|
El Absurdo de la Agricultura Moderna
Desde los fertilizantes químicos y los agrotóxicos hasta la biotecnología |
José A. Lutzenberger
En la polémica que reina hoy en día en torno a la biotecnología, de la manera en que se aplica a la agricultura, hay una cantidad de informaciones incorrectas que llevan a preocupaciones innecesarias en algunos ámbitos y a una mucho mayor ausencia de preocupación en otros. Tenemos que mirar todo el panorama a efectos de comprender cómo y porqué la producción agrícola está cada vez más dominada por compañías gigantes. El dominio casi total que ejerce actualmente la biotecnología de las grandes empresas no es otra cosa que la culminación de un proceso que ha estado vigente durante los últimos tres cuartos de siglo. Echemos un vistazo al panorama de la agricultura desde la perspectiva de hoy.
La actividad agropecuaria fue inventada en algún momento hace diez o quince mil años y durante los últimos dos o tres mil años ha evolucionado y se ha adaptado a las culturas campesinas locales hermosas y sustentables de muchas regiones del mundo, especialmente en Europa, Asia, México, América Central, los Andes y algunos lugares de África. Desde la temprana colonización, los agricultores estadounidenses, a pesar de muchos desastres, tales como el dust bowl [tormentas de polvo o arena], también desarrollaron maravillosos sistemas agropecuarios, que estaban camino a convertirse en sustentables. Muchas de estas culturas estaban todavía intactas hacia fines de la Segunda Guerra Mundial. Las pocas que quedan ahora se están viendo perturbadas.
La industria ha logrado con éxito arrogarse cada vez más las actividades de los agricultores, quitándoles todo lo que les permite obtener beneficios seguros y dejar los riesgos en manos de los agricultores: el riesgo de las malas cosechas por el mal tiempo y el riesgo de perder dinero debido a la creciente dependencia de insumos que tienen que ser comprados a precios cada vez mayores y con la necesidad de vender sus productos a precios cada vez más bajos. |
El argumento tradicional a favor de los métodos de la agricultura moderna es que son la única forma eficiente de resolver el problema del hambre mundial y de alimentar a las masas que vendrán con la explosión demográfica. Pero se trata de una ilusión. Por supuesto que los métodos campesinos tradicionales podrían mejorar con el conocimiento científico que tenemos hoy de cómo crecen las plantas, de la estructura del suelo, de la química del suelo y de la vida del suelo, así como del metabolismo vegetal, etc. Pero no es necesario que las mejoras vayan en dirección de los monocultivos gigantes, altamente mecanizados y con toda la parafernalia de fertilizantes y tóxicos sintéticos, con productos agrícolas que se transportan alrededor de todo el mundo. Los grandes monocultivos fueron un invento del colonialismo. Los poderes coloniales no podían extraer mucho del campesinado tradicional con sus cultivos altamente diversificados para la subsistencia y para los mercados locales y regionales. Querían grandes cantidades de algodón, azúcar, café, té, cacao y otros productos. Esto desembocó en el desarraigo de millones de personas y estuvo también estrechamente relacionado con el comercio de esclavos de África a América, una de las mayores calamidades de la historia humana.
La agricultura moderna no es sustentable |
Pero el problema fundamental de la agricultura moderna es que no es sustentable. Aun si fuera tan productiva como se dice, el desastre sólo se prorrogaría y luego sería mucho peor. Si tenemos que alimentar a las crecientes masas - por supuesto que tendremos que encontrar formas de lograr control de los números - tenemos que generar entonces métodos de producción agrícola sustentable.
Con muy pocas excepciones, los campesinos tradicionales han desarrollado métodos sustentables. Los agricultores chinos, por ejemplo, obtuvieron durante tres mil años gran productividad de sus suelos sin comprometer la fertilidad de los mismos. Por el contrario, aumentaron y mantuvieron la máxima fertilidad del suelo. Los modernos agricultores regenerativos están aprendiendo a ser cada vez más sustentables con producciones óptimas y métodos adaptados localmente, mientras que recuperan y mantienen la biodiversidad en sus cultivares y en el paisaje circundante. Llamémosles agricultores regenerativos, no agricultores biológicos, orgánicos o alternativos. Cuando de la vida se trata, todo, ya sea bueno o malo, es biológico, es orgánico, inclusive el sacrificio masivo. Alternativo no significa otra cosa que diferente, también puede significar peor. Sin embargo, regenerativo significa que regenera lo que se había perdido o destruido.
La agricultura moderna se ha situado fuera de la lógica de los sistemas vivos naturales. Todos los ecosistemas naturales tienen retroalimentaciones automáticas que, desde el comienzo mismo - por ejemplo, digamos, cuando se conquista una nueva parcela de tierra yerma, la ladera de un volcán, mejoran las condiciones ambientales hasta alcanzar un punto máximo de actividad biológica sustentable. Nuestros ecosistemas de agricultura moderna sustentable hacen exactamente lo opuesto, imponen respuestas (la agroquímica) que degradan cada vez más el medio ambiente y empobrecen la biodiversidad.
Lamentablemente, la agricultura moderna tuvo éxito en menoscabar el suelo y sustituir la pérdida de fertilidad con nutrientes importados. Los fertilizantes químicos, tales como los fosfatos provienen de minas que pronto se van a agotar, las minas de potasio son más plenas, pero las de nitrógeno - el elemento más importante en la productividad agrícola moderna, pese a que proviene de la atmósfera, una fuente prácticamente inagotable - se obtiene en la síntesis de amoníaco de Haber Bosch, proceso que consume enormes cantidades de energía, mayoritariamente energía de combustibles fósiles. Incluso cuando se trata de energía de la fuerza hidráulica, es electricidad que podría ser ahorro de combustibles fósiles en algún lado. Todos los demás insumos, tales como agrotóxicos y cada vez más maquinaria pesada, requieren una gran cantidad de energía.
La agricultura y el consumo de energía |
La agricultura, si la miramos de manera holística, con perspectiva ecológica, es un programa para cosechar energía solar por medio de la fotosíntesis. Considerando que todas las formas de agricultura tradicional tenían equilibrio positivo de energía, la agricultura moderna ha alterado inclusive este aspecto fundamental. La mayoría de ella se ha convertido en consumidora neta de energía. Supuestamente, casi todas sus operaciones altamente productivas exigen más energía fósil, en conjunto, que la que contiene el producto. Para usar una metáfora adecuada, se ha transformado en algo así como un yacimiento petrolífero donde el motor que mueve la bomba consume más combustible que el que puede extraer. Este tipo de operación puede sobrevivir solamente con subvenciones.
Se dice que la agricultura moderna es tan eficiente que solamente alrededor del 2% de la población puede alimentar a la población total. Hasta el cambio de siglo, en Europa, en Estados Unidos y en la mayoría de los países, aproximadamente el 60% de la población trabajaba la tierra. Hacia fines de la última Guerra Mundial el porcentaje era cercano al 40%. Hoy en día, en Estados Unidos menos del 2% de la población se dedica a la agricultura. En la mayoría de los países europeos la cifra se acerca al 2%, en tanto que los agricultores todavía se ven obligados a rendirse. Actualmente, cuando se dice que en la economía moderna solamente el 2% de la población puede alimentar a toda la población, contra el 60 o el 40% en el pasado, se trata de una ilusión o una mentira, basada en una comparación incorrecta.
En el contexto de la economía en su conjunto, el antiguo campesino era un sistema de producción y distribución de alimentos que también producía sus propios insumos. La fertilidad del suelo se mantenía con estiércol, rotación de cultivos, cultivos simbióticos, abono verde, abono compuesto, acolchado vegetal y barbecho; las semillas se seleccionaban del mejor de cada uno de los cultivos, los animales de tiro aportaban energía. La mayoría de la producción de cada agricultor era entregado casi a manos del consumidor en el mercado semanal. Pero el agricultor moderno no es otra cosa que una pequeña pieza en una enorme infraestructura tecnoburocrática que requiere inclusive legislación especial e importantes subvenciones. Comparado con sus predecesores que hacían casi todo lo que tenía que ver con la producción, el procesamiento y la distribución de alimentos, no es mucho más que un conductor de tractores o un rociador de tóxicos. |
Luego de la última Guerra Mundial, cuando Alemania quedó totalmente devastada, es cierto que el Plan Marshall ayudó, pero lo más importante fue que la gente de la ciudad podía irse por el país para manejarse con el trueque de cualquier cosa de valor, un reloj, un anillo, un piano por alimento, tenían cereales, frijoles, papas, verduras, frutas, leche, queso, pollos, gansos y mucho más.
No necesitamos guerra alguna hoy en día para poner a los agricultores europeos en condiciones en las cuales ellos mismos tengan que salir al trueque. Pero, ¿dónde ? No es necesario que caiga una sola bomba. Los colapsos energéticos, en el transporte, especialmente en la importación de fertilizantes minerales y alimentos para ganado, en el sistema bancario e incluso en las comunicaciones y las redes de computadoras podrían hacerlo. Es asombroso que los militares no parezcan preocuparse. Fundamentalmente, la seguridad nacional depende de la agricultura saludable y sustentable.
¿Es la agricultura actual más eficiente? |
El sistema de producción y distribución de alimentos de hoy (incluidas las fibras y otros pocos artículos no alimentarios) comienza en los yacimientos de petróleo y todo tipo de minas de metal y otras materias primas, pasa por las refinerías, los establecimientos de fundición de estaño y aluminio, etc., la industria química, la industria de maquinaria, el sistema bancario, el sistema de transporte que todo lo abarca (mayoritariamente consumiendo combustibles fósiles), las computadoras, los supermercados, la industria empaquetadora y todo un nuevo complejo de industrias que casi no existían antes - la industria de manipulación de alimentos que más bien merece el nombre de industria desnaturalizadora o contaminadora de alimentos (con aditivos y residuos de agrotóxicos). Si queremos comparar al agricultor de hoy con los campesinos tradicionales, se deberían sumar todas las horas de trabajo en las industria mencionadas y algunas otras, así como algunos servicios, como los de comidas rápidas, puesto que directa o indirectamente contribuyen con la producción, manipulación y distribución de alimentos. Esta suma debería abarcar las horas de trabajo que corresponden al dinero que ha sido ganado a efectos de pagar los impuestos que a su vez se vierten en las subvenciones. Es significativo que la mayor parte de los subsidios no vaya a los agricultores sino al complejo industrial. El agricultor siempre queda al borde de la ejecución de la hipoteca.
Un saldo total de este tipo mostraría por cierto que actualmente, en una economía moderna, también alrededor del cuarenta por ciento o más de las horas de trabajo van a la producción, manipulación y distribución de alimentos. Pero los economistas convencionales de hoy, a los que escuchan nuestros gobiernos, en su visión no holística del mundo, enumeran al tractor y combinan la fábrica con la industria de las máquinas, los fertilizantes químicos y las plantas de agrotóxicos con la industria química, etc., como si nada tuvieran que ver con los alimentos.
Lo que tenemos entonces, con muy pocas excepciones, es una redistribución de tareas y ciertas formas de concentración del poder en las grandes finanzas, no más eficiencia en la agricultura.
Miremos con mayor detalle algunos de los aspectos decisivos: con gran frecuencia el sistema moderno de producción y distribución de alimentos, aparte de no ser más productivo en términos de mano de obra tampoco es más productivo en términos de producción por superficie. En muchos casos, como en el caso de la cría intensiva de animales, es inclusive destructiva, destruye más alimentos que los que produce.
En el sur de Brasil, durante la última mitad del siglo los grandes bosques subtropicales del valle Uruguay fueron totalmente arrasados, dejando solamente unas pocas reliquias. El bosque fue talado y quemado con una destrucción casi total de la madera, para dar paso a monocultivos de granos de soja. Esto no fue hecho para aliviar el problema del hambre en las regiones pobres del Brasil sino para enriquecer a una minoría (personas sin tradición agrícola) con la exportación al Mercado Común Europeo para alimentar ganado. Las plantaciones de soja se encuentran entre las más modernas, grandes, elevadamente mecanizadas y con insumos químicos habituales. No son de modo alguno atrasadas en comparación con el mismo tipo de plantación en Estados Unidos. En nuestro clima subtropical el agricultor tiene el valor agregado de poder cultivar trigo, cebada, centeno o avena o enfardar heno y tener ensilado en invierno sobre el mismo suelo. En comparación con lo que nuestros agricultores campesinos hacían sobre suelos similares, la productividad es baja, rara vez más de tres toneladas de cereales (en total, en verano y en invierno) por hectárea. El campesino, que producía para alimentar a la población local, producía con facilidad quince toneladas de alimentos por hectárea, diversificando con mandioca, boniato, patatas irlandesas, caña de azúcar y cereales, más verduras, uvas y todo tipo de frutas, heno y ensilaje para el ganado, y tenía aves y cerdos.
No obstante esta realidad, las políticas agrícolas oficiales siempre han respaldado al "hombre importante" a expensas del campesino. Cientos de miles de ellos tuvieron que darse por vencidos y emigraron a la ciudad, con frecuencia a tugurios, o se fueron al norte a la selva amazónica. Se causó una tremenda devastación con el dinero del Banco Mundial en el Estado de Rondonia, y los pequeños agricultores que allí se instalaron, sin saber cómo cultivar en el trópico y sin ayuda, en general están fracasando y dejando atrás la devastación a la vez que los nuevos bosques se talan cada vez más. La región central de Brasil, el Cerrado, el equivalente sudamericano de la sabana africana, está siendo casi totalmente destruida por cada vez más plantaciones de soja, una de ellas ocupa más de cien mil hectáreas. En su biodiversidad la región del Cerrado es tan preciosa como los bosques húmedos tropicales, en alguna de sus partes, todavía más.
En un ejemplo concreto también se arguye que los campesinos indígenas de Chiapas, México, quienes están ahora luchando por su supervivencia, revelándose contra el NAFTA, son atrasados, producen solamente dos toneladas de maíz por hectárea en comparación con seis de las modernas plantaciones mexicanas. Pero esto es sólo parte del panorama: la moderna plantación produce seis toneladas por hectárea y así es; pero los indígenas cultivan una plantación mixta, entre tallos de maíz, que también sirven como soporte para los frijoles trepadores, cultivan zapallos y calabazas, boniatos, tomates, todo tipo de verduras, frutas y hierbas medicinales. De la misma hectárea alimentan asimismo a su ganado y aves. Producen fácilmente más de quince toneladas de alimento por hectárea y todo sin fertilizantes comerciales y plaguicidas y sin asistencia de bancos, gobiernos o compañías transnacionales.
El desarraigo de personas como estas es la continuación de uno de los mayores desastres de los tiempos modernos. Cuando aterricen en tugurios de las ciudades, tendrán que comprar alimentos cultivados en establecimientos agrícolas que son menos productivos que lo que eran los de ellos. El saldo allí es menos alimentos y más personas para alimentar. Con frecuencia su tierra es tomada entonces por productores que practican la ganadería extensiva y rara vez producen más de 50 kg. de carne por hectárea por año. Cientos de historias similares pueden contarse. En el caso de Chiapas, todo valle hablaba un idioma diferente, tenía una cultura diferente. Además de todas las calamidades personales, cuando el paisaje se queda sin campesinos tradicionales tenemos un genocidio cultural.
Fábricas de aves y huevos |
En el caso de la cría masiva de animales para carne y huevos los métodos son directamente destructivos: se destruye mayor cantidad alimentos para seres humanos que los que se producen. Las aves en sus tristes campos de concentración o fábricas de huevos, eufemísticamente llamadas "granjas avícolas" son alimentadas con raciones "científicamente balanceadas" o granos, porotos de soja, tortas de aceite de palma o tapioca, con frecuencia con alimento de pescado. Conocemos casos en Brasil donde su alimento contiene leche en polvo del Mercado Común Europeo. Esto los pone en condiciones de competencia con humanos, los alimentamos de nuestros cultivos. Un absurdo total si el objetivo es contribuir a resolver el problema del hambre mundial. En la agricultura tradicional las aves comían insectos, lombrices, estiércol, hierbas y pasto y residuos de la cocina y de los cultivos, aumentando de este modo la capacidad de la tierra de los agricultores para seres humanos. Ahora la disminuyen.
El índice de transformación de forraje en alimento para seres humanos está cerca de veinte a uno. Debemos tener en cuenta que la mitad del peso de la vida animal - plumas, huesos, intestinos- no es consumido por nosotros y también debemos tener en cuenta que las raciones concentradas se secan con un elevado insumo de energía hasta un máximo de 12% de agua, mientras que la carne tiene hasta un máximo de 80% de agua. En los establos de engorde las operaciones más eficientes usan aproximadamente 2,2 kg. de ración para obtener un kilo de peso vivo de aves, la mitad de la cual es alimento humano. De manera que 2,2 a 1 se convierte en 4,4 a 1. Corrigiendo el contenido de agua: 4,4 veces 0,88 y con 1 vez 0,2, obtenemos 3,87 a 0,2 equivalentes a 19,36 a uno.
Recientemente, algunas de nuestras compañías avícolas han "mejorado" el índice incorporando, en la ración de las aves, menudencias de sus antecesores en el matadero, obligándolos al canibalismo (!). Otros aspectos del absurdo de todo ello: las raciones "científicamente balanceadas" no contienen verde, lo mismo para porcinos. Pero aves y porcinos son consumidores voraces de hierbas, pasto, frutos, frutos secos, raíces. En nuestros experimentos con la actividad agropecuaria sustentable los alimentamos también con gran éxito: animales saludables, sin antibióticos, ni fármacos, ni veterinarios.
Y entonces, en los campos de concentración de aves y fábricas de huevos así como en los modernos calabozos de cerdos, las pobres criaturas viven en condiciones de gran presión.
Es hora de combatir la mentira de que solamente la agricultura tal como la promueve la tecnocracia puede salvar del hambre a la humanidad. Lo opuesto es cierto.
Necesitamos una nueva forma de contabilidad económica que, cuando sume lo que llama "productividad" y "progreso" en la agricultura también reste todos los costos: las calamidades humanas, la devastación ambiental, la pérdida de diversidad biológica en el paisaje e inclusive la más tremenda pérdida de biodiversidad en nuestros cultivares. Este segundo aspecto será ahora enormemente agravado con la biotecnología de la forma en que la manejan las grandes finanzas, como veremos a continuación. Y lo que es más importante y decisivo: la insustentabilidad de todo ello. ¿Tenemos derecho a actuar como si fuésemos la última generación?
En el caso de las operaciones avícolas industriales es fácil ver cómo se desarrollan esos métodos destructivos. Estoy hablando de lo que he observado en el Sur de Brasil: Brasil es un gran exportador de carne de aves, mayoritariamente hacia el Medio Oriente y Japón. Desde programas muy simples, donde pequeños empresarios individuales han confinado a las aves a graneros y los alimentan con maíz, el sistema se fue fusionando y creció al punto en que hoy, tenemos media docena de compañías muy grandes y unas pocas pequeñas. Los grandes mataderos abaten y procesan hasta cientos de miles de aves por día. Operan según las normas, establecidas por ellos, que ellos llaman "integración vertical". El "productor" firma un contrato donde acepta comprar todos los insumos, pollos de criadero, alimentos y fármacos a la compañía. Aun si es un agricultor y tiene cereales de sobra, no se le permite dárselo a sus aves. Tiene que comprar la ración hecha, pero puede vender su maíz a la fábrica de ración que pertenece a la misma empresa que es propietaria del matadero y que también es propietaria de los criaderos que producen las aves. Estos operan un tipo diferente de campo de concentración de aves donde los prisioneros son gallos y gallinas, un gallo para diez gallinas. Las gallinas no están en jaulas pequeñas como en las fábricas de huevos, se pueden mover libremente dentro del establecimiento y saltar a amplios nidos para echarse. (En la cintas transportadoras de las fábricas de huevos, denominadas baterías, las pobres gallinas se sientan, tres por jaula, sobre una malla de alambre y los huevos ruedan hacia afuera). Las aves producidas en estos criaderos ya no son razas tradicionales, son marcas registradas y son aves híbridas. Tal como el maíz híbrido, no pueden reproducirse para dar una verdadera raza.
Luego de comprar todos estos insumos a las compañías firma un contrato de que sólo puede vender a la misma compañía. No se le permite siquiera vender a uno de sus competidores, y éstos no le comprarían. De manera que puede vivir con la ilusión de que es un pequeño empresario independiente, pero su situación real es la de un trabajador sin horario de trabajo limitado, sin fines de semana ni vacaciones y que además tiene que pagar su propia seguridad social. Si la gran empresa trabajara con operarios contratados no podría hacer esto, sería demasiado caro y demasiado riesgoso. Dejan todos los riesgos al productor: la pérdida por enfermedades más los costos adicionales de fármacos y antibióticos, ataques térmicos (desastre común en los cálidos días estivales, en los cuales miles de aves mueren en las condiciones de hacinamiento y mala ventilación de los establecimientos), pérdidas durante el transporte. Las aves que mueren en camiones de la compañía rumbo al matadero también se descuentan. Sus ganancias también se reducen constantemente con los crecientes precios de los insumos y la caída de lo producido con las ventas. El margen del productor es tan limitado que, inclusive si todo funciona bien, pero si tiene que alimentar a sus animales unos pocos días más, su ganancia se puede evaporar o incluso convertirse en pérdida. Esto ocurre con cierta frecuencia. El matadero planifica sus viajes para recoger las aves que están listas según su conveniencia. Con relación a posibles beneficios inesperados para la compañía de obtener precios mejores en los mercados exportadores, eso no se comparte con el productor...
De manera que los campos de concentración de aves no tienen que ver con la mayor productividad para salvar a la humanidad del hambre: de hecho, contribuyen con el problema, pero concentran capital y poder mediante la generación de dependencia.
Estos métodos no fueron inventados por agricultores. No podría haber sido posible que se le ocurriera a un agricultor en una cultura campesina saludable alimentar masivamente con sus granos a las aves, a menos que fueran granos de desperdicio y apartar lo que es una fuente natural de alimentos para sí, desperdiciando así parte de la capacidad de su suelo para seres humanos, y destruyendo a la vez parte de su cosecha. Estos métodos tampoco son el resultado de una conspiración concertada de la tecnocracia. Estos esquemas crecen naturalmente de una "simiente" inicial que pudo haber tenido una intención completamente diferente. En este caso, como ocurrió con la agroquímica, fue el esfuerzo bélico. La conspiración creció orgánicamente en el tiempo. Durante la última Guerra Mundial el gobierno estadounidense inició el sistema de subvenciones para producción de granos que condujo a enormes excedentes. De manera que las autoridades agrícolas buscaron "usos no humanos" para los cereales... La "integración vertical" es solamente la etapa momentánea en el proceso de concentración de poder. Pronto encontrarán formas de prohibir - mediante legislación especial - a los productores agropecuarios independientes que críen aves que se muevan libremente. Ya lo intentaron, sin éxito, pero lograron que resulte muy difícil para los pequeños productores vender huevos de esas aves en el mercado abierto.
Los híbridos y biotecnología |
En el caso del maíz híbrido, tampoco hubo conspiración al comienzo, vino después. Los fitogenetistas descubrieron que cruzando dos razas superpuras de maíz, razas obtenidas por cruza entre la misma raza durante ocho a diez generaciones se obtuvieron plantas de alta productividad y perfecta uniformidad. Para ellos ha sido una decepción cuando resultó que la cruza no era estable. Al resembrarla no siguió las leyes de Mendel. El nuevo cultivo fue caótico: tallos largos, tallos cortos, una mazorca, muchas mazorcas, colores diferentes, formas y calidad de grano. Pero, desde el punto de vista del comerciante de semillas, fue una verdadera ventaja. Ahora el agricultor no puede guardar sus propias semillas, tiene que comprar semillas año tras año. El comerciante ni siquiera necesita la protección de una patente.
Afortunadamente para la mayoría de los cultivos, especialmente cereales tales como trigo, cebada, centeno y avena, este tipo de hibridación todavía no es económicamente viable para los genetistas. Están tratando con todos los cultivares en los que puedan poner sus manos. Funciona con las aves. En el sur de Brasil tenemos que tener una asociación que apunte a preservar las razas de aves tradicionales. La mayoría están ahora amenazadas de extinción. Algunas ya se fueron. Solamente las marcas registradas de aves híbridas no están amenazadas. Con relación al maíz, casi todas las variedades tradicionales se fueron. Si un agricultor quiere plantar una de ellas no obtiene crédito en los bancos. Solamente las variedades "registradas" se aceptan.
Ahora, la manipulación genética directa, denominada biotecnología, que opera a nivel de cromosomas, da al genetista un atajo rumbo a tomar control de cultivares alejado del agricultor. Pero, como la mayoría de los productos de manipulación genética directa no se disgregan en la reproducción, los genetistas ahora necesitan patentes. Volveremos a este punto.
Veamos primero lo que son las "semillas" para la agroquímica moderna.
Hasta fines de los cuarenta la investigación agrícola miraba a soluciones biológicas. La perspectiva era ecológica, a pesar de que no había casi conversaciones sobre ecología. Si se hubiera permitido que esta tendencia continuara, tendríamos hoy muchas formas de agricultura adaptada localmente, altamente productiva y sustentable. Pero desde comienzos del decenio de los cincuenta la industria química logró fijar un nuevo paradigma: en centros de enseñanza, en investigación y extensión agrícola. Llamémosle Paradigma NPK+P. NPK significa Nitrógeno, Fósforo, Potasio, la segunda P significa plaguicida (o veneno por su P de poison en inglés).
Los fertilizantes comerciales se convirtieron en un gran negocio después de la Primera Guerra Mundial. Precisamente al comienzo de la guerra el bloque aliado apartó a los alemanes del nitrato chileno, esencial para la producción de explosivos. El proceso Haber-Bosch para la fijación de nitrógeno del aire, antes mencionado, fue conocido pero no había sido explotado comercialmente todavía. De manera que los alemanes establecieron enormes capacidades de producción y lograron luchar durante cuatro años. Uno se pregunta qué habría sido del mundo si no se hubiera conocido este proceso. La primera Guerra Mundial no habría ocurrido, no habría habido Tratado de Versailles, ¡por consiguiente no habría existido la era Hitler...! ¡Cómo puede una tecnología cambiar el curso de la historia!
Cuando la guerra concluyó, hubo enormes capacidades de almacenamiento y producción pero no había más mercado para los explosivos. La industria decidió entonces impulsar los fertilizantes de nitrógeno para la agricultura. Hasta entonces los agricultores estaban bastante contentos con sus métodos orgánicos de mantener y aumentar la fertilidad del suelo. El salitre y el guano chileno fueron usados de manera muy limitada, solamente en cultivos especiales, principalmente en la huerta intensiva. Los fertilizantes de nitrógeno en la forma de concentrados, sales casi puras, los fertilizantes de nitratos y amoníaco, son una especie de generadores de dependencia, cuanto más se usa, más se tiene que usar. Pronto se convirtieron en un gran negocio. De manera que la industria desarrolló un espectro completo, incluyó el fósforo, potasio, calcio, los microelementos, incluso en la forma de sales complejas, aplicados en forma granulada, algunas veces desde un avión.
La segunda Guerra Mundial dio un gran impulso a la pequeña, casi insignificante industria de plaguicidas, y realmente comenzó en gran escala. Hoy en día se rocían cientos de miles de millones de dólares de tóxicos sobre el planeta. Durante la Primera Guerra Mundial se usó gas tóxico solamente una vez, con efecto devastador sobre ambos lados, por tanto no se volvió a usar. Durante la Segunda Guerra Mundial, no se aplicaron gases en la batalla, pero se realizaron una cantidad de investigaciones. La Bayer, entre otras, participaba en este juego. Desarrollaron ésteres de ácido fosfórico. Luego de la guerra tenían gran capacidad de producción y almacenamiento y decidieron que lo que mata a las personas también debía matar insectos. Prepararon nuevas formulaciones y lo vendieron como insecticidas.
El DDT fue conocido como una curiosidad de laboratorio. Cuando Müller, en Geigy, descubrió que mataba insectos sin, aparentemente, afectar personas, alertó a las fuerzas armadas estadounidenses que estaban sufriendo Malaria en el Pacífico, mientras luchaban con los japoneses. Lo usaron de una forma totalmente desconsiderada - convencidos como estaban de la inocuidad - rociándolo como manto sobre todas las zonas verdes incluso en hogares y debajo de las ropas de personas de pie.
Poco después de la guerra en el Pacífico un carguero estadounidense se dirigía a Manila con una cantidad de potentes asesinos de plantas del grupo 2,4-D y 2,4,5-T. La intención era que los japoneses murieran de hambre destruyendo sus cultivos al rociarlos con veneno para plantas desde el aire. Era demasiado tarde. Se ordenó que el buque regresara antes de llegar. Otro grupo de estadounidenses arrojó la bomba atómica sobre Hiroshima y Nagasaki, (historia terrible que todo el mundo conoce) y los japoneses firmaron el armisticio. La misma historia: grandes capacidades de producción, enormes existencias sin comprador. Hubo que reformularlo como "herbicida" y descargarlo en los agricultores. Después, durante la guerra de Vietnam, las Fuerzas Armadas estadounidenses rociaron sin piedad lo que denominaron el "Agente Naranja" (y otros colores) sobre millones de hectáreas de bosques tropicales, haciendo creer que se trataba solamente de un "defoliante" para hacer visibles a las fuerzas enemigas. En efecto, estas formulaciones contenían elevadas concentraciones de 2,4,5-T que destruyó totalmente los bosques.
La industria, queriendo preservar en tiempos de paz lo que se había convertido en un gran negocio durante las guerras, lograron asumir casi completamente la investigación agrícola y redirigirla hacia otros objetivos. También dispuso una investigación oficial y extensión así como instituciones de enseñanza y, cabildeos por legislación o reglamentación adecuada y fijación de programas bancarios para (aparentemente) créditos fáciles, colocar al agricultor en condiciones en las que no le quedaban casi alternativas. Hoy en día el paradigma agroquímico es aceptado casi sin cuestionamientos en las instituciones de enseñanza agrícola, en investigación y extensión. La mayoría de los agricultores, inclusive los desarraigados, creen en ella y con frecuencia se responsabilizan a sí mismos de la incapacidad de ingeniárselas.
Todo esto no ocurrió como una conspiración deliberada de personas de mala conciencia, se desarrolló y estructuró de oportunismo en oportunismo. Hasta el punto en que una nueva técnica, proceso o reglamentación dio a alguien o a alguna institución ventajas, que la tecnología impulsó y consolidó ideológicamente. Se luchó, se soslayó o desmoralizó contra alternativas que no se adecuaban a las crecientes estructuras de poder.
Ahora, en el caso de la biotecnología en la agricultura controlada por las grandes compañías transnacionales, parece que tenemos una verdadera conspiración y que los perjuicios serán mucho más irreversibles que lo han sido hasta ahora.
El punto principal aquí no es tanto si los alimentos van a ser de calidad inferior o incluso perjudicial - aunque podrían serlo - sino que se trata de sumar todavía más estructuras de dependencia, de dominación sobre los agricultores que quedan y limitación de opciones para el consumidor.
La fantástica diversidad de cultivares que tenemos y todavía hoy existen, luego de la tremenda pérdida causada por la "Revolución Verde" durante los últimos decenios, es el resultado de la selección consciente e inconsciente por los campesinos mismos a través de siglos y milenios. Piénsese en la familia de crucíferos - repollo, repollo chino, radicha, nabo, mostaza, coliflor, brócoli, colza y muchos otros. Ninguno de estos agricultores presentó jamás solicitudes de patente, registro o los certificó...
Actualmente, industrias como Monsanto quieren que aceptemos la manipulación genética de la riqueza preexistente, como la de ciertas variedades de soja, con el argumento que solamente continúan y aceleran ese proceso, contribuyendo así a resolver el problema de alimentar a la humanidad. Insisten inclusive en que no existe otro camino. Saben bastante bien que hay alternativas mejores, más saludables y más baratas.
Todo el mundo sabe que la agricultura debe encontrar caminos para liberarse de los tóxicos. Existen todos los conocimientos necesarios. Miles de agricultores orgánicos de todo el mundo son prueba de ello. Con los cultivares resistentes a herbicidas, las empresas quieren vender un paquete, semillas más herbicidas, obligando a agricultores a usar un herbicida, inclusive si no lo necesita y a usar su herbicida. En el caso de cultivares con el infame "gen terminator" la conspiración es todavía más obvia. Con este tipo de semillas ni siquiera tienen la molestia de solicitar patentes. Todo esto tiene poco que ver con el crecimiento de la productividad, es la culminación del proceso en curso de desasignar a los agricultores, para convertir a los sobrevivientes en meros apéndices de la industria. Agravará el desarraigo, la disgregación social, la devastación ambiental y la pérdida de biodiversidad en la naturaleza y en nuestros cultivares y agravará el problema del hambre.
Autor: José Lutzenberger
UITA - Secretaría Regional Latinoamericana - Montevideo - Uruguay
Wilson Ferreira Aldunate 1229 / 201 - Tel. (598 2) 900 7473 - 902 1048 - Fax 903 0905