Entrevista con

Jorge Rulli

Una agricultura sin agricultores.

Una Argentina con vocación suicida.

 Integrante del Grupo de Reflexión Rural, militante ecologista, Jorge Eduardo Rulli es uno de los principales animadores en el escenario crítico dirigido al modelo agrícola argentino. En un país que ha caído en la trampa de los transgénicos, del feed lot, de las plantaciones a escala industrial y los sumideros de carbono, el Grupo de Reflexión Rural es un llamado a la sensatez, la osadía e inteligencia.

Gerardo Iglesias

- ¿Cuándo nació el Grupo de Reflexión Rural (GRR)?



Hace poco más de dos años. Provenimos de diferentes orígenes, pero confluimos a propósito de un proyecto de ley que intentaba fijar normas respecto a la certificación de la producción orgánica, y coincidíamos en posiciones bastante críticas hacia ese modelo. De manera que, curiosamente, comenzamos nuestro trabajo en función de una crítica al modo en que había evolucionado la agricultura orgánica en la Argentina. A partir de allí nos acercamos a la crisis rural del resto de los productores, porque vimos que la agricultura orgánica había adoptado los mismos parámetros que la convencional: concentración, extensión y exportación. Además de eso, la agricultura orgánica produjo muy rápidamente una capa de gente que la maneja, una capa dominante vinculada con las certificadoras que, prácticamente, es una actividad casi parasitaria de la agricultura orgánica y que es útil sólo en la medida en que se haya perdido el contacto directo del productor con el consumidor. Casi todos nosotros veníamos trabajando a favor de la agricultura orgánica desde hacía 10 o 15 años, por eso nos afectó mucho ver que ella había adoptado rápidamente los moldes convencionales. Nos afectó ver como nuestros viejos compañeros se pusieron pronto a tono con las tecnologías del mantenimiento de góndolas o del marketing de supermercados. Realmente fue sorprendente el cambio cultural de mucha de esta gente que hasta el momento hasta se decían setentistas.

- ¿Quién certifica en la Argentina?

- Las primeras certificadoras nacieron de empleados de la propia Secretaría de Agricultura, que fueron quienes impulsaron la normativa. Luego abandonaron el Estado y montaron empresas privadas para aprovechar las mismas regulaciones que ellos habían establecido. O sea que desde el inicio son las certificadoras las que conducen el proceso. Y más tarde el negocio más lucrativo devino en concentrar las producciones de muchos pequeños productores e intermediar la venta con los supermercados o reconvertir a grandes productores para la exportación. El modelo tiende a que sean los grandes intermediarios o quienes manejan grandes extensiones los que conducen estas políticas.

- ¿Y cuál es la alternativa que plantea el GRR sobre este tema?

- Lo primero fue una reacción de rechazo hacia esas tendencias y luego el reflexionar sobre otro tipo posible de agricultura, lo cual fuimos teniendo más claro con el transcurso de los años y en la medida en que fuimos capaces de contener a la agricultura orgánica en el marco de la crisis general del campo argentino. Recién ahora, cuando volvemos desde la crisis del campo a nuestras preocupaciones primeras sobre la producción ecológica, podemos tener una propuesta clara, que se podría definir en la consigna de que “lo orgánico debe ser local y lo local se debe transformar en orgánico”.

- ¿Cuáles han sido los logros y constataciones realizadas por el GRR en estos años?

- Creo que ha sido muy importante descubrir la crisis rural desde una visión ecologista. Es la primera vez que un grupo, decididamente desde la experiencia de lo ecológico, se atreve a dialogar y a polemizar con las corporaciones tradicionales del campo. Lo hicimos en forma pública por primera vez, en las grandes movilizaciones a principio 1999 en la Plaza de Mayo. Allí, con la plaza llena de chacareros y de productores agrícolas, estuvimos repartiendo nuestros manifiestos, donde criticábamos el modelo de exportación que abandona el mercado interno, y que en mérito a las reglas del lucro sacrifica la calidad de los alimentos. Para muchos de nosotros, que veníamos de la militancia ecologista, nos resulta fascinante el nuevo panorama, pues amplía el campo de la lucha y rápidamente descubrimos el paradigma de toda esta agricultura, la punta del iceberg: las semillas transgénicas, que a su vez son el paradigma de una agricultura sin agricultores. Un modelo de exportación de commodities, con destino a forrajes de los animales del mundo y que ha desechado la producción de calidad. Desde que descubrimos y empezamos a trabajar el tema de los transgénicos, muchas cosas han pasado. En 1999, junto a Greenpeace y otras organizaciones, convocamos a una reunión en el Café Tortoni -un café histórico en la Avenida Mayo- y con gran afluencia de público, de sindicatos, de mujeres y de ambientalistas, conformamos la Red Alerta Sobre Transgénicos (REDAST).[1] Allí comenzó otra etapa, en la cual el GRR se desdibujó bastante durante un buen tiempo porque dedicamos todas nuestras energías a impulsar esta Red y nos olvidamos de nosotros mismos. Nos dedicamos casi exclusivamente al tema transgénicos, y fuimos postergando el trabajo sobre el modelo rural y sobre la crisis del campo.

- ¿Quiénes integran el GRR?

- Hay periodistas y pequeños productores, técnicos e ingenieros agrónomos, pero fundamentalmente lo integramos cuadros medios del Estado en su sector agrícola. Allí es el ámbito donde más hemos crecido, dentro del Estado. Entre los técnicos disconformes por la falta de políticas, por la malversación que se hace del Estado poniéndolo abiertamente al servicio de políticas y de empresas privadas. De hecho, lo que estamos conformando son conducciones de reemplazo, en la medida que incentivamos una conciencia global del problema de la crisis agraria y damos permanentemente debates y discusiones en cuanto ámbito nos es posible. En definitiva, que lo que estamos discutiendo es el Poder, aunque con visiones nuevas de lo que significa confrontarlo.

- ¿Se puede ser un cuadro intermedio, desarrollar una labor crítica y salir ileso?

- Aprovechamos mucho para crecer el momento caótico de fines del menemismo y de comienzo del gobierno de la Alianza. Utilizamos esa circunstancia de pérdida de control político, también manteníamos articulaciones con muchos líderes del nuevo gobierno, y además que en esos primeros tiempos se evidenciaba, que tan solo los cuadros que sirven a las transnacionales y nosotros teníamos claro los objetivos, mientras que los nuevos funcionarios se demoraban en comprender las reglas del Poder y de los lobbys en el interior del Estado. Hoy no obstante, tenemos algunos problemas porque en la medida en que los nuevos dirigentes van incorporando un discurso fatalista y persuadiéndose de que no pueden cambiar el modelo y sí tan solo administrarlo, nosotros también perdemos terreno y posibilidades. Otro camino que estamos ensayando con bastante éxito es integrarnos sindicalmente. Así que algunos de nosotros no sólo somos miembros del GRR, sino también delegados de base de la Asociación de Trabajadores del Estado. Ahora es más difícil que nos peguen y podemos implementar propuestas de política agropecuaria desde el sindicato.

- La administración menemisma brindó su más amplio apoyo a la producción de transgénicos en la Argentina. ¿A un año del gobierno de De la Rúa, se nota algún cambio, se tiene una visión más crítica o se continúa desarrollando la misma política? 

 La soja transgénica por todas partes

Recientemente observaba que en los cinturones verdes de las ciudades, en zonas que antes eran quintas de verduras, ahora se está haciendo soja transgénica. Y esto es sorprendente, te estoy hablando del cinturón verde hortícola o tambero de la misma ciudad de Buenos Aires. El modelo se sigue implementando sobre las mejores tierras argentinas, y aún sobre las tierras más frágiles como algunas de la Cuenca del Salado y otras, donde durante muchísimos años había andado muy bien un modelo mixto de agricultura-ganadería que permitía recuperar las tierras y en estos momentos ese modelo ha sido abandonado para hacer soja.

Por todo ello, grandes extensiones del suelo agrícola argentino transitan hacía  una crisis aguda, que las autoridades de la Secretaría de Agricultura no advierten ni contemplan como parte de una disparatada locura general que tiene atrapado a este país en el tema de los transgénicos. Parece que hubiera una conspiración generalizada y ya no es fácil saber quiénes se hacen los tontos o quiénes son los que están comprados; ni cuánto hay de ignorancia, pero realmente en el tema de los transgénicos, la Argentina vive dentro de una burbuja.

- El continuismo es total. La Secretaría de Medio Ambiente nunca participó en este tema, recién ahora ha incorporado un hombre suyo en la CONABIA, que es la comisión que regula la habilitación de transgénicos, pero el funcionario es un hombre de María Julia Alzogaray o sea del menemismo. Así que imagínate, la continuidad es total. Donde notamos un cierto cambio es en Cancillería, con la llegada de Estrada Oyuela, quien ha prometido incorporar nuevas políticas en Cancillería, en especial, el salir del Grupo Miami. Vamos a ver si es cierto, aunque nos da la impresión que sí, que puede haber un cambio de rumbo o por lo menos una apelación al sentido común, según las propias palabras del embajador. Eso ya sería más que suficiente para poner un poco de medida en esta disparatada política argentina, que cada día evidentemente se dirige hacía un colapso de mercados, porque somos el único país que ha puesto todos los huevos en la misma canasta y que además asumió la defensa cerrada de estos intereses y de la OMC a través del Grupo Miami. Por suerte esto último está cambiando. Sabemos que Argentina ha dejado de concurrir a las reuniones del Grupo Miami y en sectores del gobierno se evalúan aquellas políticas como una etapa superada. Pero en general la conducción que tiene la Secretaría de Agricultura no es mucho mejor que las anteriores. Puede ser que haya ciertas preocupaciones nuevas en el campo argentino y un síntoma de cambio es sin duda el reemplazo de Bonetto por Buzzi en la conducción de la Federación Agraria. Existe asimismo alguna inquietud de las corporaciones agrarias frente a como en los mercados crece el rechazo hacia los transgénicos, eso es cierto. Pero de allí a un cambio cultural y de propuestas agrícolas, realmente falta mucho y el triunfo del fundamentalismo biotecnológico en todos los terrenos es todavía muy evidente y muy fuerte.

- Hace muy pocas semanas se produjo nuevamente una nueva movilización de pequeños y medianos productores ante la situación crítica que vive el campo argentino. Los transgénicos fueron presentados como una panacea, Argentina es el segundo productor en el mundo, sin embargo la crisis del medio rural continúa agravándose.

- En el campo argentino se aplicó un modelo muy perverso y muy impiadoso, que fue el modelo Cavallo de la Convertibilidad y de achicar los costos a cualquier precio. Ese modelo consistía en un campo productor de commodities forrajeras para la exportación, e implicaba el éxodo de la población rural, tal como se dio, y la desaparición de gran parte de los pequeños productores, tal como también se dio. Este despoblamiento del campo, la quiebra del pequeño y mediano productor, lógicamente coincidió con una enorme concentración de tierras destinadas a la producción de commodities y, como contrapartida, produjo un gran incremento de la cantidad de pobres urbanos hacinados en los cinturones de miseria de las grandes ciudades, y esa masa creciente tenía que ser atendida por el clientelismo del menemismo. O sea que, si la primera emigración del campo a la ciudad fue la base humana del peronismo primigenio, esta nueva emigración debía ser la base manipulada del clientelismo menemista. Este fue un esquema que se cumplió rigurosamente. Y los dirigentes agrarios de las principales corporaciones fueron absolutamente cómplices en esto. A tal punto que la Federación Agraria firmó un contrato de licencia con Monsanto en el año 99, mediante el cual ella era la encargada de multiplicar en los propios campos de la Federación, las semillas transgénicas de soja de esa transnacional. El modelo de Cavallo se cumplió a cabalidad, un ejemplo: en la Secretaría de Agricultura hace años que está acéfala la dirección de mercado interno. Es que en ese esquema, ¿a quién le podía interesar el mercado interno? El mercado era el de la exportación, el mercado internacional. Se dejó de producir el trigo plata, el trigo candeal, el maíz colorado, las producciones de calidad desaparecieron y pasamos a los commodities cada vez más transgénicos. Con seguridad fue un rol que evidentemente alguien nos asignó en el marco de la globalización. Lo malo es que nuestros dirigentes no lo quisieron ver, no lo denunciaron y se sumaron a un modelo que ha dejado trece millones de pobres. Incluso las víctimas no lo vieron y muchas veces aplaudieron el modelo y lo votaron. Más aún todavía, muchos de los que luchan por reivindicaciones de justicia social en el campo argentino no lo tienen claro. En este sentido hemos debatido alguna vez con Mujeres en Lucha, una de las organizaciones más heroicas que ha producido esta etapa en la lucha contra los remates de campos. Ellas en nuestra opinión aún no han asumido que la perversión del modelo está en el tipo de producción. Y lamentablemente muchos de los que se oponen, en sus campos hacen los mismo, aplican la misma tecnología, en definitiva el mismo modelo. De igual forma, las protestas que se realizan por las deudas con el Banco Nación, no conducen más allá ni abren horizontes. Si por milagro les condonaran esas deudas, en un año o dos estarían exactamente igual porque han entrado culturalmente en un modelo en el cual solamente pueden producir endeudándose. ¿Por qué? Por el costo de las semillas, por el costo de los agrotóxicos, por el tipo de maquinaria utilizado, y lo que es peor, muchos propietarios enajenaron sus tierras entregándoselas a los “pooles”[2] de siembra. Esto ha sido una de las cosas más perversas, porque esos propietarios se quedaron solamente con el “casco” y dejaron de trabajar sus tierras, con lo cual nosotros pasamos a ser un país de agricultura sin agricultores. Donde los “pooles” explotan a mansalva los campos ajenos, y luego de algunos años los abandonan inservibles a dueños de chacras que ya no tienen la práctica, ni los hábitos de trabajo que tenían sus padres, ni la maquinaria adecuada para retomar el laboreo y se encuentran con que sus campos ya no tienen la fertilidad de antes.

El derecho de producir nuestros propios alimentos

Estuve 11 años en la cárcel y 6 años exiliado: 2 en España y 4 en Suecia. En España aprendí el hacer la huerta e incorporé esa necesidad que es un derecho, pero también se transforma en un imperativo existencial. Esa obligación moral de producir los propios alimentos es una deuda que tengo con Málaga, pero también con muchos suecos solidarios que se esforzaban por vivir con un sentido franciscano. Hoy vivo con Wanda mi compañera, y mis cinco niños en Marcos Paz, a 48 Km de la ciudad de Buenos Aires. Tengo mis gallinas, patos, gansos, conejos, la huerta con frutales y mis plantas medicinales. Somos seres de la naturaleza pero también somos seres históricos, que construimos constantemente cultura y buscamos ser felices, de modo que asumimos nuestra vida con alegría y con placer el deber y el derecho de producir los propios alimentos. Esta fue quizás una de las reivindicaciones más importantes de la humanidad que se extravió con la revolución industrial, cuando el naciente proceso fabril debió eliminar a muchísimos campesinos y además quitarles la tierra para que los restantes tuvieran que aceptar canjear empleos por salarios. Ahora en la Argentina ocurre todo lo contrario, nadie quiere producir y menos trabajar la tierra, todo el mundo quiere un empleo y supermercados a la mano, y nosotros insistimos en que empleo no es trabajo y que muchas veces el trabajo y el empleo son antagónicos, y sobre todo insistimos en que es posible vivir de otra manera y en que hay que construir con obstinación esa alternativa.

- En las últimas décadas, sobre todo, Argentina ha hecho muy bien los deberes: dictaduras; represión; neoliberalismo; privatizaciones; flexibilización; reformas en lo laboral; transgénicos, y ahora, sumideros de carbono y plantaciones a escala industrial.

- Sé que para quienes no son argentinos es difícil entender cómo este país, con tantas historias de lucha, con tantas tradiciones revolucionarias y liderazgos importantes, ha caído tan bajo. Una pregunta repetida: ¿Por qué? ¿Por qué? Quisiera aportar un matiz a esto, porque siempre hablamos de las consecuencias de la dictadura militar, pero en este país se dio una situación que poco se considera que fue la inversión en el sentido del peronismo. El menemismo gobernó de espaldas a los postulados sociales de uno de los movimientos más populares de la Argentina, con más tradiciones revolucionarias y que había calado más hondo en los moldes culturales de este país. Pero lo perverso aquí, es que alguien le cambió el sentido a esa historia y transformó toda esta energía en lo contrario. Y esto fue un golpe tremendo, del cual no sé cuando nos podremos recomponer. Entre el Golpe del 76 y el Menemismo, hubo dos hechos muy significativos, que quizás sean los eslabones que unen la dictadura militar y su terrorismo de Estado con el menemismo. Esos hechos fueron el mundial de fútbol de 1978, cuando la gente festejó alborozada junto con los genocidas y sirviendo a los intereses políticos de los genocidas. Y el segundo, fue el festejo por la ocupación de Las Malvinas. Sé que esto es muy duro para el común, cuesta hacer un análisis sobre estas heridas a la autoestima de los argentinos, y para mucha gente resulta sencillamente insoportable, pero alguna vez tendremos que preguntarnos qué nos pasa. Por qué esta desmesura entre la idea que tenemos de nosotros mismos y esta realidad africana que estamos viviendo, porque hoy somos un país del tercer mundo, con enormes bolsones de pobreza y de mortalidad infantil. Sobre las plantaciones a escala industrial, intentamos alguna vez discutir el tema con altos funcionarios del Gobierno y nos encontramos con pensamientos elementales y simples. Simples en el sentido del hombre desinformado y sin la dimensión del medio ambiente -que son también pensamientos anacrónicos- y que impiden arribar a un diagnóstico mínimo, pero que en altos funcionarios configuran casi una irresponsabilidad criminal. ¿Cómo se puede discutir políticas con quienes no tienen ideas de la sustentabilidad ni de la biodiversidad? Uno se pregunta: ¿qué está decidiendo ese funcionario? Está decidiendo respecto a la destrucción del mundo, más allá de sus buenas intenciones. Antes del 10 de diciembre, con la preparación de los equipos de la Alianza, fue muchas veces igualmente lamentable. En una oportunidad arribamos como GRR a una reunión sobre medio ambiente en el Instituto de Políticas de la Alianza (IPA), que en ese momento presidía el ex presidente Raúl Alfonsín, y que era nada menos que la cocina de los planes de la Alianza. Para nuestra sorpresa, cuando llegamos estaba hablando un profesor universitario de nombre Jorge Adámoli, que en su momento había respaldado la hidrovía, y que es conocido porque a puesto sus conocimientos sobre el ecosistema al servicio de la Globalización y sus megaobras. Estaba este hombre allí, argumentando la importancia desde el supuesto punto de vista sustentable de un proyecto australiano que él había avalado en Formosa, para sustituir bosques deprimidos con agricultura extensiva. No lo podíamos creer, porque en el momento en que se debatió ese tema llegamos a cortar la calle frente a la Casa de Formosa en Buenos Aires y yo personalmente había estado allí durante horas con un megáfono denunciando el hecho. Así que en esa reunión del supuesto equipo de gobierno que venía, lo primero que encontramos fue que se estaba alabando, mostrando como un paradigma, algo que nosotros habíamos considerado en su momento el mayor despropósito. Se pierde a veces la brújula y uno se pregunta: ¿qué está pasando? ¿Cómo podés dialogar cuando al otro le parece fantástico lo que a vos te parece horrible?

- En la lucha global contra los transgénicos, los sindicatos, pero sobre todo las ONG, han tenido un protagonismo decisivo. En Argentina, las ONG no han tenido el desarrollo que evidencian en otros lugares, lo cual hace que el GRR sea una expresión un tanto solitaria.

- Bueno, hemos cumplido con las generales de la ley. Muchos militantes de los setenta que volvieron en los ochenta, aprendieron en Europa el camino fácil de las ONG, de transformar las propuestas revolucionarias en proyectos subsidiados. Creo que eso ayudó a neutralizar a muchos líderes que estaban por el cambio, y se dedicaron a sobrevivir transformando una ONG en una microempresa. Como lo señalas, ese fenómeno aquí se da con menor fuerza, quizás porque nosotros no tuvimos tanta ayuda como otros países, debido a la soberbia argentina. En la medida en que la Argentina se vendía como un país del primer mundo, muchos países centrales se negaron a mandar los mismos subsidios que transferían a otros países que humildemente reconocían que eran pobres, como Perú o Bolivia. Nosotros tenemos un problema muy grave con la visión que nosotros mismos tenemos de la Argentina, y es una traba muy grande porque nos impide reconocer el grado de enfermedad terminal que padecemos, y la terapia intensiva que necesitamos. No podemos encontrar las soluciones, porque no somos capaces de hacer el diagnóstico. Como GRR, en cierta medida, estamos algo solos. No obstante, nos hemos encontrado con un crecimiento que nos supera. En dos años hemos pasado a tener influencias en áreas que nunca habíamos imaginado, tenemos un rol decisor en algunos aspectos, y tenemos niveles de diálogo con algunas organizaciones que nos hacen sentir sensaciones de vértigo. Quizás todo esto sucede porque estamos expresando una nueva corriente de pensamiento, en un área que fue abandonada por la dirigencia política argentina. O sea, somos los únicos que estamos diciendo ciertas cosas, y estamos machacando constantemente sobre el modelo de commoditisación; sobre la necesidad de la seguridad alimentaria; sobre rescatar la visión de la multifuncionalidad del campo para la Argentina. Asimismo la idea de retorno al campo, con todo lo que significa vivir en el campo que ya es una idea ajena al imaginario argentino, pues ni siquiera los productores agrarios reivindican el vivir en el campo, ellos viven en la ciudad.

- ¿Cómo evalúas el relacionamiento del GRR con la UITA?

- Para nosotros, uno de los acontecimientos más importantes en este campo de las relaciones y en esta etapa ha sido el respeto y la valoración que hemos sentido por parte de los compañeros de la UITA. Eso nos ha obligado a esmerarnos en una conducta y en un trabajo. De manera que nosotros depositamos muchas expectativas en esta relación de trabajo con la UITA y confiamos también en poderles aportarles en la empresa común y en los objetivos que nos convocan.

- A pesar de todo, ¿se puede?

- Se puede, no tengo dudas. Pero debemos reconocer y asumir que este modelo de exportación es suicida, que tenemos que empezar por priorizar el mercado interno y que tenemos que volver a las producciones alimentarias que nos hicieron famosos, que eran todas producciones de calidad: las mejores carnes, el mejor trigo, el mejor maíz. Ese era nuestro poder y era nuestra mayor cualidad: el producir pan para el mundo y el mejor pan, no como ahora que producimos basura para los animales europeos o los pollos brasileños. Es muy triste, nuestra soberbia es equiparable al grado de humillación y de deshonra en la que hemos caído como país. El problema está en nosotros, en la necesidad de instalar el debate y replantear estos grandes temas, en el movimiento obrero, en los productores, en los distintos sectores de la sociedad. Adecuarse a los nuevos tiempos, a las nuevas demandas, en las acciones de lucha pobladas de imaginación y osadía al estilo de las practicadas por la resistencia global. La gente debe dejar de delegar, debe tener más profundidad en la mirada y una mirada más global. Creo que durante los últimos tiempos desde el GRR hemos sembrado mucho y en algún momento se dará la explosión de verdor que surge después de la lluvia. Confiamos en que ello ocurra.

© Rel-UITA

[1] La Red Alerta Sobre Transgénicos (REDAST), se constituyó el 23 de setiembre de 1999. Rel-UITA estuvo representada por Enrique Terny, Secretario General del Sindicato Argentino de Trabajadores Fideeros (SATIF) y miembro del Comité Latinoamericano de la UITA.

[2] Ver SIREL AGROTÓXICOS, Nº 6, agosto de 2000. “A desalambrar, a desalambrar, que la Argentina es un poroto”. Entrevista con Adolfo Boy. Ver sección AGROTOXICOS en nuestra página Web: www.rel-uita.org

 

Comuníquese con Nosotros

UITA - Secretaría Regional Latinoamericana - Montevideo - Uruguay

Wilson Ferreira Aldunate 1229 / 201 - Tel. (598 2) 900 7473 -  902 1048 -  Fax 903 0905