LIBRO:  EL TIGRE SIN SELVA

Fruticultura, Plaguicidas y Salud Humana

El Tigre sin Selva, editado  por el Instituto de Ecología Política (IEP), entre otros puntos, analiza el costo ambiental y en la salud humana que implica el uso indiscriminado de agrotóxicos en la fruticultura chilena. Allí se señala como las grandes extensiones de tierra cultivada con una sola especie, se transformaron en un escenario de consntante “invasión” de agresores y enfermedades: “los monocultivos causraon más plagas, debido a la perdida de la biodiversidad y la destrucción del control biológico. Esto explica porque el proceso, está caracterizado por importantes cambios técnicos, principalmente la intensificación en el uso de químicos para combatir plagas y enfermedades y la masificación en el uso de herbicidas”.

“Al incrementarse la superficie plantada con huertos industriales, que pasó de 1974 donde había 63.000 hectáreas, a 170.960 en 1992, también se incrementó notoriamente el uso de agrotóxicos:  desde 1984 hasta 1992 se ha duplicado la importación de pesticidas en Chile de 5.500 toneladas a 10.590 toneladas. (…) En 1992, la importación de plaguicidas representó el 13% del valor total de las importaciones agropecuarias y la importación de agroquímicos como plaguicidas y fertilizantes representó el 28% de este valor”.

Por otro lado, se señala también que  “la especialización en la fruta de exportación durante los últimos años va acompañada de un proceso de concentración de tierras en manos privadas. Actualmente, el 71% de todos los agriculturos chilenos tienen menos del 10% de la tierra productiva. Cerca de 58% de los pequeños agricultures están localizados en las tierras marginales, donde hay erosión y deforestación. El 4% de todos los agricultores chilenos con más de 40 hectáreas, tienen el 44% de toda la tierra productiva; estos grandes agricultores comerciales producen 78% del trigo, 87% del maíz y la mayoría de la fruta”.  

Entre las consecuencias del uso de agrotóxicos en la salud y el medio ambiente, se indica que “las primeras víctimas en este círculo de veneno son las trabajadoras temporeras en el sector frutícola, por la aplicación indiscriminada de los productos que ellas manipulan. Adicionalmente estos productos tienen consecuencias negativas en relación a los ecosistemas, a través de la destrucción parcial o total del control biológico. El último sector afectado es el de los consumidores, que ingiere alimentos dañinos para su salud, ya que en el mercado interno muchas veces no se respeta el período de carencia (el teimpo en que el plaguicida está aún activo y por tanto no se puede consumir el alimento).

(...) En el Hospital de Rancagua, entre enero y agosto de 1993, se registraron 90 casos de niños que nacieron con malformaciones congénitas mayores. En todos estos datos estadísticos existe un antecedente común: los bebes –en un 100%- son hijos de madres o padres temporeros que trabajaban en la producción agrícola. Los niños nacidos en el Hospital de Rancagua (VI Región) con malformaciones es tres veces más alta que en el resto del país. El Director Regional de Salud y los trabajadores temporeros han reconocido que los aviones fumigan mientras los temporeros laboran, lo que constituye un delito. Una investigación paralela fue realizada por el Servicio de Salud de Graneros (VI Región), en donde la ocurrencia de casos de leucemia es superior a todo el resto del país.

Estudios realizados en la Academia Nacional de Ciencias de los Estados Unidos concluyen, sobre el análisis de 28 plaguicidas que la AFIPA (Asociación Nacional de Fabricantes e Importadores de Plaguicidas Agrícolas) importa a Chile, que un 60% de los herbicidas, un 30% de los insecticidas y un 90% de los fungicidas pueden ser causantes de cáncer. Además se cree que los pesticidas también provocan abortos e infertilidad .

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