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08/11/01
NUESTRO
FUTURO ROBADO
INTRODUCCION A
LA EDICION EN ESPAÑOL |
Las relaciones entre las sociedades humanas y la naturaleza se están convirtiendo en algo cada vez más problemático a medida que se multiplica la producción y uso de nuevos compuestos químicos, se liberan al medio ambiente organismos manipulados genéticamente o sigue aumentando el incesante tráfico de mercancías y residuos que afectan a la salud pública y a los ecosistemas. Las medidas de control ambiental ensayadas en el último tercio de siglo son insuficientes frente al vertiginoso crecimiento de las sustancias peligrosas que se incorporan al medio ambiente, interfiriendo con los procesos naturales.
Desde el mismo arranque de las sociedades industriales existían ya serios problemas ambientales que afectaban la salud humana, pero éstos se producían de forma más localizada. En las últimas décadas, sin embargo, muchos pequeños impactos se han acumulado y agregado hasta acabar manifestándose como grandes problemas de escala planetaria: la destrucción de la capa de ozono, el cambio climático a causa del “efecto invernadero”, la acidificación de la biosfera (sobre todo en el hemisferio septentrional) o, como se muestra en este libro, la amenaza a la capacidad reproductiva y a la calidad de vida de los seres vivos en todo el planeta como consecuencia de la contaminación química. Una vez más comprobamos que en la naturaleza no existen barreras, que todo está interrelacionado: el aire que envuelve países cercanos y lejanos, las aguas de un río y las del mar donde desemboca, los tóxicos que envenenan el medio ambiente de trabajo y la contaminación que daña la salud pública, el entorno ambiental de mujeres y hombres y la salud de sus futuros hijos.
La
utilización de decenas de miles de compuestos químicos sintéticos, tanto en
el ámbito laboral como en el uso cotidiano doméstico (productos de limpieza,
cosméticos, lubricantes, colas, pinturas…), y su posterior liberación en el
entorno, hacen que existan de forma simultánea múltiples fuentes de exposición
a las más diversas sustancias peligrosas. Muchas tienen estructuras y
propiedades similares a las sustancias naturales a las que “engañan”,
alterando sus funciones; otras causan daños en concentraciones apenas
detectables. Dicho en palabras de Joe Thornton, en su libro Pandora’s
Poison recientemente publicado:
“...(se)
ha contaminado cada uno de los seres vivos sobre la tierra con tóxicos |
Además, algunas de estas sustancias no se degradan con facilidad y tienden a acumularse en los tejidos grasos de nuestros cuerpos. La exposición a decenas de miles de moléculas de síntesis, ajenas a la trama de la vida, crea un escenario con un importante grado de desconocimiento respecto a las concentraciones a las que estamos expuestos, dosis de riesgo, posibles efectos sinérgicos por la presencia de varios compuestos a la vez… En estos momentos apenas comenzamos a darnos cuenta de lo mucho que no sabemos y deberíamos saber, respecto al mundo del riesgo químico.
Lo que sí se sabe es que a lo largo de nuestras vidas estamos expuestos continuamente a multitud de sustancias a través del aire que respiramos, del agua que bebemos o de los alimentos que ingerimos; así se van añadiendo ingredientes a la complicada “sopa química” que se forma dentro de nuestros cuerpos. Respecto de las sustancias persistentes, sabemos que “si hoy detuviéramos toda la contaminación futura, estos compuestos permanecerían en el medio ambiente, en la cadena alimentaria, en nuestros tejidos y en aquellos de las generaciones futuras durante siglos” (J. Thornton).
CC.OO.
y REL-UITA
Desde
el entendimiento de la interrelación entre los problemas medioambientales de la
salud pública y de la salud laboral, Comisiones
Obreras (CC.OO.) y la Secretaría
Regional Latinoamericana de la Unión Internacional de Trabajadores de la
Alimentación (Rel-UITA), han venido construyendo líneas de actuación. El
trabajo –ya de larga trayectoria- que se ha realizado en el ámbito de la
salud laboral se encuentra cada día con nuevos problemas. Se abren nuevos
horizontes de riesgo, que amenazan tanto la salud pública como la integridad
del medio ambiente. Nuestra inquietud,
por tanto, no se ciñe únicamente a los riesgos a los que nos exponemos en el
lugar de trabajo, puesto que la salud humana, dentro de una biosfera saludable,
sólo puede contemplarse adecuadamente desde una perspectiva global e integrada.
El deterioro del medio ambiente o las amenazas contra la salud pública inciden
directamente sobre la calidad de vida y los derechos fundamentales de las
personas.
En este sentido, la exposición laboral a sustancias que actúan como disruptores endocrinos (u hormonales)1 se ha convertido ya en un nuevo reto para los sindicatos, y para la sociedad en general. En el gran rompecabezas del cuerpo humano y sus enfermedades, siempre han existido piezas más difíciles de encajar, cuya comprensión por parte de la comunidad científica ha requerido enormes esfuerzos: pensemos en el cáncer o el SIDA. Pues bien, la existencia de sustancias que son capaces de imitar las funciones hormonales u obstaculizarlas, que actúan en cantidades ínfimas, cuya relación concentración-efecto no es necesariamente una correlación directa, y que seguramente se encuentren hoy presentes en todo organismo vivo constituye, sin duda, la nueva pieza por encajar.
Desde el ámbito de las enfermedades profesionales se ha venido considerando que el cáncer es uno de los principales riesgos relacionados con la exposición a determinadas sustancias químicas. Diferentes estudios indican que cada año mueren en España no menos de 4.500 trabajadores y trabajadoras a causa de tumores inducidos por exposición a agentes cancerígenos en el lugar de trabajo (cuatro veces más que las muertes causadas anualmente por accidentes laborales). De manera que el uso de tales sustancias, susceptibles de causar daños irreversibles y letales, ha sido y sigue siendo un motivo para la máxima alarma en la sociedad. Sin embargo, aun sin haber superado la amenaza del cáncer, lentamente y de forma mucho más sutil, pero no por ello menos grave, ha venido manifestándose una nueva clase de alteraciones en las funciones vitales de los seres vivos. Las sustancias químicas que actúan como disruptores endocrinos están amenazando la existencia de muchas especies vivas, incluyendo la nuestra, pero de una forma más insidiosa que el cáncer: afectan, en dosis casi inapreciables, a la siguiente generación (por lo que, en muchos casos, el daño resulta casi imposible de prevenir).
CC.OO.,
REL-UITA, SEAE y RAPAM
Desde organizaciones como CC.OO., Rel-UITA, la SEAE2 y RAPAM3, queremos hacer un trabajo de sensibilización sobre este nuevo problema, todavía poco conocido. Las mujeres están sufriendo algunas de las peores consecuencias: por ello nuestro llamamiento va dirigido en especial -aunque no únicamente- hacia las mujeres trabajadoras, que se ven expuestas a muchas sustancias que actúan como disruptores endocrinos, tanto en el trabajo como en la vida cotidiana. Ellas, por una parte, suelen encontrarse a la vez más desinformadas y en situaciones laborales menos reguladas; y por otra parte sus enfermedades laborales, con frecuencia, no están reconocidas como tales.
Nuestro
futuro robado
Fue el primer trabajo de divulgación que alertaba a la sociedad sobre esta “nueva visión” de las sustancias químicas. Constituye un trabajo excepcional de recopilación y síntesis de los estudios científicos disponibles hasta el momento de su publicación (1996)4, estudios que confirman la probabilidad de que muchas sustancias químicas interfieren en nuestro sistema hormonal, causando gravísimos efectos que se manifestarán por lo general a largo plazo, o incluso en las generaciones venideras. Es precisamente este último aspecto el que dificulta un conocimiento exacto de muchos de los riesgos.
¿Podemos realmente esperar a tener una certidumbre al cien por ciento sobre lo que está pasando antes de empezar a actuar, si sobre una sustancia existen dudas científicas razonables? Los directivos de la industria química que se benefician de la producción y venta de estas sustancias consideran que sí. Sin embargo, a la ciudadanía y a la población trabajadora, que padecemos la exposición y quizá ya las primeras secuelas, nos parece más adecuado que se aplique el principio de precaución: tomemos medidas cuando exista una duda razonable, aun cuando falte plena evidencia científica; inviértase la carga de la prueba, de manera que lo que haya que demostrar sea la inocuidad de los compuestos químicos sospechosos, y no su peligrosidad.
A lo largo de la era industrial, por lo general, se hizo lo contrario: se partió de una “presunción de inocencia” generalizada para los productos de la industria química, y se exigió que la sociedad demostrase la peligrosidad de las sustancias cuando surgían dudas. El resultado ha sido que las industrias, desde que se descubren los primeros efectos nocivos hasta que se logra retirar la sustancia del mercado, siguen sacando sustanciosos beneficios... a costa de perjudicar al resto de la humanidad y a todos los seres vivos. Algunos de los ejemplos más conocidos son el DDT, los bifenilos policlorados o PCBs (utilizados como agente disolvente, lubricante y fluido dieléctrico en transformadores y condensadores), el amianto (que causará la muerte de un cuarto de millón de personas en los próximos treinta años tan sólo en la Unión Europea) y el plomo en la gasolina, entre otros. En cada uno de estos casos, las fundamentadas dudas que se plantearon inicialmente, en base al deterioro ambiental o a enfermedades profesionales, acabaron siempre confirmándose: pero las medidas correctivas llegaron demasiado tarde.
Estos y otra larga serie de casos mostraron que la sociedad tenía razón y la industria mentía: por lo que sería prudente, ante el nuevo problema de las sustancias que actúan como disruptores endocrinos, adoptar el principio de precaución. Y, a partir de ahora, exigir que la responsabilidad de demostrar la inocuidad de las nuevas sustancias antes de ser introducidas al mercado recaiga sobre la industria y no sobre los representantes de los trabajadores o de la ciudadanía.
La publicación de Nuestro futuro robado supuso en 1996 un valiente primer paso, que logró atraer la atención de todo el mundo frente a una nueva amenaza global. Los autores del libro fueron duramente criticados por sectores que, con el fin de proteger sus intereses, minimizaron las conclusiones de este trabajo. Sin embargo, desde entonces han continuado publicándose estudios e informes que no han hecho sino reforzar lo que avanzaban sus autores. Algunas conclusiones de diversas instituciones de prestigio, estudios aislados y pronunciamientos e iniciativas políticas merecen ser mencionados.
Los Disruptores
Hormonales
En 1999 el Consejo Nacional de Investigación de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos publicó las conclusiones de un trabajo de cuatro años sobre disruptores hormonales. La relevancia de este informe es indiscutible, ya que representa una resolución de consenso del Comité sobre Agentes Hormonalmente Activos en el Medio Ambiente de dicho Consejo Nacional, constituido por 16 científicos (incluyendo algunos ligados estrechamente a la industria química). Algunas de las conclusiones fueron las siguientes:
· Se han observado efectos adversos de carácter reproductivo y de
desarrollo en poblaciones humanas, animales salvajes y animales de laboratorio
como consecuencia de la exposición a agentes hormonalmente activos.
Los efectos más notables se han apreciado en aves que han visto su éxito reproductivo y sus poblaciones drásticamente reducidos.
Estudios de laboratorio han demostrado que la exposición de estos animales durante su desarrollo a una variedad de concentraciones de diferentes agentes hormonalmente activos (DDT, PCBs, dioxinas, bisfenol-A, dibutilftalato, octilfenol, entre otros) puede producir anormalidades funcionales y estructurales del tracto reproductivo.
Existe evidencia de la desactivación del sistema inmunitario en aves por exposición a organoclorados (predominantemente PCBs) en la región de los Grandes Lagos (Canadá-EE.UU.). Se cree que una inmunosupresión semejante puede ser la causa del aumento de casos de infecciones bacterianas y víricas en focas que habitan aguas contaminadas.
Se han detectado agentes sintéticos hormonalmente activos en todos los medios naturales (aire, agua, sedimentos y suelo). A pesar de que las concentraciones de algunos compuestos (PCBs y DDT) han disminuido en algunas regiones por haber cesado su utilización, pueden seguir contaminando zonas remotas del lugar de origen debido a su carácter persistente, particularmente en algunos medios como en los sedimentos.
La ingesta humana de agentes hormonalmente activos a través de alimentos sigue siendo significativa, incluso si se trata de sustancias que llevan muchos años fuera del mercado. Así, por ejemplo, un estudio reciente de la dieta estadounidense encontró residuos detectables de DDT en un 16% de las muestras de alimentos. Más del 95% de las muestras de tejido adiposo de la población estadounidense contenía concentraciones detectables de algunos agentes sintéticos hormonalmente activos.
El herbicida atrazina, hallado en niveles altos en el suministro municipal de agua en el estado de Iowa, se ha asociado a porcentajes anormales de deformaciones cardiovasculares, urogenitales, y de los miembros corporales.
Estudios con animales de laboratorio han mostrado que la exposición prenatal a metoxicloro, tetraclorodibenzodioxina, octilfenol y bisfenol-A pueden reducir la producción de esperma.
Existen pocos estudios sobre seres humanos, pero los estudios en laboratorios y sobre animales en el medio natural sugieren que los agentes hormonalmente activos tienen potencial para afectar las funciones inmunológicas humanas.
El informe concluye que las 70.000 sustancias químicas industriales actualmente en uso en EE.UU. no pueden ser analizadas adecuadamente para determinar si son disruptores hormonales o no, porque no existen las pruebas necesarias. Entre tanto, entre mil y dos mil nuevas sustancias se introducen en el mercado cada año, sin conocer sus consecuencias.
En julio del 2000 otra institución científica de gran prestigio, la Academia de Ciencias del Reino Unido, hizo un llamado a la comunidad internacional para actuar sobre los disruptores endocrinos. Este informe, elaborado por un grupo de trabajo coordinado por el vicepresidente de la Academia y profesor de la Universidad de Cambridge Patrick Bateson, concluye que existe fuerte evidencia para relacionar los disruptores hormonales con ciertos efectos sobre organismos. Recomienda reducir la exposición humana a estas sustancias, particularmente la de mujeres embarazadas a sustancias como los plastificantes e insecticidas. Defiende la creación de una agencia nacional para trabajar en este tema, así como que se elaboren políticas sólidas. Este informe da un paso más que el presentado por parte del Consejo Nacional de Investigación de EE.UU. antes mencionado, pues avanza una opinión respecto a los riesgos para la salud pública, cuestión algo menos tratada en el trabajo estadounidense.
Paralelamente a estos informes, desde la publicación de Nuestro futuro robado en 1996 se han venido publicando numerosos estudios que arrojan luz sobre este oscuro tema, confirmando las teorías expuestas por Theo Colborn y John Peterson Meyers (aunque ampliando los riesgos y el numero de sustancias).
Desde hace años se han estudiado dos efectos sobre las poblaciones de ranas: en algunas zonas su presencia está disminuyendo de forma drástica, mientras que en otras el número de ranas con deformaciones aumenta de forma alarmante. Los hechos son significativos, puesto que la lista roja de animales amenazados publicada en 1996 por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) incluía nada menos que 156 especies de anfibios ya extinguidos o en situación crítica (lo que representa el 25% de todos los anfibios del planeta). Se han identificado varias causas de este declive: pero una de las más significativas es la contaminación química, particularmente la causada por plaguicidas. Investigadores en Sri Lanka han documentado la desaparición de ranas en las plantaciones de té sobre las que se aplicaban herbicidas, mientras que la conversión a la producción ecológica de té en la región ha contribuido en gran medida a la recuperación de la población de ranas. Una clase de compuestos industriales llamados retinoides, que son hormonas muy potentes, se ha asociado a las deformaciones en ranas. La exposición en altas concentraciones a esta sustancia causa malformaciones fetales en animales y seres humanos (el tratamiento para el acné basado en retinoides ha causado tales malformaciones en humanos). Existe al menos un plaguicida, el metopreno, que actúa como un retinoide.
Peces Hermafroditas
La aparición de peces hermafroditas (que tienen simultáneamente el sexo masculino y femenino) o machos feminizados se está confirmando en cada vez más ríos y efluentes de plantas depuradoras en diferentes países del mundo. Aunque acaso en algunas zonas pueda ser un factor causal la presencia de estrógenos naturales (estradiol y estrona) o sintéticos (estradiol etinil), se va acumulando la evidencia que apunta hacia xenoestrógenos como el nonilfenol y sustancias relacionadas. En los últimos años se ha demostrado, no sólo que el Bisfenol-A es un mimetizador de estrógenos naturales, sino que debido a su amplio uso industrial (latas de conserva con recubrimiento interior de resina epoxi, selladores dentales o biberones de policarbonato) existen múltiples vías de exposición incluyendo, por ejemplo, la ingesta de sus derivados clorados en agua de bebida, según ha concluido recientemente el equipo del Dr. Olea de la Universidad de Granada (España).
Estudios
recientes confirman la actividad de disrupción hormonal de algunos metales
pesados como, por ejemplo, el cadmio o el arsénico, capaces de producir
alteración hormonal a niveles tan bajos como 10 ppb, tal y como se ha publicado
recientemente en el Environmental Health
Perspectives.
El tributilestaño (TBT), procedente de las pinturas antiincrustantes de los barcos, se ha identificado durante la última década en las aguas de muchos mares; se acumula en los tejidos de animales marinos (peces y moluscos), y después en los seres humanos que consumen estos animales. También es un disruptor hormonal, y se han venido apreciando numerosos casos de daños asociados a alteraciones de las funciones endocrinas que abarcan desde la feminización de gasterópodos en las costas de Galicia hasta la erupción de serias epidemias que en Dinamarca han causado muertes masivas de focas y patos. En los últimos años, la presencia de TBT en otros productos habituales de consumo está causando alarma social: su uso en recipientes de plástico o en papel recubierto por silicona puede constituir nuevas fuentes de ingestión, a través de los alimentos que entran en contacto con ellos. También se ha encontrado en prendas deportivas, en esponjas para lavar la vajilla o --como recientemente ha denunciado Greenpeace-- en pañales para bebés. Este último hallazgo, anunciado en mayo del 2000, ha sido el resultado de un estudio sobre seis marcas diferentes de pañales comercializados en Alemania, de las que tres (Pampers, Benetton y Fixies) utilizan TBT. El TBT se encontró en partes del pañal que entran en contacto directo con el bebé, por lo que puede ser absorbido a través de la piel.
Por otro lado, parece que estos llamamientos por parte de la comunidad científica han comenzado a tener eco en los estamentos políticos a nivel internacional y europeo. Se han aprobado algunas tímidas resoluciones, que constituyen más bien declaraciones de buena voluntad que un compromiso para provocar cambios, pero que al menos constituyen una manifestación de la aceptación del problema (aunque si no se sienten convenientemente presionados no vayan a hacer mucho más para resolverlo).
En
este sentido, en una reunión celebrada en abril de 2000, los ministros de medio
ambiente del G-8 (grupo de los países más industrializados) firmaron un
comunicado estableciendo que los riesgos que presentan las sustancias químicas
peligrosas era una de las principales preocupaciones de los habitantes de sus países.
Los ministros hicieron un llamamiento para incrementar los conocimientos sobre
los disruptores endocrinos a través de proyectos planificados e implementados
de forma conjunta y en base a un intercambio internacional de información.
La Comisaria Europea de Medio Ambiente, Margot Wallström, confirmó en marzo del 2000 su intención de crear una Agencia para el control de productos químicos y revertir la responsabilidad de demostrar la inocuidad de la Unión Europea a la industria. Por parte de la Unión Europea (UE) se han dado otros pasos más concretos para alertar sobre los riesgos asociados a los disruptores endocrinos, en gran medida como resultado del importante empuje que el Parlamento Europeo ha realizado para acelerar los ritmos en la elaboración y toma de decisiones dentro de la Comisión. Así, por ejemplo, en diciembre de 1999, la Comisión de la UE adoptó una Comunicación sobre una Estrategia Comunitaria para disruptores endocrinos, en la que incluye una gama de sustancias sospechosas de interferir con los sistemas hormonales de humanos y animales (COM (1999) 706 final, Bruselas, 17.12.99). Este comunicado afirmaba que:
-
A corto plazo, la Comisión pretende recopilar evidencia científica
sobre sustancias para ser evaluadas en relación a su actividad de disrupción
hormonal. Una vez se hayan identificado las sustancias, la Comisión urgirá a
los Estados Miembros a que hagan máximo uso de sus instrumentos legales
existentes en los casos donde sea preciso. Uno de los próximos pasos más
importantes será la publicación por parte de la Comisión de la lista de cien
sustancias que potencialmente actúan como disruptores endocrinos.
- A medio plazo, la Comisión y los Estados Miembros garantizarán que suficientes recursos sean destinados a sistemas de análisis y al desarrollo de una estrategia de análisis de la UE. Se incorporarán los resultados de los trabajos de investigación en marcha y se reforzarán los programas de I+D. Más importante aún será la identificación de sustitutos y la consideración de iniciativas voluntarias con el fin de eliminar o encontrar alternativas a las sustancias en cuestión.
- A largo plazo, la Comisión propone adaptar o enmendar la legislación existente sobre sustancias químicas, la protección de los consumidores, la salud y el medio ambiente para que consideren los efectos de disrupción hormonal.
Esta Comunicación representa sin duda un primer paso importante en el compromiso por reducir los efectos de estas sustancias en el futuro por parte de quienes toman las decisiones políticas a nivel europeo. Sin embargo, quedan algunas cuestiones importantes aún sin resolver: la responsabilidad de la industria por los daños ya causados e inevitablemente los que lleguen a ocurrir, cómo adoptar el principio de precaución para evitar daños futuros debido a la incorporación de nuevas sustancias al mercado, y cómo cumplir efectivamente las indicaciones de esta comunicación por parte de los Estados Miembros.
En
mayo de 1999 las consultoras BKH y TNO, que habían sido contratadas por la Comisión Europea,
presentaron efectivamente una lista de más de quinientos compuestos químicos
para los que se había establecido en publicaciones de carácter científico su
interferencia con algún sistema hormonal en particular. Sin embargo, tras
recibir la aprobación del Comité de Expertos de la Dirección General de Medio
Ambiente, la lista fue reajustada –a
partir de la información proporcionada por la industria-- en relación al
volumen de producción y su persistencia medioambiental. El resultado final fue
la reducción de los 553 compuestos a 29,
que junto a las sustancias emparentadas suman apenas 60. Esta manipulación de
la lista suscita desconfianza respecto al nivel de protección pública y
ambiental que la Unión Europea pretende lograr en su marco de actuación
respecto de la disrupción endocrina. Tal y como afirma el doctor Nicolás Olea,
del Laboratorio de Investigaciones Médicas de la Universidad de Granada y
experto internacionalmente reconocido en la materia: “No cabe duda de que esta lista prioritaria propuesta es, cuanto
menos, incompleta, inexacta y confusa. Recoge, fundamentalmente, compuestos
organoclorados -plaguicidas, PCBs y dioxinas- suficientemente caracterizados,
largamente estudiados por su persistencia y toxicidad y, en la mayor parte de
los casos, sometidos a una regulación estricta... El trabajo que han de
realizar los científicos será baldío si el compuesto químico elegido ya está
prohibido en producción, uso y empleo.”
Algunos países europeos hace tiempo que se tomaron en serio la ordenación del mundo de sustancias químicas, estableciendo listas prioritarias para la sustitución de las más peligrosas en el marco de una Estrategia Nacional. Tales son los casos de Dinamarca, Noruega o Suecia. La mayoría de los compuestos identificados como disruptores endocrinos aparecen en estas listas. El deseo de estos países y del resto de ciudadanos europeos sería que se utilizara su trabajo y experiencia para elaborar una Estrategia a nivel europeo.
Independientemente de las decisiones y programas que se adopten en la Unión Europea o en el resto de países europeos, desde CC.OO. creemos que es imperativa la elaboración de una Estrategia de sustancias químicas en el Estado español, dentro de la cual exista una línea de intervención permanente sobre los disruptores endocrinos. En nuestra reivindicación --que ya transmitimos al Ministerio de Medio Ambiente-- hemos demandado, en sintonía con la campaña ciudadana europea sobre sustancias químicas, los siguientes elementos:
1.
Conocimiento de la realidad
Exigir a las empresas productoras que informen de manera exhaustiva sobre las propiedades y los efectos sobre la salud y el medio ambiente de las sustancias y preparados que comercializan.
2.
Transparencia de información
Publicación
y derecho de acceso a toda la información relativa a los riesgos sobre la salud
y sobre el medio ambiente de todos los productos comercializados. Garantía del
correcto etiquetado de todos los productos (de uso tanto industrial como doméstico).
Información específica para los trabajadores y trabajadoras.
3.
Principio de precaución
En los casos de sustancias químicas acerca de las cuales existe incertidumbre científica sobre los riesgos que conllevan, se aplicará una moratoria en su producción, comercialización y uso.
4.
Principio de prevención
Se establecerá un calendario para la eliminación progresiva de las sustancias químicas que impliquen un riesgo inaceptable para la salud humana y/o el medio ambiente.
5.
Reducción de riesgos
Los riesgos asociados al uso de sustancias químicas en procesos y productos se reducirán de forma continua y progresiva. Se priorizará siempre la reducción en origen; las medidas de control serán por lo tanto complementarias.
6.
Transición justa
La progresiva eliminación de las sustancias químicas que representen un riesgo inaceptable para la salud humana y el medio ambiente se desarrollará de forma que se garanticen las necesidades de empleo, sociales y medioambientales de las comunidades afectadas, buscando siempre una mejora en la calidad de vida de todos.
7.
Inspección y coordinación
Algunos instrumentos para articular la Estrategia Nacional pueden ser: promoción de sustitutos potenciales para las sustancias químicas; creación de un sistema de inspección y control administrativo; creación de una División de Sustancias Químicas en el Ministerio de Medio Ambiente, dotado adecuadamente de recursos humanos y económicos; creación de una base de datos de libre acceso para cualquier persona con toda la información pertinente sobre los riesgos de las sustancias químicas; Inventario anual de Uso y Liberación de Sustancias Químicas (en forma de residuo, vertido o emisiones) que se confeccionará con declaraciones anuales obligatorias para las empresas que manipulan más de determinadas cantidades de estas sustancias
Al movimiento sindical no le preocupa únicamente la creación y mantenimiento del empleo, sino que concede gran importancia a las condiciones de trabajo (y especialmente la defensa de la salud en el trabajo), así como a la salud pública y los cambios sociales necesarios para alcanzar una mayor igualdad, justicia y calidad de vida en todos los pueblos del mundo, en la actualidad y en el futuro. Nuestro apoyo a la difusión de este importante libro constituye una manifestación más de este compromiso sociopolítico amplio; confiamos en contribuir a aumentar el nivel de conciencia en el mundo laboral y en la ciudadanía en general, para que finalmente revierta en actuaciones en el ámbito local y de la empresa.
Desde CC.OO. reivindicamos mejoras legislativas en salud reproductiva, y en este sentido hay que recordar que el gobierno español aún no ha traspuesto a nuestra normativa nacional los anexos de la Directiva 92/85/CEE sobre protección de la maternidad, que indican los agentes, procedimientos o condiciones de trabajo de riesgo específico. Aparte de la presión que el sindicato debe realizar a nivel institucional, en las manos de los trabajadores y trabajadoras –y especialmente de los responsables sindicales y delegados y delegadas de prevención- recae también una parte de la responsabilidad: identificar disruptores endocrinos en nuestro puesto de trabajo, promover su sustitución y garantizar la máxima protección de la salud y el medio ambiente hasta que puedan eliminarse por completo. En España tenemos diversos instrumentos a nuestro alcance, como son la Ley de Prevención de Riesgos Laborales, el Reglamento sobre Exposición a Agentes Cancerígenos y demás normativa aplicable, los Comités de Seguridad y Salud, un Instituto Técnico de CC.OO. para asesorarnos (Instituto Sindical de Trabajo, Ambiente y Salud, ISTAS), y toda la estructura del sindicato para respaldarnos. Con este compromiso de responsabilidad por el mundo que estamos construyendo cada día, y con la mirada vuelta hacia las generaciones venideras, debemos leer Nuestro futuro robado.
La Red de Plaguicidas y Alternativas en México (RAPAM) se une a este esfuerzo colectivo para dar una mayor difusión a esta importante obra. La disrupción hormonal de las sustancias químicas incluye a plaguicidas de diversos grupos toxicológicos usados como insecticidas, funguicidas, herbicidas y preservadores de madera: es así que además del DDT, tenemos a clorpirifos, endosulfán, lindano, malatión, mancozeb, paratión metílico, y pentaclorofenol, entre otros. Los ciudadanos y grupos que luchan contra los daños que a la salud pública provocan los plaguicidas, tienen en esta obra una importante fuente de consulta para exigir de los gobiernos una política pública preventiva que tienda a la eliminación de los plaguicidas disruptores endocrinos y estimule las alternativas agroecológicas para el control de plagas en un sistema alimentario justo y sostenible que garantice el derecho a la salud y a un medio ambiente sano para las presentes y futuras generaciones.
Desde numerosas organizaciones, y entre ellas, desde la Sociedad Española de Agricultura Ecológica (SEAE), como entidad que agrupa a científicos y técnicos que trabajan en agricultura ecológica, se ha documentado en numerosas ocasiones que la producción sin plaguicidas de síntesis, lejos de ser una posibilidad romántica y alejada de la realidad, constituye hoy una estrategia moderna, económicamente viable y con sólidos fundamentos científicos sobre la que basar la obtención de alimentos sanos y suficientes para todos los pueblos.
Finalmente, CC.OO, UITA, y RAPAM han venido participando en la Red Internacional para la Eliminación de los Contaminantes Orgánicos Persistentes, formada por cerca de doscientas organizaciones no gubernamentales de todo el mundo (pueblos indígenas, ecologistas, consumidores, mujeres, entre otros) y creada con el objetivo de influir en el proceso de negociaciones e implementación del ahora llamado Convenio de Estocolmo. Este Convenio establece, entre otros acuerdos, compromisos legales de los gobiernos para minimizar y eliminar globalmente, de manera prioritaria, doce compuestos orgánicos persistentes, la mayoría de los cuales actúan como disruptores endocrinos, además de ser tóxicos, persistentes, bioacumulables y transportarse a grandes distancias. Debido a la relevancia de los acuerdos que finalmente se han alcanzado y la estrecha relación que tienen con los contenidos de este libro, hemos creído conveniente añadir un apéndice explicando los resultados de este Convenio, que deberá ser firmado, ratificado, e implementado por nuestros países con planes nacionales que garanticen una efectiva participación ciudadana.
Estefanía Blount, Directora de Medio Ambiente del Instituto Sindical de Trabajo, Ambiente y Salud (ISTAS, España).
Joaquín Nieto, Secretario Confederal de Medio Ambiente y Salud Laboral de Comisiones Obreras (CC.OO., España)
Rita Moreno, Secretaria Confederal de la Mujer de Comisiones Obreras (CC.OO., España)
José Luis Porcuna, presidente de la Sociedad Española de Agricultura Ecológica (SEAE).
Gerardo Iglesias, Secretario Regional para América Latina de la Unión Internacional de Trabajadores de la Alimentación (Rel-UITA).
Fernando Bejarano, Coordinador de la Red de Acción sobre Plaguicidas y Alternativas en México (RAPAM).
NOTAS
1 Una hormona es un compuesto químico orgánico formado en el interior de una glándula que actúa excitando o inhibiendo las funciones orgánicas. Para ello altera la velocidad de las reacciones químicas intracelulares. Como para tal fin bastan cantidades mínimas, las hormonas pueden encuadrarse entre los biocatalizadores.
2 Sociedad Española de Agricultura Ecológica (SEAE).
3 Red de Acción sobre Plaguicidas y Alternativas en México (RAPAM).
4 La presente nueva edición en español ha sido actualizada incorporando los prólogos y epílogos de los autores a ediciones en otros países posteriores a la original de 1996
UITA - Secretaría Regional Latinoamericana - Montevideo - Uruguay
Wilson Ferreira Aldunate 1229 / 201 - Tel. (598 2) 900 7473 - 902 1048 - 903 0905