RED SALUD DE LOS TRABAJADORES

EN LATINOAMERICA y EL CARIBE 21.07.00

 

El Veneno Pandora 

 

 

La editorial MIT Press acaba de publicar dos libros extraordinarios. Juntos, describen un enfoque fundamentalmetne nuevo de la protección ambiental. En esta oportunidad analizaremos Pandora‘s Poison (“El Veneno de Pandora”), de Joe Thornton.

 

Thornton es un científico biologo molecular, y la mayor parte de su libro describe en detalle el importante daño que los químicos clorados ya le han ocasionado a los seres humanos y a los animales silvestres. Thornton muestra que, en sólo 60 años, la industria petroquímica ha contaminado cada uno de los seres vivos sobre la tierra con tóxicos novedosos, algunos de los cuales perturban los procesos fundamentales de la vida a niveles medidos en “partes por trillón” (en los EUA: 1 trillón = 1 billón),

 

una proporción equivalente a una gota en un tren

de vagones tanques de 10 millas de largo.

 

La introducción de los químicos organoclorados por Dow, Monsanto, DuPont y otras compañías, fue una acción de arrogancia sin precedentes, combinada con una deliberada ignorancia de las consecuencias. Y por supuesto, todo fue perfectamente legal, autorizado y supervisado por las agencias reguladoras más vigilantes del mundo. ¿Cómo pudo suceder esto? Thornton nos explica:

 

En este momento, la industria química produce anualmente unas asombrosas 40 millones de toneladas del elemento cloro, que después combina para formar otros 11.000 productos químicos clorados diferentes, más miles de otros subproductos clorados no intencionados, virtualmente todos tóxicos y que eventualmente entran en el medio ambiente, donde la naturaleza no tiene medios eficientes para descomponer la mayor parte de ellos. Como resultado de esto, “ahora cada una de las especies sobre la tierra –incluyendo el ser humano- está expuesta a compuestos organoclorados que pueden reducir las cuentas espermáticas, afectar los ciclos reproductivos femeninos, causar endometriosis, inducir abortos espontáneos, alterar el comportamiento sexual, causar defectos de nacimiento, perjudicar el desarrollo y la función del cerebro, reducir la capacidad cognoscitiva, interferir en el control del crecimiento y del desarrollo de nuestros tejidos corporales, causar cáncer y comprometer la inmunidad. Si hoy detuvieramos toda la contaminación futura, estos compuestos permanecerían en el medio ambiente, en la cadena alimentaria, en nuestros tejidos y en aquellos de las generaciones futuras por siglos”, dice Thornton, resumiendo los hallazgos de más de mil estudios científicos.

 

En los últimos capítulos del libro, ahonda en la historia, la ética y la filosofía de la ciencia para describir y explicar el sistema de protección ambiental que permitió que se extendiera el desastre global de los organoclorados. Thornton llama al sistema fracasado actual el “paradigma del riesgo” y propone un sistema radicalmente nuevo para la protección ambiental, el cual llama el “paradigma ecológico”.

 

El  “paradigma del riesgo” les dice a los reguladores qué problemas son importantes y de qué manera tratarlos. Desafortunadamente, es una herramienta inadecuada para manejar los químicos clorados y otros contaminantes persistentes o que se bioacumulan como el mercurio, el plomo, los asbestos y los elementos radiactivos biologicamente activos como el plutonio.

 

El “paradigma del riesgo” intenta manejar la contaminación un químico por vez, permitiendo las descargas de productos químicos mientras estas no excedan un parámetro numérico de contaminación “aceptable”. Este enfoque supone que los ecosistemas tienen una “capacidad de asimilación”, una cierta capacidad para absorber y descomponer los químicos sin que ocasionen daños, y supone que los seres humanos pueden llegar a saber cuál es esa capacidad de asimilación. El “paradigma del riesgo” también supone que los organismos, tales como los seres humanos o las aves, pueden adaptarse a algún grado de exposición química sin efectos adversos o con efectos adversos insignificantes, mientras la exposición permanezca por debajo del “umbral” al cual los efectos tóxicos resultan significativos.

 

El “paradigma del riesgo” se propone determinar las “exposiciones aceptables”, químico por químico. El “paradigma del riesgo” usa la evaluación cuantitativa de los riesgos para establecer las exposiciones “aceptables” y los reguladores determinan entonces los límites de descarga, químico por químico, buscando asegurar que nunca se excedan los límites de exposición “aceptables” . Entonces, la industria aplica dispositivos de control del “final de la tubería” (filtros, estropajos, etc.) para capturar los contaminantes y ponerlos en un lugar distinto. Así fue diseñado el actual sistema de protección ambiental y así es como funciona hoy en día. Obviamente, este sistema deposita una gran fe en la ciencia para descubrir como funciona la naturaleza y para predecir y comprender los daños en los organismos individuales y en ecosistemas complejos, una fe equivocada debido a que la ciencia sencillamente no puede cumplir con esa tarea.

 

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