoyamos fuertemente esas luchas.
En la zona de la costa estamos iniciando un programa, aunque con dificultades de financiamiento, de apoyo a los pequeños agricultores cuyas posibilidades de competir son bastante precarias porque no reciben asesoría técnica, financiamiento o información, entonces su situación en el mercado es muy desventajosa. Esto se va agravar en la medida en que seguirán cayendo los aranceles con los países limítrofes. Nuestra actividad es organizar un sistema de información en un valle que queda a una hora y media de Lima, una zona de referencia para los productores y si el sistema funciona existen posibilidades de que se replique en otras áreas. En la costa existen 52 valles y las organizaciones más activas son las Juntas de Usuarios del Riego, porque en realidad la costa del Perú es un desierto surcado por ríos que bajan de los Andes. Esa agua es la que se aprovecha para la agricultura. Nuestra idea es conectar a estas Juntas en una red mediante un sistema informático que las provea de información referida a precios y otros datos prácticos, pero después querríamos que las escuelas pudieran tener acceso a esta red conectada a internet.
Para nosotros lo más interesante sería que se llegue a que la propia población sea quien maneje el sistema, que aprendan a hacerlo. Lamentablemente, como es un programa muy novedoso, por ahora las agencias no consiguen encuadrarlo dentro de sus líneas de trabajo y no hemos conseguido el financiamiento necesario para desarrollarlo completamente. De todas formas nosotros seguiremos gestionando apoyos para esto.
- ¿Qué es CONVEAGRO y qué relación tiene con ustedes?
- CONVEAGRO fue fundada en 1994 por el gobierno de Alberto Fujimori que convocó desde el Ministerio de Agricultura a las organizaciones para formar un Convención Nacional del Agro. Durante cuatro años sucesivos se celebró esa reunión, a la que asistía todo el gremio, las agencias de cooperación, etc. Cuando cambió el ministro del ramo se desactivó ese ámbito, pero algunos de quienes venían asistiendo difundieron la idea de continuar, y a ellos se sumaron ONG, asociaciones de ingenieros agrónomos, de veterinarios y se formó la CONVEAGRO actual, que es un foro anual en el que participan todos quienes lo desean y donde se discute abiertamente sobre cualquier tema vinculado a la actividad agraria. Allí convergen pequeños y medianos productores, personas e instituciones de todos los orígenes. La idea es que sea un foro plural y no un gremio de gremios. Nosotros participamos activamente en la directiva de CONVEAGRO que ya tiene tres años, está integrada de manera estable por 20 organizaciones y desde el interior del país han surgido CONVEAGROs locales que solicitaron apoyo para fortalecerse como organizaciones e integrarse a la red nacional.
Asimismo, nuestra institución siempre ha tenido una relación privilegiada con la Confederación Campesina del Perú (CCP), desde sus orígenes. El CEPES ha trabajado mucho en apoyo a las federaciones regionales de la CCP, que de alguna manera en cierto momento fue competitiva con la Confederación Nacional Agraria (CNA), pero con el tiempo se han acercado, mucho, y actualmente cada una tiene su peculiaridad pero ambas participan en CONVEAGRO. En realidad la CNA fue creada por el fujimorismo, pero después escapó de su control.
En mi opinión todas las organizaciones campesinas, de comunidades, se han debilitado mucho porque no se han actualizado, no se han puesto a tono con los tiempos, lo que significa sintonizar con los problemas básicos que tiene hoy el Perú. Entonces se producen grandes confusiones, como por ejemplo hace dos años la CCP levantó la consigna de que “El” problema del campesinado era la violencia, cuando eso no es real si se aísla de un contexto que indica que el campesinado es explotado, marginado y totalmente ausente de los objetivos de las políticas oficiales. Me parece que hay un problema de orientación, que no es privativo de esas organizaciones, sino que padecen muchas otras instituciones. Nuestro vínculo con la CCP sufrió ese mismo proceso de debilitamiento, y todavía no vemos con claridad las perspectivas de esta relación.
Participamos también junto a otras ocho ONG de un movimiento llamado Propuesta Ciudadana que trabaja sobre la idea de la descentralización que en este momento en Perú es un tema de enorme importancia social, política y cultural.
Este amplio abanico de intereses a veces puede parecer contraproducente, y nosotros mismos lo hemos discutido, pero por ahora concluimos que esa amplitud nos permite hablar mejor sobre la globalidad del “problema agrario”, no sólo sobre temas puntuales.
- Hablemos desde esa perspectiva, ¿cuál es la situación del agro hoy y cuáles son los antecedentes de esa actualidad?
- A fin de la década del 60 hubo una reforma agraria, impostergable porque la movilización de los campesinos, que ya llevaba diez años ininterrumpidos, era muy fuerte, y en un contexto en el cual el ejemplo de la Revolución cubana empezó a ser temido por los gobiernos al punto que los propios Estados Unidos, mediante la Alianza para el Progreso, promovió un cierto modelo de reforma agraria. La peruana fue una reforma muy radical efectuada por el gobierno militar del general Juan Velasco Alvarado que expropió todos los grandes establecimientos del país, los modernizados y los atrasados, todos por igual. En los más grandes creó cooperativas agrarias con la idea de que no había que perder la economía de escala. Estas cooperativas, casi sin excepción, fracasaron fundamentalmente porque las familias asociadas, que habían sido los asalariados agrícolas de lugar, decidieron repartirse la tierra, y hoy en día esas parcelas son unidades familiares.
Otra institución importante en el campo son las comunidades campesinas, sobre todo presentes en la sierra.
- ¿Son comunidades indígenas?
- Hay algunas que sí y otras que no.
- Para quien no es peruano, la definición de indígena que existe en este país es difícil de comprender.
- Es un tema muy interesante. Mientras que en países como Bolivia y Ecuador, por ejemplo, lo indígena es bastante claro y hay una importante integración de los campesinos con su identidad indígena, en el Perú el grueso de los campesinos que están en las comunidades de la sierra no se han apropiado del término. Acá la palabra indígena siempre ha tenido una connotación bastante peyorativa, y los únicos que aceptan esa identidad sin problemas son los grupos amazónicos, pero en la sierra la mayor parte de los campesinos no se refieren a sí mismos como indígenas. Una de las medidas del gobierno de Velasco fue cambiar el nombre de “comunidades indígenas” a “comunidades campesinas”. Acá no hay un movimiento indígena. Sendero Luminoso, por ejemplo, nunca mencionó el término indígena. El movimiento demográfico de las sierras a las ciudades provoca que el serrano que llega a la urbe procure abandonar cualquier signo notorio de su origen campesino o quechua, abandonan la lengua, la vestimenta, etc. Conservan las celebraciones correspondientes a sus lugares de origen, que es cuando los inmigrantes en las ciudades se reúnen, bailan, cantan y desempolvan sus vestimentas locales. Pero nada de eso se ve “en la vida cotidiana”. En Lima es rarísimo ver a una mujer vestida como “chola”, como lo está la mayor parte en La Paz. Nuestro proceso histórico a determinado que si bien existen diferencias culturales, no están organizadas en las cabezas de la gente.
- Sin embargo, ¿la propia idea de “comunidad” no proviene de la tradición indígena?
- No. Bueno, sí y no. Las comunidades son organizaciones que han existido en los campos de Europa, de Rusia. Acá existían los ayllus, o comunidades, antes de la conquista española, pero luego, en el siglo XVI, los ayllus fueron reorganizados bajo los patrones de las comunidades españolas. Uno de nuestros grandes literatos y antropólogos, José María Arguedas1desarrolló su tesis acerca de las comunidades en España y en Perú, donde demuestra este parentesco. Las comunidades campesinas que conocemos ahora no son la evolución de los ayllus, sino que, sin duda sobre esa base, una transformación provocada por la conquista. Existe un imaginario, aunque ahora muy debilitado, en la perspectiva de los movimientos indigenistas que hubo acá en las primeras décadas del siglo XX, en el que establecían una continuidad histórica entre las comunidades y los ayllus, y decían que éstos habían permanecido prácticamente como focos de resistencia cultural, que no habían sido cambiados, pero la realidad es que las comunidades son muy mestizas. De hecho, la organización comunal, que existe en muchas partes del mundo, tiene que ver con formas asociativas de enfrentar la naturaleza y evitar la erosión, organizar el descanso de las tierras para impedir su agotamiento, y todo eso se va transformando luego en un conjunto de pautas culturales. En los últimos 30 o 40 años se han formado muchas comunidades campesinas porque esa organización ofrece ciertas ventajas, incluso hasta 1993 existía una legislación que las protegía en varios aspectos. Actualmente hay una 5.700 comunidades registradas, que constituyen un sector con características muy heterogéneas. En todo el debate electoral de este año (NdR: se refiere a 2001), nadie mencionó a las comunidades campesinas. Simplemente es como si no existiesen.
- ¿Qué población representan las comunidades?
- Unos 3 millones de personas sobre una población rural nacional de 8 millones. Es un grupo muy importante. Dentro de ellas, las tierras de cultivo son propiedad familiar, y lo que suele ser colectivo son las pasturas así como algo que se podría definir como una “sensación de territorio”. En 1995 se aprobó una ley por la cual se consideró por primera vez que las tierras de las comunidades podían ser compradas, vendidas, arrendadas, divididas, hipotecadas, etc, mediando la aprobación de la comunidad. Sin embargo esta posibilidad no ha generado un proceso de atomización.
Estas comunidades, entonces, recibieron tierras de las haciendas más que nada ganaderas. En la sierra la ganadería es muy extensiva, un vacuno necesita a menudo 2 hectáreas porque la vegetación natural es de baja calidad nutritiva.
En ciertas zonas de la costa permanecieron algunos medianos empresarios que en los últimos años se han ido fortaleciendo un poco gracias a la apertura comercial general, porque se especializaron en cultivos de exportación como los espárragos. Luego queda un número muy reducido de grandes unidades de más de 500 hectáreas. Pero las políticas oficiales no incorporan esta realidad diversa, y no contemplan las pequeñas y medianas propiedades. Todo el discurso, todo el imaginario del desarrollo de la agricultura peruana están basados en una abstracción que es una unidad productiva de mediana para arriba, vinculada con el mercado internacional y que se supone que cuando ellas tengan éxito ejercerán un efecto de arrastre, de trasmisión de tecnología, de modernización sobre el resto de la agricultura, cosa que obviamente no está sucediendo. El Perú debe reorientar radicalmente sus opciones agrarias. Las políticas sectoriales pueden tener éxito en una región en la cual haya monocultivos comerciales con economía de escala, especialización, etc., pero para una agricultura como la de la sierra, en la cual tanto la topografía como el clima hacen que el campesino tenga cuatro o cinco pedazos de tierra y plante maíz acá, tabaco por allá y el ganado más arriba, lo que se necesita son políticas que estimulen el desarrollo sobre una base territorial en la cual la pequeña agricultura tenga posibilidades de coexistir con otras actividades. De lo contrario, la sierra rural seguirá siendo un depósito de pobres, porque allí van de pobres a miserables, convirtiéndose en una fuente constante de emigrantes hacia la selva alta. Las técnicas que llevan consigo estos expulsados de la sierra son inadecuadas para esa región, lo que provoca grandes pérdidas de suelos por malas prácticas de cultivo. También hay migración hacia esas zonas para trabajar en los cultivos de coca y en la minería clandestina, cuyos efectos ambientales son devastadores.
- ¿Cuál es el factor predominante en esta situación?
- Se han juntado varios problemas. Uno es el económico, porque Perú vivió una crisis constante desde 1975 hasta 1991, cuando llegó Fujimori. La aparente bonanza duró hasta 1997, cuando se volvió a entrar en una crisis recesiva que continúa ahora. Quiere decir que en los últimos 25 años apenas hemos tenido cuatro años de, por así decirlo, “prosperidad”. El resto fue una sola crisis interminable, y el agro no es ajeno a eso. Otro problema fue la presencia de Sendero Luminoso durante toda la década de los 80 y parte de los 90, que detuvo las inversiones, hubo mucha migración, y en general las condiciones para que pequeños y medianos productores se desarrollaran estaban quebrantadas. Hasta la investigación académica se detuvo, porque era demasiado peligroso el trabajo de campo. Sendero amenazó o asesinó a muchos dirigentes gremiales campesinos de izquierda, porque para Sendero la competencia no era la derecha sino las organizaciones de izquierda. Eso afectó mucho a los gremios.
- ¿Perú es autosuficiente en productos agrícolas?
- No. El territorio es grande si nos fijamos en que son más de 1.200.000 kilómetros cuadrados, para una población de 26 millones de personas. Uno diría que el territorio es inmenso, pero más del 50% es selva inhóspita para el ser humano, está la Cordillera de Los Andes que es algo endiablado porque las partes cultivables son muy estrechas y las pasturas son escasamente nutritivas, y luego la costa que es un desierto. Entonces, la relación hombre-tierra en Perú es muy baja, creo que de las más bajas de América Latina después de algún país centroamericano. El suelo de la costa, si es irrigado, es muy productivo, y como no hay muchas variaciones climáticas podría mejorar muchísimo la productividad. En ese sentido, desde el punto de vista de la oferta de alimentos necesarios podría proveer una parte mucho mayor que la de hasta ahora. Desde comienzos del siglo pasado Perú ha sido importador de trigo, y como durante muchos años las exportaciones fueron subsidiadas, el consumo de harinas blancas, de fideos, de pan, es parte inamovible de la dieta nacional. Actualmente estamos importando algo más de 1 millón de toneladas métricas de trigo, frente a una producción nacional que debe andar en las 100 mil toneladas, incluso de una variedad de trigo que se adapta mucho a estos productos que mencioné. Hay dependencia también de productos lácteos. Gracias a una protección política, ha aumentado mucho la producción de lácteos, pero es insuficiente y se importa mucho de Australia, de Nueva Zelanda y de Europa. Se importan también los aceites vegetales, las carnes, aunque la carne de pollo ha sustituido mucho a la roja, lo que significa que nos hemos convertido en grandes importadores de maíz para ración. Actualmente producimos apenas la mitad del maíz industrial requerido. Ese volumen de importaciones representa entre 800 y 900 millones de dólares anuales, lo que para la economía peruana es una cantidad importantísima. Es cierto que si se redujeran las importaciones mejoraría la situación de algunos productores como los de alimentos, pero no creo que haya condiciones en el futuro para poner barreras arancelarias. Lo que se debe lograr en Perú es un gran esfuerzo en el incremento de la productividad, y hay mucho por hacer en educación, en transferencia tecnológica. Por ese camino podríamos aumentar la oferta, y será la manera en que los agricultores podrán defenderse de la apertura de mercados que se avecina.
El actual ministro de Agricultura es bastante sensible a estos problemas, pero la cosa no depende sólo de un ministro, y me parece que los gremios tampoco tienen una perspectiva de esta situación, no ejercen presión sobre los gobiernos para que se asuman ciertas políticas de Estado. El agro participa en el Producto Bruto Interno apenas con un 8%, por tanto los pequeños y medianos productores no aparecen en los cálculos gruesos. Cuando se mira al agro desde el Estado se tiene en cuenta a los exportadores, pero nada más. Por eso se insiste con los programas sociales, porque para una determinada mentalidad la sociedad carece de valor económico. Cuando en la campaña de 2000, Toledo dijo: “La gente no quiere caridad, quiere dignidad”, estaba aludiendo a que en vez de ayuda social había que crear empleos, la oposición lo aprovechó y lo acusó de querer cortar los programas sociales. Allí Toledo perdió 3 puntos en la votación. Pero creo que Toledo tenía razón, de esta situación no se sale sin más desarrollo. Insisto en que el actual ministro es sensible a estos temas, pero todo el mundo sabe que el ministro de Economía, que es quien tiene la llave de la caja, no comparte esta orientación, y para él el problema es cómo lograr que el barco siga flotando. Esa es la diferencia, que uno quiere seguir a flote y el otro está preocupado en llegar a determinado puerto.
- ¿Cuál es la situación del debate sobre transgénicos en Perú?
- No hay debate porque no hay áreas implicadas. No hay ninguna gran empresa que esté con eso, no es un tema.
- Pero hay importación de maíz, soja, aceite etc.
- Hay algunas ONG que están introduciendo el tema, justamente con relación a algunas importaciones de las cuales se ignora si contienen transgénicos o no. Pero el tema no interesa, no está en la agenda. Lo que sí está tibiamente es uno de los aspectos que tiene que ver con los derechos de propiedad sobre algunas variedades nativas, porque algo se ha sabido acerca de robos escandalosos de biodiversidad. A pesar de que uno tras otro los gobiernos del Perú se llenan la boca diciendo la enorme riqueza que tenemos en ese aspecto, ninguno ha hecho nada para defenderla, para aprovecharla o siquiera conocerla realmente.
Autor:
Carlos Amorín
© Rel-UITA
NOTA 1 José María Arguedas, (1911-1969), escritor y antropólogo peruano. Figura emblemática de la literatura mestiza de ese país, fue quien mejor expuso la visión de un país a caballo entre dos culturas: la indígena de las sierras y la europea de las ciudades. Su infancia y adolescencia transcurrieron entre los campesinos pobres de Andahuaylas, su tierra natal, ubicada en la zona más postergada del Perú. De su obra se destacan Yawar fiesta (1941), Los ríos profundos (1956), y Todas las sangres (1964). Arguedas se suicidó mientras, según testimonios de sus allegados, padecía una profunda depresión sicológica. |
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