Es ingeniera agrónoma y una pionera de la agricultura orgánica en Uruguay. Actualmente coordina el Programa de Producción Orgánica del Programa de Desarrollo y Reconversión de la Granja (predeg) y la agencia de cooperación alemana gtz. Vive en Tacuarembó, lleva el campo en las venas e irradia una energía poderosa que divide entre sus múltiples actividades, sus viajes semanales a Montevideo y sus cuatro hijos. |
Carlos Amorín
-¿Cómo se vinculó usted con la agricultura orgánica?
-Uhhh, hace años. Desde que estaba en tercer año de facultad.
-¿En la Facultad de Agronomía se toma en cuenta este sistema agrícola?
-No, para nada. La formación no va para nada en ese sentido y en 1986, cuando yo entré, menos aun que ahora. Yo me crié en el campo, en la zona de Ansina, en Tacuarembó. Quise estudiar agronomía porque pensaba que para mucha gente que no podía producir ganado, la agricultura podía ser una alternativa. Por eso de una zona ganadera y criada entre el ganado salí granjera. Cuando empecé la facultad me desilusioné mucho, porque todo era productivismo: "tanto por cuanto menos tanto es otro tanto". En tercer año iba un día por los corredores y vi un cartel: "Charla de agricultura alternativa". ¿Qué será?, me dije. Fui a la charla. Ese fue el primer grupo que habló en Uruguay de agricultura orgánica, en aquella época decíamos que era alternativa o ecológica. Ese grupo terminó obteniendo un pedazo de tierra de la cátedra de horticultura, haciendo las primeras experiencias de cultivo orgánico. Todo extracurricular, sin apoyo docente ni de nadie. Eramos estudiantes, de los cuales muchos nos recibimos y unos cuantos seguimos trabajando en el tema.
-¿Cómo empezó su práctica orgánica?
-Antes de recibirme trabajé en la Escuela Agroecológica de Caritas, en Maldonado, a la que venía gente de todo el país para aprender las bases de una producción distinta a la dominante. También trabajé con Redes-Amigos de la Tierra, que es también pionera en esto, y se interesa en otros temas ambientales, y desarrollé algunas experiencias con productores en Cuchillas de Rocha, Sauce, que fueron las primeras -excelentes- producciones de tomate orgánico. Después volví a Tacuarembó, que era mi sueño, y me dediqué un tiempito a interiorizarme bien de la realidad porque hacía ocho años que me había ido a Montevideo. Luego, en 1993, Caritas me pidió que hiciera una especie de extensión con los exalumnos de la escuela, y ahí empecé a trabajar con productores locales. Había un problema fundamental que ellos siempre ponían arriba de la mesa y era el del mercado. Hasta que el Instituto Nacional de la Alimentación (inda) de Tacuarembó aceptó comprarnos toda la producción. Siendo que estos productos son más nutritivos y más sanos, lo ideal era que los consumieran aquellos que tienen más necesidad y problemas de salud. Además, la producción orgánica se aprovecha mejor cuando se la consume cerca del lugar donde se cosecha, porque los vegetales, con el tiempo, van perdiendo calidad nutritiva. Fue una quijotada que salió bien, porque los productores se tuvieron que comprometer a mantener la producción pareja durante todo el año.
-¿A cuántos productores benefició ese convenio?
-A unos 15, con sus respectivas familias.
-¿Y antes cómo era la situación de esa gente?
-Eran pequeños o muy pequeños productores que durante una época del año trabajaban su predio, y en otra vendían su mano de obra, algunos hacían carbón, otros salían a esquilar. Uno de ellos tenía sólo dos hectáreas y cultivaba papa en tierra ajena. Yo lo veía siempre cargando su mochila para ir a aplicar remedio a la papa que estaba como a 15 kilómetros de donde vivía. Hoy logra vivir de lo que cosecha en sus dos hectáreas porque mejora la tierra, hace cultivo intensivo y en rotación. O sea que vive de la producción orgánica.
-¿El inda absorbe toda la producción del grupo?
-En realidad no logran abastecer al inda en todos los rubros. La planificación se hizo en forma ideal, porque partimos de lo que se necesitaba para saber cuánto había que producir. ¡Lo que les costó a los productores asumir las nuevas tecnologías! El riego, por ejemplo. En ciertos momentos no había la cantidad de almácigos prevista y, cuando preguntaba por qué, decían que porque no había llovido. Tenían el riego instalado, pero no lograban romper la tradición. No tenían maquinaria, y hoy tienen y la usan en común, cosa que es bien difícil de lograr. Como yo no tenía sueldo de ningún lado, me puse también a producir, y durante varios años viví de eso. Hoy veo que siguen en el campo, tienen locomoción, tienen su luz, su agua, su nivel de vida. Son cosas para valorar, sí. Lo que lamento es que nadie más hizo el trabajo de difundir estas técnicas, estas ideas.
-¿Ellos no recibieron apoyo de ningún organismo?
-De ningún lado, ni siquiera del Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria (inia). Incluso algún técnico me dijo una vez que ser productor no era "andar tirando semillas en el campo", como si fuera eso lo único que hacíamos. Hasta que en 1997 llegó el Programa de Desarrollo y Reconversión de la Granja (Predeg), dependiente del mgap. Ahí nos presentamos como aspirantes al programa que nos ofrecía pagar el 90 por ciento del costo técnico. Fue un cambio espectacular porque pudimos tener continuidad, hacer reuniones más asiduamente, y fue la única alternativa que encontramos. Con el tiempo el estatus del grupo dentro del pago fue cambiando, porque empezaron a ser invitados a actividades de difusión de tecnología y cosas así, y se les escucha opinar sobre la situación o qué se debería investigar, por ejemplo.
-¿Qué superficie representan?
-El más chico tiene dos hectáreas. Había otro más chico aun que tenía una sola hectárea, pero ahora se compró cuatro, así que es terrible terrateniente.
-¡Pero entonces han mejorado mucho!
-Sí, puede ser. El más grande tiene 12 hectáreas, pero no está produciendo orgánico en todo el predio porque siguen haciendo un poco de ganadería, algo de chacra. Quizás por ahí viene mi pequeña desilusión, porque el área dedicada a esto no siguió creciendo. Es probable que influya el tipo de suelo, que no es muy bueno para agricultura, aunque si ellos lograron esos cambios en suelos tan pobres, arenosos, ácidos, degradados, me imagino lo que se podría hacer en suelos mejores.
-¿Cómo mejoran ese suelo?
-De muchas formas, pero sobre todo con incorporación de abono verde, que es un cultivo que se planta no para cosechar sino para enterrarlo en el mismo lugar para que aporte materia orgánica, nitratos. En el predio orgánico no se quema nada, ni plantas enfermas, ni podas, estiércol o gramilla. Todo se recicla en la abonera, donde se transforma todo en abono orgánico. La abonera es un sistema de descomposición controlada del material orgánico que genera picos de temperatura interna matando a los posibles patógenos que afectaban la tierra. Esto se reincorpora al suelo con un enorme efecto benéfico. Otro aspecto importante es que no se dejan suelos descubiertos porque el 90 por ciento de la erosión se produce cuando la lluvia golpea directamente el suelo desnudo, por lo que se usa una cobertura vegetal. Cuando empezamos hicimos análisis de los suelos y eran un desastre, tres años después la mejora era realmente impactante. Se necesita restablecer el equilibrio en la tierra después de años de romper su composición. Y además se necesitan herramientas para luchar contra las enfermedades. Si alguien tiene una idea idílica sobre la agricultura orgánica, más vale que se la vaya sacando con peine fino. Tenemos que trabajar mucho para ayudar a la naturaleza y estar atentos a los problemas sanitarios. Claro, nuestras herramientas son biológicas, no químicas.
-¿Pero esa experiencia no se ha estudiado mejor? ¿No se ha intentado analizarla y reproducirla en otros lugares?
-Hemos recibido muchas visitas, y esa experiencia sin duda ayudó para que me propusieran la coordinación de la producción orgánica en el Predeg, y me consta que en los sectores con los cuales me relaciono, como la Asociación de Productores Orgánicos, las ong y la Facultad de Agronomía, hay una cierta complacencia en que esté donde estoy. Lo que me faltó hacer -la verdad, no me dio la energía- fue escribir, documentar la experiencia. De todas formas, creo que hemos perdido oportunidades de desarrollar alternativas que son viables para los productores y para el país. Basta mirar cómo está aprovechando Argentina la demanda de producción orgánica, que obtiene precios mucho mejores que la convencional. Ellos empezaron como nosotros, con pocos productores y chicos, y más o menos en la misma época, entre 1990 y 1995. La diferencia es que ellos se movieron de otra manera a nivel oficial.
-¿De qué manera?
-Trabajaron desde el marco legal hasta los aspectos comerciales. Los productores organizados se movieron intensamente para que se generara desde el gobierno un marco legal, una ley de producción orgánica, los acompañó la voluntad del ministerio y aprovecharon un canal comercial en forma excelente hacia Europa. Los europeos no importan productos orgánicos desde países donde no exista seguridad jurídica con respecto a la calidad de la producción, esto es, una reglamentación clara y más o menos parecida a la de ellos e instituciones de contralor. Argentina fue uno de los cinco países extra Unión Europea admitidos para la importación de producción orgánica. Y desde acá uno se pregunta: ¿qué dificultad tenemos nosotros para hacer cebolla orgánica igual que ellos? Lo que falta es el marco legal para producir hortalizas, frutas, cereales, azúcar, carne y lana en forma orgánica. Ellos producen y exportan de todo esto, y en una cantidad importante. En Argentina los productores orgánicos ocupan una superficie de un millón de hectáreas. Y tienen el apoyo de la investigación agrícola oficial, que algo hace, no como acá que, no sé por qué, todavía no existe una línea de investigación en producción orgánica.
-¿Se puede ser competitivo con el actual modelo hegemónico de producción basado en el monocultivo y la aplicación de químicos?
-No hay una solución buena para todo el mundo, no creo que cambiar de un sistema a otro le sirva a todos. El problema de la granja tiene varias causas y las soluciones tienen que venir también de varios lados. No entiendo mucho de política internacional, pero sé que estamos teniendo problemas de competitividad, hay atraso cambiario, el petróleo está caro, los precios de nuestros productos están por el suelo... No puedo decir que si tuviéramos un programa de reconversión a la producción orgánica se arreglaría todo. Sin embargo creo que se podría haber hecho, y se puede hacer, algún esfuerzo en los aspectos de capacitación y extensión rural a los productores (el Predeg hizo algo, pero no sé con qué resultados). Se debería incluir en estos programas la producción orgánica, apoyarla con más gente y más recursos, deberíamos creer más en ella no como la única cosa posible, pero sí darle definitivamente estatus de existencia. Me cansé de sentir que cuando mencionaba la palabra "orgánico" todo el mundo dejaba de atender porque existe el prejuicio de que es algo incoherente e irreal. Después de años de trabajo, no sólo mío, y de todo lo que se ha hecho, empiezo recién ahora a sentir que se nos tiene un poco más de respeto.
-Yo encuentro que los productores están más esperanzados en el futuro y más conformes con el presente cuanto menos agrotóxicos usan. No digo que mi impresión sea generalizable.
-Lo que pasa es que yo no estoy muy en contacto con los que hacen producción convencional, con químicos, porque toda mi vida trabajé por el lado de lo orgánico. Pero ahora que usted lo dice, es cierto, en medio de esta crisis en la que hay productores que se funden, familias enteras que se desarraigan laboral, afectiva y culturalmente, creo que los orgánicos sienten que tienen una ventana hacia adelante. Quizás soy demasiado ambiciosa porque me parece que ellos no han mejorado todo lo que yo desearía, no han presionado a los gobiernos como a mí me parece que habría que haberlo hecho.
-¿Cómo está la investigación sobre agricultura orgánica?
-No se hace. Estamos muy atrasados. Yo visité hace poco una estación experimental en Santa Catarina, Brasil, donde se investiga sobre sistemas de producción orgánica. Y ellos tienen una estación de este tipo en cada estado. Allí, en la estación de Ituporanga, tenían tres técnicos dedicados exclusivamente a lo orgánico. Hace poco recibimos la visita de técnicos de Espíritu Santo, Brasil, que tienen datos acumulados desde hace doce años acerca de producción orgánica de hortalizas y frutales. Pero acá no, todavía no. Esto retrasa el desarrollo de la producción orgánica, y a veces la impide. Por ejemplo, no tenemos absolutamente nada de control biológico de plagas, es decir de organismos que combaten otros organismos dañinos para las plantas, sean virus, bacterias, nematodos u otros. Los productores orgánicos han tenido que correr muchos más riesgos que otros, usando tecnologías aprendidas de oídas, pero sin afinar. A veces copiamos modelos de cosas que no se adaptaban a nuestra realidad, pero debíamos buscar por el sistema de acierto y error.
-Me dijeron que está haciendo un posgrado en Cuba. ¿Es cierto?
-Sí. Como consecuencia del bloqueo, Cuba desarrolló una tecnología de control biológico de plagas que aplica masivamente, esto es, sobre aproximadamente 100 mil hectáreas. Ellos están a la cabeza de la investigación mundial en este aspecto, y he tenido la suerte de que me aceptaran como candidata a un doctorado en esta materia. Pero, como siempre, estoy haciendo todo absolutamente a pulmón y prácticamente con mis recursos personales.
-¿El sector está creciendo?
-Está estancado. Desde hace un tiempo no aparecen nuevos productores. Los que están trabajan muy bien, abastecen mercados concretos, supermercados, por ejemplo. En general creo que los productores orgánicos tienen una actitud abierta y alerta a la aplicación de cosas nuevas, son más audaces. La ausencia de investigación, de apoyo en ese aspecto, está limitando el desarrollo, el crecimiento y el mejoramiento de la producción orgánica, que le podría estar dando de comer a muchas más familias. Que el sector creciera le haría mucho bien al país, a la salud de la gente, a la imagen del Uruguay, y ojalá se pueda extender a otros sectores como la carne, la lana, el azúcar, los cereales y el trigo. ¿Por qué no?
-¿Qué cambio para la salud?
-Estoy convencida de que estamos comiendo productos con uno o dos días de haber sido tratados con productos extremadamente peligrosos que son cancerígenos y tienen una cantidad de consecuencias en la salud.
-¿Por qué los precios de los productos orgánicos son más altos que los otros?
-Hay que ver cuánto recibe el productor que está teniendo algunas dificultades con los supermercados, como las tienen todos los proveedores. Hay algunos grupos que están haciendo distribución directa.
-¿Hay sensibilidad en los políticos para legislar sobre este tema?
-Por lo que he visto hasta ahora lo que hay es desinformación. Tenemos que tratar de llegar hasta ellos para ver si hay o no sensibilidad. En este momento en el mgap hay una voluntad de apoyarnos, el ministro Gonzalo González recibió a la Aprodu y se está trabajando en la elaboración de un marco legal. En Argentina y Brasil ya hay leyes de protección de los términos "orgánico", "natural", "ecológico" porque hay marcas famosas que anuncian cosas que no son y eso se debe terminar. En la ley se debería designar o crear un servicio de contralor público para las certificadoras, no porque se desconfíe de ellas, sino porque en este sistema lo esencial es la transparencia, la confiabilidad del público y de los clientes. Creo que lo mejor que estamos haciendo todos en este momento es trabajar unidos y en función de lo que se ve desde el campo. Creo que es algo muy destacable.
-¿Qué piensa de los vegetales transgénicos?
-Que son un peligro para la producción orgánica, porque existen comprobados riesgos de que los cultivos no transgénicos sean contaminados por los ogm (organismos genéticamente modificados). Y también son una oportunidad, porque esos vegetales producto de la ingeniería genética no son aún aceptados ni siquiera por el Codex Alimentarius de las Naciones Unidas. Si enfocamos las cosas bien, Uruguay se podría transformar en uno de los pocos lugares en el mundo donde no se cultiven transgénicos y el país se podría constituir en una suerte de reserva natural. O sea que para la producción de un "Uruguay natural" de verdad, en serio y transparente, se pueden abrir muchos mercados con los que actualmente ni siquiera soñamos.
-¿El Programa de Producción Orgánica tiene alcance nacional?
-Sí, aunque su fuerza principal está en el sur -Montevideo, Canelones, Colonia, Maldonado, San José-, hay un grupo en Salto y otro en Tacuarembó. En total son doce grupos, sin contar los tres de apicultura orgánica. La asistencia técnica la proporciona el Predeg. La tarea del programa es esencialmente la coordinación entre todos los sectores que involucra la actividad. Hay una mesa coordinadora, a la que llamamos Comité Técnico, en la que están representados la Facultad de Agronomía, la Junta Nacional de la Granja, el inia -cuya silla está constantemente vacía-, las dos certificadoras que existen en Uruguay -la Sociedad de Consumidores de Productos Biológicos de la Asociación Rural del Uruguay (saru) es la más antigua, y la otra más reciente, Urucert, en la que hay varias ong asociadas- y la Asociación de Productores Orgánicos, que reúne a los 150 o 200 productores que hay en el país. La idea central es que el cultivo orgánico se difunda, pero con transparencia, sin oportunismos, que no se piense sólo en que como hoy hay mercado para esto, hagamos orgánico con la misma cabeza con que antes hacíamos convencional.
-¿Ser productor orgánico es algo más que no usar agrotóxicos?
-En mi opinión, además de tener una conciencia ambiental general, es asumir que la producción orgánica es un sistema de trabajos encadenados unos con otros, de aplicación de técnicas interdependientes, de respeto de reglas nacionales e internacionales y de coherencia a lo largo del tiempo.
-¿Es difícil para un productor convencional transformarse en orgánico?
-Creo que no; lo que a mí me parece difícil es lo otro, pero reconozco que para ser productor orgánico hay que ser mucho más observador, porque no se trata solamente de aplicar remedios a determinadas dosis y listo. Exige estar alerta a los ciclos biológicos, a cómo se va comportando todo el sistema, el suelo, a la aparición de organismos que no son dañinos para los cultivos pero que antes no venían por los químicos y hay que aprender a conocerlos.
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