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15.10.01
Tierras Baldías |
"El suelo no es un recurso renovable. La tierra tarda 12.000 años en crear una capa apta para la agricultura. Según la ONU, una extensión semejante a todas las tierras cultivables de Estados Unidos se ha perdido en sólo 20 años. Es imprescindible romper la hegemonía de un sistema agrario regido por los criterios del beneficio a cualquier precio y una reconversión de las prácticas agrícolas intensivas para garantizar un desarrollo sostenible a largo plazo” |
El
suelo no es un recurso renovable. La tierra tarda 12.000 años en crear una capa
apta para la agricultura. Según la ONU, una extensión semejante a todas las
tierras cultivables de Estados Unidos se ha perdido en sólo 20 años.
La
degradación del suelo amenaza la viabilidad de la agricultura en los seis
continentes. La mecanización agrícola, los fertilizantes y el sobrepastoreo
constituyen usos agresivos para el suelo, así como la imposición de
monocultivos que favorecen agriculturas muy vulnerables a las plagas y a los
vaivenes del mercado.
Los
procesos naturales de erosión del suelo llevados a cabo por el aire y el agua
son acelerados de manera irremediable por el hombre. La erosión no es la causa
de la pérdida del suelo, sino la consecuencia del abuso de la agricultura
mecanizada que deja la tierra improductiva a los 3 años. En este proceso
contribuyen de manera decisiva los fertilizantes que acaban por contaminar los
acuíferos.
El
sobrepastoreo es el responsable de la degradación del 35% de suelo mundial.
Zonas boscosas de alta biodiversidad son convertidas en pastizales y en sabanas
de baja productividad porque se piensa que la cría de ganado en las áreas
tropicales resolverá rápidamente los problemas económicos y productivos de la
población rural. Por otra parte, las prácticas de cultivo que degradan el
suelo ponen en peligro la flora y fauna silvestres, al trastocar todos los
ciclos biológicos y climáticos, y amenazan la futura producción mundial de
alimentos. Según el Instituto de Recursos Mundiales la reducción de
nutrientes, la erosión y la salinización del suelo han reducido en un 13% la
productividad de los cultivos.
Técnicas
ecológicas como la rotación de cultivos, el uso de abonos verdes y de barreras
vivas no alteran las características del suelo y favorecen la formación
natural de materia orgánica. Sólo la siembra directa (sin laboreo) y el
mantenimiento de cubiertas vegetales reducen la erosión del suelo hasta en un
90%. La agricultura conservacionista se perfila como un sistema más rentable
porque evita costosas inversiones en adquisición y mantenimiento de maquinaria
agrícola, combustible y mano de obra. Por añadidura, se reducen las emisiones
de CO2 que se desprenden al labrar la tierra. Se estima que la aplicación de
este sistema en el 75% de los suelos de cultivo mundiales reducirían las
emisiones de carbono –causantes, entre otras, del cambio climático– hasta
en un 16%.
Con
un incremento de la población en 1500 millones de personas en los próximos 25
años debemos plantear un sistema que garantice alimentos para todos, sin
incrementar la superficie de tierra cultivada por la amenaza que esto supone
para las selvas y la biodiversidad.
Es imprescindible romper la hegemonía de un sistema agrario regido por los criterios del beneficio a cualquier precio y una reconversión de las prácticas agrícolas intensivas para garantizar un desarrollo sostenible a largo plazo. El hombre no puede ser ajeno a la sobreexplotación sistemática de ningún ecosistema porque forma parte de ellos y de ellos obtiene todo lo que precisa para su supervivencia.
Autor:
Adolfo Miranda Brogueras
Centro de Colaboraciones Solidarias
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